Introducción. Gómara, el historiador
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Datos principales
Desarrollo
Gómara, el historiador No constituye esta obra la primera ni el único trabajo histórico de Gómara. Han llegado hasta nosotros otros dos libros que tuvieron varia fortuna, cuando fueron realizados y publicados. Escribió sobre los sucesos de Argel (De los hechos de los Barbarrojas), fechada en 1545, pero que vio la luz en el Memorial Histórico Español, volumen VI, pp. 331-439, con el título de Chorónica de los muy nombrados Omich y Haradin Barbarrojas. El manuscrito se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (Mss. 6339). En el mismo lugar, con la signatura 1751, se encuentran los Anales de Carlos V que llegan hasta 1556. Tampoco fueron publicados en su época. Fue Roger B. Merriman quien los editó en 1912 en Oxford (Clarendon Press), traducidos al inglés. La obra principal es la Historia de las Indias y Conquista de México, terminada en 1552 y publicada en ese mismo año (ver ediciones al final de esta introducción). El título con el que se publicó en 1553 (Medina del Campo) es Hispania Victrix. Primera y segunda parte de la Historia General de los Indias, con todo el descubrimiento y cosas notables que han acaescido desde que se ganaron, hasta el año 1552. Con la conquista de México de la Nueva España. Con ello queda claro que el protagonista principal es el Estado español, manifiesto en las hazañas de sus hijos. En sus dos partes aparece el porte historiador de Gómara y su devoción por los intérpretes de los hechos. El propio autor relata con que intención escribió: "Dos maneras hay, muy ilustre señor, de escribir historias.
La una es cuando se escribe la vida, la otra cuando cuentan los hechos de un Emperador o valiente capitán. De la primera usaron Suetonio Tranquilo, Plutarco, Sant Hierónimo y otros muchos. De aquella otra es el común uso que todos tienen de escribir, de la cual, para satisfacer al oyente, bastará relatar solamente las hazañas, guerras, victorias y desastres del Capitán. En la primera hanse de decir todos los vicios de la persona de quien se escribe. Verdadera y descubiertamente ha de hablar el que escribe vida. No se puede bien escrebir la vida del que aún no es muerto; las guerras y grandes hechos muy bien, aunque esté vivo. Las cosas de los demás excelentísimos capitanes que agora hay, hablando sin perjuicio de nadie, he emprendido de escrebir. No sé si mi ingenio llegará a su valor, ni si mi pluma alcanzará donde su lanza: porné, a lo menos, todas mis fuerzas en contar sus guerras. Ninguno me reprehenda al presente si dixere algo, o echare menos alguna cosa en esta mi scriptura, pues no escribo vida, sino historia, aunque pienso si los alcanzare de días, de escribir asimismo sus vidas."4 Gómara tiene mucho cuidado en pretender que no le malinterpreten. Trata continuamente de ponerse a salvo de las críticas, declarando antes sus propósitos, pero no tuvo éxito en ello. En el prólogo a la Historia de las Indias afirmó: "He trabajado por decir las cosas como pasan. Si algún error o falta hubiese, suplidlo vos por cortesía, y si aspereza o blandura, disimulad considerando las reglas de la historia; que certifico no ser por malicia.
Contar cuándo, dónde y quién hizo una cosa, bien se acierta; empero decir cómo, es dificultoso; así, siempre suele haber diferencia."5 Insiste el autor en que no es un mero narrador, y eso le aparta de los cronistas. Gómara, curioso y erudito, da opiniones en el curso de sus obras, a veces relacionadas con conceptos generales o morales. A veces toma el aire de un censor, como ocurre cuando critica la desmedida ambición: "Así acabó el adelantado Francisco de Garay, pobre, descontento, en casa ajena, en tierra de su adversario, pudiendo si se hubiere contentado, morir rico, alegre, en su casa, al lado de sus hijos y mujer." Pobre consuelo, diríamos nosotros. Otras opiniones pudieron ser malinterpretadas por sus contemporáneos. Gómara reflexionó así sobre la fugacidad de las cosas: "Y es gran cosa que cuando los reinos están más florecientes, entonces se caen y pierden o cambian señor, según cuentan las historias, y como lo hemos visto en Moctezuma y Atabaliba." En la época en que esta frase fue publicada, en la que en el imperio español empezaba a no ponerse el sol, por lo que no debió ser considerado de buen gusto este abrupto recordatorio de la fragilidad de los dominios terrenos. El descontento de la Casa reinante, causado por comentarios de este tipo, debió ser una de las razones de la fulminante caída en desgracia del clérigo historiador. Muchos fueron sus pecados. Uno, el de poseer una pluma poco recatada en la censura y el apoyo, plasmados en las personas a quienes atacaba o defendía.
