Introducción. Traducción y oralidad en la Crónica mexicana
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Datos principales
Desarrollo
Traducción y oralidad en la Crónica mexicana Lo cual pone sobre el tapete la cuestión del idioma. Ante todo, basta una simple ojeada para comprobar que el castellano del texto no resulta nada fácil de leer. De hecho, la mezcla de estructuras heterodoxas, grafías arcaicas y cultismos difícilmente inteligibles para el lector actual63 convierte la lectura de la Crónica mexicana en un auténtico acto de fe que influye de forma negativa en la valoración de la obra y del autor. En principio, las características enunciadas en el párrafo anterior responden a una traducción literal de finales del siglo XVI, y bastante buena, como pone de manifiesto la comparación de la versión que da Tezozomoc de la única frase en nahuatl de la Crónica mexicana que tiene su equivalente en la Mexicayotl. El párrafo en cuestión aparece en una de las muchas arengas patrióticas a las que tan aficionado era Tezozomoc; concretamente figura a modo de resumen del discurso que el Tlatoani Ahuitzotl dirigió a los mexicanos que marchaban a colonizar los antiguos señoríos de Oztoman y Alahuiztlan, cuya población, incluyendo niños, mujeres y ancianos, fue masacrada por rebelarse contra el imperialismo tenochca. Ahuitzotl, según su lejano pariente, animó a los colonos a que: se jatasen siempre de ser mexicanos y por tales abidos, temidos, benidos y llegados al paraxe de tultzalan, acatzalan, benedizos, chichimeca, biejos, antiguos, de uxpalatl matlalatl yninepanian, atlatlaya michin, ypan mani coatl yçomocayan, cuauhtli y tlacuayan, Mexico Tenuchtitlan, como dezir --traduce Alvarado Tezozomoc--, "en el agua clara como la pluma rrica dorada, azul, una agua sobre otra, adonde hierue y espuma el agua, asiento de pescado, adonde silua la gran culebra, en el comedero de la águila caudal, situado Mexico Tenuchtitlan"64.
La misma poética descripción de Tenochtitlan se reproduce sin variar apenas en el prólogo de la Mexicayotl. Aparece tras un párrafo donde abundan los gentilicios similares a los antes citados (teochichimecas, mexicanos, viejos, etc.), y reza así: yn cuauhtli ynequetzayan ynquauhtli ypipitzacayan. ynquauhtli ynetomayan quauhtli ytlaquayan. ycohuyatl yçomocayan yn michin ypatlanian: ynmatlatatl yntozpallatl yninepajuhyan ynatlatlayan. ynoncan ynihuiyotl machoco yntoltzallâ ynacatzallâ. O lo que es lo mismo, según la versión literal del afamado nahuatlato Adrián León, traductor de la Crónica mexicayotl: el lugar donde se extiende el águila, el lugar donde come el águila, el lugar donde es desgarrada la serpiente, el lugar en donde nada el pez, el agua azul, el agua amarilla, el lugar de entronque, el lugar del agua abrasada, allá en el ¿brazalete? de plumas, dentro de los tules, dentro de los carrizos65. Como puede observarse, la traducción de Tezozomoc no tiene nada que envidiar a la de León. A lo largo y ancho de la crónica, Don Hernando, como buen faraute, se esfuerza por hacer comprensibles para un lector español ciertos términos intraducibles. Por ejemplo, vuelve correctamente motenhuitec al castellano, traduciendo el invertible gritarse a uno mismo como alarido con boca y mano, forma mucho más correcta para designar el ulular bélico característico de los indios norteamericanos que también usaban los nahuas del México Central66. E incluso no duda en cometer anacronismos, como el poner en boca de Tlacaelel la expresión "Hazé cuenta hezistes el mensaje al fuego y brasa del ynfierno y que de allá salistes"67, una clarísima concesión a la mentalidad hispana, ya que no había fuego ni brasas en el ultramundo mesoamericano.
