El Relator
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Datos principales
Desarrollo
El Relator Toda persona, cuando nace, ignora, como es lógico, si su nombre va a pasar a la posteridad, o no, se despreocupa de almacenar datos familiares y personales, y solamente le interesa, a lo largo de la vida, cumplir con la misión que se le encomienda, o realizar el trabajo que considera que tiene obligación de realizar para satisfacer sus propios deseos. Pigafetta perteneció a ese grupo de hombres. Sólo le interesó realizar, para su propio deleite, la tarea de narrador de los hechos que vivió, día a día, en el viaje alrededor del Mundo. Después, orgulloso y vanidoso -cosa lógica- quiso que los reyes de Europa se enterasen de los pormenores de lo sucedido. Oscuros son, pues, los datos biográficos que conocemos de Antonio Pigafetta (Antonio Lombardo, como figura en la relación de tripulantes). Solamente tenemos dos noticias concretas acerca de su persona, y que nos brinda en la Relación: una que era Caballero de Rodas; y otra, que vino acompañando a Monseñor Francesco Chieregati y formando parte de su séquito, cuando éste fue nombrado Nuncio Apostólico de su Santidad, el Papa Adriano VI, ante el Rey D. Carlos. Nació en Vicenza, en el Véneto, de familia procedente de la Toscana. No se sabe con certeza la fecha de su nacimiento, pero está comprendida entre los años 1480 y 1491. Quizá su padre fuese Mateo Pigafetta, noble caballero, de rancia cuna, de gran cultura, y que debió de estar en contacto con los intelectuales de la Italia del Quattrocento, a juzgar por la erudición de que su hijo hace gala en varios momentos de la Relación.
El ambiente culto y religioso que vivió en el ámbito familiar, le condujo a servir en las galeras de la Orden de Rodas, encargadas de evitar y frenar los ataques turcos de Solimán el Magnífico. Quizá en este su primer contacto con la Orden, fue donde se le concedió el título de Caballero de Rodas, que él con orgullo utilizó al redactar el encabezamiento de su manuscrito32. Al servicio de la Orden adquirió conocimientos marineros y destreza en el manejo de las armas. Y quizá buscando más amplios horizontes -ambición lógica de todo joven-, en 1519 llegó a Barcelona, acompañando a su compatriota monseñor Francesco Chieregati33. Era un buen aval, para que Pigafetta encontrase en España una digna ocupación. Seguramente, con recomendaciones, llegó a Sevilla y entró en contacto con los altos responsables de la Casa de Contratación, y así, le fue fácil incorporarse a la tripulación de la armada magallánica, que por aquellas fechas se estaba completando. Ignoramos por qué figura solamente como sobresaliente (sin empleo fijo), su preparación le habría hecho merecedor de un puesto de más responsabilidad. Como criado personal de Magallanes, a bordo de la Trinidad, va a transcurrir la primera etapa de su actividad a bordo, hasta que ocurrió la muerte del capitán en la isla de Mactán. Desde aquí, y hasta el regreso a España, no sabemos si desempeñó alguna misión concreta, o simplemente se dedicó a colaborar siempre que fuese necesario, al mismo tiempo que continuó con su Diario.
En 1522, y separadamente de Juan Sebastián Elcano, se entrevistó en Valladolid con el Emperador. No es cierto el dato dado por Stefan Zweig, cuando dice que los dos hombres que Sebastián Elcano lleva a Valladolid no podían ser otros, por lo probado, que Pigafetta y el piloto Albo34. Elcano lo había olvidado intencionadamente, como veremos cuando hablemos de éste. Al Emperador, al mismo tiempo que le informó personalmente de las vicisitudes del viaje, le hizo entrega de un manuscrito, redactado con urgencia, y aprovechando el material recogido en sus notas. Escrito en italiano, quizá con alguna palabra en español, el original fue entregado a Pedro Martyr de Anghiera (Anglería)35, quien se encargó de hacer una nueva redacción y enviársela al Papa; pero este valioso documento -primicia del viaje- desapareció en 1527, cuando ocurrió el Sacco de Roma, por las tropas españolas. A la entrevista entre D. Carlos y Pigafetta, asistió el secretario particular del Monarca, Maximiliano de Transilvania36, y gracias a éste, nos queda otro testimonio fehaciente de la existencia del primer borrador. Desde Valladolid, Maximiliano de Transilvania envió una carta al Cardenal de Salzburgo, y en 1523 se publicó en latín, con el título De Moluccis Insulis... Epístola, en las ciudades de Colonia y Roma, respectivamente. Las tensiones surgidas a raíz de la llegada a Valladolid, las acusaciones de Pigafetta contra Elcano, la campaña difamatoria contra Magallanes, fueron las causas de que el Cronista no se sintiera a gusto en España: fuime de allí lo mejor que pude, nos dice.
