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Datos principales
Rango
siglo de Pericles
Desarrollo
Parrahasios de Efeso, Apollodoros de Atenas y Zeuxis de Heraklea serán los grandes maestros en la pintura de la época clásica. Parrhasios de Efeso era hijo del pintor Evenor y el último de los pintores a la manera antigua, con el que culmina la pintura tradicional basada en la corrección del dibujo y perfección de la línea. Su época de apogeo, según Plinio , cae en torno al año 420. Por las fuentes sabemos que Parrhasios solía componer sus obras con tres figuras, como por ejemplo, Herakles, Meleagro y Perseo, pero no siempre era así, pues dos de sus obras más famosas representaban una a Prometeo y otra a Filoctetes. A propósito de la primera nos dicen las fuentes que para lograr una representación veraz y realista del suplicio de Prometeo, Parrhasios se inspiró en un esclavo torturado. El tema del sufrimiento y del dolor interior le atraía especialmente, pues vuelve a tratarlo con profundidad e intensidad en Filoctetes, el héroe protagonista de una tragedia de Sófocles , que es abandonado a su suerte y privado de ayuda a causa de una herida putrefacta y fétida causada por la mordedura de una serpiente. Apollodoros de Atenas es el conocedor eximio de recursos tan decisivos en la pintura como la perspectiva y el claroscuro. Aparte de la influencia que ejerciera sobre él su predecesor Agatarco, hay que destacar la de Demócrito , que le llevó a interesarse por el problema de la apariencia, es decir, de la ilusión pictórica.
Se le ha atribuido la invención de la "skiagraphía" o técnica del sombreado, que en realidad es muy anterior, pero Apollodoros la cultivó con tal perfección, que la elevó a la categoría de recurso pictórico en sentido moderno. Polignoto y Mikón habían hecho progresar el sombreado neutro y Panainos había enriquecido las posibilidades cromáticas para representar la epidermis y los elementos del paisaje, pero Apollodoros va más lejos y llega a soluciones revolucionarias. Entiende y reproduce la sombra como en verdad es: proyección oscura de un cuerpo sobre otro en función de la luz, lo que le lleva a medir la intensidad de esta última y, en consecuencia, a jugar con el claroscuro. Respecto al color, conoce y plasma la relación gradual de este último con la iluminación. Todo contribuía, pues, a que las figuras pintadas por Apollodoros ganaran apariencia real y también a que se le reconociera un prodigioso poder de sugestión. Tampoco a su obra nos podemos acercar directamente. Se suele citar en relación con Apollodoros una pintura sobre losa marmórea del Museo de Nápoles, copia de un original del siglo V firmada por Alleixandros de Atenas, que representa a unas Muchachas jugando a las tabas, pero el uso que se hace aquí del sombreado no es suficiente para calibrar los planteamientos de aquel maestro. Tal vez resulte aclaratorio añadir que a las críticas vertidas contra sus obras respondía Apollodoros que su pintura era más fácil de criticar que de imitar.
En Zeuxis de Heraklea tenemos ya al prototipo del artista excéntrico y apreciado. Había sido discípulo de Damóphilo de Himera y se hizo tan buen pintor que se permitía no pocas extravagancias. Como, al parecer, Parrhasios se vestía de púrpura y oro, Zeuxis, por no ser menos, se hizo grabar en el manto su nombre con letras de oro. Se le censuraba por poner a sus obras precios altísimos, pero de buenas a primeras regalaba un cuadro, porque nunca le darían un precio digno de él. Su llegada a Atenas en el último cuarto del siglo V causó gran expectación, pues venía precedido de la fama que le había dado su Helena, un encargo para el templo de Hera Lacinia. La obra se hizo famosa, porque Zeuxis, tras haber examinado desnudas a varias jóvenes, seleccionó a cinco modelos, y plasmó en el cuadro lo que más le agradaba de cada una. La anécdota procede de Plinio y sirve, como otras, para ilustrar el concepto de realismo y fidelidad al natural de Zeuxis. El mismo Plinio refiere que para competir con Parrhasios pintó Zeuxis unas uvas tan veraces, que los pájaros acudieron a picotearlas; Parrhasios pintó una tela tan natural, que Zeuxis fue a tirar de ella para ver qué había detrás, con lo que Zeuxis se dio por vencido y otorgó el triunfo a su rival. Tanto en estas obras como en otras que se le atribuyen, entre las cuales Herakles niño estrangulando a las serpientes y La familia de los centauros, Zeuxis se decanta por la belleza formal y probablemente incurre en la afectación manierista propia del estilo bello, como sugiere la supuesta representación de Eros coronado de rosas. No obstante, sabe emplear la técnica del claroscuro y los recursos propios de la nueva pintura.
