El Postclásico
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Datos principales
Rango
Intermedia-Sud
Desarrollo
A partir del siglo IX, coincidiendo en parte con los procesos de decadencia cultural acaecidos en las ciudades principales del centro y del sur de Mesoamérica, cesa la influencia de esta región, patrocinada en buena medida por los mayas. La caída de los centros clásicos del Petén hace que las relaciones se limiten al oeste de Honduras y El Salvador y que éstas sean de diferente signo. Sitios como Los Naranjos, Tenampúa y Yarumela se despueblan. Por el este, grupos de afiliación Putún originarios de la Laguna de Términos en Campeche y fuertemente influenciados por las tradiciones del centro de México, llegan al Atlántico para conseguir productos que son muy ambicionados por las comunidades yucatecas del Postclásico: cacao, oro, tumbaga... Como consecuencia de ello, aparecen en la región elementos que definen esta tradición Putún y rasgos toltecas, como son las cerámicas Naranja Fina y Tohil Plomizo, ambas consideradas como dos marcadores del período Postclásico Temprano en Mesoamérica. Los grandes centros comerciales de Nito y Naco en la costa atlántica manifiestan la cercana relación de estas regiones con los grupos itzá, que los utilizaron como puertos de intercambio controlados por ellos dada su situación estratégica entre áreas ecológicas y culturales distintas. En diferentes regiones de Nicaragua se desarrolla un estilo escultórico caracterizado por estatuas colocadas sobre altas espigas que se clavan en el suelo y están relacionadas con plataformas arquitectónicas.
Las esculturas representan hombres que cargan a su espalda otros individuos más pequeños interpretados como la representación de su otro yo, y que resultan frecuentes en San Agustín y otros sitios de Colombia. También se producen profundas transformaciones en Costa Rica; en cerámica, desaparecen los fondos rojos, marrones y naranjas, que son desplazados por otros de tonalidades blancas y cremas y que definen el tipo Papagayo Polícromo, en un proceso que se corresponde con la expansión de un grupo de cultura mexicana, los Chorotegas. Por su parte, la cerámica polícroma Las Vegas con formas cilíndricas de alta base anular, y la cerámica Vallejo, presentan decoraciones que recuerdan el estilo Mixteca-Puebla, y son consecuencia de la penetración en la región de grupos del centro de México desde etapas intermedias del Postclásico, muchos de ellos definidos con el término común de pipiles. Los grandes metates decorados también sufren cambios hacia el año 1.000, ya que tienden a desaparecer y a ser desplazados por otros de manufactura más común. En arquitectura se hacen también frecuentes los montículos circulares sobre basamentos de piedra dispuestos en torno a plazas, que se conectan entre sí mediante un complicado sistema de calzadas. El sitio Guayabo de Turrialba tiene acueductos de piedras alineadas, puentes y tumbas en cista. Grandes losas de piedra talladas a manera de estelas pudieron ser usadas como marcadores funerarios. El rasgo más importante de la etapa es el énfasis en los trabajos con el metal, tanto oro como cobre y tumbaga, conociéndose las técnicas de la cera perdida, martillado, laminado y filigrana, y produciéndose bellas realizaciones artísticas que serán distribuidas por toda América Central y regiones del centro y sur de Mesoamérica.
Su manufactura es introducida en el sur de la región al menos desde el 200 d.C., en que se hizo importante la producción de pequeños pendientes decorados para formar águilas, pájaros, sapos y hombres que, al menos entre el 400 y el 1.000 d.C., guardan muy estrecha relación con los estilos Quimbayas de Colombia, y durante el Postclásico se rigen por patrones originarios de Colombia y Panamá. En términos generales, existen durante esta etapa pocos sitios con cerámica polícroma, pero que tienen numerosos montículos de baja altura. Muchos de ellos persistieron en su orientación costera basada en la recolección de productos marítimos y fluviales en los manglares, pero en el interior y en el sur se detectan otros comportamientos de vida más orientada hacia la agricultura extensiva y la caza, siendo su característica fundamental su conexión con los acontecimientos culturales de América del Sur.
Las esculturas representan hombres que cargan a su espalda otros individuos más pequeños interpretados como la representación de su otro yo, y que resultan frecuentes en San Agustín y otros sitios de Colombia. También se producen profundas transformaciones en Costa Rica; en cerámica, desaparecen los fondos rojos, marrones y naranjas, que son desplazados por otros de tonalidades blancas y cremas y que definen el tipo Papagayo Polícromo, en un proceso que se corresponde con la expansión de un grupo de cultura mexicana, los Chorotegas. Por su parte, la cerámica polícroma Las Vegas con formas cilíndricas de alta base anular, y la cerámica Vallejo, presentan decoraciones que recuerdan el estilo Mixteca-Puebla, y son consecuencia de la penetración en la región de grupos del centro de México desde etapas intermedias del Postclásico, muchos de ellos definidos con el término común de pipiles. Los grandes metates decorados también sufren cambios hacia el año 1.000, ya que tienden a desaparecer y a ser desplazados por otros de manufactura más común. En arquitectura se hacen también frecuentes los montículos circulares sobre basamentos de piedra dispuestos en torno a plazas, que se conectan entre sí mediante un complicado sistema de calzadas. El sitio Guayabo de Turrialba tiene acueductos de piedras alineadas, puentes y tumbas en cista. Grandes losas de piedra talladas a manera de estelas pudieron ser usadas como marcadores funerarios. El rasgo más importante de la etapa es el énfasis en los trabajos con el metal, tanto oro como cobre y tumbaga, conociéndose las técnicas de la cera perdida, martillado, laminado y filigrana, y produciéndose bellas realizaciones artísticas que serán distribuidas por toda América Central y regiones del centro y sur de Mesoamérica.
Su manufactura es introducida en el sur de la región al menos desde el 200 d.C., en que se hizo importante la producción de pequeños pendientes decorados para formar águilas, pájaros, sapos y hombres que, al menos entre el 400 y el 1.000 d.C., guardan muy estrecha relación con los estilos Quimbayas de Colombia, y durante el Postclásico se rigen por patrones originarios de Colombia y Panamá. En términos generales, existen durante esta etapa pocos sitios con cerámica polícroma, pero que tienen numerosos montículos de baja altura. Muchos de ellos persistieron en su orientación costera basada en la recolección de productos marítimos y fluviales en los manglares, pero en el interior y en el sur se detectan otros comportamientos de vida más orientada hacia la agricultura extensiva y la caza, siendo su característica fundamental su conexión con los acontecimientos culturales de América del Sur.