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Datos principales
Rango
Prehistoria
Desarrollo
En general se entiende por hominización el proceso evolutivo mediante el cual cierto grupo de taxones (unidades de clasificación biológica) va adquiriendo progresivamente los rasgos anatómicos que son exclusivos de nuestra especie. Aunque en origen el concepto es bastante metafísico y antropocentrista, ya que incide en aquellos aspectos que suponen la diferenciación progresiva del hombre desde la masa de los restantes mamíferos, hoy en día se sigue empleando porque permite incluir en nuestra línea evolutiva a aquellos taxones (fósiles normalmente) que presentan algunos de esos rasgos distintivos. Además, la determinación de los criterios de hominización (caracteres exclusivos de nuestro género) es la base sobre la que se establece la discusión, siempre inacabada, sobre el mayor o menor parentesco que existe entre unos taxones y otros. Por otra parte, no hay que olvidar que a las cuestiones de evolución biológica es preciso unir la cuestión de la evolución cultural, ya que la capacidad de crear cultura es el elemento que tradicionalmente se ha considerado como más típicamente humano. Esto es fuente asimismo de debates puesto que ambos aspectos no siempre coinciden o, dicho de otro modo, no hay una relación mecánica e infalible entre industrias y homínidos. El verdadero debate en los últimos años, sin embargo, se centra sobre los mismos orígenes de las pautas culturales y su supuesta exclusividad del género Homo . Argumento de peso en este debate es la capacidad instrumental existente también en los chimpancés y otros animales, que obliga a considerarlos, según la moderna Etología, portadores y creadores de cultura.
Si pensamos además en la posible utilización mayoritaria por parte de nuestros antepasados más lejanos de útiles fabricados en materias perecederas (madera, pieles...), casi imposibles de detectar en el registro fósil, se comprende lo difícil que resulta identificar la primera utilización de instrumentos en las fases más remotas de nuestro pasado. Dejando a un lado estas consideraciones, es preciso dividir las claves evolutivas que nos diferencian de los demás mamíferos, desde un punto de vista anatómico, en dos grandes grupos según su posición: (a) Esqueleto postcraneal: todas las particularidades que presenta el género Homo en el esqueleto postcraneal, especialmente las que le separan de los demás primates, son una adaptación específica a su sistema de locomoción, o sea, todas están en función del bipedismo. Los principales rasgos anatómicos asociados a dicha forma de desplazamiento son el pie en arco, la rodilla plana, el fémur recto, la pelvis corta y ancha, en vez de alargada y estrecha como en los demás primates, la columna vertebral con doble curvatura (forma general en S) para crear una marcha elástica y otras adaptaciones menores (forma del tórax, reducción de la longitud de los brazos, pulgares oponibles en las manos pero no en los pies). (b) Esqueleto craneal: no existe un mecanismo único que explique todos los rasgos típicos de nuestra especie a nivel craneal. Algunas están en función del bipedismo, como es el caso de la posición del foramen magnum -orificio en el que se inserta la columna vertebral en la base del cráneo-, otras son resultado de cambios en la dieta y el comportamiento (aparato masticador).
El factor más importante sin duda es la encefalización neoténica -la neotenia es un paidomorfismo que se produce cuando un organismo mantiene en estado adulto caracteres propios de su fase embrionaria o juvenil mediante retrasos en su ontogenia-. Las modificaciones más importantes en este sentido son el cambio en la arquitectura general del cráneo -la parte facial se sitúa justo debajo del neurocráneo, en vez de estar adelantada respecto a él como en la mayor parte de los mamíferos-, la cara aplanada (ortognata) y reducida, la dentición de 32 piezas en parábola, sin diastemas (espacios), con caninos reducidos y fuerte molarización. El neurocráneo adquiere una morfología abombada, con fuerte aumento del volumen encefálico, aunque este factor es muy variable. En general, tamaño y peso de la cabeza con relación al cuerpo mayor que en los otros primates.
Si pensamos además en la posible utilización mayoritaria por parte de nuestros antepasados más lejanos de útiles fabricados en materias perecederas (madera, pieles...), casi imposibles de detectar en el registro fósil, se comprende lo difícil que resulta identificar la primera utilización de instrumentos en las fases más remotas de nuestro pasado. Dejando a un lado estas consideraciones, es preciso dividir las claves evolutivas que nos diferencian de los demás mamíferos, desde un punto de vista anatómico, en dos grandes grupos según su posición: (a) Esqueleto postcraneal: todas las particularidades que presenta el género Homo en el esqueleto postcraneal, especialmente las que le separan de los demás primates, son una adaptación específica a su sistema de locomoción, o sea, todas están en función del bipedismo. Los principales rasgos anatómicos asociados a dicha forma de desplazamiento son el pie en arco, la rodilla plana, el fémur recto, la pelvis corta y ancha, en vez de alargada y estrecha como en los demás primates, la columna vertebral con doble curvatura (forma general en S) para crear una marcha elástica y otras adaptaciones menores (forma del tórax, reducción de la longitud de los brazos, pulgares oponibles en las manos pero no en los pies). (b) Esqueleto craneal: no existe un mecanismo único que explique todos los rasgos típicos de nuestra especie a nivel craneal. Algunas están en función del bipedismo, como es el caso de la posición del foramen magnum -orificio en el que se inserta la columna vertebral en la base del cráneo-, otras son resultado de cambios en la dieta y el comportamiento (aparato masticador).
El factor más importante sin duda es la encefalización neoténica -la neotenia es un paidomorfismo que se produce cuando un organismo mantiene en estado adulto caracteres propios de su fase embrionaria o juvenil mediante retrasos en su ontogenia-. Las modificaciones más importantes en este sentido son el cambio en la arquitectura general del cráneo -la parte facial se sitúa justo debajo del neurocráneo, en vez de estar adelantada respecto a él como en la mayor parte de los mamíferos-, la cara aplanada (ortognata) y reducida, la dentición de 32 piezas en parábola, sin diastemas (espacios), con caninos reducidos y fuerte molarización. El neurocráneo adquiere una morfología abombada, con fuerte aumento del volumen encefálico, aunque este factor es muy variable. En general, tamaño y peso de la cabeza con relación al cuerpo mayor que en los otros primates.