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Datos principales


Desarrollo


Los de Acuzamil dieron nuevas a Cortés de Jerónimo de Aguilar Cuando Cortés vio que estaban asegurados de su venida, y muy domésticos y serviciales, acordó el quitarles los ídolos, y darles la cruz de Jesucristo nuestro Señor, y la imagen de su gloriosa Madre y virgen santa, santa María; y para esto les habló un día por el lengua que llevaba, el cual era un tal Melchor que llevara Francisco Hernández de Córdoba. Mas como era pescador, era rudo, y más que todo, simple, y parecía que no sabía hablar ni responder. Con todo les dijo que les quería dar mejor ley y Dios de los que tenían. Respondieron que muy enhorabuena. Y así los llamó al templo, hizo decir misa, rompió los dioses, y puso cruces e imágenes de nuestra Señora, lo cual adoraron con devoción; y mientras allí estuvo no sacrificaron como solían. No se hartaban de mirar aquellos isleños nuestros caballos ni naos, y así, nunca paraban, no haciendo sino ir y venir; y hasta tanto se asombraban de las barbas y color de los nuestros, que llegaban a tentarlos, y hacían señas con las manos hacia Yucatán, donde hacía muchos soles que estaban allí cinco o seis hombres barbudos. Hernán Cortés, considerando cuánto le importaría tener buen faraute para entender y ser entendido, rogó al Calachuni le diese alguien que llevase una carta a los barbudos que decían. Mas él no halló quien quisiese ir allá con semejante recado, por miedo al que los tenía, que era gran señor y cruel, y tal que, conociendo la embajada, mandaría matar y comer al que la llevase.

Viendo esto Cortés, halagó mucho a tres isleños que andaban muy serviciales en su posada. Les dio algunas cosillas, y les rogó que fuesen con la carta. Los indios se excusaron mucho de ello, pues tenían por cierto que los matarían. Mas en fin, tanto pudieron ruegos y dádivas, que prometieron ir. Y así, escribió entonces una carta que en suma decía: "Nobles señores: yo partí de Cuba con once navíos de armada y quinientos cincuenta españoles, y llegué aquí a Acuzamil, desde donde os escribo esta carta. Los de esta isla me han certificado que hay en esa tierra cinco o seis hombres barbudos, y en todo a nosotros muy semejantes. No me saben dar ni decir otras señas; mas por éstas conjeturo y tengo por cierto que sois españoles. Yo y estos hidalgos que conmigo vienen a descubrir y poblar estas tierras, os rogamos mucho que dentro de seis días que recibiereis ésta, os vengais para nosotros, sin poner otra dilación ni excusa. Si vinieseis todos, tendremos en cuenta y gratificaremos la buena obra que de vosotros recibirá esta armada. Un bergantín envío para que vengáis en él, y dos naos para seguridad. -- Hernán Cortés." Escrita ya la carta, hallóse otro inconveniente para que la llevasen; y era que no sabían cómo llevarla encubiertamente para no ser vistos ni barruntados por los espías, de quien los indios temían. Entonces Cortés pensó que iría bien, envuelta en los cabellos de uno; y así, cogió al que parecía más avisado y para más que los otros, y le ató la carta entre los cabellos, que de ordinario los llevan largos, en la forma que se los atan ellos en la guerra o fiestas, que es como trenzado en la frente.

Del bergantín en que fueron estos indios, iba por capitán Juan de Escalante; de las naves, Diego de Ordás, con cincuenta hombres para si fuese menester. Fueron estos navíos, y Escalante dejó a los indios en tierra en la parte que le dijeron. Esperaron ocho días, aunque les avisaron que no les esperarían más de seis, y como tardaban, pensaron que los habrían matado o cautivado, y se volvieron a Acuzamil sin ellos; lo que mucho sintieron todos los españoles, especialmente Cortés, creyendo que no era verdad aquello de los de las barbas y que tendrían falta de lengua. Mientras que todas estas cosas pasaban, se repararon los navíos del daño que habían recibido con el pasado temporal, y se pusieron a pique; y así, partió la flota en cuanto llegó el bergantín y las dos naos.

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