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Conflictos del Golfo

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En 1968, la dictadura del general Abdul Salam Aref fue derribada y se instaló en la presidencia el general Ahmed Hassan al-Bakr. Éste no era un simple espadón golpista, sino un miembro de primera hora del Baas. Con al-Bakr en la presidencia, el baasismo alcanzaba el poder y, para que no hubiera duda alguna, el presidente se hacía cargo, también, de la cartera de defensa y designaba vicepresidente y jefe de la seguridad interior a Saddam Hussein, secretario general del Baas iraquí, por recomendación directa del propio fundador, Aflaq. Las denominaciones de los cargos de ambos variarían, pero ambos ostentaron ese reparto del poder durante once años. Por medio de una brutal represión policial y militar nunca fijada con precisión -decenas de millares de víctimas apuntan unos, cientos de miles, otros- el baasismo se impuso en todas las esferas del poder y del funcionamiento de Irak. En frase del historiador Bernard Lewis, el partido único se convirtió en "la verdadera encarnación del Estado y la lealtad al mismo constituye la definición esencial de la pertenencia a la comunidad". Al servicio del nacionalismo laico del Baas se hallaba, en 1968, un país de 437.072 km. cuadrados y 12.600.000 habitantes, con la tercera cuota más alta de exportación petrolífera y la tercera, también, reserva mundial de hidrocarburos, tras Arabia Saudí y la URSS. Un auténtico tesoro. Con eso organizaron un Estado totalitario, montaron el ejército más potente de la región -a base de armamento soviético-; acometieron la reforma de la agricultura, duplicando la superficie cultivada; incentivaron la industria, con tecnología proporcionada por la URSS, especializándose en petroquímica; reformaron el sector petrolífero, nacionalizando la Irak Petroleum Company y potenciando la Irak National Petroleum Company, hasta controlar el 99,75% de la producción total.

Esa batería de medidas, unida a sus acuerdos con Irán, que terminaron, de rebote, con la resistencia kurda, proporcionaron al país una estabilidad que nunca antes había tenido. Se basaba en la paz exterior, en la represión de toda oposición interna, ya nacionalista -kurdos-, ya política, ya religiosa -chiíes, de los que más de 200.000 fueron deportados a Irán, perdiendo sus propiedades- y en un bienestar social nunca antes logrado: 750$ en 1968; 1.390$, en 1976; 2.983 $, en 1980. Un país ordenado, próspero y silencioso, donde la gente desaparecía sin dejar rastro o donde cualquier desliz costaba la vida, ante un pelotón de fusilamiento o en un accidente carcelario. En 1979, el presidente Al-Bakr, "deprimido y enfermo", entregó el poder a su vicepresidente, Saddam Hussein. Desde aquel instante, el hombre gris del Baas durante toda la década anterior mostró quién mandaba en Irak. Al asumir el poder, el 17 de julio, acusó de alta traición a 21 dirigentes del Gobierno y del partido, los juzgó sumariamente y presidió su fusilamiento el 8 de agosto. Su amigo y protector, Al-Bakr, fue recluido en su casa bajo vigilancia permanente.

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