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La Reina de Saba Ya tenemos a doña Isabel Barreto como gobernadora de la colonia de Santa Cruz, adelantada de las islas de Poniente, marquesa, etc. Tenemos en ella a la primera mujer que ostentará tales títulos, si exceptuamos, claro está, el de marquesa. De carácter varonil, autoritaria, indómita, impondrá su voluntad despótica a todos los que están bajo su mando, sobre todo en el peligroso viaje hacia Manila. La flamante gobernadora sabe que su colonización ha fracasado. Ahora, no intenta atajar la recogida de firmas que va recibiendo el vicario para salir de la isla. Dicha recogida no encontrará facilidades, por temor a correr la misma suerte que el Maese de Campo y sus compañeros. Finalmente, la gobernadora autoriza la información solicitada por el vicario, que tiene lugar el 30 de octubre40. En ella declara Quirós que interesa abandonar la isla de Santa Cruz, ya que había fallecido el adelantado, y le había perdido la nao Almirante; el segundo testigo, un marinero, declara lo mismo que el piloto mayor, y añade que para regresar a Perú directamente se necesitaban más marineros de los que había; en parecidos términos son las declaraciones del condestable, del contramaestre y de tres marineros más. Lorenzo Barreto, que había quedado como capitán general de la expedición, se adhiere a la información, proponiendo la salida de la malsana isla. Pero no llegará a verla, pues también él, como el vicario, morirán en los próximos días. La muerte de su hermano mayor es la gota que colma el vaso, y así, el 14 de noviembre propuso la gobernadora que quería salir de aquella isla, a buscar la de San Cristóbal, por ver si en ella se encontraba la Almiranta.

El acuerdo y parecer de todos fue unánime en salir lo más rápidamente posible de la isla. Como el galeón San Gerónimo estaba muy necesitado de aparejos y de marinería, Quirós aconsejó a la adelantada que se abandonaran la fragata y la galeota, y así se aprovecharían sus jarcias y velamen para la capitana, amén del mal estado de varios navíos. Pero sus propietarios se negaron a aceptar el criterio del piloto mayor, pretendiendo salvar aquellos navíos carcomidos por la broma. Terrible error que pagarían con sus vidas, pues esas naves, dos en total, serían tragadas por el Pacífico en su demanda de las islas Filipinas. El 18 de noviembre salían de la trágica bahía Graciosa en la isla de Santa Cruz. El temor era mucho, pero todo era preferible antes que seguir en aquel pudridero. En los últimos días se había enterrado a cuarenta y siete personas. Como no se localizase la isla de San Cristóbal, ni menos la nao Almiranta, y fuimos dos días y no vimos nada, y a petición de toda la gente, que daba voces que los llevábamos a perder, mandóme hiciese el camino a Manila. Dos rutas se planteaban a Quirós: aunque lo lógico hubiera sido hacer y remontar la Nueva Guinea, las dudas sobre su exacta localización, como habían comprobado al no hallar las Salomón, determinó al piloto mayor a elegir la más larga pero también más conocida, que consistía en buscar las ladronas, donde se encontraba la isla de Guam, conocida desde Magallanes, y desde allí bajar a las Filipinas por ruta harto desconocida.

Así emprendieron el rumbo Nornorueste, y el 10 de diciembre alcanzan la línea ecuatorial. La galeota, que a duras penas les seguía, aquella noche desapareció para no ser vista más. La navegación era cada vez más trabajosa, a causa del mal estado de los navíos, y las restricciones en el abastecimiento paulatinamente se endurecen, sobre todo en lo tocante al agua. Y aquí viene lo más chocante. Doña Isabel de Barreto, muy poseída de todos sus cargos, y con gran estupor de todos, hacia gran consumo de ella: Era muy larga la gobernadora en gastarla, y, en lavar con ella la ropa, y para este efecto le envió a pedir una botija41. Como el piloto mayor no se la diese, la adelantada a punto estuvo de declarar rebelde a Quirós, y expedita, mandó quitar las llaves al despensero para entregarlas a un criado suyo. Como se comprenderá, tales hechos no pasaron inadvertidos y provocaron la ira general contra la Barreto. No debemos extrañarnos que pronto en los corrillos se comentara la conveniencia de nombrar por general a un varón, dados los caprichos tan impertinentes de mujer tan orgullosa. En la noche del 20 de diciembre desaparece la fragata mandada por Diego de Vera. Hay una acusación de Quirós contra la Adelantada, porque ésta no consintió en el trasbordo de su tripulación a la Capitana. El día 3 de enero llegan a la isla de Guam, donde son bien recibidos por los naturales, pero no pueden abastecerse de refresco, pues el batel se encuentra sin aparejos.

