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Desarrollo


Los años mexicanos de Francisco Hernández En los primeros días de 1570, Hernández, junto con el nombramiento real de protomédico de todas las indias, recibió el encargo de embarcarse con rumbo al Nuevo Mundo: Mandamos a vos, el Dr. Francisco Hernández, nuestro médico, ir a hacer la historia de las cosas naturales de nuestras Indias...10. El nombramiento se le asignó por tiempo y espacio de cinco años, con un salario de dos mil ducados por año. En las Intrucciones, Felipe II le encargaba que empezara por la Nueva España porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales que en otra parte11. La misión de Hernández se inscribía en un vasto deseo real de conocer lo más detalladamente posible la realidad geográfica, histórica, social y económica de sus muchos territorios. Este propósito cristalizó en lo que hoy constituyen las Relaciones Geográficas, voluminoso corpus integrado por las descripciones acerca de tierras, pueblos y ciudades de España y América. Además existía en el siglo XVI un enorme interés por conocer la naturaleza del mundo americano, a menudo deformado por los relatos increíbles que la fantasía popular había creado. Más que interés puede hablarse de excitación, compartida no sólo por los españoles sino también por mucha gente de otros países de Europa. En este contexto no es extraño pensar que Felipe II preparara tal misión y que Hernández la aceptara muy gustoso. Por fin, en agosto de ese mismo año, 1570, se embarcó éste en Sevilla con su hijo Juan y un geógrafo llamado Francisco Domingo.

En las Canarias, donde los barcos se detenían diez o quince días, tuvo tiempo de observar la flora de la isla de Gran Canaria y escribir un libro sobre ella, hoy perdido. Después de la larga travesía, la flota hizo escala en Santo Domingo y luego en La Habana. En ambas estancias encontró Hernández tiempo suficiente para estudiar y escribir dos trabajos acerca de la vegetación de Haití y Cuba, trabajos que por desgracia tampoco han llegado hasta nosotros. Por fin, en febrero de 1571 puso pie en Veracruz. Contaba cincuenta y tres años y gozaba de buena salud para acometer una empresa como la que se proponía. Nada mejor que las palabras de Somolinos para describir este momento crucial en la vida del protomédico: Le esperaba una incógnita, un abrumador trabajo inemprendido, las cosas admirables de la naturaleza novohispana que él referirá más tarde, la lucha con las pasiones de los hombres, "las selvas hostiles y los pérfidos ríos" donde dejará su salud. Peo también le esperaba la inmortalidad y la obra imperecedera que lo incorporó definitivamente a la historia12. Al llegar a la Nueva España le sorprendió la maravilla de la naturaleza americana, la armonía y el cosmopolitismo de la ciudad de México. No le agradó tanto la acogida que le hizo la Audiencia con la cual tuvo varios conflictos en asuntos de inspección y licencias que Hernández pensaba eran de su jurisdicción como protomédico. Este punto de choque y la dificultad para pagar a sus ayudantes fueron sinsabores que acompañaron su estancia en la Nueva España.

Desde un punto de vista científico las cosas fueron mejor. Pronto se relacionó con el arzobispo Pedro Moya de Contreras y con el eminente catedrático de la Universidad, Francisco de Cervantes de Salazar, toledano como él y cronista de la ciudad de México, y desde luego con el círculo de los médicos13. Se rodeó también de un equipo de trabajo formado por indígenas: pintores, médicos, yerberos, guías, nahuatlatos. A diferencia de Sahagún, no nos ha dejado sus nombres, pero en su testamento los recuerda y deja dinero para indios pintores y médicos14. Somolinos analiza el desarrollo de la investigación de Hernández y distingue cinco grandes exploraciones: zona central, mar austral, Oxaca, Michoacán y Pánuco. En tales exploraciones15 Hernández se dedicó con ahínco a recoger y estudiar un gran número de plantas. En todo momento procuraba informarse de las propiedades de las mismas por medio de conversaciones con los médicos indígenas. Luego, en sus estancias en los hospitales, verificaba los datos obtenidos. Para esta tarea se necesitaba fortaleza física --los viajes eran en mulas-- así como lo que hoy describiríamos como una gran sensibilidad antropológica. Pensemos que el estudio de las plantas requería un diálogo entre dos culturas diferentes, a menudo a través de intérpretes. Y a esto se unían los peligros para la salud que suponían entonces las zonas tropicales, la tierra caliente16. Por todo lo cual la empresa del protomédico en la Nueva España nos parece hoy difícil y, en cierta manera, grandiosa.

Entre ese año de 1574 y el de 1577 en que regresó a España, Hernández vivió otra etapa muy digna de atención en la ciudad de México, como médico en uno de los grandes hospitales que en ella existían, el de San José de los Naturales, llamado también Hospital Real. Además de hospital era éste una hospedería y tenía adjunto un huerto de plantas medicinales. Allí, además de ejercitarse en cirugía y autopsias, se dedicó a experimentar los conocimientos sobre farmacopea al mismo tiempo que repasaba y ordenaba los materiales recogidos en sus viajes dando forma y redactando los manuscritos dedicados a la historia natural. Probablemente en ese tiempo se interesó y empezó a escribir el libro de las Antigüedades que ahora aquí se reimprime. Al menos así se deduce de su texto, ya que en 1574 es cuando, según lo nota, hizo una correlación calendárica respecto de los años aztecas. Fue entonces también cuando, en una carta que dirigió a Felipe II, le expresó que estaba escribiendo su obra sobre las tradiciones e historia de los indios. Es interesante señalar esto porque para entonces ya tenía casi acabada su investigación botánica y había reunido además datos suficientes sobre el pasado prehispánico para poder escribir este trabajo, que es el que aquí más nos interesa. A fines de 1575 estaban ya a punto de concluir los cinco años asignados por el rey para realizar los estudios que se le habían pedido en las indias. El tiempo de Hernández en México se acababa y Felipe II le pedía con insistencia que le enviara los frutos de su trabajo. Por fin, a principios de 1576, pudo remitir Hernández a España dieciséis cuerpos de libros que contenían lo relativo a las plantas, bellamente ilustrados y encuadernados. Y, al año siguiente, el protomédico regresó a España con otros veintidós libros, en los cuales se guardaban los borradores de los que había enviado a Felipe II, además de su traducción de Plinio, con algunos tratados filosóficos y el manuscrito de las Antigüedades. Todos estos papeles eran el fruto de seis años de trabajo en tierras mexicanas; en ellos quedaba para siempre plasmada la primera misión científica de gran envergadura realizada en el Nuevo Mundo.

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