Los paisajes de Claude Gelle, le Lorrain
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Datos principales
Rango
Barroco7
Desarrollo
Más conocido en España como Claudio de Lorena (1600-1682), es el segundo de los grandes artistas componentes de la corriente clasicista que fijó su residencia en Roma, haciendo residir en esta ciudad lo más puro del genio pictórico francés del siglo XVII.Nacido en Chamagne, población situada al sur de Nancy, tuvo que dedicarse al pastoreo por carecer de otro medio de recursos. En 1613 marchó a Italia para trabajar como pinche de cocina siguiendo una tradición francesa, y allí se puso al servicio del pintor Agostino Tassi, hombre de vida agitada que hoy tiene el valor de haber motivado en Claudio la afición a la pintura y haberle dado las primeras nociones.Dedicado ya a la pintura, conseguía vender obras a bajo precio, pero que le suponían lo suficiente para ahorrar y permitirle el consagrarse en exclusiva a este arte y entrar en contacto con otros artistas europeos que se habían radicado en aquel centro de confluencia de tendencias pictóricas que era Roma. Así, gracias a Tassi conoció a Paul Brill , pintor de Amberes que residió durante cuarenta años en Roma y que transmitió al artista lorenés toda la tradición flamenca de la pintura de paisaje.En abril de 1625 salió de Roma y, pasando por Loreto, Venecia y Munich, llegó en octubre a Nancy donde se puso al servicio del pintor Claude Deruet, que gozaba del favor de la corte ducal; sin embargo, en 1627 regresaba a Roma, donde ya permanecería el resto de sus días.
Entonces estará nuevamente en contacto con el círculo de pintores internacionales que residían en la Ciudad Eterna, y especialmente con el alemán Joachim von Sandrart con quien se dedicó a pintar del natural, siendo en ese momento cuando desarrolló lo más característico de su pintura, con la que llegó a tener gran fama y multitud de admiradores.En su producción destaca de una manera singular el paisaje, al que otorgó un nuevo valor y al que dio un encanto y una poesía como hasta entonces no se había hecho. Este tiene en común con el de Poussin el que los lugares que le sirven de modelo son los mismos, sacados de Roma, Ostia o Cavità Vecchia; con ellos compone idílicos paisajes de la Arcadia y puertos marinos que quieren representar los del mundo antiguo, y en los que la figura humana también desempeña como principal cometido el de dar título al cuadro.Pero en estos paisajes el principal protagonista es, sin embargo, la luz, a la que concede toda la atención, llegando en muchos casos a determinar la composición total de la obra, la cual por otra parte, y como en el caso de Poussin, también era fruto de una detenida meditación y estaba planteada bajo unos presupuestos racionalistas.Anhela las luces suaves y aterciopeladas de los amaneceres y atardeceres que bañan con suavidad todos los elementos que aparecen en la obra, pero que al mismo tiempo le permiten en determinadas zonas la posibilidad de la existencia de contraluces y fuertes contrastes de luces y sombras.
Esta suavidad entra por otra parte en juego con las aguas tranquilas de sus puertos de mar, pintados en el momento del amanecer, en donde pequeñas olas rompen suavemente contra los muelles.Además, en la casi totalidad de las ocasiones la línea de horizonte le servía para fijar la atención del espectador al disponer allí un foco de claridad, reforzado a veces con el disco solar, que se levanta o se esconde, y que constituye un curioso punto de fuga, pues en tanto que señala una zona lejana, su enorme claridad, casi cegadora, parece querer acercar el fondo al primer plano.El paisaje de tipo clasicista tuvo aún otro importante representante en Gaspard Dughet (1615-1675), que nació y residió en Roma, siendo además cuñado de Poussin de quien en ocasiones aprovechó el nombre, ya que se hacía llamar Gaspard Poussin.De biografía todavía no totalmente conocida y de producción problemática por cuanto fue muy oscilante en su evolución, debió de entrar en el taller de su cuñado poco después de la boda de éste con su hermana en 1630. Viajero por varios lugares, pronto se estableció definitivamente en la Ciudad Eterna, de cuyos alrededores fue un verdadero enamorado y donde realizó importantes encargos de decoraciones al fresco para el palacio Muti Bussi, el Quirinal, el palacio Colonna, el palacio Pamphili de la Piazza Navona y especialmente para la iglesia de San Martino ai Monti, con los que adquirió renombre y clientela.Más tarde quedó aparentemente liberado de la influencia de Poussin y se dejó seducir por la de Claudio de Lorena y Salvatore Rosa , así como por su propio lenguaje que aparece con fuerza, representando el paisaje de la campiña romana que recogió en múltiples composiciones en las que los personajes también carecen de importancia. En sus últimos tiempos volvió nuevamente a dejarse llevar por el arte de Poussin, haciendo un tipo de paisaje más sereno.
