INTRODUCCIÓN a Antigüedades de la Nueva España
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INTRODUCCIÓN En el gran conjunto de las crónicas referentes al Nuevo Mundo hay sorpresas sin número. Algunas nos transmiten los testimonios henchidos de asombro de quienes tomaron parte en los hechos y contemplaron realidades nunca antes vistas. Otras recogen las palabras de los informantes nativos acerca de su propia historia y su cultura. En verdad, fantasía y ficción se quedan cortas ante las maravillas de que hablan tantos y tantos cronistas de las tierras americanas, las Antillas, México, Guatemala y la gran región de los pueblos andinos. Así como hubo no pocos que tomaron la pluma para dar vida a sus crónicas, no faltaron desde el mismo siglo XVI los que, con afán inquisitivo, atendieron sobre todo al mundo de la naturaleza americana, plantas, animales, minerales, los recursos en fin de la tierra y el mar. Podría decirse que en esto el célebre Gonzalo Fernández de Oviedo dio ya un espléndido ejemplo. Entre los que luego se asomaron al Nuevo Mundo con acrecentado interés para indagar acerca de sus cosas naturales sobresale un médico nacido en el reino de Toledo (1517-1578), Francisco Hernández. Enviado por Felipe II, su propósito inicial fue adentrarse, con fines sobre todo farmacológicos, en el conocimiento de las plantas y animales tanto de México como del Perú. Seis años pasó en México (1571-1577) y mucho fue lo que allí allegó como fruto de su investigación científica. No le fue dado ya trasladarse a Perú. Si nada alcanzó a aportar Hernández sobre plantas y animales de las regiones andinas, en cambio amplió de modo no previsto originalmente el campo de su interés relativo a México.
Tanto lo cautivaron las realidades con las que estuvo en contacto en dicho país que, además de sus pesquisas sobre el mundo de la naturaleza, escribió asimismo sobre las antigüedades y cultura de sus habitantes, al igual que una breve relación acerca de la Conquista. Tan sólo muy recientemente ha podido hacerse el rescate más completo de la gran aportación hernandina sobre historia natural de la que entonces se llamaba Nueva España. Me refiero a la monumental edición en varios volúmenes, sacada a luz por un grupo de investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, y a la que aludiré más ampliamente en esta misma Introducción. De hecho, la figura y la obra de Hernández han sido mucho más valoradas desde la perspectiva de las ciencias naturales. Y, sin embargo, él, que llegó a ser protomédico de Felipe II, imbuido de un espíritu renacentista, se distinguió asimismo como observador acucioso de realidades culturales y escudriñador de antigüedades. En este volumen se ofrece precisamente lo que fue aportación principal suya en el campo de la historiografía. En la presente Introducción quiero situar esta obra en el contexto de su tiempo, de su propia vida e intereses. Como antecedente, atenderé a lo que significó el encuentro del renacimiento español y el saber indígena en el México del siglo XVI. En seguida presentaré a Francisco Hernández desde sus años de formación hasta el momento de su viaje al Nuevo Mundo. Lugar muy especial daré a los que llamo los años mexicanos de Francisco Hernández, es decir, al lapso de sus investigaciones en la Nueva España.
A la recordación de lo que fue su retorno y muerte en España, acompaño la memoria sobre las vicisitudes de que, por largo tiempo, fueron objeto sus escritos, hasta que se consumó el más cabal rescate de ellos. La obra suya que aquí se publica, Antigüedades de la Nueva España, constituye tema principal de descripción y análisis. Interesa esclarecer cuándo, dónde y cómo la escribió Hernández. Precisar sus fuentes es asunto digno asimismo de consideración. Al describir en este estudio el contenido de los tres libros de las Antigüedades y del relato que dedicó a la Conquista, señalaré precisamente lo que puede tenerse como aportación suya más original. En algunos casos sobresalen los recuerdos de experiencias personales, aquello que contempló o supo de primera mano. Otras veces son sus reflexiones las que deben ser puestas de relieve. El naturalista y protomédico, doctor Francisco Hernández, durante su estancia en México, aprendió mucho también sobre la historia y cultura de los aztecas o mexicas y de sus vecinos. El conjunto de sus testimonios de tema histórico, hasta hoy relativamente poco tomados en cuenta, bien merece situarse al lado de las otras crónicas de América y, en particular, de México. En esta edición, se reproduce la versión al español preparada por Luis García Pimentel, del texto de las Antigüedades que Hernández escribió originalmente en latín. Dispuso él también diversas notas referidas sobre todo a las expresiones latinas empleadas por Hernández.