Su protector no gozaba especialmente de los favores reales, por haber sido un hombre combativo, demasiado independiente y con una gran ambición de poder, contra la que la Corona se rebeló. Además de la censura a Carlos I, por su ingratitud con Cortés, estuvo la oposición de Gómara a personajes influyentes, como el obispo Bartolomé de las Casas. Aunque son mucho más virulentos los ataques de las Casas a nuestro autor, ello se debe fundamentalmente a la aversión que profesaba a Hernán Cortés, que se hacía extensivo a cuanto se relacionara con él. Gómara es mucho más fino en la censura, como en el siguiente pasaje de la Historia de las Indias, en el que salen malparados la corona y el obispo "defensor de los indios": "Tan pronto como estuvieron hechas las Ordenanzas y Nuevas Leyes para las Indias, las enviaron los que allá en la corte andaban a muchas partes: isleños a Santo Domingo, mexicanos a México, peruanos al Perú. Donde más se alteraron con ellas fue en el Perú, pues se dio una copia a cada pueblo, y en muchos repicaron las campanas de alboroto, y hasta bramaban leyéndolas. Unos se entristecían, temiendo la ejecución; otros renegaban y todos maldecían a fray Bartolomé de las Casas, que las había procurado."6 Estas enemistades con personajes influyentes no debieron de ayudar en nada al libro de Gómara, pero sus censuras a la Corona serían el detonante principal de la prohibición. El 17 de noviembre de 1553, apenas un año después de la publicación, el entonces príncipe Felipe dio en Valladolid la siguiente cédula: "EL PRÍNCIPE.
Corregidores, asistente, gobernadores, alcaldes e otros jueces e justicias cualesquier de todas las ciudades, villas e lugares destos reinos e señoríos, e a cada uno y cualquier de vos a quien esta mi cédula fuere mostrada o su treslado signado de escribano público. Sabed que Francisco López de Gómara, clérigo, ha hecho un libro intitulado la Historia de las Indias y Conquista de México, el cual se ha impreso; y porque no conviene que el dicho libro se venda, ni lea, ni se impriman más libros dél, sino que los que están impresos se recojan y traigan al Consejo Real de las Indias de Su Majestad, vos mando a todos e a cada uno de vos, según dicho es, que luego que ésta veáis, os informéis y sepáis qué libros de los susodichos hay impresos en esas ciudades, villas y lugares, e todos aquellos que halláredes los recojáis y enviéis con brevedad al dicho Consejo de las Indias, e no consintáis ni deis lugar que ningún libro de los susodichos se imprima ni venda en ninguna manera ni por ninguna vía so pena que el que los imprimiere o vendiere, por el mismo caso, incurra en pena de doscientos mil maravedís para la Cámara e fisco de Su Majestad; y ansimismo haréis pregonar lo susodicho por las dichas ciudades, villas y lugares, y que nadie sea osado a lo tener en su casa ni a lo leer, so pena de diez mil maravedís para la dicha Cámara."7 La prohibición fue fulminante, pero no llegó a tiempo de impedir que la obra se reeditara en Zaragoza en 1554. Grande debió ser la aceptación del libro en España, como lo fue en el extranjero, seguramente acrecentada por la prohibición real (ver las ediciones extranjeras del siglo XVI, para sopesar el éxito).
