La agricultura y la industria
Compartir
Datos principales
Rango
Reinado Fernando VII
Desarrollo
España quedó maltrecha después de las catástrofes acaecidas en los primeros años del siglo. La estructura de la propiedad agraria era una de las causas del atraso que registraba la agricultura en España, pero ahora este atraso se veía acentuado por la falta de atención que se le había prestado a los cultivos durante la guerra y a los destrozos causados en el campo por la contienda. Durante el primer tercio del siglo XIX cambió poco la estructura de la propiedad y los métodos de cultivo. La desamortización qué llevaron a cabo el gobierno de José Bonaparte y las mismas Cortes de Cadiz , fue muy limitada. La extinción de los mayorazgos durante el Trienio Constitucional no perjudicó a los titulares, sino que por el contrario les reportó las ventajas inherentes a la disponibilidad para repartirlos entre los herederos, cederlos, venderlos o disponer de ellos a su antojo. Con ello esperaban los liberales imprimir un mayor dinamismo a los bienes inmobiliarios y potenciar la economía. Pero el campo estaba muy castigado por las altas rentas que pagaban los colonos y la pesada carga de las contribuciones, sobre todo cuando la deflación hizo su aparición y la baja de los precios de los productos agrícolas incapacitaron al campesino para pagar estos tributos. El campesino se quejaba de la baja estimación que se daba a sus productos, porque además los artículos alimenticios habían descendido de precio en una proporción mayor que los productos manufacturados, por lo que la posición del agricultor tendía a hacerse todavía más precaria.
Sin embargo, eso no fue obstáculo para que, como afirma J. Fontana, la producción agrícola se recuperase rápidamente, y especialmente la cerealística, después de la guerra de la Independencia . El hecho de que las medidas proteccionistas dictadas a comienzos del Trienio liberal tuviesen como propósito proteger la producción nacional frente a la importación de granos desde el exterior, parece indicar que aquella era suficiente para abastecer la demanda que se generaba en el país. Ese aumento se debió a las nuevas roturaciones y a la especialización de la producción agraria. Otros productos extendieron su producción en estos años, como el maíz y la patata. Hubo cultivos, no obstante, que no pudieron recuperarse en tan corto espacio de tiempo, como el del olivar, que sufrió la tala sistemática durante la contienda y su reposición requería bastantes más años para completarse. Lo mismo le ocurrió a las vides catalanas o andaluzas, destruidas o abandonadas durante bastante tiempo. En cuanto a la ganadería, ésta sufrió grandes transformaciones. La cabaña lanar disminuyó considerablemente a causa de la guerra. Según estimaciones de la época, el número de ovejas merinas quedó reducido a casi la tercera parte. Una cosa parecida ocurrió con la ganadería estante, aunque ésta se recuperó notablemente durante los años que siguieron al conflicto. A finales del reinado de Fernando VII se calcula que había en España algo más de dos millones de cabezas de este tipo de ganado.
La industria española se vio muy afectada durante este periodo a causa de los efectos destructores de la guerra y a causa también de la pérdida de los mercados coloniales . Si a esto se le añade la falta de capitales para las inversiones y la caída del consumo, se tendrá una explicación razonable de la ruina de este, por entonces, incipiente sector de la economía española. La industria textil fue la más dañada. La emancipación de las colonias dificultaba la importación del algodón, puesto que la mayor parte de la materia prima para la fabricación de las manufacturas de este producto procedía de las Indias. Por otra parte, América había sido el mercado natural de esta producción y ese mercado dejaría ya de ser territorio exclusivo para las exportaciones españolas. Según Alexandre Laborde , las fábricas catalanas exportaban a las colonias americanas más de tres cuartas parte de su producción en los últimos años del siglo XVIII. En los años centrales del reinado de Fernando VII, la situación era muy distinta. La Comisión de Fábricas de Algodón de Barcelona quedó reducida a dos miembros y la producción se vio sumida en la ruina. Por si esto fuera poco, el crecimiento del contrabando a través de los Pirineos y de la colonia inglesa de Gibraltar, dificultó considerablemente la recuperación de este sector de la industria. La situación parece que comenzó a remediarse a partir de los últimos años de la década de 1820, cuando comenzaron a introducirse en Cataluña las primeras máquinas movidas a vapor.
Los mismos efectos negativos sufrieron las fábricas textiles existentes en Sevilla y Cádiz , donde la producción había alcanzado unos niveles considerables a finales del siglo XVIII. En un informe que elaboró la ciudad de Sevilla en 1823 para Fernando VII , se hacía referencia a la ruina en la que habían quedado la multitud de fábricas de textiles a consecuencia de la competencia ilícita que le hacía a su producción el cuantioso contrabando que se introducía desde Gibraltar. Una de las más importante industrias de la época, la Fábrica de Tabacos de Sevilla, cuya materia prima procedía también fundamentalmente de América, padeció también las consecuencias de la emancipación. Las reducciones salariales que se vio obligada a adoptar a consecuencia de la crisis, le llevaron a reclutar mano de obra femenina (las famosas cigarreras) sobre la que recaería en lo sucesivo la elaboración del tabaco. En resumen, habría que concluir afirmando que la situación de la economía española en la época de Fernando VII, al menos hasta 1827, es de postración y de crisis. Abundan los testimonios sobre este ambiente de pobreza. El aumento del número de indigentes fomentó, no sólo la mendicidad, sino las actividades ilícitas, como el contrabando y el bandolerismo. El mal afectó también a los funcionarios del Estado, que se quejaban de la pérdida de la capacidad adquisitiva de sus salarios. Y aún más graves fueron las consecuencias de este panorama en el elemento castrense, puesto que el retraso de meses en el cobro de sus salarios contribuiría a provocar un ambiente de malestar que tendría su reflejo en la actitud díscola que algunos militares mostrarían con frecuencia en los cuarteles y fuera de ellos.
