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Desarrollo


Sahagún en Nueva España Tras su llegada a México en 1529, como quedó ya dicho, se dedicó con todo ahínco a estudiar la lengua y la cultura del pueblo que había ido a evangelizar. Fue tal su éxito que al decir de Mendieta, y sus escritos lo prueban, "aprendió en breve la lengua mexicana, y súpola tan bien, que ninguno otro hasta hoy se le ha igualado en alcanzar los secretos de ella." (1971: 663). A diferencia de los conquistadores, quienes no mostraron gran inquietud por comprender la nueva realidad con que se encontraron, o incluso la misma Europa que durante, al menos, los primeros tres cuartos de siglo la ignoró, un gran número de misioneros, por diferentes razones, trataron de conocerla y sus escritos nos han dejado gran parte de la mejor documentación que se posee de la civilización prehispánica. Es precisamente en este aspecto donde la figura de Bernardino de Sahagún destaca como ninguna otra. Los primeros años de su estancia los pasó en los conventos de Tlalmanalco y Xochimilco, situados a poca distancia al sureste y sur respectivamente de México. Fue tal vez aquí donde Sahagún debió comenzar a tener sus dudas sobre la validez del optimismo expresado por sus hermanos de orden que le habían precedido en cuanto a la conversión de los habitantes de la Nueva España. En el "prólogo" a su Arte adivinatoria Sahagún recordará como: A todos nos fue dicho (como ya se había dicho a los padres dominicos) que esta gente había venido a la fe tan de veras, y estaban casi todos baptizados y tan enteros en la fe católica de la Iglesia Romana, que no había necesidad ninguna de predicar contra la idolatría, porque la tenían dejada ellos muy de veras.

Tuvimos esta información por muy verdadera y milagrosa, porque en tan poco tiempo y con tan poca lengua y predicación y sin milagro alguno, tanta muchedumbre de gente se había convertido y unido al gremio de la Iglesia, y así dejamos las armas que traíamos muy afiladas para contra la idolatría, y del consejo y persuasión de estos padres comenzamos a predicar cosas morales acerca de los artículos de la fe y de los siete sacramentos de la Iglesia (en García Icazbalceta 1954: 382). Pero la realidad era muy distinta, porque, según Sahagún, "se ignoraba la conspiración que habían hecho entre sí los principales y sátrapas de recebir a Jesucristo entre sus dioses", y por ello continúa diciendo en el mismo prólogo: De esta manera se inclinaron con facilidad a tomar por dios al Dios de los españoles; pero no para que dejasen los suyos antiguos, y esto ocultaron en el catecismo cuando se baptizaron, y al tiempo del catecismo, preguntados si creían en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, con los demás artículos de la fe, respondían quemachca, que sí, conforme a la conspiración y costumbre que tenían; y preguntados si renegaban de todos los otros dioses que habían adorado, respondían también quemachca, que sí, paliadamente y mentirosamente (en García Icazbalceta 1954: 383). Para remediar esta situación Sahagún propone tres postulados, que serán precisamente los que marcarán toda su obra. El primero consistiría en la "investigación e inquisición de saber las cosas idolátricas que públicamente se hacen en todos los pueblos, barrios o aldeas de toda esta Nueva España.

" El segundo, el que los predicadores lleven a cabo su misión con vocación y prudencia. Y el tercero "es que los confesores sepan los ritos idolátricos que antiguamente tenían éstos en sus sacramentos como en sus sacrificios y supersticiones y pecados carnales, para que si el penitente tocare un vocablo o dos en que se pueda conocer y tomar asilla para preguntar de alguna cosa que en aquel vocablo o vocablos se toca, lo sepan entender y proseguir y sacar..." (en García Icazbalceta 1954: 384). Es decir, que lo que Sahagún propone es el conocimiento científico y lingüístico de los pueblos a evangelizar, si bien movido por su afán proselitista. Estas mismas preocupaciones aparecen también declaradas en el prólogo general y en el del libro III de su HGCNE. Lo propuesto por Sahagún lo lleva a cabo como ejemplo en su propio caso. Si como ya se indicó logró adquirir sin grandes dificultades un buen dominio de la lengua del pueblo conquistado, la tarea para obtener los conocimientos propuestos no resultó tan fácil. Gran parte de la documentación pictográfica e ideográfica de los aztecas había sido destruida (ver Libro X, xxvii Relación del autor y xxix, 13) no sólo por los españoles en su intento de erradicar todo lo que tuviese algo que ver con la idolatría, sino también por la tribu aliada de los tlaxcaltecas, e incluso por los mismos aztecas para que no cayesen en manos no debidas. No obstante, Sahagún, como se verá más adelante al hablar del método de composición de la HGCNE, logró por medio del uso de informantes los objetivos deseados.

