La máquina de picar carne
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Datos principales
Rango
Hiroshima L3
Desarrollo
Más al norte del Suribachi, donde estaba el grueso de los defensores japoneses, la 4.? División se apoderó del aeródromo de Tidori la noche del primer día, pero fracasó ante el espolón que daba acceso a Motoyama, imposible de desbordar por la orilla del mar, también fortificada y que era casi inaccesible. Al fin, el ataque frontal obtuvo algún éxito, pero casi todas las penetraciones norteamericanas terminaron en desastres en el laberinto de fortines y trampas explosivas, emboscadas, tiros disimulados, minas, ataques de guerrillas y contraataques de revés desencadenados por grupos de defensores cuando sus refugios habían sido rebasados. Los tanques saltaban unos tras otros. La superioridad en armas pesadas de los norteamericanos comenzó a hacerse menos efectiva, o incluso contrariante (la artillería propia diezmó varias veces a los marines que avanzaban), según se acercaban al terreno de aviación n.° 2. El paso de ese terreno descubierto causó centenares de bajas a los norteamericanos. Pero aún les esperaba algo peor: la segunda línea japonesa, verdadero infierno donde predominaron formas de combate individuales y próximas. Se luchó con bombas de mano, lanzallamas, bayonetas, cuchillos, palas de trinchera, culatas de fusil, "puños americanos", y también a puñetazos, a puntapiés. Los oficiales japoneses introdujeron en la lucha sus terribles sables de reglamento, dominantes en cualquier combate a corta distancia.
Formando parte de la segunda línea japonesa, a apenas 100 m del terreno n.° 2, estaba la cota que merecía el triste nombre de "Maquina de pícar carne" (Meatgrinder). Bajo ella se hallaba el centro de transmisiones japonés, enorme bunker con muros cimentados de cinco metros de espesor, situado a 25 metros de profundidad y que se comunicaba con el exterior por un túnel de 170 m. En las laderas del "Meatgrinder" el combate alcanzó tensiones alucinantes. Los japoneses eran casi siempre desalojados, pero su artillería dispersaba o hacía pedazos a los norteamericanos vencedores, reemplazados a su vez por contraataques suicidas de japoneses exterminados luego por otros "marines" que de nuevo eran aniquilados. Y así una y otra vez. Los combates de la "Máquina de picar carne" duraron siete días, del 25 de febrero al 3 de marzo, y en ellos quedaron sobre el terreno, heridos o muertos 7.000 norteamericanos. Uno de esos días la 5.? División consumió allí 200 litros de plasma sanguíneo... Al fin el empecinamiento metódico de los norteamericanos desbarató la impulsión ardorosa de los combatientes japoneses y los frutos de su casi mítico " seishinkyoitu" (entrenamiento espiritual marcial). Grutas y fortines fueron obturados con explosivos o, cuando el terreno lo permitía, por bulldozer blindados que cegaban con arena aspilleras y salidas. Cañones fueron alzados a brazo y con aparejos improvisados para batir las grutas situadas en elevación, o se descendieron hasta ellas con cuerdas, desde las crestas, cargas explosivas o barriles de gasolina que luego se incendiaban.
El último defensor japonés del "Meatgrinder" se suicidó delante de sus vencedores golpeando una granada contra su casco hasta que explotó. El horror de los combates de la "Máquina de picar carne" fue quizá superado por la lucha en lo que fue la aglomeración de Motoyama, deshecha por los bombardeos pero que los japoneses habían fortificado a ultranza. El 7 de mayo fue allí una feroz jornada de combates salvajes. De una compañía de "marines" sólo quedaron un oficial y cuatro hombres; de otra, siete hombres. La conquista del reducto llamado "Cushman" costó ocho días de furiosos combates. Un ataque suicida a cargo de 2.000 desesperados japoneses que se habían atado a la cintura fuertes cargas de dinamita arrolló a la primera línea norteamericana, pero los "marines" lograron dar muerte a 784 de aquellas "bombas humanas". El extremo septentrional de la isla fue alcanzado el 9 de marzo: dieciocho días de infierno para recorrer cuatro kilómetros escasos.
Formando parte de la segunda línea japonesa, a apenas 100 m del terreno n.° 2, estaba la cota que merecía el triste nombre de "Maquina de pícar carne" (Meatgrinder). Bajo ella se hallaba el centro de transmisiones japonés, enorme bunker con muros cimentados de cinco metros de espesor, situado a 25 metros de profundidad y que se comunicaba con el exterior por un túnel de 170 m. En las laderas del "Meatgrinder" el combate alcanzó tensiones alucinantes. Los japoneses eran casi siempre desalojados, pero su artillería dispersaba o hacía pedazos a los norteamericanos vencedores, reemplazados a su vez por contraataques suicidas de japoneses exterminados luego por otros "marines" que de nuevo eran aniquilados. Y así una y otra vez. Los combates de la "Máquina de picar carne" duraron siete días, del 25 de febrero al 3 de marzo, y en ellos quedaron sobre el terreno, heridos o muertos 7.000 norteamericanos. Uno de esos días la 5.? División consumió allí 200 litros de plasma sanguíneo... Al fin el empecinamiento metódico de los norteamericanos desbarató la impulsión ardorosa de los combatientes japoneses y los frutos de su casi mítico " seishinkyoitu" (entrenamiento espiritual marcial). Grutas y fortines fueron obturados con explosivos o, cuando el terreno lo permitía, por bulldozer blindados que cegaban con arena aspilleras y salidas. Cañones fueron alzados a brazo y con aparejos improvisados para batir las grutas situadas en elevación, o se descendieron hasta ellas con cuerdas, desde las crestas, cargas explosivas o barriles de gasolina que luego se incendiaban.
El último defensor japonés del "Meatgrinder" se suicidó delante de sus vencedores golpeando una granada contra su casco hasta que explotó. El horror de los combates de la "Máquina de picar carne" fue quizá superado por la lucha en lo que fue la aglomeración de Motoyama, deshecha por los bombardeos pero que los japoneses habían fortificado a ultranza. El 7 de mayo fue allí una feroz jornada de combates salvajes. De una compañía de "marines" sólo quedaron un oficial y cuatro hombres; de otra, siete hombres. La conquista del reducto llamado "Cushman" costó ocho días de furiosos combates. Un ataque suicida a cargo de 2.000 desesperados japoneses que se habían atado a la cintura fuertes cargas de dinamita arrolló a la primera línea norteamericana, pero los "marines" lograron dar muerte a 784 de aquellas "bombas humanas". El extremo septentrional de la isla fue alcanzado el 9 de marzo: dieciocho días de infierno para recorrer cuatro kilómetros escasos.