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Guerras Israel

Desarrollo


El incremento de la violencia entre una y otra comunidades en los años treinta condujo a la pérdida de popularidad de la política de moderación del muro de hierro, es decir, de la Haganá, que en 1930 pasó a depender de la Agencia Judía, la máxima autoridad de la Yishuv. Poco después, un grupo de oficiales descontentos con la moderación, abandonó la organización y fundó la Irgun Bet, una banda terrorista con una estrategia agresiva y amoral, que no ponía límites a sus actuaciones. La Irgun era, precisamente, el instrumento con el que soñaba Jabotinsky. Años más tarde, se convertirá en el brazo armado del Partido Revisionista. Un sector para quien todo esto era todavía demasiado blando se escindió de la Irgun (Begin) y fundó la Banda Stern (Shamir), cuyos métodos sobrepasarán en violencia y desatino a los de la organización madre. Salvo un breve período de enfrentamientos entre la Haganá y sus dos derivaciones, los tres grupos actuaron de consuno durante los enfrentamientos que precedieron a la Primera Guerra Árabe-Israelí de 1948. Las mayores atrocidades perpetradas conjuntamente por los sionistas contra la población civil palestina -como la masacre de Deir Yassin- fueron llevadas a cabo por la Irgun y la Banda Stern bajo el paraguas de la Haganá. El terror desatado por las fuerzas sionistas, que provocó la huida de 700.000 palestinos de sus tierras, fue eficazmente practicado por las tres fuerzas. En 1948 la Haganá, el principal muro de hierro, se convirtió en la Fuerza de Defensa de Israel, (FDI), el actual ejército del Estado hebreo.

La Irgun y la Banda Stern fueron disueltas y sus miembros se integraron en las fuerzas armadas israelíes. Años más tarde, los dirigentes de las tres organizaciones que constituyeron ese primer muro de hierro llegarán a los más altos cargos políticos del Estado de Israel. David Ben Gurion, Menahem Begin y Yitzhak Shamir fueron primeros ministros. La política israelí del muro de hierro, es decir, la construcción y mantenimiento de un poderoso ejército -dotado de armamento nuclear desde hace dos décadas- ha sido continuada durante 55 años, resultando muy eficaz para proteger al Estado judío de las reclamaciones de los damnificados. Por ello, sin embargo, tuvo que pagar un alto precio: tuvo que constituirse como una sociedad altamente militarizada, donde las fuerzas armadas -guardianas de la seguridad- mantienen una influencia política, tan discreta como fuerte. No es casualidad que la mitad de los primeros ministros habidos hasta el presente hayan sido o sean altos jerarcas militares -Rabin, Barak o Sharon- o provengan de Organizaciones paramilitares -como Begin- o de éstas y el espionaje, como Shamir. En la práctica, la doctrina del muro de hierro sufrió transformaciones, imprevistas por Jabotinsky. Shamir, por ejemplo, la llevó al extremo de tomarla como justificación del mantenimiento del statu quo con los palestinos. "Para él -dice el historiador israelí Avi Shlaim, profesor de Relaciones Internacionales en el St.

Anthony College de Oxford- el muro de hierro era un baluarte contra el cambio y un instrumento para mantener a los palestinos en un estado de permanente sometimiento a Israel". La historia ha demostrado que Jabotinsky tampoco estaba en lo cierto al pensar que el muro de hierro militar y su efecto disuasorio acabaría poniendo de rodillas a los palestinos... Por lo menos, hasta ahora. Nadie duda de la invencibilidad de Israel, pero los árabes de Cisjordania y Gaza han encontrado otros métodos para oponerse al aparato militar de sus enemigos. La Intifada fue una invención que Jabotinsky no pudo prever. Y el terrorismo suicida de los sectores más beligerantes, y a la derecha del movimiento palestino, constituye un arma que, a la vez que impide y dinamita cualquier intento de paz -en lo que, sin pretenderlo, coinciden con la derecha israelí- crean un estado permanente de guerra e inestabilidad para Israel, que sus desproporcionadas respuestas militares no logran erradicar. Por tanto, en la pasada década, alguien en Israel pensó que si no eran capaces de doblegar la resistencia palestina, había llegado la hora de convertir en hormigón la metáfora del muro de hierro. La prueba se hizo en torno a Gaza, para evitar que de aquel feudo de la desesperación y del integrismo de Hamás siguieran saliendo terroristas que ensangrentaran las calles de Israel. A lo largo de los 65 Km. de la frontera de Gaza con Israel, comenzó a levantarse en 1994 un valladar formidable, compuesto por alambre de espino tendido en espiral y fijado por fuertes postes de hierro; tras él, una franja de arena, rastrillada todos los días para detectar las huellas de alguien que la hubiera pisado.

A continuación se levanta una alta malla metálica, dotada de sensores, observada por cámaras de televisión y controlada por altas torres metálicas donde se registra cualquier roce, aunque fuera el choque de un pájaro, y se siguen las imágenes que trasmiten las cámaras de televisión. Tras ese obstáculo, comienza el territorio de Israel, con una nueva superficie de arena, también rastrillada a diario, y una nueva alambrada de espino tendida en espiral y sólidamente fijada al terreno. El primer ministro Yitzhak Rabin justificó su construcción como medida de seguridad, muy oportuna para salvar el proceso de paz de Oslo, amenazado por los terroristas. Lo segundo, no lo logró; en lo primero, ha resultado plenamente satisfactoria: desde su inauguración, en 1995, nadie ha logrado franquearlo. Benjamin Netanyahu, uno de los responsables del fracaso de Oslo, tomó ejemplo y, tras los Acuerdos de Hebrón -15-1-1997- decidió levantar su muralla para proteger a los 450 colonos que se quedaron en aquel asentamiento, rodeado por 400.000 palestinos. Alambradas, postes de hierro y cemento y un alto muro de hormigón separan a ambas comunidades, aunque no impiden las pedradas de la Intifada, que son más una provocación que un daño, dada la altura del obstáculo y la distancia de sus objetivos.

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