Entonces estará nuevamente en contacto con el círculo de pintores internacionales que residían en la Ciudad Eterna, y especialmente con el alemán Joachim von Sandrart con quien se dedicó a pintar del natural, siendo en ese momento cuando desarrolló lo más característico de su pintura, con la que llegó a tener gran fama y multitud de admiradores.En su producción destaca de una manera singular el paisaje, al que otorgó un nuevo valor y al que dio un encanto y una poesía como hasta entonces no se había hecho. Este tiene en común con el de Poussin el que los lugares que le sirven de modelo son los mismos, sacados de Roma, Ostia o Cavità Vecchia; con ellos compone idílicos paisajes de la Arcadia y puertos marinos que quieren representar los del mundo antiguo, y en los que la figura humana también desempeña como principal cometido el de dar título al cuadro.Pero en estos paisajes el principal protagonista es, sin embargo, la luz, a la que concede toda la atención, llegando en muchos casos a determinar la composición total de la obra, la cual por otra parte, y como en el caso de Poussin, también era fruto de una detenida meditación y estaba planteada bajo unos presupuestos racionalistas.Anhela las luces suaves y aterciopeladas de los amaneceres y atardeceres que bañan con suavidad todos los elementos que aparecen en la obra, pero que al mismo tiempo le permiten en determinadas zonas la posibilidad de la existencia de contraluces y fuertes contrastes de luces y sombras.
Esta suavidad entra por otra parte en juego con las aguas tranquilas de sus puertos de mar, pintados en el momento del amanecer, en donde pequeñas olas rompen suavemente contra los muelles.Además, en la casi totalidad de las ocasiones la línea de horizonte le servía para fijar la atención del espectador al disponer allí un foco de claridad, reforzado a veces con el disco solar, que se levanta o se esconde, y que constituye un curioso punto de fuga, pues en tanto que señala una zona lejana, su enorme claridad, casi cegadora, parece querer acercar el fondo al primer plano.El paisaje de tipo clasicista tuvo aún otro importante representante en Gaspard Dughet (1615-1675), que nació y residió en Roma, siendo además cuñado de Poussin de quien en ocasiones aprovechó el nombre, ya que se hacía llamar Gaspard Poussin.De biografía todavía no totalmente conocida y de producción problemática por cuanto fue muy oscilante en su evolución, debió de entrar en el taller de su cuñado poco después de la boda de éste con su hermana en 1630. Viajero por varios lugares, pronto se estableció definitivamente en la Ciudad Eterna, de cuyos alrededores fue un verdadero enamorado y donde realizó importantes encargos de decoraciones al fresco para el palacio Muti Bussi, el Quirinal, el palacio Colonna, el palacio Pamphili de la Piazza Navona y especialmente para la iglesia de San Martino ai Monti, con los que adquirió renombre y clientela.Más tarde quedó aparentemente liberado de la influencia de Poussin y se dejó seducir por la de Claudio de Lorena y Salvatore Rosa , así como por su propio lenguaje que aparece con fuerza, representando el paisaje de la campiña romana que recogió en múltiples composiciones en las que los personajes también carecen de importancia. En sus últimos tiempos volvió nuevamente a dejarse llevar por el arte de Poussin, haciendo un tipo de paisaje más sereno.