De España pasó a Lisboa para explicar al rey D. Juan cuanto viera. No existe testimonio directo de que Pigafetta hiciese entrega de otro manuscrito al Monarca portugués. Pasando nuevamente por España, se dirigió a Francia, entrevistándose con la Reina Doña María Luisa de Saboya, madre del Rey Francisco I. Él mismo nos lo cuenta: regresando por España, vine a Francia, e hice don de algunas cosas del otro hemisferio a la madre del cristianísimo rey D. Francisco, madama la regente. En 1523, y de regreso del breve periplo que había realizado por las Cortes europeas para informar y regalar presentes de las islas del Pacífico, estaba en Italia: Al cabo regresé a esta Italia donde me di a mí mismo. A partir de ese año, comenzaron sus visitas a personas relevantes, tanto en el aspecto cultural, como en el económico. Fue en la Corte de los Gonzaga de Mantua37 donde le animaron a que redactase, con detenimiento, un manuscrito, aprovechando todo el material que tenía archivado, amén de la aportación de sus vivencias personales, con la finalidad de que fuese impreso. En 1524, obtuvo del Senado de Venecia el privilegio por veinte años, de conservar los derechos de autor. Los Dogos venecianos le dieron autorización, pero no ayuda económica, que era en realidad lo que necesitaba Pigafetta, para costear los gastos de la edición de su obra. Desde la ocupación de la isla de Rodas por los turcos, la Orden se había trasladado provisionalmente a la localidad de Monterosi, próxima a Viterbo, y allí, Pigafetta visitó al Gran Maestre de la Orden, Filippo Villiers de L'Isle-Adam, quien le animó en el empeño de la publicación, y le debió ayudar económicamente.
A él le dedicó la obra: Al Inclito e Ilustrísimo Señor Felipe Villers Lisleadam, Gran Maestre de Rodas. Si oscuros son los datos que tenemos de su nacimiento, no menos lo son los relacionados con los últimos años de su vida. Seguramente, se incorporó nuevamente al servicio activo en la Orden, y, según algunos biógrafos, debió morir alrededor del año 1534. La personalidad de Pigafetta, a nuestro juicio, no presenta recovecos de difícil interpretación. Hombre extrovertido, alegre, animoso, valiente, dotado de habilidad diplomática y de fácil conversión, pero no insulsa, sino cargada de conocimientos serios y profundos. Y de una salud a prueba de penalidades. Al lado de estas dotes personales, las espirituales. Fue creyente profundo, de una gran fe, en ocasiones -con matices místicos- pero las apuradas situaciones por las que pasaron los hombres del viaje circunterráqueo, no fueron para menos. Demostró un gran concepto de la fidelidad, fidelidad hacia su jefe, lo que le hizo ser enemigo de los enemigos de Magallanes. Tuvo algunos defectos humanos, que aunque no sean justificados, al menos tienen una explicación; se sentía seguro de sí mismo, con una cultura superior, que, a excepción del astrónomo San Martín, Magallanes, y algún escribano, hizo que su persona sobresaliera del resto de la tripulación. Ególatra, vanidoso, siempre el primero en todos los hechos importantes, incluso, en una ocasión llega a escribir yo y otro. Su vanidad fue tal, que al describirnos una situación muy apurada, a raíz de una matanza contra los españoles, aparece él solo, dialogando con un reyezuelo indígena, entrevista que dudamos se desarrollase como él la expone.
Pero esos pequeños defectos no pueden eclipsar las cualidades de su persona y el valor de su obra que nos ha permitido conocer la gesta heroica de los protagonistas de la vuelta al mundo. Como ha descrito Victoria Camps: El héroe sacrifica cualquier valor aceptado, común -la propia vida, la familia, la amistad--, al supremo ideal por el que vive y lucha... vencer es simplemente vivir y morir por una idea, por un destino38. Los tres, Magallanes, Elcano y Pigafetta, unidos por un mismo destino, al servicio de una misma nación: España; oriundos de patrias distintas: Portugal, España e Italia actuaron en todo momento, juntamente con todos los que les acompañaron, como héroes. Fue una gesta que superó a todo lo que hasta entonces se había realizado. La Relación Tres años es mucho tiempo, y sobre todo si ese tiempo vivido transcurre a bordo de una embarcación a vela donde un hombre activo y curioso como fue Pigafetta, ávido de conocimientos, va anotando día a día, todos los pormenores del viaje circunterráqueo. Esa curiosidad nos ha permitido conocer, con toda precisión, la realidad del primer viaje alrededor del Mundo. Varias características tenemos que resaltar del autor, respecto a la Relación: a) una aguda observación; captó hasta los detalles más insignificantes; b) afán de preguntar, de averiguar, a través de los nativos; recogió informaciones etnográficas y lingüísticas, y, como muestra, la aportación de sus vocabularios, referentes a las costas brasileñas, patagónicas y de los archipiélagos de Insulindia; c) conocimientos literarios, artísticos y científicos, dignos de un hombre del humanismo; d) un gran espíritu religioso; e) pero al mismo tiempo que refleja con su pluma, su espiritualidad se recrea con todo género de aclaraciones, en pasajes cargados de sexualidad, y que pueden ser recogidos, por su rareza, en cualquier tratado especializado en sexología.
