En Tlaxcallan
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Datos principales
Desarrollo
En Tlaxcallan Tlaxcallan quiere decir pan cocido o casa de pan; pues se coge allí más centli que por los alrededores. De la ciudad se nombra la provincia, o al revés. Dicen que primero se llamó Texcallan, que quiere decir casa de barranco. Es un pueblo grandísimo; está a orillas de un río que nace en Atlancatepec y que riega buena parte de aquella provincia, y después entra en el mar del Sur por Zacatullan. Tiene cuatro barrios, que se llaman Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlan y Quiyahuiztlan. El primero está en un cerro alto, y alejado del río más de media legua, y como está en la sierra se llama Tepeticpac, que es Somosierra; el cual fue la primera población que allí hubo, y estaba en lo alto a causa de las guerras. Otro está en la ladera que baja hasta el río, y como allí había pinos cuando se pobló, lo llamaron Ocotelulco, que es pinar. Era la mejor y más poblada parte de la ciudad, en donde estaba la plaza mayor, en la que hacían el mercado, que llaman tianquiztli, y donde tiene sus casas Maxixcacín. Río arriba, en la parte llana, había otro pueblo, que llaman Tizatlan, por haber allí mucho yeso, en el cual residía Xicotencatl, capitán general de la república. El otro barrio está también en llano, más río abajo, que por ser aguazal se llamó Quiyahuiztlan. Desde que la tienen los españoles, se ha alterado casi toda y hecho de nuevo, y con calles mucho mejores, y casas de piedra, y en la parte llana junto al río. Es república como Venecia, que gobiernan los nobles y ricos.
Mas no hay uno solo que mande, porque huyen de ello como de tiranía. En la guerra hay, según dije arriba, cuatro capitanes o coroneles, uno por cada barrio de aquellos cuatro, de los cuales sacan el general. Otros señores hay que también son capitanes, pero de menor cuantía. En guerra, el pendón va detrás. Acabada la batalla o alcance, le hincan donde todos lo vean. Al que no se recoge, le castigan. Tienen dos saetas como reliquias de los primeros fundadores, que llevan a la guerra dos principales capitanes, valientes soldados, por las cuales agüeran la victoria o pérdida, pues tiran una de ellas a los enemigos con que tropiezan primero. Si mata o hiere, es señal de que vencerán, y si no, que perderán. Así lo decían ellos, y de ninguna manera dejan de recobrarla. Tiene esta provincia veintiocho lugares, en los que hay ciento cincuenta mil vecinos. Son bien dispuestos, muy guerreros, que no tienen igual. Son pobres, pues no tienen otra riqueza ni granjería sino el centli, que es su pan, del cual, además de lo que comen, sacan para vestidos y tributos y para las otras necesidades de la vida. Tienen muchos sitios para mercados; pero el mayor, y que se hace muchas veces en semana, y en la plaza de Ocotelulco, es tal, que llegan a él treinta mil personas y más en un día a vender y comprar, o por mejor decir, cambiar, pues no saben qué cosa es moneda batida de metal ninguno. En él se vende, como aquí, lo que necesitan para vestir, calzar, comer, beber y fabricar.
Hay toda clase de buena policía en él, porque hay plateros, plumajeros, barberos y baños; y también olleros, que hacen vasos muy buenos, y es tan buena loza y barro como el que hay en España. Es la tierra muy grasa para pan, para frutas y para pastos, pues en los pinares nace tanta y tal hierba, que ya los nuestros apacientan en ellos su ganado y herbajan sus ovejas, lo que aquí no pueden. A dos leguas de la ciudad hay una sierra redonda, que tiene de subida otras dos leguas y de cerco quince. Suele cuajar en ella la nieve. Se llama ahora de San Bartolomé, y antes, de Matlalcueje, que era su diosa del agua. También tenían dios del vino, que llamaban Ometochtli, por sus muchas borracheras a su usanza. El ídolo mayor, y dios principal suyo, es Comaxle, o por otro nombre Mixcouatlh, cuyo templo estaba en el barrio de Ocotelulco, en el cual había años que sacrificaban ochocientos hombres y más. Hablan en Tlaxcallan tres lenguas: nahuatlh, que es la cortesana, y la mayor en toda la tierra de México; otra es la de otomix, y ésta se usa más fuera que dentro de la ciudad. Un solo barrio hay que habla la pinomex, y es grosera. Había cárcel pública, donde estaban los malhechores con prisiones. Castigaban lo que tenían por pecado. Sucedió entonces que un vecino hurtó a un español un poco de oro. Cortés lo dijo a Maxixca, el cual hizo su información y pesquisa con tanta diligencia, que le fueron a buscar a Chololla, que es otra ciudad a cinco leguas de allí, y le trajeron preso y lo entregaron con el mismo oro, para que Cortés hiciese justicia de él como en España. Pero él no quiso, sino que les agradeció la diligencia. Y ellos, con pregón público que manifestaba su delito, le pasearon por algunas calles y por el mercado, y en una especie de teatro, lo acogotaron con una porra, de lo que no poco se sorprendieron los españoles.
