EL NACIMIENTO DE HUITZILOPOCHTLI, EL SOL
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EL NACIMIENTO DE HUITZILOPOCHTLI, EL SOL, EN EL PENSAMIENTO MEXICA Mucho honraban los mexicas a Huitzilopochtli, sabían ellos que su origen, su principio fue de esta manera: En Coatepec, por el rumbo de Tula, había estado viviendo, allí habitaba una mujer de nombre Coatlicue. Era madre de los cuatrocientos Surianos y de una hermana de éstos de nombre Coyolxauhqui. Y esta Coatlicue allí hacía penitencia, barría, tenía a su cargo el barrer, así hacía penitencia, en Coatepec, la Montaña de la Serpiente. Y una vez, cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje, como una bola de plumas finas. En seguida lo recogió Coatlicue, lo colocó en su seno. Cuando terminó de barrer, buscó la pluma, que había colocado en su seno, pero nada vio allí. En ese momento Coatlicue quedó encinta. Al ver los cuatrocientos Surianos que su madre estaba encinta, mucho se enojaron, dijeron: --"¿Quién le ha hecho esto?, ¿quién la dejó encinta? Nos afrenta, nos deshonra". Y su hermana Coyolxauhqui les dijo: ---"Hermanos, ella nos ha deshonrado, hemos de matar a nuestra madre, la perversa que se encuentra ya encinta. ¿Quién le hizo lo que lleva en el seno?" Cuando supo esto Coatlicue, mucho se espantó, mucho se entristeció. Pero su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno, la confortaba, le decía: --"No temas, yo sé lo que tengo que hacer". Habiendo oído Coatlicue las palabras de su hijo, mucho se consoló, se calmó su corazón, se sintió tranquila.
Y entretanto, los cuatrocientos Surianos se juntaron para tomar acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su madre, porque ella los había infamado. Estaban muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón se les fuera a salir, Coyolxauhqui mucho los incitaba, avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su madre. Y los cuatrocientos Surianos se aprestaron, se ataviaron para la guerra. Y estos cuatrocientos Surianos eran como capitanes, torcían y enredaban sus cabellos, como guerreros arreglaban su cabellera. Pero uno llamado Cuahuitlícac era falso en sus palabras. Lo que decían los cuatrocientos Surianos, en seguida iba a decírselo, iba a comunicárselo a Huitzilopochtli. Y Huitzilopochtli le respondía: --"Ten cuidado, está vigilante, tío mío, bien sé lo que tengo que hacer". Y cuando finalmente estuvieron de acuerdo, estuvieron resueltos los cuatrocientos Surianos a matar, a acabar con su madre, luego se pusieron en movimiento, los guiaba Coyolxauhqui. Iban bien robustecidos, ataviados, guarnecidos para la guerra, se distribuyeron entre sí sus vestidos de papel, su anecúyotl, sus ortigas, sus colgajos de papel pintado, se ataron campanillas en sus pantorrillas, las campanillas llamadas ayohualli. Sus flechas tenían puntas barbadas. Luego se pusieron en movimiento, iban en orden, en fila, en ordenado escuadrón, los guiaba Coyolxauhqui. Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña, para hablar desde allí a Huitzilopochtli, le dijo: --"Ya vienen".