El ambiente culto y religioso que vivió en el ámbito familiar, le condujo a servir en las galeras de la Orden de Rodas, encargadas de evitar y frenar los ataques turcos de Solimán el Magnífico. Quizá en este su primer contacto con la Orden, fue donde se le concedió el título de Caballero de Rodas, que él con orgullo utilizó al redactar el encabezamiento de su manuscrito32. Al servicio de la Orden adquirió conocimientos marineros y destreza en el manejo de las armas. Y quizá buscando más amplios horizontes -ambición lógica de todo joven-, en 1519 llegó a Barcelona, acompañando a su compatriota monseñor Francesco Chieregati33. Era un buen aval, para que Pigafetta encontrase en España una digna ocupación. Seguramente, con recomendaciones, llegó a Sevilla y entró en contacto con los altos responsables de la Casa de Contratación, y así, le fue fácil incorporarse a la tripulación de la armada magallánica, que por aquellas fechas se estaba completando. Ignoramos por qué figura solamente como sobresaliente (sin empleo fijo), su preparación le habría hecho merecedor de un puesto de más responsabilidad. Como criado personal de Magallanes, a bordo de la Trinidad, va a transcurrir la primera etapa de su actividad a bordo, hasta que ocurrió la muerte del capitán en la isla de Mactán. Desde aquí, y hasta el regreso a España, no sabemos si desempeñó alguna misión concreta, o simplemente se dedicó a colaborar siempre que fuese necesario, al mismo tiempo que continuó con su Diario.
En 1522, y separadamente de Juan Sebastián Elcano, se entrevistó en Valladolid con el Emperador. No es cierto el dato dado por Stefan Zweig, cuando dice que los dos hombres que Sebastián Elcano lleva a Valladolid no podían ser otros, por lo probado, que Pigafetta y el piloto Albo34. Elcano lo había olvidado intencionadamente, como veremos cuando hablemos de éste. Al Emperador, al mismo tiempo que le informó personalmente de las vicisitudes del viaje, le hizo entrega de un manuscrito, redactado con urgencia, y aprovechando el material recogido en sus notas. Escrito en italiano, quizá con alguna palabra en español, el original fue entregado a Pedro Martyr de Anghiera (Anglería)35, quien se encargó de hacer una nueva redacción y enviársela al Papa; pero este valioso documento -primicia del viaje- desapareció en 1527, cuando ocurrió el Sacco de Roma, por las tropas españolas. A la entrevista entre D. Carlos y Pigafetta, asistió el secretario particular del Monarca, Maximiliano de Transilvania36, y gracias a éste, nos queda otro testimonio fehaciente de la existencia del primer borrador. Desde Valladolid, Maximiliano de Transilvania envió una carta al Cardenal de Salzburgo, y en 1523 se publicó en latín, con el título De Moluccis Insulis... Epístola, en las ciudades de Colonia y Roma, respectivamente. Las tensiones surgidas a raíz de la llegada a Valladolid, las acusaciones de Pigafetta contra Elcano, la campaña difamatoria contra Magallanes, fueron las causas de que el Cronista no se sintiera a gusto en España: fuime de allí lo mejor que pude, nos dice.