Las alabanzas a Cortés no debieron ser un argumento fundamental para la Corona, sino la censura que éstas representaban para la política imperial. El excesivo protagonismo del Capitán debió enojar a sus hombres y provocó la culminación de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, como hemos visto, que se convirtió en el relato clásico de la Conquista de México, desplazando a la obra de Gómara y relegándola casi al olvido hasta el siglo XX. A los lectores interesados en cotejar los escritos de ambos autores, los remito al estudio de Ramón Iglesia, tantas veces citado, en estas páginas. Bernal acusó en repetidas ocasiones a Gómara de falsario, pero de la lectura de ambas historias no se desprende la actitud mixtificadora del historiador y sale más bien algo malparado el soldado metido a cronista. Algo que no conocemos se esconde en el ánimo de Bernal Díaz, pues su opinión cambió radicalmente: "Estando escribiendo esta relación, acaso vi una historia de buen estilo, la cual se nombra de un Francisco, López de Gómara, que habla de las conquistas de México y Nueva España, y cuando leí su gran retórica, y como mi obra es tan grosera, dejé de escribir en ella, y aun tuve vergüenza que paresciese entre personas notables, y estando tan perplejo como digo, torné a leer y a mirar las razones y pláticas que el Gómara en sus libros escribió e vi desde el principio y medio hasta el cabo no llevaba buena relación y va muy contrario de lo que fue e pasó en la Nueva España.
"8 Se ignoran las fechas en las que se produjeron ambas opiniones, pero la obra de Bernal Díaz, concebida para rebatir la que hoy publicamos, no lo consigue. Es un estilo diferente de narrar y el autor se encontró en el lugar y tiempo de los hechos, lo que no le salva de hablar de oídas en muchos pasajes. Lo que sí consiguió fue ocupar su puesto en la distribución, convirtiéndose en una fuente de primera magnitud para los mexicanistas. Bernal se apoya mucho en la obra de Gómara para escribir la suya. Muchas veces el orden de los capítulos y el de los acontecimientos, dentro de ellos, es el mismo aunque, claro, eso se puede achacar también a que ése fue el orden en el que se produjeron los hechos. El nombre de Gómara acude a la pluma de Bernal cada vez que ha de oponerse a lo que dice, y no siempre tiene razón. La tergiversación en la lectura existía ya en el siglo XVI. Cierto es que el soriano a veces carga las tintas sobre la actuación de Cortés, pero su caída en desgracia provocó que se convirtiera en el árbol del que todos sacaban leña, no siempre justamente. La comparación de un episodio muy conocido en las obras de ambos, es un buen ejemplo. Empecemos con Bernal9: "Aquí es donde dice Francisco López de Gómara (que salió Francisco de Morla en un caballo rucio picado antes que llegara Cortés con los de a caballo, y) que eran los santos apóstoles señor Santiago y señor san Pedro (...) y pudiera ser que los que dice el Gómara fueran los gloriosos apóstoles señor Santiago o señor San Pedro, e yo, como pecador, no fuese digno de verles, lo que yo entonces ví y conocí fue a Francisco de Morla en un caballo castaño.
.." Veamos ahora que es lo que cuenta respecto de este episodio el acusado: "Estando, pues, así, caídos y a punto de huir, apareció Francisco Morla en un caballo rucio picado, arremetió a los indios y les hizo arredrar un tanto. Entonces los españoles, pensando que era Cortés, y teniendo algo más de espacio, arremetieron a los enemigos, y mataron a algunos de ellos (...). A esta sazón llegó Cortés con los otros compañeros de a caballo, harto de rodear y de pasar arroyos y montes, pues no había otra cosa por allí. Le dijeron lo que habían visto hacer a uno de a caballo, y preguntaron si era de su compañía; y como dijo que no, porque ninguno de ellos había podido venir antes, creyeron que era el apóstol Santiago, patrón de España. Entonces dijo Cortés: "Adelante, compañeros, que Dios es con nosotros y el glorioso San Pedro"" (pp. 40-41) En todo caso, fue Cortés y no Gómara el que inventó la intervención sobrenatural en ayuda de sus huestes. Cuando niega que el jinete formara parte de su Compañía no sabemos si actúa deliberadamente para tener un pretexto con el que subir la moral, o si realmente ignoraba lo que había hecho Morla. En otras ocasiones, la situación es parecida, negando Bernal lo que Gómara no dice. Otro autor que se apoya en el nuestro es Francisco Cervantes de Salazar. Cita a Gómara para seguir su relato, como en la descripción de la erupción de un volcán10 y en la del osario de México, que casi traslada fielmente11.
