La articulación del Movimiento Obrero y las mujeres
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Datos principales
Desarrollo
El ascenso de nuevos grupos que prosperaban económicamente aprovechando las posibilidades que se abrían en el comercio, en las actividades mineras y agrarias, en la industria, en las finanzas, en la asociación con el capital extranjero o en la mera especulación generó tantas nuevas burguesías -que controlaron simultáneamente el mundo de los negocios y el mundo de la política- como países. Pero el crecimiento de las clases medias urbanas constituidas por quienes ejercían el comercio o una profesión liberal, los burócratas, los militares, los funcionarios fue sobre todo urbano; en cambio en las regiones con predominio de los enclaves agrícola o minero se producía una mayor desigualdad social. Los sectores populares también se expandieron en relación con las nuevas posibilidades que ofreció el crecimiento de las ciudades: el servicio doméstico, el empleo en el pequeño comercio y los servicios de orden público. El proletariado industrial, surgido en las barriadas obreras especialmente en los países que procuraron la expansión del mercado interno y la industrialización. Por eso los años finales del siglo XIX y los comienzos del XX fueron la época de la articulación del movimiento obrero por un lado y la de los Radicalismos en el gobierno por otro. Las mujeres tuvieron en ambos procesos su papel y su acción. Gráfico El éxodo rural y la llegada de inmigrantes conformaron verdaderos cinturones marginales en las áreas urbanas. Las tremendas condiciones de vida y de trabajo, la escasez de recursos -sanidad, educación, seguridad- y la rapidez del fenómeno exigían una respuesta por parte de la sociedad.
Y la hubo desde diversos ángulos, muy especialmente desde las posibilidades de acción de las mujeres entonces. Algunas siguieron las directrices de la Doctrina Social de La Iglesia, emanadas desde la Encíclica Rerum novarum de León XIII, como las argentinas Luisa Luque y M? del Pilar Spano; tras la creación de la Liga Democrática Cristiana y la Liga Social Argentina (1908) en 1923 se fundó la Unión Popular Católica Argentina, que tenía una rama femenina, la Liga de Damas. Otras mujeres plantaron el sindicalismo desde la ideología socialista, anarquista y marxista o desde la justicia social sin carga ideológica: fueron las pioneras Eloísa Zurita, en el Chile de finales del XIX y principios del XX, Fenia Chertkoff, ucraniana activista en Argentina, y su hija Victoria Gucovsky, además de Alicia Moreau; las uruguayas Virginia Bolten, María Collazo, y Juana Rouco ; las colombianas Betsabé Espinosa y M? Ángeles Cano; las mexicanas María Malar, maestra, y Esther Chapa; las peruanas Manuela Díez Chaflojo e Irene Salvador, y la hondureña Visitación Padilla.
Y la hubo desde diversos ángulos, muy especialmente desde las posibilidades de acción de las mujeres entonces. Algunas siguieron las directrices de la Doctrina Social de La Iglesia, emanadas desde la Encíclica Rerum novarum de León XIII, como las argentinas Luisa Luque y M? del Pilar Spano; tras la creación de la Liga Democrática Cristiana y la Liga Social Argentina (1908) en 1923 se fundó la Unión Popular Católica Argentina, que tenía una rama femenina, la Liga de Damas. Otras mujeres plantaron el sindicalismo desde la ideología socialista, anarquista y marxista o desde la justicia social sin carga ideológica: fueron las pioneras Eloísa Zurita, en el Chile de finales del XIX y principios del XX, Fenia Chertkoff, ucraniana activista en Argentina, y su hija Victoria Gucovsky, además de Alicia Moreau; las uruguayas Virginia Bolten, María Collazo, y Juana Rouco ; las colombianas Betsabé Espinosa y M? Ángeles Cano; las mexicanas María Malar, maestra, y Esther Chapa; las peruanas Manuela Díez Chaflojo e Irene Salvador, y la hondureña Visitación Padilla.