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También los hospitales aparecían a veces señalados ya en los planos de fundación de ciudades y desde el principio acapararon gran parte de las inversiones de las almas caritativas. De nuevo cabe aquí comenzar hablando del obispo Vasco de Quiroga, que llamó al Hospital de Santa Fe, uno de los fundados por él (éste cerca de México en 1532), "república del hospital" por ser casi un pequeño estado para acoger a los indios, con colegio, viviendas e iglesia, y que tenían como fin la evangelización de esos indios. Se ha señalado la influencia de la "Utopía" de Moro en estos complejos de pueblos/hospital fundados por Quiroga. Los restos que se conservan de algunos de ellos muestran una arquitectura modesta, en la que la decoración de las puertas de las respectivas capillas remiten a modelos del primer Renacimiento. Sobre su distribución, el mismo Quiroga escribió cómo había "en medio del patio una capilleta cubierta, abierta por los lados, en que hay un altar adornado competentemente donde se diga missa y la puedan oír los enfermos". Por tanto, la disposición central de la capilla, que fue lo normal en los hospitales (aunque haya excepciones que confirmen la regla) se funde con la idea de capilla abierta, analizada ya anteriormente. Los hospitales de Vasco de Quiroga parece que influyeron en otros hospitales de indios construidos en Guanajuato en el siglo XVI, pues en sus funciones incluyeron éstos también la de hospedar a los indios.

Cortés había fundado un hospital en México, el de la Concepción, para el cual se sabe que existió un modelo en madera y que fue alabado por su belleza ya a mediados del siglo XVI, sobre todo por "la disposición del edificio y la fachada". Aunque no se sepa lo bastante de los hospitales mexicanos del siglo XVI -Hospital Real de Naturales, Convalecientes, de la Epifanía, del Amor de Dios, de San Lázaro...- en cuanto a su tipología, parece que siguieron el modelo de los hospitales de los Reyes Católicos, al igual que el hospital de San Nicolás en Santo Domingo, acabado hacia 1549. En concreto parece que el de la Concepción de México se ordenó en tres grandes naves en forma de T, que confluían en el lugar de la capilla. También los colegios que a fines del XVI levantaron los jesuitas tanto en Puebla como en México se ordenaban en torno a cuatro espacios de una forma que puede recordar a la de la planta de los hospitales españoles del XVI. La influencia de tipologías experimentadas en edificios emblemáticos del arte nuevo en la Península se hizo notar también en la ubicación de la escalera entre dos patios en el hospital de Jesús en México, que se ha relacionado con su disposición en el alcázar de Madrid.La necesidad de financiación de los hospitales influyó a veces en su arquitectura. El hospital que fundó en México para los indios el virrey conde de Monterrey se mantuvo en el siglo XVII en parte gracias al dinero obtenido de un corral de comedias de madera que se quemó en el siglo XVIII y hubo de ser reconstruido.

La traza dada para este hospital en 1638 se atribuye a Juan Gómez de Trasmonte, pero en el siglo XVIII trabajaron en él Jerónimo de Balbás y el ingeniero Luis Díez Navarro, que proyectó la iglesia. La cantidad de epidemias que hubo en México en el siglo XVIII obligaron tanto a la construcción de nuevos hospitales como a la ampliación de los existentes mediante construcciones de madera.Cuando tuvieron un edificio pensado para ese fin, los hospitales siguieron el modelo peninsular en torno a uno -Hospital de San Juan de Dios, en Morelia, fundado en 1695, con patio de columnas toscanas e iglesia de una nave- o varios patios: siete tuvo el Hospital General proyectado por el ingeniero militar M. Costansó adaptando el Colegio de los Jesuitas después de su expulsión. A veces, como en el Hospital Real (hacia 1760) el edificio -de dos plantas en torno a un patio- incluía una serie de viviendas para alquilar y así lograr financiación. La distribución se puede ver en una planta -de Lorenzo Rodríguez- que indica tanto los espacios para alquilar como las salas en las que estudiaban anatomía y fisiología los estudiantes de la Real y Pontificia Universidad de México. Formado por grandes salas -unas para hombres y otras para mujeres- tenía también iglesia y cementerio.Hay dos proyectos especialmente interesantes. El primero es el Hospital de San Hipólito en México que, aunque se había fundado en el siglo XVI, fue reedificado en tiempo del virrey Bucarelli e inaugurado en 1777.

Tiene cuatro patios, pero la capilla se sitúa entre los dos patios de la derecha, en el centro de la crujía para que los locos pudieran oír misa desde fuera, como si se tratara de una capilla abierta. Al ser para locos no era un edificio con grandes salas, sino con pequeñas celdas y quizá por todo ello le pareció al visitador J. de Gálvez que no tenía "igual con ninguno de los hospitales de esta clase que he visto en Europa". El otro proyecto que debe ser señalado por lo excepcional es el Hospital de Belén, en Guadalajara (México), obra también del siglo XVIII como recuerda la fecha de 1791 en su sencilla fachada. Tiene ocho salas radiales cubiertas con bóvedas de cañón que confluyen en la capilla central. Influido -tal como ha apuntado Bonet- por el segundo proyecto de Fuga para el Albergo dei Poveri de Nápoles, responde a la misma tipología que el proyecto que había hecho Jorge Abarca en 1756 para el Hospital de San Lázaro de La Habana -que no se llegó a hacer- y que más tarde será utilizado para funciones distintas, tal como fue la de cárcel.Los edificios destinados a la docencia merecen también unas líneas. La Universidad de México, fundada por cédula de 1551 y que comenzó a funcionar en 1553, ocupó primero unas casas particulares y, siguiendo en el entorno de la Plaza Mayor, a fin de siglo ocupaba su sede definitiva, revelando por su ubicación en la ciudad su relevancia en la sociedad novohispana. De su edificio se conoce la fachada por un plano: tenía portada con escudo real y columnas clásicas así como ventanas con rejas.

Fue Claudio de Arziniega quien dio traza para su ampliación y portada en 1584; en el siglo XVIII (1759-61) se hizo un nuevo edificio para la Universidad, trazado en este caso por Ildefonso Iniesta Vejarano, ordenado en torno a dos patios.Los edificios para la enseñanza de las distintas órdenes religiosas fueron también los destinatarios de grandes sumas de dinero por parte de particulares e instituciones a lo largo de los tres siglos. Por ejemplo, Claudio de Arziniega renovó en 1570 el Colegio de Niñas de Nuestra Señora de la Caridad, que había sido fundado en 1548 por el virrey Mendoza para la educación de hijas de españoles e indias. El Colegio de San Ildefonso, de los jesuitas, en México, construido ya en el siglo XVIII se ordenaba en torno a tres patios. Esta disposición en torno a patios o claustros fue una constante y en este sentido uno de los edificios más singulares de la arquitectura del período colonial lo proporciona precisamente un colegio: el de Santo Tomás, en Lima, con su patio circular. Una de las instituciones más famosas del México virreinal fue el Colegio de las Vizcaínas, con sus siete patios y jardín, que debe su nombre a que fue fundado en 1732 por los vascos para que estudiaran las vizcaínas pobres y las españolas nacidas de matrimonio legítimo. También en el siglo XVIII el Real Tribunal de la Minería de la Nueva España decidió -a fines de ese siglo- crear un colegio para mineros. Este Colegio de Minería de México fue obra de Manuel Tolsá, acabada ya a comienzos del siglo XIX, obra neoclásica en la que el patio y la gran escalera culminan una trayectoria tipológica de origen palaciego.

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