Se le ha atribuido la invención de la "skiagraphía" o técnica del sombreado, que en realidad es muy anterior, pero Apollodoros la cultivó con tal perfección, que la elevó a la categoría de recurso pictórico en sentido moderno. Polignoto y Mikón habían hecho progresar el sombreado neutro y Panainos había enriquecido las posibilidades cromáticas para representar la epidermis y los elementos del paisaje, pero Apollodoros va más lejos y llega a soluciones revolucionarias. Entiende y reproduce la sombra como en verdad es: proyección oscura de un cuerpo sobre otro en función de la luz, lo que le lleva a medir la intensidad de esta última y, en consecuencia, a jugar con el claroscuro. Respecto al color, conoce y plasma la relación gradual de este último con la iluminación. Todo contribuía, pues, a que las figuras pintadas por Apollodoros ganaran apariencia real y también a que se le reconociera un prodigioso poder de sugestión. Tampoco a su obra nos podemos acercar directamente. Se suele citar en relación con Apollodoros una pintura sobre losa marmórea del Museo de Nápoles, copia de un original del siglo V firmada por Alleixandros de Atenas, que representa a unas Muchachas jugando a las tabas, pero el uso que se hace aquí del sombreado no es suficiente para calibrar los planteamientos de aquel maestro. Tal vez resulte aclaratorio añadir que a las críticas vertidas contra sus obras respondía Apollodoros que su pintura era más fácil de criticar que de imitar.
En Zeuxis de Heraklea tenemos ya al prototipo del artista excéntrico y apreciado. Había sido discípulo de Damóphilo de Himera y se hizo tan buen pintor que se permitía no pocas extravagancias. Como, al parecer, Parrhasios se vestía de púrpura y oro, Zeuxis, por no ser menos, se hizo grabar en el manto su nombre con letras de oro. Se le censuraba por poner a sus obras precios altísimos, pero de buenas a primeras regalaba un cuadro, porque nunca le darían un precio digno de él. Su llegada a Atenas en el último cuarto del siglo V causó gran expectación, pues venía precedido de la fama que le había dado su Helena, un encargo para el templo de Hera Lacinia. La obra se hizo famosa, porque Zeuxis, tras haber examinado desnudas a varias jóvenes, seleccionó a cinco modelos, y plasmó en el cuadro lo que más le agradaba de cada una. La anécdota procede de Plinio y sirve, como otras, para ilustrar el concepto de realismo y fidelidad al natural de Zeuxis. El mismo Plinio refiere que para competir con Parrhasios pintó Zeuxis unas uvas tan veraces, que los pájaros acudieron a picotearlas; Parrhasios pintó una tela tan natural, que Zeuxis fue a tirar de ella para ver qué había detrás, con lo que Zeuxis se dio por vencido y otorgó el triunfo a su rival. Tanto en estas obras como en otras que se le atribuyen, entre las cuales Herakles niño estrangulando a las serpientes y La familia de los centauros, Zeuxis se decanta por la belleza formal y probablemente incurre en la afectación manierista propia del estilo bello, como sugiere la supuesta representación de Eros coronado de rosas. No obstante, sabe emplear la técnica del claroscuro y los recursos propios de la nueva pintura.