La escultura. Oldenburg
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Datos principales
Rango
XX22
Desarrollo
Las tres dimensiones han sido un atractivo constante para algunos artistas del pop y Lichtenstein ha llevado a la escultura tazas o cabezas sacadas de sus comics. Otros realizan obras que podemos llamar escultura, aunque contradiga alguno de los principios más firmes de esta disciplina en sentido tradicional, como el uso de materiales duros e imperecederos.Es el caso de Claes -Thure- Oldenburg (1929), un sueco que se trasladó a Estados Unidos y trabajó como periodista e ilustrador antes de dedicarse a realizar happenings y otras acciones en los últimos años cincuenta. Ya en los sesenta trabajaba en sus esculturas blandas.Oldenburg parte de objetos cotidianos, banales y los somete a una doble metamorfosis: cambia los materiales y altera el tamaño. Los materiales son blandos (telas, plásticos...) y el tamaño de las cosas crece desmesuradamente. Por este proceso de metamorfosis Oldenburg desnaturaliza el objeto, lo hace otro, sin dejar de ser el mismo, porque siempre es reconocible. Oldenburg enseña a ver de otro modo aquellas cosas que vemos a diario sin reparar en ellas; plantea preguntas sobre la función de la obra de arte y su estatus en la sociedad contemporánea; pero también quiere ampliar la experiencia estética al campo de lo palpable; por eso su obra se dirige tanto a la vista como al tacto, algo que ya experimentaba en los happenings entre 1959 y 1962, y todos los materiales son válidos -nobles, decía él- para esta experimentación.
En lugar de pintar el objeto le interesaba hacerlo palpable, pasar del ojo al dedo.Lo blando, que ya había aparecido en la pintura de Dalí (El enigma de la memoria , de 1931, Nueva York, MOMA), para Oldenburg es algo cercano, accesible: "con un objeto blando -escribe- se puede establecer un diálogo. La rigidez levanta un muro de indiferencia ". En su escultura todo es blando: coches, pasteles, teléfonos, maletas...Por otra parte, Oldenburg, como todos los pop, no quiere representar los objetos, sino crearlos. Comerciante él también, abrió en 1961 "The Store", una tienda en la que vendía alimentos y cosas para la casa hechos de escayola pintada de colores, brillantes y atractivos. Lúcido y consciente de la inutilidad del artista en la sociedad industrial, cuando imita al pastelero juega a ser un trabajador.El humor y la ironía de poner nuestro mundo entre interrogaciones están siempre presentes en Oldenburg, pero también -bajo la capa de plásticos y frialdad- hay una sensibilidad especial por los objetos personales como la máquina de escribir con la que trabajaba durante sus años de reportero y que fabrica también en material blando. Una sensibilidad que estaba también detrás de las latas de sopa de Warhol .También Oldenburg se ocupa de los artistas de vanguardia y sus obras como estereotipos de la cultura moderna. Nadie más representativo, y más estereotipado que Picasso . El escultor toma la Cabeza de mujer, que había donado el malagueño al Civic Center de Chicago y hace en 1969 su Versión blanda del Picasso de Chicago.
La vanguardia, a estas alturas, era ya un almacén en el que se podía entrar y comprar lo más interesante o lo más barato.Preocupado por la ciudad y todo lo que constituye el entorno urbano, Oldenburg hizo proyectos para monumentos colosales destinados a Nueva York, donde su tamaño -un Conejo tan alto como los rascacielos-, armonizaría con el gigantismo de la ciudad y monumentos factibles como el Lápiz de labios de la Universidad de Yale.Otros artistas se mueven en el ámbito del pop, como Edward Kienholz (1927), que hace construcciones inquietantes en las que mezcla objetos absurdos que ponen en cuestión el American Way of Life; Ed Rusha (1937), que trabajaba en los primeros años setenta con ketchup, té, huevos y vegetales en sus cuadros, y Mel Ramos (1935), un californiano que mezcla las imágenes femeninas de los grandes pintores del pasado con las chicas de la publicidad y hace evidente el papel de la mujer como objeto a consumir en la sociedad contemporánea.
En lugar de pintar el objeto le interesaba hacerlo palpable, pasar del ojo al dedo.Lo blando, que ya había aparecido en la pintura de Dalí (El enigma de la memoria , de 1931, Nueva York, MOMA), para Oldenburg es algo cercano, accesible: "con un objeto blando -escribe- se puede establecer un diálogo. La rigidez levanta un muro de indiferencia ". En su escultura todo es blando: coches, pasteles, teléfonos, maletas...Por otra parte, Oldenburg, como todos los pop, no quiere representar los objetos, sino crearlos. Comerciante él también, abrió en 1961 "The Store", una tienda en la que vendía alimentos y cosas para la casa hechos de escayola pintada de colores, brillantes y atractivos. Lúcido y consciente de la inutilidad del artista en la sociedad industrial, cuando imita al pastelero juega a ser un trabajador.El humor y la ironía de poner nuestro mundo entre interrogaciones están siempre presentes en Oldenburg, pero también -bajo la capa de plásticos y frialdad- hay una sensibilidad especial por los objetos personales como la máquina de escribir con la que trabajaba durante sus años de reportero y que fabrica también en material blando. Una sensibilidad que estaba también detrás de las latas de sopa de Warhol .También Oldenburg se ocupa de los artistas de vanguardia y sus obras como estereotipos de la cultura moderna. Nadie más representativo, y más estereotipado que Picasso . El escultor toma la Cabeza de mujer, que había donado el malagueño al Civic Center de Chicago y hace en 1969 su Versión blanda del Picasso de Chicago.
La vanguardia, a estas alturas, era ya un almacén en el que se podía entrar y comprar lo más interesante o lo más barato.Preocupado por la ciudad y todo lo que constituye el entorno urbano, Oldenburg hizo proyectos para monumentos colosales destinados a Nueva York, donde su tamaño -un Conejo tan alto como los rascacielos-, armonizaría con el gigantismo de la ciudad y monumentos factibles como el Lápiz de labios de la Universidad de Yale.Otros artistas se mueven en el ámbito del pop, como Edward Kienholz (1927), que hace construcciones inquietantes en las que mezcla objetos absurdos que ponen en cuestión el American Way of Life; Ed Rusha (1937), que trabajaba en los primeros años setenta con ketchup, té, huevos y vegetales en sus cuadros, y Mel Ramos (1935), un californiano que mezcla las imágenes femeninas de los grandes pintores del pasado con las chicas de la publicidad y hace evidente el papel de la mujer como objeto a consumir en la sociedad contemporánea.