En 1536 pasa Sahagún al Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco, situado a corta distancia al norte de México, donde impartió clases de latín durante los cuatro años siguientes. El Colegio de Santa Cruz se inaguró ese mismo año de 1536 gracias a los auspicios del primer obispo de México fray Juan de Zumárraga y del Virrey Antonio de Mendoza. La misión de esta institución era la de educar a "niños de diez a doce años, hijos de los señores y principales de los mayores pueblos o provincias de esta Nueva España, trayendo allí dos o tres de cada cabecera o pueblo principal" (Mendieta 1971: 414). Es decir, el formar a la nueva generación de la clase dirigente de los aztecas fuera de la influencia de su propia cultura. Conjetura con mucha razón Nicolau D'Olwer (1952: 32-33) que el Colegio se estableciese en Tlaltelolco por haber sido este lugar, antes de la llegada de los españoles, la sede de un importante calmécac, especie de templo-escuela donde se educaban precisamente los hijos de los nobles. El Colegio de Santa Cruz, al igual que otros colegios, venía así a sustituir el sistema de educación azteca por el cristiano, como lo hacían las iglesias, en cuanto al sistema ceremonial religioso, con respecto a los templos o cúes indígenas. No fue, sin embargo, la creación de este colegio del agrado de todo el mundo, tanto religiosos como seglares se quejaron de la insensatez y peligro, según ellos, que representaba la enseñanza de la gramática a los indígenas.

Mendieta (1971: 416-417) enumera las razones que se dieron, tales como la de que el conocimiento del latín por parte de los indios no redundaba en ningún beneficio para la república, mientras que podía dar pie a la renovación de la herejía entre ellos; e incluso llega a mencionar que algunos de los religiosos que se opusieron, lo hacían por temor de que los indios le notasen, en la celebración de los oficios de la iglesia, su poco conocimiento del latín. Lo mismo indica Sahagún (Libro X, xxvii "Relación del autor"), a la vez que refuta los argumentos. En realidad este episodio no es sino un ejemplo más de las muchas desavenencias existentes entre los diferentes grupos en la Nueva España que veían con recelo cualquier ocasión que pudiera dar a un sector, en este caso los franciscanos, una superior ventaja sobre los sometidos. Estos años fueron marco de las discordias entre los partidarios de Cortés y sus oponentes, entre el poder civil y el religioso, entre las diferentes órdenes, e incluso dentro de una misma orden, entre diferentes facciones. En esta primera estancia en Tlatelolco Sahagún comienza a componer, en lengua azteca, una serie de materiales religiosos para ayuda de la predicación "no traduzidos de sermonario alguno sino compuestos nuevamente a la medida de la capacidad de los indios: breves en materia y en lenguaje congruo venusto y llano facil de entender para todos los que le oyere altos y baxos principales y macegales hombres y mugeres" (en Chavero 1948: 29), cuyos resultados fue lo que hoy se conoce como Sermones de dominicas y de santos en lengua mexicana, y tal vez una de las primeras redacciones del Evangeliarum, Epistolarium et Lectionarium Aztecum sive Mexicanum.