Muchas veces une los nombres de Motolinía y Gómara, afirmando que éste sigue a aquél, y otras toma información sin anunciar la procedencia. Cervantes de Salazar pone en boca de Cortés las palabras que más adelante citamos como prueba de su arrogancia al vencer a Narváez12, y esa conversación que Gómara pone en su historia no aparece en las Cartas de Cortés, ni en Tapia, ni en Motolinía. Parece que la fuente está clara. En ocasiones censura con posibilidad de tener razón. Sobre la entrada de los españoles en Cholula, dice Cervantes de Salazar13: "... hecho, pues, el concierto todo lo más secretamente que pudieron, comenzaron a alzar el hato y sacar fuera los hijos y mujeres, y no a la sierra, como dice Gómara, porque Cholula no tiene sierra, sino muy lexos" Es cierto que Gómara dice lo de la sierra (p. 96), pero Cholula está muy próxima a los grandes volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl, por lo que el clérigo no andaba tan errado. Otras veces, Cervantes incurre en injusticias como las de Bernal. Hablando de la toma de una localidad próxima a Cempoala, a la que llama Cipancinco, dice14: "No hicieron el estrago que dice Gómara, porque mataron muy pocos y fue mayor el pavor y miedo que pusieron con su súbita venida que no el daño que hicieron..." Gómara llama al pueblo por su nombre correcto, Tizapancinco, y no menciona ningún estrago (p. 65): "Salieron al campo los de Culúa, pensando de habérselas sólo con cempoallaneses; mas cuando vieron a los de a caballo y a los barbudos, se aterrorizaron y echaron a huir a más correr.
Estaba cerca la guarida, y a ella se acogieron rápidamente; quisieron meterse en la fortaleza, mas no pudieron tan de prisa que los de a caballo no llegasen con ellos hasta el lugar; y como no podían subir al peñasco, se apearon Cortés y otros cuatro, y entraron dentro de la fortaleza a revueltas de los del pueblo, sin combate." Bernal Díaz también dice que entraron sin combate15 y no menciona para nada a Gómara. Cortés apenas menciona el asunto, por lo que en este caso, como en muchos otros, la Conquista de México ofrece los recuerdos y testimonios del conquistador con mayor amplitud que lo que él mismo hizo. Parece como si en largas conversaciones, quizá al amor del fuego, Gómara hubiera sonsacado a Cortés los detalles de su historia. Las desgracias de Gómara no acabaron con la prohibición impuesta a su obra, y el 26 de septiembre de 1572, Felipe II ordenó en Madrid la recogida de todos los papeles del clérigo, sitos en Gómara, lugar donde seguramente había fallecido. El anatema se levantó en 1727 y el historiador mereció los elogios de Juan Bautista Muñoz y más tarde de Marcelino Menéndez y Pelayo. Pese a ello, aún no ha alcanzado el sitio que merece, como lectura amena y como fuente histórica, aunque vive un momento de rehabilitación, uno de cuyos frutos es esta edición.
La una es cuando se escribe la vida, la otra cuando cuentan los hechos de un Emperador o valiente capitán. De la primera usaron Suetonio Tranquilo, Plutarco, Sant Hierónimo y otros muchos. De aquella otra es el común uso que todos tienen de escribir, de la cual, para satisfacer al oyente, bastará relatar solamente las hazañas, guerras, victorias y desastres del Capitán. En la primera hanse de decir todos los vicios de la persona de quien se escribe. Verdadera y descubiertamente ha de hablar el que escribe vida. No se puede bien escrebir la vida del que aún no es muerto; las guerras y grandes hechos muy bien, aunque esté vivo. Las cosas de los demás excelentísimos capitanes que agora hay, hablando sin perjuicio de nadie, he emprendido de escrebir. No sé si mi ingenio llegará a su valor, ni si mi pluma alcanzará donde su lanza: porné, a lo menos, todas mis fuerzas en contar sus guerras. Ninguno me reprehenda al presente si dixere algo, o echare menos alguna cosa en esta mi scriptura, pues no escribo vida, sino historia, aunque pienso si los alcanzare de días, de escribir asimismo sus vidas."4 Gómara tiene mucho cuidado en pretender que no le malinterpreten. Trata continuamente de ponerse a salvo de las críticas, declarando antes sus propósitos, pero no tuvo éxito en ello. En el prólogo a la Historia de las Indias afirmó: "He trabajado por decir las cosas como pasan. Si algún error o falta hubiese, suplidlo vos por cortesía, y si aspereza o blandura, disimulad considerando las reglas de la historia; que certifico no ser por malicia.
