Mantenimiento de las rutas comerciales
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Independencias ameri
Desarrollo
La función exportadora de las ya antiguas colonias, que fue produciendo un giro de 180 grados en la orientación de las mismas, se plasmó de hecho con la creación de las nuevas repúblicas. De mirar al interior del continente, especialmente a los centros productores de metales preciosos , cuyo abastecimiento tendían a garantizar las regiones no productoras, se pasó a mirar hacia los mercados europeos y norteamericanos . Sin embargo, el perfil francamente exportador de las diversas regiones latinoamericanas y la explotación a fondo de las ventajas comparativas existentes en cada país, se alcanzó, con algunas excepciones, en la segunda mitad del XIX y fue posteriormente el ferrocarril y la navegación a vapor en los ríos colombianos y de la cuenca amazónica quienes terminaron de modelar esa nueva realidad regional. De hecho, la primera mitad del siglo fue más un período de estancamiento, de adecuación a la nueva realidad, que de expansión de las actividades exportadoras, especialmente después de 1825, cuándo la presencia comercial y financiera de los británicos se retrajo considerablemente. Este estancamiento permitió durante un tiempo el mantenimiento de las antiguas rutas comerciales interregionales de la época colonial, que no respetaban el trazado de las fronteras erigidas después de la independencia. Sin embargo, este punto apenas ha merecido la atención de los historiadores económicos, que de un modo anacrónico han permanecido atados en sus investigaciones a las delimitaciones de los actuales países.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la urgente necesidad de dinero de las nuevas repúblicas hizo que los ingresos aduaneros se constituyeran en la principal fuente de financiación fiscal. La continuidad de las estructuras fiscales coloniales en las décadas posteriores a la emancipación ha permitido que las aduanas interiores, vestigio de la realidad colonial, se conviertan, cuando sus libros han podido llegar hasta nosotros, en una fuente inestimable a la que los historiadores pueden echar mano para recomponer dichos flujos. En uno de los escasos trabajos existentes sobre el tema, Assadourian analiza las relaciones comerciales de Córdoba (Argentina) con los antiguos mercados chilenos y altoperuanos (bolivianos). Así, por ejemplo, en lo que a la exportación de vacunos se refiere, entre 1817 y 1828 hay una intensificación de los intercambios ganaderos de Córdoba con Cuyo y Chile, que permiten compensar los efectos producidos por la pérdida de los mercados altoperuanos y paraguayos. Pero este comercio perdió intensidad entre 1829 y 1850 por la larga crisis ganadera y política (guerras civiles) que afectó a la región. Sin embargo, el mismo autor señala que no puede ofrecer cifras que aclaren si los flujos producidos eran superiores o no a los que tuvieron lugar durante el período colonial. El hecho de que las nuevas fronteras no supusieran automáticamente una desaparición de los flujos existentes queda claro con las exportaciones de ponchos y ponchillos al Paraguay. Entre 1806 y 1809 el mercado paraguayo absorbía una cifra anual que oscilaba entre las 20 y las 23 mil unidades. Pese a lo que inicialmente podría pensarse, la independencia no tuvo efectos depresivos, ya que la demanda se mantuvo estable hasta 1817 con un promedio anual de 25.774 piezas. La contracción ocurrió en el trienio 1818/1820, cuando dicho volumen se redujo a la mitad. En 1821 se produjo el colapso total del mercado.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la urgente necesidad de dinero de las nuevas repúblicas hizo que los ingresos aduaneros se constituyeran en la principal fuente de financiación fiscal. La continuidad de las estructuras fiscales coloniales en las décadas posteriores a la emancipación ha permitido que las aduanas interiores, vestigio de la realidad colonial, se conviertan, cuando sus libros han podido llegar hasta nosotros, en una fuente inestimable a la que los historiadores pueden echar mano para recomponer dichos flujos. En uno de los escasos trabajos existentes sobre el tema, Assadourian analiza las relaciones comerciales de Córdoba (Argentina) con los antiguos mercados chilenos y altoperuanos (bolivianos). Así, por ejemplo, en lo que a la exportación de vacunos se refiere, entre 1817 y 1828 hay una intensificación de los intercambios ganaderos de Córdoba con Cuyo y Chile, que permiten compensar los efectos producidos por la pérdida de los mercados altoperuanos y paraguayos. Pero este comercio perdió intensidad entre 1829 y 1850 por la larga crisis ganadera y política (guerras civiles) que afectó a la región. Sin embargo, el mismo autor señala que no puede ofrecer cifras que aclaren si los flujos producidos eran superiores o no a los que tuvieron lugar durante el período colonial. El hecho de que las nuevas fronteras no supusieran automáticamente una desaparición de los flujos existentes queda claro con las exportaciones de ponchos y ponchillos al Paraguay. Entre 1806 y 1809 el mercado paraguayo absorbía una cifra anual que oscilaba entre las 20 y las 23 mil unidades. Pese a lo que inicialmente podría pensarse, la independencia no tuvo efectos depresivos, ya que la demanda se mantuvo estable hasta 1817 con un promedio anual de 25.774 piezas. La contracción ocurrió en el trienio 1818/1820, cuando dicho volumen se redujo a la mitad. En 1821 se produjo el colapso total del mercado.