En 1540 Sahagún abandona el Colegio de Santa Cruz y hasta el año de 1545, en que regresará de nuevo a él, parece haber residido en el convento de Huexotzinco, situado cerca de la ciudad de Cholula, al suroeste de México. Como ya lo han señalado sus biógrafos, desde García Icazbalceta en adelante, numerosos recuerdos de este periodo, con precisiones geográficas de la región del valle de Puebla, aparecen mencionados muchos años más tarde en su HGCNE. En efecto, Sahagún describe la gran pirámide de Cholula (Prólogo y Libro X, xxix, Párrapho 13), menciona los monasterios de Cholula y Huexotzinco (Libro X, xxvii Relación del autor), describe con bastante prolijidad unos arroyos cerca de Huexotzinco (Libro XI, xii, Párrapho segundo), y recuerda su ascensión al Popocatépetl y al Iztactépetl, así como haber contemplado la erupción del Poyauhtécatl (Pico de Orizaba) (Libro XI, xii, Párrapho sexto). Estos recorridos por las tierras al sureste de México debieron de tener como fin no sólo el de llevar a cabo su misión evangelizadora, sino también el de profundizar su conocimiento de la cultura indígena. En 1545 se encuentra de nuevo Sahagún en Tlaltelolco durante la gran epidemia que casi le costó la vida. Gran cantidad de gente murió a causa de esta epidemia de "tabardete" (tifus exantemático), y él nos asegura haber enterrado a "más de diez mil cuerpos" (Libro XI, xii, Párrapho octavo). Fue ésta una de las varias epidemias que diezmaron la población indígena, hasta el punto de considerarse hoy que desde 1519 hasta 1605 la población se redujo en un noventa y cinco por ciento.

Al terminar esta epidemia se llevó a cabo la reorganización del Colegio de Santa Cruz, mediante la cual los franciscanos dejaron en manos de los naturales la dirección del mismo (Libro X, xxvii, Relación del autor). También por esta época Sahagún se dedica a recopilar directamente en náhuatl el tratado De la retórica y philosophía moral y teología de la gente mexicana, que al traducirlo al romance treinta años después, en 1577, incorporaría a su monumental HGCNE como Libro VI. Durante los próximos siete años la cronología del quehacer de fray Bernardino de nuevo no es muy precisa. Fue guardián del convento de Xochimilco, definidor de la orden, visitador de la de Michoacán, e hizo un viaje a Tula, la antigua capital del reino tolteca (Nicolau D'Olwer 1952: 44-45). No obstante, hacia 1555 Sahagún se encuentra una vez más en Tlaltelolco, ocupado esta vez en recoger el testimonio directo de los naturales y en su propia lengua de la historia de la conquista. Esto lo afirma el mismo Sahagún en su declaración Al lector al hacer su revisión en 1585 del Libro XII de la HGCNE: Cuando escribi en este Pueblo del Tlaltilulco, los doce libros de la historia de esta nueva España ... el nono libro fue de la conquista de esta Tierra. Cuando esta escritura se escribio (que ya ha mas de treinta años) toda se escribio en lengua mexicana, y despues se romancio toda. Los que me ayudaron a esta escritura, fueron viejos principales, y muy entendidos en todas las cosas, asi de la Idolatria, como de la Republica, y oficios de ella: y tambien que se hallaron presentes en la Guerra cuando se conquisto esta ciudad (ed.

de S. L. Cline 1989: 147). Las dos recopilaciones a que se ha hecho mención, llevadas a cabo en lengua náhuati, provocó el malestar de quienes consideraban que la lengua indígena no se debería utlizar. Esta actitud en cuanto al uso de la lengua indígena afectará, en una serie de vaivenes, la labor de Sahagún durante las próximas dos décadas, resolviéndose con la total prohibición, e incluso incautación de sus obras, determinada por la cédula de Felipe II del 22 de abril de 1577 dirigida al virrey Martín Enríquez. En ella el rey le dice que: Os mandamos que luego que recibáis esta nuestra cédula, con mucho cuidado y diligencia procuréis haber estos libros, sin que de ellos quede original ni traslado alguno, los enviéis a buen recaudo en la primera ocasión a nuestro Consejo de Indias, para que en él se vean; y estaréis advertido de no consentir que por ninguna manera persona alguna escriba cosas que toquen a supersticiones y manera de vivir que estos indios tenían, en ninguna lengua, porque así conviene al servicio de Dios Nuestro Señor y nuestro (Códice Franciscano 1941: 249-50). En 1558, tras ser instaurado como provincial de la orden fray Francisco de Toral, Sahagún comienza la labor que le ocuparía los próximos veinte años y que constituiría su magna obra, la HGCNE. Él mismo nos dice en el Prólogo al Libro II que el nuevo provincial le mandó escribir "en lengua mexicana" lo que considerase oportuno para el fortalecimiento del cristianismo entre los naturales y para ayuda de los ministros encargados de llevar a cabo la evangelización.