El interés de Tezozomoc Por el lenguaje llega a veces a niveles obsesionantes que dificultan la lectura, pues incluye continuamente largas y repetitivas listas de voces nahua acompañadas por su traducción. Así, por ejemplo, describe la coronación de Ahuitzotl con las siguientes palabras: E acabado esto, le ponen la corona, que es azul, de pedrería rrica, como media mitra le llaman xiuhtzolli. Luego le aguxerean la ternilla de la nariz dentro de las bentanas de la nariz y luego le ponen lo que llaman teoxiuhcapitzalli, una piedra muy sutil, delgada, pequeñita, en la nariz, y luego le ponen el matzopetztli, significa manopla o guante de malla, y en el pie derecho, la garganta del pie, le ponen una muñequera de cuero colorado llaman ycxitecuecuextli, y luego le ponen las cótaras azules son xiuhcactli, y una manta azul de rred con pedrería senbrada; luego le ponen el maxtli, pañetes azule labrado68. Sorprendentemente, esta rutina --que invita a pensar que Tezozomoc seguía el método del padre Sahagún y de su cuñado Valeriano--se corta a veces cuando la traducción es más necesaria: las mantas de las diferentes maneras, que llaman coaxacayo sus esquisitos nombres y no bariar de lo que es naturalmente llamado no se le dé el sentido aquí, y con su beçolera llaman tentecomachoc y otra tenxiuhcoayo y tlauhtonatiuhyo y xiuhtlalpiltilmatli, que esta manta es manera de una rred azul y en los ñudos de ella, las lazadas, una piedra rrica apegada a ella sotilmente, y con su pañete yn yaocamaxaliuhqui y tzohuazalmaxtlatl y yacahualiuhqui, pañetes diferentes69.
El hecho de que posiblemente los taparrabos tuvieran un uso ritual explica la reticencia a describirlos o a traducirlos, pero, desde luego, no la de ese fanático de la lingüística, y fervoroso cristiano, que era Alvarado Tezozomoc, sino la del informante que participó en la elaboración del original nahuatl. Un original nahuatl sobre el cual se han volcado ríos de tinta desde que a mediados del siglo pasado José Fernando Ramírez descubriera en la biblioteca del convento de San Francisco el Grande de México un manuscrito intitulado Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España, según sus historias. Para la historiografía mexicana decimonónica, la relación --rebautizada con el nombre de Códice Ramírez en honor del erudito que la encontró-- era la traducción castellana de un texto escrito en lengua mexicana que también había servido de fuente a la Crónica mexicana y a la Historia de las Indias de la Nueva España, del fraile dominico Diego Durán. La hipótesis fue en parte confirmada y en parte rechazada un siglo después por Robert H. Barlow, quien aceptó la existencia de una historia en nahuatl perdida, a la cual denominó con el instinto literario que le caracterizaba --Barlow había sido miembro del círculo de H. P. Lovecraft, el célebre escritor de cuentos de terror--Crónica X, pero rechazó de plano que el Códice Ramírez fuera la traducción más antigua. Según él, la relación era un resumen elaborado por el jesuita Juan de Tovar de la Historia de las Indias de Durán; historia que, a su vez, sería en una versión parafrástica de la famosa crónica perdida, la misma que vertió Tezozomoc al castellano con el título de Crónica mexicana.
Ahora bien, si tenemos en cuenta la más que conservadora mentalidad de Tezozomoc, sus obsesiones, frustraciones, posesiones e intenciones, la conclusión lógica es que volcó al castellano el misterioso documento con los mínimos cambios posibles. Dicho de otra forma y parafraseando a Barlow, si se conociera el nombre del autor de la Crónica X, su nombre sería Hernando de Alvarado. La prueba de lo apuntado se encuentra en los fragmentos que siguen, los únicos donde coinciden casi literalmente las dos obras de Don Hernando. y allí cumplió otro año, ome tuchtli. Y allí les habló Huitzilopochtli a los mexicanos, a los saçerdotes que son nombrados teomamaque (cargadores del dios), heran Cuauhtloquetzqui y Axoloa, Tlamacazqui, y a Ococaltzin, a estos cargadores de este ydolo llamados saçerdotes les dixo: "Padres míos, mirá lo que a deuenir a ser, aguardá y lo beréis, que yo sé todo esto y lo que a de benir y susçeder. Esforçáos, començáos aparejar y mirá que no emos de estar más aquí, que otro poco adelante yremos en donde emos de aguardar y asistir y hazer asiento,y cantemos, que dos géneros de gentes uendrán sobre nosotros muy presto" (Crónica mexicana, c.? 3). y allá en chapultepec "ataron" también el año, la cuenta de años 2-caña. E inmediatamente da Huitzilopochtli órdenes a los "teomamas", a los llamados Cuauhtlequetzqui, el segundo Axolohuâ, sacerdote, y el tercero, llamado Ococaltzin; díjoles Huitzilopochtli: "¡Oh, padres míos!, esperad aún por aquello que ha de hacerse, pues lo veréis, pero esperarlo todavía, que yo lo sé; esforzaos, atreveos, reforzaos, arreglaos, ya que no es aquí donde estaremos, sino que aún más allá están a quienes cautivaremos, a quienes regiremos; y además esperemos a quienes nos vengan a destruir, que de ellos vienen ya dos clases" (Crónica mexicayotl).
