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Por iniciativa de la nobleza de Aragón y con la imprescindible colaboración tanto de Cataluña -dado el carácter marítimo de la conquista- como de las órdenes militares y de las milicias concejiles de los pueblos del Bajo Aragón y de las comarcas de Lérida y de Tortosa, la conquista de Valencia comenzó en el año 1232. En vista de las dificultades que había de ofrecer la ofensiva cristiana, dado el importante cinturón de fortificaciones y alquerías existente y la elevada densidad de población que habitaba los centros urbanos, Jaime I mantuvo, según parece, una reunión consultiva en Alcañiz con el maestre del Hospital y con el capitán general de sus fuerzas, Blasco de Alagón, llamado el Grande, en la que acordaron llevar a cabo la conquista en tres fases:- La primera (de 1232 a 1235) se dirigió contra las zonas norteñas y terminó con el control de varias localidades, entre las cuales destacan Burriana -lugar estratégico para ahogar las fortificaciones de la zona norte- en cuyo asedio inició Jaime I su participación activa en la guerra, Castellón y Almazora (1234).- La segunda etapa (1236 a 1238) empezó con la toma del castillo de El Puig (1237), desde donde se podía controlar la capital; siguió luego hasta Vall d'Uxó, Nules y Bufilla. E1 22 de abril de 1238, Jaime I inició el asedio a la ciudad de Valencia, que duraría hasta el 28 de septiembre. Al cabo de este período, la ciudad se rindió y firmó las capitulaciones, según las cuales se permitía a los musulmanes permanecer en sus ciudades pero debían entregar todos los castillos y villas al norte del río Júcar.

- La tercera etapa (1239 a 1245) se centró en la conquista de la parte meridional: Castellón de la Ribera, Bairén, Denia (1240), Alcira (1242), Játiva (1244), Montesa, Vallada (1244) y Biar (1245) dando cumplimiento de esta forma a las cláusulas del tratado de Cazorla.La forma de llevar a cabo la conquista -devastación de las cosechas, asedio de la ciudad y capitulación de la población- permitió incorporar a la Corona de Aragón terrenos fértiles y ciudades ricas sin graves destrucciones y, sobre todo, permitió la permanencia de la población musulmana valenciana en sus tierras, conservando sus propiedades y su estilo de vida, según sus leyes y costumbres y formando el grueso de la mano de obra necesaria.Hay que resaltar, sin embargo, que esta permanencia no obstaculizó la política de repoblación cristiana de Valencia, realizada para equilibrar la balanza poblacional inclinada a favor de la población musulmana que había permanecido en sus propiedades. Se llevó a cabo en varias fases y respetó las cláusulas del tratado de Almizra, firmado con Castilla.

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