Para llevar a cabo su misión, continúa informándonos Sahagún, redactó en castellano una "minuta o memoria", es decir una especie de programa a seguir, y se trasladó a la localidad de Tepepulco, ubicada en la parte oriental de lo que fue el lago Texcoco, a unos veinte kilómetros de México. Allí, tras conferir con el señor y los principales del pueblo, le fue facilitada la ayuda de "hasta diez o doce principales ancianos", con quienes, y junto con cuatro discípulos suyos de Tlatelolco, Sahagún mantuvo por espacio de "cerca de dos años" una serie de conversaciones en las que se trataron los temas de la minuta previamente establecida. Durante estos encuentros los ancianos le entregaron a Sahagún unos códices pictográficos ("pinturas" nos dice él), que fueron anotados por los discípulos en su lengua. Esta documentación recogida en Tepepulco es lo que hoy se llama Primeros memoriales, según lo hizo Paso y Troncoso, quien estableció corresponde a los folios 250r-303v del Códice Matritense de la Biblioteca de Palacio, y a los folios 51r-85v del Códice Matritense de la Real Academia de la Historia. La materia, dividida en cuatro capítulos, contiene según la nomenclatura del erudito mexicano lo siguiente: "Dioses"; "Cielo e infierno"; "Señorío"; y "Cosas humanas" (Nicholson 1973: 207-218, y Dibble 1982: 12). A fines de 1560 o principios de 1561 pasó Sahagún con todos sus escritos de nuevo a Tlatelolco, donde, siguiendo un procedimiento semejante al de Tepepulco, consiguió se le asignasen un grupo de principales "hábiles en su lengua" y versados en sus "antiguallas".

Con ellos y "con cuatro o cinco colegiales, todos trilingües", por espacio de algo más de un año corrigió y revisó los materiales traídos de Tepepulco, e hizo que se volvieran a escribir (Prólogo al Libro II). El trabajo resultante constituye lo que hoy se conoce como Segundos memoriales, de los que nos quedan dos fragmentos que corresponden a los fólios 49 52 del Códice Matritense de la Biblioteca de Palacio, y a los folios 2 5 del de la Real Academia de la Historia. Estamos, pues, en 1562. A partir de este momento y hasta la redacción final en náhuatl de la HGCNE, realizada en 1569 (Prólogo), Sahagún lleva a cabo todo un enorme proceso de acumulación, revisión y restructuración de sus materiales. En esta etapa, según el importante estudio de Jiménez Moreno (1938: xxxviii-xl) y las sucesivas modificaciones y precisiones establecidas desde entonces (Nicolau D'Olwer 1952: 56-66; Cline 1973: 190-93; Glass 1978: 33-34; y Dibble 1982: 13-14), Sahagún, todavía en Tlatelolco, produjo entre 1563 y 1565, junto con sus informantes y colaboradores, un borrador conocido hoy como Memoriales en tres columnas (folios 33-48, 54-159, 178-249 del Códice Matritense de la Biblioteca de Palacio, y folios 6-50, 104-342 del de la Real Academia de la Historia), en el cual el texto en náhuatl ocupa la columna central. La columna de la izquierda debería llevar una paráfrasis en español y la de la derecha las glosas al texto central, pero esto sólo ocurre en un número limitado de folios tanto en el códice de Palacio como en el de la Academia.