Dejando a un lado las variaciones fruto de la traducción, la similitud es tal que parece fuera de toda duda que Alvarado transcribió por duplicado la lectura que dos de sus amados viejos hicieron de un mismo códice prehispánico en épocas distintas, y lo efectuó con mentalidad mexicana porque de lo contrario se habría dado cuenta que el lector de la Mexicana fechó el evento en el año ome tochtli ("dos conejo") y el de la Mexicayotl en el ome acatl ("dos caña"), y habría corregido la incongruencia. Un par de deducciones se desprenden de las reveladoras citas. Primera, que el concepto de historia de Tezozomoc difería muy mucho del europeo; y segunda, que la enigmática Crónica X fue un conjunto de lecturas, hechas por lectores diferentes, de códices pictográficos variopintos mejor o peor engarzados en torno a la pintura que describía las hazañas de Tlacaelel, el espíritu encarnado de la aristocracia tenochca. Respecto al primer punto, un examen minucioso del texto corrobora lo expuesto. Así, a los escrúpulos traductores que de cuando en cuando aparecen en la Crónica Mexicana, a la contradicción sobre la fecha en que sucedió el episodio de Chapultepec --tan nítido para los mexicas, por otra parte--cabe añadir bastantes añadidos, o interpolaciones, muy fáciles de descubrir si se tiene la paciencia de leer y releer la obra. Para no extenderme, me limitaré a indicar que en el capítulo 96, donde se relata la segunda guerra contra Huexotzinco, el protagonismo recae en el Señor de Tula, un auténtico héroe que no lo fue tanto si creemos lo que se escribe respecto al evento en un capítulo precedente. Sobre el segundo, bastará con indicar que en contra de lo que pueda parecer, Tezozomoc no es un historiador caótico o inepto, es simplemente un mexicano de linaje noble que escribe historia, pero no al hispánico modo sino al mexicano.
La misma poética descripción de Tenochtitlan se reproduce sin variar apenas en el prólogo de la Mexicayotl. Aparece tras un párrafo donde abundan los gentilicios similares a los antes citados (teochichimecas, mexicanos, viejos, etc.), y reza así: yn cuauhtli ynequetzayan ynquauhtli ypipitzacayan. ynquauhtli ynetomayan quauhtli ytlaquayan. ycohuyatl yçomocayan yn michin ypatlanian: ynmatlatatl yntozpallatl yninepajuhyan ynatlatlayan. ynoncan ynihuiyotl machoco yntoltzallâ ynacatzallâ. O lo que es lo mismo, según la versión literal del afamado nahuatlato Adrián León, traductor de la Crónica mexicayotl: el lugar donde se extiende el águila, el lugar donde come el águila, el lugar donde es desgarrada la serpiente, el lugar en donde nada el pez, el agua azul, el agua amarilla, el lugar de entronque, el lugar del agua abrasada, allá en el ¿brazalete? de plumas, dentro de los tules, dentro de los carrizos65. Como puede observarse, la traducción de Tezozomoc no tiene nada que envidiar a la de León. A lo largo y ancho de la crónica, Don Hernando, como buen faraute, se esfuerza por hacer comprensibles para un lector español ciertos términos intraducibles. Por ejemplo, vuelve correctamente motenhuitec al castellano, traduciendo el invertible gritarse a uno mismo como alarido con boca y mano, forma mucho más correcta para designar el ulular bélico característico de los indios norteamericanos que también usaban los nahuas del México Central66. E incluso no duda en cometer anacronismos, como el poner en boca de Tlacaelel la expresión "Hazé cuenta
El interés de Tezozomoc Por el lenguaje llega a veces a niveles obsesionantes que dificultan la lectura, pues incluye continuamente largas y repetitivas listas de voces nahua acompañadas por su traducción. Así, por ejemplo, describe la coronación de Ahuitzotl con las siguientes palabras: E acabado esto, le ponen la corona, que es azul, de pedrería rrica, como media mitra
