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Desarrollo


Elaboración de libros históricos en el México del siglo XVI En esta atmósfera renacentista, el interés por la historia surgió pronto y de forma casi espontánea. En realidad, conviene decir aquí que existía también un ambiente propicio en las tierras recién conquistadas. En los ya citados calmécac se preservaba la propia conciencia histórica. En esos centros de estudios, los tlamatinime, o sabios, eran los encargados de conservarla y transmitirla a las generaciones jóvenes a través de los libros de pinturas, los que hoy llamamos códices, y también por medio de la tradición oral sistematizada. Gracias a esto, las crónicas elaboradas en el siglo XVI ofrecen una visión desde dentro de la historia y la cultura nahuas. No es posible aquí hacer un recuento de los libros de carácter histórico que se escribieron en el siglo XVI. Pero sí citaré algunos que sirvan como marco ambientador de la presente obra de Francisco Hernández. En realidad, desde que los españoles pisaron tierra de lo que hoy es parte de México, se suscitó un deseo de dar a conocer todo aquello que surgía ante sus ojos. A este deseo corresponde el temprano libro escrito por el capellán Juan Díaz, titulado Itinerario de la armada del rey católico a la isla de Yucatán, en la India, el año de 1518, en que fue por comandante y capitán general Juan de Grijalva2. Es éste el primer libro que describe territorios mexicanos, específicamente regiones de cultura maya. El autor se limitó a recordar lo que vio en un primer contacto con una cultura tan sorprendente a los ojos europeos.

Muy poco después, las Cartas de Relación de Hernán Cortés3 mostraban a los europeos la primera imagen de los pueblos de la región central de México, en especial del esplendente imperio azteca. Aunque redactadas obviamente desde un punto de vista español, las Cartas contienen ya muchos elementos que nos muestran un incipiente conocimiento más interiorizado de la civilización de los pueblos nahuas. Pocos años después de la Conquista, en 1528, los propios indígenas nos dejaron el primer testimonio acerca de su pasado. Escrito en nahuatl, con caracteres latinos, lleva por título Unos anales históricos de la nación mexicana. En él se habla del enfrentamiento que fue la Conquista, como lo vieron los indígenas. Es éste un documento de enorme valor histórico, literario y humano. A partir de 1528, y a lo largo de todo el siglo XVI, muchas fueron las crónicas que se redactaron desde diversos puntos de vista. Por ejemplo, los soldados de Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Andrés de Tapia y el Conquistador Anónimo, nos han dejado su visión de los hechos con descripciones de gran interés acerca de la cultura y el comportamiento de los mexicas. Complemento de estas crónicas es la obra de Francisco Cervantes de Salazar, español enraizado en México, titulada Crónica de la Nueva España. Muchos de los relatos que aparecen en esta obra están tomados de viva voz de los soldados que vinieron en los primeros tiempos. Los aliados indígenas de Cortés han dejado escrita su propia visión histórica del México prehispánico y de la Conquista.

Recordaré aquí a dos de ellos: Diego Muñoz Camargo, mestizo tlaxcalteca, que en su Historia de Tlaxcala ofrece la perspectiva de su pueblo, y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, descendiente de la realeza tetzcocana. Tanto en su XIII Relación, como en su Historia chichimeca, Alva recuerda el pasado, tomando como centro de referencia al reino de Tetzcoco. Existe también otro tipo de testimonios que vale la pena destacar. Son los redactados con escritura pictográfica, según el estilo de la tradición indígena, no pocas veces complementados con textos en castellano o mexicano. Ejemplos de ellos son el Lienzo de Tlaxcala y el Códice Aubin. Por último, en esta breve síntesis acerca de las crónicas del XVI, recordaré las grandes obras que ocuparon muchos años en la vida de algunos misioneros, como fray Toribio de Benavente, fray Diego Durán y fray Bernardino de Sahagún. Son ellas verdaderos corpus de información sobre el presente y el pasado de los pueblos nahuas y, en menor escala, sobre otros pueblos mesoamericanos. En sus páginas está presente la sabiduría de informantes indígenas bajo la forma de un humanismo americanista. Precisamente el libro que ahora nos ocupa de Francisco Hernández es una muestra más de esta historiografía apoyada en testimonios indígenas de primera mano. Las páginas siguientes hablarán del contenido de las Antigüedades y la perspectiva de su autor al redactarlas. Pero antes, bueno será decir algo de la vida y la obra de Francisco Hernández.

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