A este mismo periodo, es decir 1563-65, pertenece el llamado Memoriales con escolios (folios 160-70 del Códice Matritense de la Biblioteca de Palacio y folios 88-96 del de la Real Academia de la Historia), que es una copia en limpio y algo revisada de las partes completas de los Memoriales en tres columnas. El trabajo de toda esta etapa: los Segundos memoriales, los Memoriales en tres columnas, y los Memoriales con escolios, representa una considerable ampliación con respecto a la de Tepepulco. Los capítulos han pasado a ser libros, y se ha añadido un quinto libro sobre las "Cosas naturales". En 1565 Sahagún se mudó a México con todos sus materiales, y allí, según él mismo afirma, "por espacio de tres años", a solas, repasa, enmienda y reorganiza su obra en "doze libros, y cada libro por capítulos, y algunos libros por capítulos y párraphos" (Prólogo al Libro II). Esta labor, según Jiménez Moreno, pasó por tres etapas. En la primera, los cinco libros de Tlatelolco se convierten en nueve al dividir el primero ("Dioses") en tres (Libros I, II y III actuales), y añadir, como libros séptimo y noveno respectivamente, los textos de la "Retórica y filosofía" y de la "Conquista de México", que, como se recordará, había compuesto hacía ya tiempo; además, en esta primera etapa al segundo libro ("Cielo e infierno") se le asigna el número cuarto, al tercero ("Señorío") el número octavo, al cuarto ("Cosas humanas") el número cinco, y al quinto ("Cosas naturales") el número sexto.

En la segunda etapa los cambios consisten en dividir el reciente numerado libro cuarto en tres: Libros IV, V, VI (que corresponden respectivamente a los actuales Libros VII, IV y V); se divide también el reciente numerado libro octavo en dos: Libros VIII y IX (que son también los actuales); y se le asigna a los recientes numerados libros quinto y sexto un nuevo orden, Libros X y XI respectivamente (que son los lugares que ocupan en la actualidad). Quedan así establecidos los doce libros, que en la tercera etapa, y definitiva, sufrirán una última reorganización. En ésta los Libros IV, V y VI de la segunda etapa pasan a ser los definitivos VII, IV y V respectivamente, y el Libro VII ("Retórica y filosofía") pasa a ser el Libro VI (véase el "Esquema del proceso" que se adjunta para mayor claridad). De los doce libros, así organizados, se sacó una copia en limpio -hoy perdida- en 1569, según indica el propio Sahagún (Prólogo), que debería haber estado dispuesta en tres columnas: "la primera de lengua española; la segunda, la lengua mexicana; la tercera, la declaración de los vocablos mexicanos señalados con sus cifras en ambas partes", pero la copia en limpio sólo se hizo de la segunda columna "por no haver podido más por falta de ayuda y favor" (Al sincero lector). La "falta de ayuda y favor" a que alude se refiere al hecho de que, al terminar la redacción en limpio del texto arriba mencionado, Sahagún le pidió al padre comisario fray Francisco de Ribera que sometiese su obra, en el capítulo provincial que se iba a celebrar, a la consideración de algunos religiosos.

Aunque el dictamen fue favorable y se consideró su obra como de "mucha estima", a un grupo de los definidores "les pareció que era contra la pobreza gastar dineros en escrivirse aquellas escrituras", y así le ordenaron despedir a sus amanuenses, otorgándole a él escribir lo que desease. Esta decisión paraba de hecho su labor, ya que para esta época fray Bernardino era "mayor de setenta años y por temblor de la mano" no podía escribir nada (Prólogo al Libro II). No debió contentarse Sahagún con esta decisión, pues, siguiendo con la información que nos provee el ya tan mencionado Prólogo al Libro II, este año de 1570, hizo un "sumario de todos los libros y de todos los capítulos de cada libro, y los prólogos" que entregó a fray Miguel Navarro y fray Gerónimo de Mendieta para llevarlo a España, para que se conociera "lo que estava escrito cerca de las cosas de esta tierra". Esta iniciativa de Sahagún tuvo éxito, ya que, como se verá más adelante, el "sumario" llegó a conocimiento de Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, quien mostró interés por la obra completa. Este "sumario" se considera hoy perdido. No contento con sola esta gestión, Sahagún envió al Papa Pío V, a finales de este mismo año un Breve compendio de los ritos idolátricos de Nueva España, que es básicamente un resumen de los primeros dos libros de la HGCNE. Si bien en la carta dedicatoria al Pontífice no lo declara, hay que pensar que, al ir por encima de los regentes de su orden, Sahagún buscase en él apoyo para continuar su obra, lo que explicaría también el dato curioso de que nunca se refiera al Breve compendio en los diferentes y detallados comentarios que inserta en la HGCNE.