Sin embargo, eso no fue obstáculo para que, como afirma J. Fontana, la producción agrícola se recuperase rápidamente, y especialmente la cerealística, después de la guerra de la Independencia . El hecho de que las medidas proteccionistas dictadas a comienzos del Trienio liberal tuviesen como propósito proteger la producción nacional frente a la importación de granos desde el exterior, parece indicar que aquella era suficiente para abastecer la demanda que se generaba en el país. Ese aumento se debió a las nuevas roturaciones y a la especialización de la producción agraria. Otros productos extendieron su producción en estos años, como el maíz y la patata. Hubo cultivos, no obstante, que no pudieron recuperarse en tan corto espacio de tiempo, como el del olivar, que sufrió la tala sistemática durante la contienda y su reposición requería bastantes más años para completarse. Lo mismo le ocurrió a las vides catalanas o andaluzas, destruidas o abandonadas durante bastante tiempo. En cuanto a la ganadería, ésta sufrió grandes transformaciones. La cabaña lanar disminuyó considerablemente a causa de la guerra. Según estimaciones de la época, el número de ovejas merinas quedó reducido a casi la tercera parte. Una cosa parecida ocurrió con la ganadería estante, aunque ésta se recuperó notablemente durante los años que siguieron al conflicto. A finales del reinado de Fernando VII se calcula que había en España algo más de dos millones de cabezas de este tipo de ganado.
La industria española se vio muy afectada durante este periodo a causa de los efectos destructores de la guerra y a causa también de la pérdida de los mercados coloniales . Si a esto se le añade la falta de capitales para las inversiones y la caída del consumo, se tendrá una explicación razonable de la ruina de este, por entonces, incipiente sector de la economía española. La industria textil fue la más dañada. La emancipación de las colonias dificultaba la importación del algodón, puesto que la mayor parte de la materia prima para la fabricación de las manufacturas de este producto procedía de las Indias. Por otra parte, América había sido el mercado natural de esta producción y ese mercado dejaría ya de ser territorio exclusivo para las exportaciones españolas. Según Alexandre Laborde , las fábricas catalanas exportaban a las colonias americanas más de tres cuartas parte de su producción en los últimos años del siglo XVIII. En los años centrales del reinado de Fernando VII, la situación era muy distinta. La Comisión de Fábricas de Algodón de Barcelona quedó reducida a dos miembros y la producción se vio sumida en la ruina. Por si esto fuera poco, el crecimiento del contrabando a través de los Pirineos y de la colonia inglesa de Gibraltar, dificultó considerablemente la recuperación de este sector de la industria. La situación parece que comenzó a remediarse a partir de los últimos años de la década de 1820, cuando comenzaron a introducirse en Cataluña las primeras máquinas movidas a vapor.
Los mismos efectos negativos sufrieron las fábricas textiles existentes en Sevilla y Cádiz , donde la producción había alcanzado unos niveles considerables a finales del siglo XVIII. En un informe que elaboró la ciudad de Sevilla en 1823 para Fernando VII , se hacía referencia a la ruina en la que habían quedado la multitud de fábricas de textiles a consecuencia de la competencia ilícita que le hacía a su producción el cuantioso contrabando que se introducía desde Gibraltar. Una de las más importante industrias de la época, la Fábrica de Tabacos de Sevilla, cuya materia prima procedía también fundamentalmente de América, padeció también las consecuencias de la emancipación. Las reducciones salariales que se vio obligada a adoptar a consecuencia de la crisis, le llevaron a reclutar mano de obra femenina (las famosas cigarreras) sobre la que recaería en lo sucesivo la elaboración del tabaco. En resumen, habría que concluir afirmando que la situación de la economía española en la época de Fernando VII, al menos hasta 1827, es de postración y de crisis. Abundan los testimonios sobre este ambiente de pobreza. El aumento del número de indigentes fomentó, no sólo la mendicidad, sino las actividades ilícitas, como el contrabando y el bandolerismo. El mal afectó también a los funcionarios del Estado, que se quejaban de la pérdida de la capacidad adquisitiva de sus salarios. Y aún más graves fueron las consecuencias de este panorama en el elemento castrense, puesto que el retraso de meses en el cobro de sus salarios contribuiría a provocar un ambiente de malestar que tendría su reflejo en la actitud díscola que algunos militares mostrarían con frecuencia en los cuarteles y fuera de ellos.