Mas no hay uno solo que mande, porque huyen de ello como de tiranía. En la guerra hay, según dije arriba, cuatro capitanes o coroneles, uno por cada barrio de aquellos cuatro, de los cuales sacan el general. Otros señores hay que también son capitanes, pero de menor cuantía. En guerra, el pendón va detrás. Acabada la batalla o alcance, le hincan donde todos lo vean. Al que no se recoge, le castigan. Tienen dos saetas como reliquias de los primeros fundadores, que llevan a la guerra dos principales capitanes, valientes soldados, por las cuales agüeran la victoria o pérdida, pues tiran una de ellas a los enemigos con que tropiezan primero. Si mata o hiere, es señal de que vencerán, y si no, que perderán. Así lo decían ellos, y de ninguna manera dejan de recobrarla. Tiene esta provincia veintiocho lugares, en los que hay ciento cincuenta mil vecinos. Son bien dispuestos, muy guerreros, que no tienen igual. Son pobres, pues no tienen otra riqueza ni granjería sino el centli, que es su pan, del cual, además de lo que comen, sacan para vestidos y tributos y para las otras necesidades de la vida. Tienen muchos sitios para mercados; pero el mayor, y que se hace muchas veces en semana, y en la plaza de Ocotelulco, es tal, que llegan a él treinta mil personas y más en un día a vender y comprar, o por mejor decir, cambiar, pues no saben qué cosa es moneda batida de metal ninguno. En él se vende, como aquí, lo que necesitan para vestir, calzar, comer, beber y fabricar.
Hay toda clase de buena policía en él, porque hay plateros, plumajeros, barberos y baños; y también olleros, que hacen vasos muy buenos, y es tan buena loza y barro como el que hay en España. Es la tierra muy grasa para pan, para frutas y para pastos, pues en los pinares nace tanta y tal hierba, que ya los nuestros apacientan en ellos su ganado y herbajan sus ovejas, lo que aquí no pueden. A dos leguas de la ciudad hay una sierra redonda, que tiene de subida otras dos leguas y de cerco quince. Suele cuajar en ella la nieve. Se llama ahora de San Bartolomé, y antes, de Matlalcueje, que era su diosa del agua. También tenían dios del vino, que llamaban Ometochtli, por sus muchas borracheras a su usanza. El ídolo mayor, y dios principal suyo, es Comaxle, o por otro nombre Mixcouatlh, cuyo templo estaba en el barrio de Ocotelulco, en el cual había años que sacrificaban ochocientos hombres y más. Hablan en Tlaxcallan tres lenguas: nahuatlh, que es la cortesana, y la mayor en toda la tierra de México; otra es la de otomix, y ésta se usa más fuera que dentro de la ciudad. Un solo barrio hay que habla la pinomex, y es grosera. Había cárcel pública, donde estaban los malhechores con prisiones. Castigaban lo que tenían por pecado. Sucedió entonces que un vecino hurtó a un español un poco de oro. Cortés lo dijo a Maxixca, el cual hizo su información y pesquisa con tanta diligencia, que le fueron a buscar a Chololla, que es otra ciudad a cinco leguas de allí, y le trajeron preso y lo entregaron con el mismo oro, para que Cortés hiciese justicia de él como en España. Pero él no quiso, sino que les agradeció la diligencia. Y ellos, con pregón público que manifestaba su delito, le pasearon por algunas calles y por el mercado, y en una especie de teatro, lo acogotaron con una porra, de lo que no poco se sorprendieron los españoles.