El hecho de que posiblemente los taparrabos tuvieran un uso ritual explica la reticencia a describirlos o a traducirlos, pero, desde luego, no la de ese fanático de la lingüística, y fervoroso cristiano, que era Alvarado Tezozomoc, sino la del informante que participó en la elaboración del original nahuatl. Un original nahuatl sobre el cual se han volcado ríos de tinta desde que a mediados del siglo pasado José Fernando Ramírez descubriera en la biblioteca del convento de San Francisco el Grande de México un manuscrito intitulado Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España, según sus historias. Para la historiografía mexicana decimonónica, la relación --rebautizada con el nombre de Códice Ramírez en honor del erudito que la encontró-- era la traducción castellana de un texto escrito en lengua mexicana que también había servido de fuente a la Crónica mexicana y a la Historia de las Indias de la Nueva España, del fraile dominico Diego Durán. La hipótesis fue en parte confirmada y en parte rechazada un siglo después por Robert H. Barlow, quien aceptó la existencia de una historia en nahuatl perdida, a la cual denominó con el instinto literario que le caracterizaba --Barlow había sido miembro del círculo de H. P. Lovecraft, el célebre escritor de cuentos de terror--Crónica X, pero rechazó de plano que el Códice Ramírez fuera la traducción más antigua. Según él, la relación era un resumen elaborado por el jesuita Juan de Tovar de la Historia de las Indias de Durán; historia que, a su vez, sería en una versión parafrástica de la famosa crónica perdida, la misma que vertió Tezozomoc al castellano con el título de Crónica mexicana.
Ahora bien, si tenemos en cuenta la más que conservadora mentalidad de Tezozomoc, sus obsesiones, frustraciones, posesiones e intenciones, la conclusión lógica es que volcó al castellano el misterioso documento con los mínimos cambios posibles. Dicho de otra forma y parafraseando a Barlow, si se conociera el nombre del autor de la Crónica X, su nombre sería Hernando de Alvarado. La prueba de lo apuntado se encuentra en los fragmentos que siguen, los únicos donde coinciden casi literalmente las dos obras de Don Hernando. y allí cumplió otro año, ome tuchtli. Y allí les habló Huitzilopochtli a los mexicanos, a los saçerdotes que son nombrados teomamaque (cargadores del dios),
Dejando a un lado las variaciones fruto de la traducción, la similitud es tal que parece fuera de toda duda que Alvarado transcribió por duplicado la lectura que dos de sus amados viejos hicieron de un mismo códice prehispánico en épocas distintas, y lo efectuó con mentalidad mexicana porque de lo contrario se habría dado cuenta que el lector de la Mexicana fechó el evento en el año ome tochtli ("dos conejo") y el de la Mexicayotl en el ome acatl ("dos caña"), y habría corregido la incongruencia. Un par de deducciones se desprenden de las reveladoras citas. Primera, que el concepto de historia de Tezozomoc difería muy mucho del europeo; y segunda, que la enigmática Crónica X fue un conjunto de lecturas, hechas por lectores diferentes, de códices pictográficos variopintos mejor o peor engarzados en torno a la pintura que describía las hazañas de Tlacaelel, el espíritu encarnado de la aristocracia tenochca. Respecto al primer punto, un examen minucioso del texto corrobora lo expuesto. Así, a los escrúpulos traductores que de cuando en cuando aparecen en la Crónica Mexicana, a la contradicción sobre la fecha en que sucedió el episodio de Chapultepec --tan nítido para los mexicas, por otra parte--cabe añadir bastantes añadidos, o interpolaciones, muy fáciles de descubrir si se tiene la paciencia de leer y releer la obra. Para no extenderme, me limitaré a indicar que en el capítulo 96, donde se relata la segunda guerra contra Huexotzinco, el protagonismo recae en el Señor de Tula, un auténtico héroe que no lo fue tanto si creemos lo que se escribe respecto al evento en un capítulo precedente. Sobre el segundo, bastará con indicar que en contra de lo que pueda parecer, Tezozomoc no es un historiador caótico o inepto, es simplemente un mexicano de linaje noble que escribe historia, pero no al hispánico modo sino al mexicano.