De España pasó a Lisboa para explicar al rey D. Juan cuanto viera. No existe testimonio directo de que Pigafetta hiciese entrega de otro manuscrito al Monarca portugués. Pasando nuevamente por España, se dirigió a Francia, entrevistándose con la Reina Doña María Luisa de Saboya, madre del Rey Francisco I. Él mismo nos lo cuenta: regresando por España, vine a Francia, e hice don de algunas cosas del otro hemisferio a la madre del cristianísimo rey D. Francisco, madama la regente. En 1523, y de regreso del breve periplo que había realizado por las Cortes europeas para informar y regalar presentes de las islas del Pacífico, estaba en Italia: Al cabo regresé a esta Italia donde me di a mí mismo. A partir de ese año, comenzaron sus visitas a personas relevantes, tanto en el aspecto cultural, como en el económico. Fue en la Corte de los Gonzaga de Mantua37 donde le animaron a que redactase, con detenimiento, un manuscrito, aprovechando todo el material que tenía archivado, amén de la aportación de sus vivencias personales, con la finalidad de que fuese impreso. En 1524, obtuvo del Senado de Venecia el privilegio por veinte años, de conservar los derechos de autor. Los Dogos venecianos le dieron autorización, pero no ayuda económica, que era en realidad lo que necesitaba Pigafetta, para costear los gastos de la edición de su obra. Desde la ocupación de la isla de Rodas por los turcos, la Orden se había trasladado provisionalmente a la localidad de Monterosi, próxima a Viterbo, y allí, Pigafetta visitó al Gran Maestre de la Orden, Filippo Villiers de L'Isle-Adam, quien le animó en el empeño de la publicación, y le debió ayudar económicamente.
A él le dedicó la obra: Al Inclito e Ilustrísimo Señor Felipe Villers Lisleadam, Gran Maestre de Rodas. Si oscuros son los datos que tenemos de su nacimiento, no menos lo son los relacionados con los últimos años de su vida. Seguramente, se incorporó nuevamente al servicio activo en la Orden, y, según algunos biógrafos, debió morir alrededor del año 1534. La personalidad de Pigafetta, a nuestro juicio, no presenta recovecos de difícil interpretación. Hombre extrovertido, alegre, animoso, valiente, dotado de habilidad diplomática y de fácil conversión, pero no insulsa, sino cargada de conocimientos serios y profundos. Y de una salud a prueba de penalidades. Al lado de estas dotes personales, las espirituales. Fue creyente profundo, de una gran fe, en ocasiones -con matices místicos- pero las apuradas situaciones por las que pasaron los hombres del viaje circunterráqueo, no fueron para menos. Demostró un gran concepto de la fidelidad, fidelidad hacia su jefe, lo que le hizo ser enemigo de los enemigos de Magallanes. Tuvo algunos defectos humanos, que aunque no sean justificados, al menos tienen una explicación; se sentía seguro de sí mismo, con una cultura superior, que, a excepción del astrónomo San Martín, Magallanes, y algún escribano, hizo que su persona sobresaliera del resto de la tripulación. Ególatra, vanidoso, siempre el primero en todos los hechos importantes, incluso, en una ocasión llega a escribir yo y otro. Su vanidad fue tal, que al describirnos una situación muy apurada, a raíz de una matanza contra los españoles, aparece él solo, dialogando con un reyezuelo indígena, entrevista que dudamos se desarrollase como él la expone.
Pero esos pequeños defectos no pueden eclipsar las cualidades de su persona y el valor de su obra que nos ha permitido conocer la gesta heroica de los protagonistas de la vuelta al mundo. Como ha descrito Victoria Camps: El héroe sacrifica cualquier valor aceptado, común -la propia vida, la familia, la amistad--, al supremo ideal por el que vive y lucha... vencer es simplemente vivir y morir por una idea, por un destino38. Los tres, Magallanes, Elcano y Pigafetta, unidos por un mismo destino, al servicio de una misma nación: España; oriundos de patrias distintas: Portugal, España e Italia actuaron en todo momento, juntamente con todos los que les acompañaron, como héroes. Fue una gesta que superó a todo lo que hasta entonces se había realizado. La Relación Tres años es mucho tiempo, y sobre todo si ese tiempo vivido transcurre a bordo de una embarcación a vela donde un hombre activo y curioso como fue Pigafetta, ávido de conocimientos, va anotando día a día, todos los pormenores del viaje circunterráqueo. Esa curiosidad nos ha permitido conocer, con toda precisión, la realidad del primer viaje alrededor del Mundo. Varias características tenemos que resaltar del autor, respecto a la Relación: a) una aguda observación; captó hasta los detalles más insignificantes; b) afán de preguntar, de averiguar, a través de los nativos; recogió informaciones etnográficas y lingüísticas, y, como muestra, la aportación de sus vocabularios, referentes a las costas brasileñas, patagónicas y de los archipiélagos de Insulindia; c) conocimientos literarios, artísticos y científicos, dignos de un hombre del humanismo; d) un gran espíritu religioso; e) pero al mismo tiempo que refleja con su pluma, su espiritualidad se recrea con todo género de aclaraciones, en pasajes cargados de sexualidad, y que pueden ser recogidos, por su rareza, en cualquier tratado especializado en sexología.