Enseñanza musical de la mujer española en la Edad Moderna
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Datos principales
Rango
Edad Moderna
Desarrollo
La enseñanza de la música fue, en los siglos XVI al XVIII, una ayuda para la mujer, independientemente de su condición social. Para las clases humildes, la música y la danza servían a las familias para que las chicas que tuvieran cierta disposición hacia la música, pudieran labrarse un futuro. En España hay constancia de que en algunos de los centros de enseñanza femeninos, donde se enseñaban específicamente a niñas de inclusa, huérfanas o abandonadas, como eran los hospitales y los centros de beneficencia, se enseñaban los principios de canto llano y canto de órgano (196 ), con lo que muchas de ellas podrían ejercer de maestras de música en conventos, y tener su correspondiente sueldo, o convertirse en cantantes y actrices ambulantes (197 ). Las primeras artistas que destacan en estos años se encuadran en las actividades de las recién creadas cortes renacentistas españolas. La primera de ellas fue Florencia Pinar, poetisa y compositora perteneciente al siglo XV; a ella se le atribuyen tres importantes obras en el Cancionero de la Constantina, y ha quedado constancia de su participación con otra composición en el Cancionero General de Hernando del Castillo. De esta misma época es Margarita Gonzaga, cuya importancia radica en el hecho de haber constituido, junto con otras compositoras, un grupo de ministriles que interpretaban piezas para ser ejecutadas con instrumentos de viento y con violas; este grupo tenía su fiel imagen en los grupos instrumentales italianos llamados `conciertos espirituales' que se interpretaron en el convento de S.
Vito; es el único testimonio hasta ahora recogido de esta práctica instrumental femenina en España a la manera italiana predominante en ese momento. Gráfico Otra compositora que aparece en el tratado de Venegas de Henestrosa Libro de cifra nueva para tecla, arpa y vihuela de 1557 es Gracia Baptista, de quien se recoge, en dicho libro, una composición suya para órgano (198 ). Un caso interesante es el de las mujeres que reciben en su casa tertulias musicales, y que van a influir en los gustos musicales de su entorno; ellas pudieron recibir una educación musical para un buen matrimonio, y que consiguen un lugar en la cultura de su entorno. Unos de estos ejemplos lo representa Cecilia Morilla, de la segunda mitad del s. XVI, de quien sabemos que recibía tertulia en su casa, donde la música era una materia mas y donde acudían importantes intelectuales del momento como el cosmógrafo Andrés García de Céspedes. Estaba casada con un catedrático de la Universidad de Valladolid y enseñó a sus hijos todas las artes liberales por lo textos universitarios que tenía en su casa; también les enseñó a tocar varios instrumentos y a cantar. El testimonio de su hijo, Francisco Sobrino, sobre las habilidades de su madre, es el siguiente: "Tuvo muy buena voz, y cuando alzaba la cara, ponía las manos en un clavicordio, que tenía bien aderezado. Y tañía concertadamente acompañando con la voz, que se la dio Dios muy buena, en algunos salmos y canciones divinas, con sus pasos de garganta de que yo me admiraba; y aprendía el canto llano como ella me lo enseñó con todas sus reglas, y fue principio para pasar de él al de órgano, y de lo demás que encierra esa arte.
Todos mis hermanos heredaron de ella esta gracia de la música, y alguno hubo eminentes en ella" (199 ). Hasta el momento, la única noticia que tenemos de la participación de la mujer en los estudios musicales que se impartieron en las cátedras de algunas universidades españolas -dentro de las materias del Trivium y el Quadrivium (200 )-, es el Colegio salmantino de las Once Mil Vírgenes o de Doncellas de Salamanca, cuya documentación conservada en el archivo histórico de la Universidad de Salamanca, nos explica que su fundador fue Francisco Rodríguez de Varillas, con las escrituras de propiedad que van desde los años 1448 al 1859; se conservan varias escrituras de "Dotes de Doncellas admitidas" y "Expedientes de Ingreso de Colegiales 1600-1806" (201 ) , que permitirían estudiar el tipo de enseñanza musical que se impartiría allí, como parte de las materias obligatorias de música, retórica, aritmética y gramática, propia de esos Estudios Generales. La existencia de este Colegio es un hecho destacable, ya que se pensaba que los estudios universitarios en toda Europa eran exclusivamente masculinos, por lo menos hasta el siglo XVIII. Un caso semejante, pero no vinculado a una institución universitaria, es el del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, una institución fundada en 1521 por el que fuera profesor de la Universidad de Salamanca en la Facultad de Artes, D. Juan Martínez de Silíceo, para dar dote a colegialas que fueran a contraer matrimonio; las plazas fueron 100, y una condición para ser colegiala era que no fueran a ser religiosas; aunque se conservan en la actualidad instrumentos musicales en su sede, no hay constancia de enseñanza de las materias propias del Trivium y Quadrivium (202 ).
