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La sociedad rusa está caracterizada por cuatro rasgos fundamentales: la existencia de una autocracia; la prepotencia de la aristocracia; la poca importancia de las clases medias y, el más definitorio, la mayoría de la población campesina en régimen de servidumbre. De estas características se deduce una estructura social compuesta por un monarca absoluto, un pequeño número de privilegiados y una inmensa mayoría de siervos, lo cual no nos autoriza, sin más, para hablar de una Rusia feudal que terminaría en 1861. Incluso los que emplean esa terminología, como Constantin de Grunwald, adoptan la noción de feudalismo aplicada a Rusia con grandes reservas, dado que Rusia no ha conocido nunca la existencia de lazos jurídicos entre señor y vasallo, como los que existieron en la Europa Occidental. En la cúspide social se encontraba el zar, quien imperaba por medio de la burocracia, que gobernaba mediante los "ucases" de cuya aplicación se encargaba la "okrana". Nada, ni parlamento, ni tribunales, limitaba la autoridad del zar, él es la fuente de derecho, decide la paz y la guerra; es, además, cabeza de la iglesia por prerrogativa heredada de la civilización bizantina. Como dice Possochkov en "El libro de la pobreza y la riqueza": "Dios es dueño del mundo; el zar es el dueño de su país". El mismo contraste con Occidente se puede observar en el mantenimiento del esplendor nobiliario. Mientras que en el mundo occidental la nueva y creciente burguesía va, poco a poco, desplazando su papel social, en Rusia, durante la primera mitad del siglo XIX, los nobles son prepotentes y se sitúan fundamentalmente en San Petersburgo, Moscú, las ciudades provincianas y en sus casas de campo.

La nobleza principal está en la capital, San Petersburgo, donde tienen palacios y sus lujos riman con las solemnidades de la corte zarista. Los más antiguos conservan el título de príncipe, los nuevos, el de barón o conde. Muchos de los nobles de la capital son de origen extranjero (tártaros, georgianos, polacos, suecos, alemanes, incluso franceses e ingleses). Los nobles ocupan prácticamente todos los puestos de oficiales en el ejército y de altos funcionarios en la administración civil. Toda la actividad cultural, literaria y artística depende en cierta manera de su mecenazgo. Asimismo, médicos e ingenieros en su mayoría proceden de la nobleza. No sólo son de la nobleza una parte de las profesiones liberales como los abogados, escritores y artistas, así como los comerciantes y, por supuesto, los campesinos. En las ciudades provincianas (y, sobre todo, en Moscú, convertida en gran ciudad provinciana) reside la nobleza terrateniente, que pasa los meses de invierno en sus mansiones urbanas. La nobleza tiene el monopolio de la propiedad de la tierra, lo que incluye también a los siervos. Según un documento de la segunda mitad del siglo XIX, los dominios nobiliarios eran superiores a los 110.000.000 de hectáreas. A veces la importancia de las propiedades no va unida a la extensión, sino al número de siervos. El censo de 1834 señala la existencia de más de 17.000 nobles, cada uno de los cuales posee más de 500 siervos. Como se ha señalado, la tercera característica de la sociedad rusa hacia mediados del siglo XIX es la escasa importancia de las clases medias.

A mediados del siglo XIX sólo un 6 por 100 de la población era urbana. Durante los reinados de Alejandro I y Nicolás I, la gran mayoría del millón de comerciantes que recogía el Censo de 1834 estaba próxima a la clase campesina, de la que se distingue por una mayor fortuna y por su estatuto, pero no por su cultura, pues muchos carecen de instrucción primaria. En su mayoría es una clase intelectualmente inerte, no participa en la vida cultural, ni posee centro social a diferencia del grupo equivalente en Europa Occidental. Como dijo Madame Stäel, "en Rusia no hay tercer Estado". En resumen, en la sociedad aristocrática y campesina apenas queda espacio para las clases medias y la burguesía, las cuales no eran posibles sin industria y algunas profesiones liberales reservadas a los descendientes de los nobles.

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