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Durante la Dinastía XX, ahora en sus postrimerías, los sumos sacerdotes de Amón habían adquirido un poder y una influencia cada día mayores sobre todos los altos cargos de la Tebaida, que llegaron a ocupar con miembros de sus familias (los unos por nacimiento, los otros por matrimonio), hasta que todos los hilos de la administración estuvieron en sus manos. Al cabo de los años la situación adquirió carácter oficial con la proclamación de un estado de "Renacimiento". Su primer exponente fue el sumo sacerdote Herihor, que se autoproclamó visir y gobernador de Nubia, como todo un rey del Alto Egipto. También en el Delta se hace con el poder otro sacerdote de Amón, el Smendes de la historiografía en lengua griega, que convierte a Ramsés XI en una figura puramente decorativa. Hacia 1069 acaban, con la vida de éste, su reinado y su dinastía. A partir de entonces, aunque Amón reina oficialmente en ambos países por mediación de sus vicarios, Egipto se encuentra dividido en dos Estados. Ya en el reinado de Ramsés XI, que probablemente vivió más que él, Herihor no se recataba de añadir públicamente a su nombre de pila, como hace en el templo de Khons en Karnak, el de Hijo de Amón, indicando que cumple ante el dios las funciones hasta entonces reservadas al rey. En todo caso, su hijo y sucesor, Piankhi, no encerró nunca su nombre en una cartela, como reconociendo la soberanía de Smendes (1069-1043). Respaldado éste por la burocracia bien organizada de Tanis, residencia de los Ramesidas, parece haber estado investido de autoridad suficiente para extraer piedra en Gebelen y realizar con ella importantes obras de restauración en Tebas, señal de realeza efectiva.

Hereda el trono de Tanis su hijo Psusennes I, que convierte a la capital en una de las fortalezas mejor defendidas de Egipto, la dota de templos y construye en ella su tumba, síntoma alarmante de ruptura con la tradición tebana y de implantación de una nueva costumbre. Entre tanto, en Tebas, sucede a Piankhi como sumo sacerdote su hijo Pinediem, cuya labor más memorable consistirá en continuar durante años la labor piadosa iniciada por su abuelo Herihor, restaurando las momias de los faraones antiguos, bárbaramente maltratadas algunas por los ladrones de sus tumbas. Amenofis I y Tutmés III, entre otros, deben la conservación de sus restos a los desvelos de este sacerdote que usó del título de rey y como tal costeó en Tanis obras que así lo acreditan. Seguramente Psusennes I lo hizo corregente; que fue además su amigo, lo acredita la copa de oro dedicada por Penediem, hallada en la tumba de Psusennes. En cambio su hijo Masaharta, que hereda de él el sumo sacerdocio, no fue nunca rey, quizá a causa de una grave enfermedad acreditada por un papiro. No se sabe con seguridad cómo acabó. Hay constancia de que otro hijo de Penediem, llamado Menheper, hubo de acudir desde la fortaleza de Hibe a imponer orden en Tebas, donde quizá Masaharta fue víctima de una rebelión. Hacia algo así apunta el hecho de que Menheper asumió el sumo sacerdocio y en virtud de una respuesta del oráculo de Amón, autorizó el regreso a Tebas de los simpatizantes de su familia que habían sido desterrados a los oasis.

Psusennes I tuvo un reinado largo, de 48 años por lo menos, pero no así sus sucesores, hombres de escasa notoriedad en su mayoría, que integran la XXI Dinastía con su sede en Tanis. Tebas, entre tanto, está regida por la casta sacerdotal, emparentada quizá con la familia dinástica a juzgar por algunos nombres comunes a ambas. Uno de los últimos reyes de Tanis es Siamún (978-960), probablemente padre de una de las mujeres de Salomón, a quien como regalo de boda devolvió Siamún la plaza de Gezer, conquistada por él hacía poco. A ello parece referirse un relieve encontrado en Tanis donde Siamún está representado como vencedor de los asiáticos. Con su sucesor, Psusennes Il, muerto en 945, la dinastía llegó a su fin.

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