El manuscrito, conservado hoy en el Archivo Secreto Vaticano, lleva la firma del autor y está fechado en México a 25 de diciembre de 1570 (Oliger 1942: 174). En el periodo de 1569 a 1571 comenzó a redactar una versión en español, que es lo que hoy se conoce como Memoriales en español y que contiene los Libros I y V sin prólogos ni apéndices (son los folios 1-24 del Códice Matritense de la Biblioteca de Palacio). Mientras tanto fray Alonso de Escalona, quien había sido elegido provincial de la orden, mandó recoger todos los libros de Sahagún y los dispersó por toda la provincia, "donde fueron vistos de muchos religiosos y aprovados por muy preciosos y provechosos" (Prólogo al Libro II). La recogida de los libros no se debió llevar a cabo, como ha sido ya señalado (Marchetti 1983: 254), hasta el año de 1571, ya que esta fecha se menciona en el Libro VIII, cap. v, lo que indicaría además que para ese tiempo se había iniciado ya lo que habría de constituir la traducción total en romance. Interrumpida una vez más su labor, Sahagún regresó al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco con motivo de la reorganización que del mismo tuvo lugar en 1572. Mediante ella el Colegio volvió a estar bajo la dirección de los franciscanos, y allí estableció fray Bernardino su residencia principal por el resto de sus días. A finales de septiembre de 1573 regresó de España fray Miguel Navarro, esta vez en calidad de comisario general, especie de delegado general enviado por el Papa.

Este mandó que se recogiesen los libros dispersos bajo las órdenes de Escalona, "y desque estuvieron recogidos de ahí a un año, poco más o menos", fueron a parar a manos de Sahagún. No por ello pudo reanudar su trabajo. Fray Miguel Navarro, debido a las tensiones existentes entre diferentes facciones de la orden franciscana, se vio obligado a renunciar a su cargo y decidió regresar a España en el otoño de 1574. Con la llegada a México del nuevo comisario general, fray Rodrigo de Sequera, en septiembre de 1575, la labor de Sahagún pudo reanudarse y llevarse a feliz término. El pasaje con que termina el Prólogo al Libro II presenta esta última etapa, a la vez que muy elocuentemente expresa el largo y tedioso proceso sufrido: En este tiempo ninguna cosa se hizo en ellos, ni huvo quien favoreciese para acabarse de traducir mi subrayado en romance, hasta que el padre Comissario general fray Rodrigo de Sequera vino a estas partes y los vio y se contentó mucho de ellos, y mandó al dicho autor que los traduxese en romance, y proveyó de todo lo necessario para que se escriviesen de nuevo, la lengua mexicana en una coluna y el romance en la otra, para los embiar a España, porque los procuró el ilustríssimo señor don Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, porque te- nía noticias de estos libros por razón del sumario que el dicho padre fray Miguel Navarro havía llevado a España, como arriba se dixo. Todo lo sobredicho haze al propósito de que se entienda que esta obra ha sido examinada y apurada por muchos, y en muchos años, y se han passado muchos trabajos y desgracias hasta ponerla en el estado que agora está.