Vito; es el único testimonio hasta ahora recogido de esta práctica instrumental femenina en España a la manera italiana predominante en ese momento. Gráfico Otra compositora que aparece en el tratado de Venegas de Henestrosa Libro de cifra nueva para tecla, arpa y vihuela de 1557 es Gracia Baptista, de quien se recoge, en dicho libro, una composición suya para órgano (198 ). Un caso interesante es el de las mujeres que reciben en su casa tertulias musicales, y que van a influir en los gustos musicales de su entorno; ellas pudieron recibir una educación musical para un buen matrimonio, y que consiguen un lugar en la cultura de su entorno. Unos de estos ejemplos lo representa Cecilia Morilla, de la segunda mitad del s. XVI, de quien sabemos que recibía tertulia en su casa, donde la música era una materia mas y donde acudían importantes intelectuales del momento como el cosmógrafo Andrés García de Céspedes. Estaba casada con un catedrático de la Universidad de Valladolid y enseñó a sus hijos todas las artes liberales por lo textos universitarios que tenía en su casa; también les enseñó a tocar varios instrumentos y a cantar. El testimonio de su hijo, Francisco Sobrino, sobre las habilidades de su madre, es el siguiente: "Tuvo muy buena voz, y cuando alzaba la cara, ponía las manos en un clavicordio, que tenía bien aderezado. Y tañía concertadamente acompañando con la voz, que se la dio Dios muy buena, en algunos salmos y canciones divinas, con sus pasos de garganta de que yo me admiraba; y aprendía el canto llano como ella me lo enseñó con todas sus reglas, y fue principio para pasar de él al de órgano, y de lo demás que encierra esa arte.
Todos mis hermanos heredaron de ella esta gracia de la música, y alguno hubo eminentes en ella" (199 ). Hasta el momento, la única noticia que tenemos de la participación de la mujer en los estudios musicales que se impartieron en las cátedras de algunas universidades españolas -dentro de las materias del Trivium y el Quadrivium (200 )-, es el Colegio salmantino de las Once Mil Vírgenes o de Doncellas de Salamanca, cuya documentación conservada en el archivo histórico de la Universidad de Salamanca, nos explica que su fundador fue Francisco Rodríguez de Varillas, con las escrituras de propiedad que van desde los años 1448 al 1859; se conservan varias escrituras de "Dotes de Doncellas admitidas" y "Expedientes de Ingreso de Colegiales 1600-1806" (201 ) , que permitirían estudiar el tipo de enseñanza musical que se impartiría allí, como parte de las materias obligatorias de música, retórica, aritmética y gramática, propia de esos Estudios Generales. La existencia de este Colegio es un hecho destacable, ya que se pensaba que los estudios universitarios en toda Europa eran exclusivamente masculinos, por lo menos hasta el siglo XVIII. Un caso semejante, pero no vinculado a una institución universitaria, es el del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, una institución fundada en 1521 por el que fuera profesor de la Universidad de Salamanca en la Facultad de Artes, D. Juan Martínez de Silíceo, para dar dote a colegialas que fueran a contraer matrimonio; las plazas fueron 100, y una condición para ser colegiala era que no fueran a ser religiosas; aunque se conservan en la actualidad instrumentos musicales en su sede, no hay constancia de enseñanza de las materias propias del Trivium y Quadrivium (202 ).