Enfermedades y calidad de vida
Compartir
Datos principales
Rango
Hispania visigoda
Desarrollo
Los restos antropológicos proporcionados por la excavación de cementerios nos indican que la población sufría de insuficiencias alimenticias y deplorables condiciones higiénicas, así como enfermedades patológicas. De forma general, se puede afirmar que una porción de la sociedad de los siglos VI y VII adolecía de piezas dentarias muy desgastadas, caries, piorrea, cálculos, abscesos, infección de los alveólos e hipoplasia, detectándose también la pérdida en vida de muchas piezas dentarias, especialmente molares. Estos fenómenos responden a una incorrecta alimentación, ya sea por la consumición de productos poco depurados o contaminados, así como aguas no filtradas o ausentes de flúor. También la inexistencia de una correcta higiene favorecía la creación de focos bacterianos irritantes e infecciosos. En cuanto a las patologías óseas, eran comunes los individuos afectados por osteoporosis, de osteopatía y de osteomielitis, siendo también abundante la artrosis degenerativa y la artritis de las extremidades inferiores y superiores. Estas enfermedades, además de una deficiente recuperación de las fracturas, ofrecen una imagen de un cierto número de individuos con dificultad en el andar y en la verticalidad. Esta situación patológica configuraba una sociedad con un índice de mortalidad muy alto, sobre todo en lo que a la población infantil se refiere y en individuos situados en una edad entre los 25 y 30 años, siendo muy pocos los que sobrepasaban la edad de los cincuenta.
Algunos estudios han permitido concluir que en determinados grupos de población existía una mayor esperanza de vida para las mujeres que para los varones, sin existir una diferenciación precisa en los individuos infantiles. En otro orden de cosas, hay que señalar que las fuentes escritas hacen referencia a una serie de plagas y epidemias que asolaron el territorio en diversas épocas y ocasionaron un descenso considerable de la densidad demográfica. Desde las diferentes epidemias de peste en el siglo VI, como la de la Lusitania, citada por las tantas veces mencionadas Vitas de los padres de Mérida , o la plaga de peste bubónica del año 542 que afectó a casi toda Hispania, o la del año 573, o en el siglo VII la de la Narbonensis, que causó tal baja demográfica y miseria que Egica suspendió las medidas antijudaicas del XVII Concilio de Toledo , a cambio de que la comunidad judía aportase bienes al dux de la provincia. Hay que señalar que en muchas ocasiones la peste sobrevenía después de incursiones militares o conflictos y rebeliones. A los muertos en combates habría que sumar los ocasionados por la peste y por el hambre que traían consigo. También hay noticias de grandes hambrunas ocasionadas por las malas cosechas. Junto a esto otra plaga terrible que se produjo en diversas ocasiones en los siglos VI y VII fue la de la langosta. Las condiciones de vida, unidas a los resultados derivados de las acciones bélicas, ofrecen un panorama bastante precario.
En lo que se refiere a la alimentación, ésta, siguiendo la tradición, responde al tipo mediterráneo. Tal como hemos visto al referirnos a los productos venidos de la explotación de las tierras, la base alimenticia de la mayoría de la población debió tener un alto contenido en cereales, tal como lo atestigua el generalizado cultivo del trigo y la escanda. Los componentes de las comidas nos son conocidos gracias a las fuentes textuales , a las pizarras y a determinados materiales arqueológicos. Así se sabe que además de los cereales, que eran los alimentos básicos, las comidas podían ser acompañadas -por una minoría de la población- de leguminosas y hortalizas aderezadas con aceite y vinagre, y complementadas con productos lácteos, como por ejemplo el queso. Los árboles frutales, viñedos y el cultivo de las fresas, al igual que la miel proporcionaban las vitaminas necesarias. Entre los productos del autoabastecimiento y por tanto del consumo, encontramos los animales de corral, como por ejemplo los gallos, gallinas y cerdos.
Algunos estudios han permitido concluir que en determinados grupos de población existía una mayor esperanza de vida para las mujeres que para los varones, sin existir una diferenciación precisa en los individuos infantiles. En otro orden de cosas, hay que señalar que las fuentes escritas hacen referencia a una serie de plagas y epidemias que asolaron el territorio en diversas épocas y ocasionaron un descenso considerable de la densidad demográfica. Desde las diferentes epidemias de peste en el siglo VI, como la de la Lusitania, citada por las tantas veces mencionadas Vitas de los padres de Mérida , o la plaga de peste bubónica del año 542 que afectó a casi toda Hispania, o la del año 573, o en el siglo VII la de la Narbonensis, que causó tal baja demográfica y miseria que Egica suspendió las medidas antijudaicas del XVII Concilio de Toledo , a cambio de que la comunidad judía aportase bienes al dux de la provincia. Hay que señalar que en muchas ocasiones la peste sobrevenía después de incursiones militares o conflictos y rebeliones. A los muertos en combates habría que sumar los ocasionados por la peste y por el hambre que traían consigo. También hay noticias de grandes hambrunas ocasionadas por las malas cosechas. Junto a esto otra plaga terrible que se produjo en diversas ocasiones en los siglos VI y VII fue la de la langosta. Las condiciones de vida, unidas a los resultados derivados de las acciones bélicas, ofrecen un panorama bastante precario.
En lo que se refiere a la alimentación, ésta, siguiendo la tradición, responde al tipo mediterráneo. Tal como hemos visto al referirnos a los productos venidos de la explotación de las tierras, la base alimenticia de la mayoría de la población debió tener un alto contenido en cereales, tal como lo atestigua el generalizado cultivo del trigo y la escanda. Los componentes de las comidas nos son conocidos gracias a las fuentes textuales , a las pizarras y a determinados materiales arqueológicos. Así se sabe que además de los cereales, que eran los alimentos básicos, las comidas podían ser acompañadas -por una minoría de la población- de leguminosas y hortalizas aderezadas con aceite y vinagre, y complementadas con productos lácteos, como por ejemplo el queso. Los árboles frutales, viñedos y el cultivo de las fresas, al igual que la miel proporcionaban las vitaminas necesarias. Entre los productos del autoabastecimiento y por tanto del consumo, encontramos los animales de corral, como por ejemplo los gallos, gallinas y cerdos.