Contar cuándo, dónde y quién hizo una cosa, bien se acierta; empero decir cómo, es dificultoso; así, siempre suele haber diferencia."5 Insiste el autor en que no es un mero narrador, y eso le aparta de los cronistas. Gómara, curioso y erudito, da opiniones en el curso de sus obras, a veces relacionadas con conceptos generales o morales. A veces toma el aire de un censor, como ocurre cuando critica la desmedida ambición: "Así acabó el adelantado Francisco de Garay, pobre, descontento, en casa ajena, en tierra de su adversario, pudiendo si se hubiere contentado, morir rico, alegre, en su casa, al lado de sus hijos y mujer." Pobre consuelo, diríamos nosotros. Otras opiniones pudieron ser malinterpretadas por sus contemporáneos. Gómara reflexionó así sobre la fugacidad de las cosas: "Y es gran cosa que cuando los reinos están más florecientes, entonces se caen y pierden o cambian señor, según cuentan las historias, y como lo hemos visto en Moctezuma y Atabaliba." En la época en que esta frase fue publicada, en la que en el imperio español empezaba a no ponerse el sol, por lo que no debió ser considerado de buen gusto este abrupto recordatorio de la fragilidad de los dominios terrenos. El descontento de la Casa reinante, causado por comentarios de este tipo, debió ser una de las razones de la fulminante caída en desgracia del clérigo historiador. Muchos fueron sus pecados. Uno, el de poseer una pluma poco recatada en la censura y el apoyo, plasmados en las personas a quienes atacaba o defendía.
Su protector no gozaba especialmente de los favores reales, por haber sido un hombre combativo, demasiado independiente y con una gran ambición de poder, contra la que la Corona se rebeló. Además de la censura a Carlos I, por su ingratitud con Cortés, estuvo la oposición de Gómara a personajes influyentes, como el obispo Bartolomé de las Casas. Aunque son mucho más virulentos los ataques de las Casas a nuestro autor, ello se debe fundamentalmente a la aversión que profesaba a Hernán Cortés, que se hacía extensivo a cuanto se relacionara con él. Gómara es mucho más fino en la censura, como en el siguiente pasaje de la Historia de las Indias, en el que salen malparados la corona y el obispo "defensor de los indios": "Tan pronto como estuvieron hechas las Ordenanzas y Nuevas Leyes para las Indias, las enviaron los que allá en la corte andaban a muchas partes: isleños a Santo Domingo, mexicanos a México, peruanos al Perú. Donde más se alteraron con ellas fue en el Perú, pues se dio una copia a cada pueblo, y en muchos repicaron las campanas de alboroto, y hasta bramaban leyéndolas. Unos se entristecían, temiendo la ejecución; otros renegaban y todos maldecían a fray Bartolomé de las Casas, que las había procurado."6 Estas enemistades con personajes influyentes no debieron de ayudar en nada al libro de Gómara, pero sus censuras a la Corona serían el detonante principal de la prohibición. El 17 de noviembre de 1553, apenas un año después de la publicación, el entonces príncipe Felipe dio en Valladolid la siguiente cédula: "EL PRÍNCIPE.