Sin cartas, y gobernando por noticias, Fernández de Quirós enfiló la nave hacia las Filipinas, primera tierra de los cristianos en aquellas apartadas altitudes. El 14 de enero avistan tierra, y ante la primera embocadura de una bahía, una gran parte de los tripulantes, y entre ellos la adelantada, creen haber llegado a Manila. Quirós pasa adelante buscando una rada tranquila, pero para mayor complicación el navío se le desarbola. Doña Isabel, cada día más histérica, se derrumba creyendo llegado el último día de su vida. Finalmente, arreglan el aparejo y encuentran una bahía en la isla de Mindanao. Los naturales se les acercan temerosos de que sean ingleses y les hacen sabedores de las últimas noticias que corren por las Filipinas. El nuevo gobernador de Manila es don Luis Pérez das Mariñas, y existe el temor de que el archipiélago sea invadido por una armada japonesa. Es tan lastimoso el estado de la San Gerónimo, que Quirós aconseja abandonarla y desembarcar las cosas de valor. Doña Isabel no acepta las razones y dicta un auto de procesamiento contra Quirós, por motín, por no cumplir sus órdenes. Tan tirana se pone, que dicta un bando prohibiendo el abandono del navío, bajo pena de muerte, sin su permiso. Y hubiera ahorcado a un soldado que se atrevió a marchar a un pueblecito en busca de comida si no interviene el piloto mayor. El 29 de enero reemprenden la navegación, llegando al puerto de Cavite el 11 de febrero de 1596. Pasan tres días infructuosamente, intentando embocar en la bahía.

La llegada al puerto de Cavite fue realmente emocionante. Sabedoras las autoridades de Manila de la llegada de los expedicionarios al archipiélago, se les esperaba con gran curiosidad. No sólo estaban las más altas autoridades, sino toda la gente del mar y otras personas de la ciudad vinieron a ver la nao por cosa de ver, así por sus necesidades como por venir del Perú y traer, como se decía, la Reina de Saba, de las islas Salomón. La entrada de doña Isabel Barreto fue espectacular. Entró de noche y fue recibida con aparato de hachas y bien hospedada. El viaje y su popularidad concluirían poco tiempo después, pero antes, aprovechando el hechizo de su leyenda, doña Isabel lograba que cayese enamorado y rápidamente la desposase don Fernando de Castro, sobrino del gobernador de Manila, Pérez das Marinas, que recientemente había sido nombrado general de la nao de Acapulco, encargada de las comunicaciones entre las Filipinas y el Virreinato de Nueva España. A partir de entonces el protagonismo de la Barreto pasará a un segundo plano, por la representación que de sus derechos hace su segundo marido. El 10 de agosto de 1597, la pareja se embarcó en el San Gerónimo, ya reparado, y llegaron a Acapulco el 11 de diciembre, solicitando desde México, continuar los descubrimientos de Mendaña. En 1598 regresó don Fernando a Filipinas, quedando en México su mujer, que para entonces ya había sido madre. A la vuelta del marido pasaron a Perú, para hacerse cargo de la encomienda que tenía Mendaña en Guánuco.

En 1602 socilitaban licencia de ocho años para pasar a España, e intentar reanudar los viajes a las islas Salomón. Un año después, sabedores de que a Pedro Fernández de Quirós le iban a conceder autorización para nuevos descubrimientos, protestaron airadamente, diciendo que no se habían pagado los 130.000 pesos de las deudas que contrajo el adelantado Mendaña. Solicitaron, bien encomiendas de indios, o pensiones sobre ellos, que durasen por dos vidas, con que también pudieran remediar a sus hijos, caso de faltarles sus padres. Finalmente, el 29 de diciembre de 1608, en carta fechada desde Lima, volvieron a protestar contra las pretensiones de Quirós de hacer otros viajes, pues iba contra los derechos de la adelantada. Por último, sabemos que la pareja y sus hijos, en 1609, embarcaron para la Península y al parecer crearon un mayorazgo en Galicia, aunque Justo Zaragoza afirma que esto no ha podido ser probado42.

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