Así, con el nuevo apoyo, hay que suponer que Sahagún realizó su texto bilingüe en los años 1576-1577. Esta fecha coincide con toda la información que poseemos. En primer lugar 1576 como término ad quo es compatible con la declaración de Sahagún de que "estuviéronse las escrituras sin hazer nada en ellas más de cinco años" (Prólogo al Libro II), ya que como vimos arriba la requisición de sus obras se llevó a cabo en 1571; las únicas fechas de composición que se mencionan en la HGCNE son la de 1576 (Libros I-V, X y XI) y la de 1577 del Libro VI; hay que pensar también que como Sequera llegó a México en septiembre de 1575, algunos meses pasarían mientras el comisario general pudo ver la obra y proveer los medios necesarios para su ejecución. Por otra parte el año de 1577 como término ad quem es consecuente con las fechas arriba mencionadas, y con lo que el mismo Sahagún declara en la carta, fechada a 26 de marzo de 1578, que dirigió a Felipe II con motivo de la cédula expedida por el rey en la que, como quedó ya dicho atrás, se ordenaba la incautación de su obra. Este documento, publicado por García Icazbalceta (1954: pág. 348), dice lo siguiente: El virrey D. Martín Enríquez tuvo una cédula de V.M., por la cual se le mandaba que unas obras que yo he escrito en lengua mexicana y española con brevedad se enviasen a V.M., lo cual me dijo el Visorrey y también el Arzobispo de esta ciudad; todas las cuales obras acabé de sacar en limpio este año pasado, y las di a Fr.

Rodrigo de Sequera, Comisario General de nuestra orden de S. Francisco, para que si él fuesse las llevase a V.M., y si no, que las enviase, porque cuando la cédula vino, ya el dicho las tenía en su poder. Tengo entendido que el Visorrey y Comisario enviarán a V.M. estas obras que están repartidas en doce libros en cuatro volúmenes, en esta flota, si no las enviaron en el navío de aviso que poco ha salió; y si no las envían, suplico a V.M. humildemente sea servido de mandar que sea avisado, para que se torne a trasladar de nuevo, y no se pierda esta coyuntura, y queden en olvido las cosas memorables de este Nuevo Mundo mis subrayados. Tenemos, pues, que la obra en "doce libros" y en "cuatro volúmenes", lo que coincide con la descripción que aparece en el prólogo al Libro IX de la HGCNE, se terminó de "sacar en limpio" en 1577, el "año pasado" al de la carta enviada, y que ese mismo año fue entregada a Sequera. Esta es la obra que hoy se conoce como el Códice Florentino, y que aquí se edita. Más adelante en el apartado dedicado a los manuscritos de la HGCNE se tratará de explicar cómo esta obra fue a parar a Italia. No obstante, la mayoría de los estudiosos de la obra de Sahagún, a excepción de Marchetti (1983: 534), han supuesto dos redacciones de la HGCNE en este periodo: una que identifican como "manuscrito Enríquez" que se habría realizado en 1576-1577, hoy perdido, y una segunda, "manuscrito Sequera", realizada en 1578-1579 que identifican con el Códice Florentino.

Se basan para ello en el testimonio de Sahagún que incorpora a la segunda versión del Libro XII ("El libro de la conquista"realizada en 1585. En él, al referirse a los libros de su historia, dice: ... los cuales libros que fueron doce embió por ellos nuestro Señor el Rey Don Felipe y se los embié yo por manos del Señor D. Martin Enriquez: Viso Rey que fué de esta tierra, y no sé lo que se hizo de ellos, ni en cuyo poder estan ahora, llevolos despues de esto, el padre Fray Rodrigo de Sequera, desque hizo su oficio de comisario en esta tierra, y nunca me ha escrito, ni hecho saber en que pararon aquellos libros que llevó en lengua Mexicana y Castellana, y muy historiados, ni sé en cuyo poder estan ahora (ed. de S. L. Cline 1989: 237). Creo, y así también opina Marchetti, que lo que refleja el pasaje arriba citado es un total despiste por parte de Sahagún de lo ocurrido con su obra. El texto es bastante confuso y sólo hace referencia a vagas secuencias de envíos y no a redacciones o copias de ningún tipo. No obstante, puede existir otra posible explicación, a la que me referiré más adelante al hablar de los manuscritos de la HGCNE.

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