Corregidores, asistente, gobernadores, alcaldes e otros jueces e justicias cualesquier de todas las ciudades, villas e lugares destos reinos e señoríos, e a cada uno y cualquier de vos a quien esta mi cédula fuere mostrada o su treslado signado de escribano público. Sabed que Francisco López de Gómara, clérigo, ha hecho un libro intitulado la Historia de las Indias y Conquista de México, el cual se ha impreso; y porque no conviene que el dicho libro se venda, ni lea, ni se impriman más libros dél, sino que los que están impresos se recojan y traigan al Consejo Real de las Indias de Su Majestad, vos mando a todos e a cada uno de vos, según dicho es, que luego que ésta veáis, os informéis y sepáis qué libros de los susodichos hay impresos en esas ciudades, villas y lugares, e todos aquellos que halláredes los recojáis y enviéis con brevedad al dicho Consejo de las Indias, e no consintáis ni deis lugar que ningún libro de los susodichos se imprima ni venda en ninguna manera ni por ninguna vía so pena que el que los imprimiere o vendiere, por el mismo caso, incurra en pena de doscientos mil maravedís para la Cámara e fisco de Su Majestad; y ansimismo haréis pregonar lo susodicho por las dichas ciudades, villas y lugares, y que nadie sea osado a lo tener en su casa ni a lo leer, so pena de diez mil maravedís para la dicha Cámara."7 La prohibición fue fulminante, pero no llegó a tiempo de impedir que la obra se reeditara en Zaragoza en 1554. Grande debió ser la aceptación del libro en España, como lo fue en el extranjero, seguramente acrecentada por la prohibición real (ver las ediciones extranjeras del siglo XVI, para sopesar el éxito).
Las alabanzas a Cortés no debieron ser un argumento fundamental para la Corona, sino la censura que éstas representaban para la política imperial. El excesivo protagonismo del Capitán debió enojar a sus hombres y provocó la culminación de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, como hemos visto, que se convirtió en el relato clásico de la Conquista de México, desplazando a la obra de Gómara y relegándola casi al olvido hasta el siglo XX. A los lectores interesados en cotejar los escritos de ambos autores, los remito al estudio de Ramón Iglesia, tantas veces citado, en estas páginas. Bernal acusó en repetidas ocasiones a Gómara de falsario, pero de la lectura de ambas historias no se desprende la actitud mixtificadora del historiador y sale más bien algo malparado el soldado metido a cronista. Algo que no conocemos se esconde en el ánimo de Bernal Díaz, pues su opinión cambió radicalmente: "Estando escribiendo esta relación, acaso vi una historia de buen estilo, la cual se nombra de un Francisco, López de Gómara, que habla de las conquistas de México y Nueva España, y cuando leí su gran retórica, y como mi obra es tan grosera, dejé de escribir en ella, y aun tuve vergüenza que paresciese entre personas notables, y estando tan perplejo como digo, torné a leer y a mirar las razones y pláticas que el Gómara en sus libros escribió e vi desde el principio y medio hasta el cabo no llevaba buena relación y va muy contrario de lo que fue e pasó en la Nueva España.
"8 Se ignoran las fechas en las que se produjeron ambas opiniones, pero la obra de Bernal Díaz, concebida para rebatir la que hoy publicamos, no lo consigue. Es un estilo diferente de narrar y el autor se encontró en el lugar y tiempo de los hechos, lo que no le salva de hablar de oídas en muchos pasajes. Lo que sí consiguió fue ocupar su puesto en la distribución, convirtiéndose en una fuente de primera magnitud para los mexicanistas. Bernal se apoya mucho en la obra de Gómara para escribir la suya. Muchas veces el orden de los capítulos y el de los acontecimientos, dentro de ellos, es el mismo aunque, claro, eso se puede achacar también a que ése fue el orden en el que se produjeron los hechos. El nombre de Gómara acude a la pluma de Bernal cada vez que ha de oponerse a lo que dice, y no siempre tiene razón. La tergiversación en la lectura existía ya en el siglo XVI. Cierto es que el soriano a veces carga las tintas sobre la actuación de Cortés, pero su caída en desgracia provocó que se convirtiera en el árbol del que todos sacaban leña, no siempre justamente. La comparación de un episodio muy conocido en las obras de ambos, es un buen ejemplo. Empecemos con Bernal9: "Aquí es donde dice Francisco López de Gómara (que salió Francisco de Morla en un caballo rucio picado antes que llegara Cortés con los de a caballo, y) que eran los santos apóstoles señor Santiago y señor san Pedro (...) y pudiera ser que los que dice el Gómara fueran los gloriosos apóstoles señor Santiago o señor San Pedro, e yo, como pecador, no fuese digno de verles, lo que yo entonces ví y conocí fue a Francisco de Morla en un caballo castaño.