Por mi parte he optado por seguir un procedimiento diferente. En vez de recargar el texto con esas notas, he preparado un amplio glosario que se incluye, como apéndice, al final del libro. En él se da la traducción y etimología de numerosos vocablos en nahuatl, la lengua de los antiguos mexicanos. Además, cuando me parece que se requiere, doy algunas referencias históricas. En la redacción del glosario me he guiado básicamente por el Vocabulario de Alonso de Molina y, en menor medida, por el Vocabulario que Ángel María Garibay incluyó como apéndice al editar, en 1956, la Historia General de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún. Con estas salvedades entro ya en materia, atendiendo a los tiempos, la persona y la obra del insigne toledano Francisco Hernández, científico y humanista a la vez, buen representante en suma de lo que fue el Renacimiento español.
Tanto lo cautivaron las realidades con las que estuvo en contacto en dicho país que, además de sus pesquisas sobre el mundo de la naturaleza, escribió asimismo sobre las antigüedades y cultura de sus habitantes, al igual que una breve relación acerca de la Conquista. Tan sólo muy recientemente ha podido hacerse el rescate más completo de la gran aportación hernandina sobre historia natural de la que entonces se llamaba Nueva España. Me refiero a la monumental edición en varios volúmenes, sacada a luz por un grupo de investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, y a la que aludiré más ampliamente en esta misma Introducción. De hecho, la figura y la obra de Hernández han sido mucho más valoradas desde la perspectiva de las ciencias naturales. Y, sin embargo, él, que llegó a ser protomédico de Felipe II, imbuido de un espíritu renacentista, se distinguió asimismo como observador acucioso de realidades culturales y escudriñador de antigüedades. En este volumen se ofrece precisamente lo que fue aportación principal suya en el campo de la historiografía. En la presente Introducción quiero situar esta obra en el contexto de su tiempo, de su propia vida e intereses. Como antecedente, atenderé a lo que significó el encuentro del renacimiento español y el saber indígena en el México del siglo XVI. En seguida presentaré a Francisco Hernández desde sus años de formación hasta el momento de su viaje al Nuevo Mundo. Lugar muy especial daré a los que llamo los años mexicanos de Francisco Hernández, es decir, al lapso de sus investigaciones en la Nueva España.
A la recordación de lo que fue su retorno y muerte en España, acompaño la memoria sobre las vicisitudes de que, por largo tiempo, fueron objeto sus escritos, hasta que se consumó el más cabal rescate de ellos. La obra suya que aquí se publica, Antigüedades de la Nueva España, constituye tema principal de descripción y análisis. Interesa esclarecer cuándo, dónde y cómo la escribió Hernández. Precisar sus fuentes es asunto digno asimismo de consideración. Al describir en este estudio el contenido de los tres libros de las Antigüedades y del relato que dedicó a la Conquista, señalaré precisamente lo que puede tenerse como aportación suya más original. En algunos casos sobresalen los recuerdos de experiencias personales, aquello que contempló o supo de primera mano. Otras veces son sus reflexiones las que deben ser puestas de relieve. El naturalista y protomédico, doctor Francisco Hernández, durante su estancia en México, aprendió mucho también sobre la historia y cultura de los aztecas o mexicas y de sus vecinos. El conjunto de sus testimonios de tema histórico, hasta hoy relativamente poco tomados en cuenta, bien merece situarse al lado de las otras crónicas de América y, en particular, de México. En esta edición, se reproduce la versión al español preparada por Luis García Pimentel, del texto de las Antigüedades que Hernández escribió originalmente en latín. Dispuso él también diversas notas referidas sobre todo a las expresiones latinas empleadas por Hernández.
Por mi parte he optado por seguir un procedimiento diferente. En vez de recargar el texto con esas notas, he preparado un amplio glosario que se incluye, como apéndice, al final del libro. En él se da la traducción y etimología de numerosos vocablos en nahuatl, la lengua de los antiguos mexicanos. Además, cuando me parece que se requiere, doy algunas referencias históricas. En la redacción del glosario me he guiado básicamente por el Vocabulario de Alonso de Molina y, en menor medida, por el Vocabulario que Ángel María Garibay incluyó como apéndice al editar, en 1956, la Historia General de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún. Con estas salvedades entro ya en materia, atendiendo a los tiempos, la persona y la obra del insigne toledano Francisco Hernández, científico y humanista a la vez, buen representante en suma de lo que fue el Renacimiento español.