.." Veamos ahora que es lo que cuenta respecto de este episodio el acusado: "Estando, pues, así, caídos y a punto de huir, apareció Francisco Morla en un caballo rucio picado, arremetió a los indios y les hizo arredrar un tanto. Entonces los españoles, pensando que era Cortés, y teniendo algo más de espacio, arremetieron a los enemigos, y mataron a algunos de ellos (...). A esta sazón llegó Cortés con los otros compañeros de a caballo, harto de rodear y de pasar arroyos y montes, pues no había otra cosa por allí. Le dijeron lo que habían visto hacer a uno de a caballo, y preguntaron si era de su compañía; y como dijo que no, porque ninguno de ellos había podido venir antes, creyeron que era el apóstol Santiago, patrón de España. Entonces dijo Cortés: "Adelante, compañeros, que Dios es con nosotros y el glorioso San Pedro"" (pp. 40-41) En todo caso, fue Cortés y no Gómara el que inventó la intervención sobrenatural en ayuda de sus huestes. Cuando niega que el jinete formara parte de su Compañía no sabemos si actúa deliberadamente para tener un pretexto con el que subir la moral, o si realmente ignoraba lo que había hecho Morla. En otras ocasiones, la situación es parecida, negando Bernal lo que Gómara no dice. Otro autor que se apoya en el nuestro es Francisco Cervantes de Salazar. Cita a Gómara para seguir su relato, como en la descripción de la erupción de un volcán10 y en la del osario de México, que casi traslada fielmente11.
Muchas veces une los nombres de Motolinía y Gómara, afirmando que éste sigue a aquél, y otras toma información sin anunciar la procedencia. Cervantes de Salazar pone en boca de Cortés las palabras que más adelante citamos como prueba de su arrogancia al vencer a Narváez12, y esa conversación que Gómara pone en su historia no aparece en las Cartas de Cortés, ni en Tapia, ni en Motolinía. Parece que la fuente está clara. En ocasiones censura con posibilidad de tener razón. Sobre la entrada de los españoles en Cholula, dice Cervantes de Salazar13: "... hecho, pues, el concierto todo lo más secretamente que pudieron, comenzaron a alzar el hato y sacar fuera los hijos y mujeres, y no a la sierra, como dice Gómara, porque Cholula no tiene sierra, sino muy lexos" Es cierto que Gómara dice lo de la sierra (p. 96), pero Cholula está muy próxima a los grandes volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl, por lo que el clérigo no andaba tan errado. Otras veces, Cervantes incurre en injusticias como las de Bernal. Hablando de la toma de una localidad próxima a Cempoala, a la que llama Cipancinco, dice14: "No hicieron el estrago que dice Gómara, porque mataron muy pocos y fue mayor el pavor y miedo que pusieron con su súbita venida que no el daño que hicieron..." Gómara llama al pueblo por su nombre correcto, Tizapancinco, y no menciona ningún estrago (p. 65): "Salieron al campo los de Culúa, pensando de habérselas sólo con cempoallaneses; mas cuando vieron a los de a caballo y a los barbudos, se aterrorizaron y echaron a huir a más correr.
Estaba cerca la guarida, y a ella se acogieron rápidamente; quisieron meterse en la fortaleza, mas no pudieron tan de prisa que los de a caballo no llegasen con ellos hasta el lugar; y como no podían subir al peñasco, se apearon Cortés y otros cuatro, y entraron dentro de la fortaleza a revueltas de los del pueblo, sin combate." Bernal Díaz también dice que entraron sin combate15 y no menciona para nada a Gómara. Cortés apenas menciona el asunto, por lo que en este caso, como en muchos otros, la Conquista de México ofrece los recuerdos y testimonios del conquistador con mayor amplitud que lo que él mismo hizo. Parece como si en largas conversaciones, quizá al amor del fuego, Gómara hubiera sonsacado a Cortés los detalles de su historia. Las desgracias de Gómara no acabaron con la prohibición impuesta a su obra, y el 26 de septiembre de 1572, Felipe II ordenó en Madrid la recogida de todos los papeles del clérigo, sitos en Gómara, lugar donde seguramente había fallecido. El anatema se levantó en 1727 y el historiador mereció los elogios de Juan Bautista Muñoz y más tarde de Marcelino Menéndez y Pelayo. Pese a ello, aún no ha alcanzado el sitio que merece, como lectura amena y como fuente histórica, aunque vive un momento de rehabilitación, uno de cuyos frutos es esta edición.