Huitzilopochtli le respondió: --"Mira bien por dónde vienen". Dijo entonces Cuahuitlícac: --"Vienen ya por Tzompantitlan". Y una vez más le dijo Huitzilopochtli: --"¿Por dónde vienen ya? Cuahuitlícac le respondió: --"Vienen ya por Coaxalpan". Y de nuevo Huitzilopochtli preguntó a Cuahuitlícac: --"Mira bien por dónde vienen", En seguida le contestó Cuahuitlícac: --"Vienen ya por la cuesta de la montaña". Y todavía una vez más le dijo Huitzilopochtli: --"Mira bien por dónde vienen". Entonces le dijo Cuahuitlícac: --"Ya están en la cumbre, ya llegan, los viene guiando Coyolxauhqui". En ese momento nació Huitzilopochtli, se vistió sus atavíos, su escudo de plumas de águila, sus dardos, su lanza-dardos azul, el llamado lanza-dardos de turquesa. Se pintó su rostro con franjas diagonales, con el color llamado "pintura de niño". Sobre su cabeza colocó plumas finas, se puso sus orejeras. Y uno de sus pies, el izquierdo era enjuto, llevaba una sandalia cubierta de plumas, y sus dos piernas y sus dos brazos los llevaba pintados de azul. Y el llamado Tochancalqui puso fuego a la serpiente hecha de teas llamada Xiuhcóatl, que obedecía a Huitzilopochtli. Luego con ella hirió a Coyolxauhqui, le cortó la cabeza, la cual vino a quedar abandonada en la ladera de Coatépetl. El cuerpo de Coyolxauhqui fue rodando hacia abajo, cayó hecho pedazos, por diversas partes cayeron sus manos, sus piernas, su cuerpo. Entonces Huitzilopochtli se irguió, persiguió a los cuatrocientos Surianos, los fue acosando, los hizo dispersarse desde la cumbre de Coatépetl, la montaña de la culebra.
Y cuando los había seguido hasta el pie de la montaña, los persiguió, los acosó cual conejos, en torno de la montaña. Cuatro veces los hizo dar vueltas. En vano trataban de hacer algo en contra de él, en vano se revolvían contra él al son de los cascabeles y hacían golpear sus escudos. Nada pudieron hacer, nada pudieron lograr, con nada pudieron defenderse. Huitzilopochtli los acosó, los ahuyentó, los destruyó, los aniquiló, los anonadó. Y ni entonces los dejó, continuaba persiguiéndolos. Pero, ellos mucho le rogaban, le decían: --"¡Basta ya!" Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto, con fuerza se ensañaba contra ellos, los perseguía. Sólo unos cuantos pudieron escapar de su presencia, pudieron librarse de sus manos. Se dirigieron hacia el sur, porque se dirigieron hacia el sur, se llaman Surianos, los pocos que escaparon de las manos de Huitzilopochtli. Y cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira, les quitó sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl, se los puso, se los apropió los incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias insignias. Y este Huitzilopochtli, según se decía, era un portento, porque con sólo una pluma fina, que cayó en el vientre de su madre, Coatlicue, fue concebido. Nadie apareció jamás como su padre. A él lo veneraban los mexicas, le hacían sacrificios, lo honraban y servían. Y Huitzilopochtli recompensaba a quien así obraba. Y su culto fue tomado de allí, de Coatepec, la montaña de la serpiente, como se practicaba desde los tiempos antiguos.
RESTAURACIÓN DE LOS SERES HUMANOS Y en seguida se convocaron los dioses Dijeron: --"¿Quién vivirá en la tierra? porque ha sido ya cimentado el cielo, y ha sido cimentada la tierra. ¿Quién habitará en la tierra, oh dioses?" Estaban afligidos Citlalinicue, Citlaltónac, Apantecuchtili, Tepanquizqui, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Y luego fue Quetzalcóatl al Mictlan, se acerco a Mictlantecuhtli y a Mictlancíhuatl y en seguida les dijo: --"Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos". Y le dijo Mictlantecuhtli: --"¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl? Y una vez más dijo (Quetzalcóatl): --"Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra". Y respondió Mictlantecuhtli: --"Está bien, haz sonar mi caracol y da vueltas cuatro veces alrededor de mi círculo precioso". Pero su caracol no tiene agujeros; llama entonces (Quetzalcóatl) a los gusanos; estos le hicieron los agujeros y luego entran allí los abejones y las abejas y lo hacen sonar. Al oírlo Mictlantecuhtli, dice de nuevo: --"Está bien, toma los huesos". Pero dice Mictlantecuhtli a sus servidores: --"¡Gente del Mictlan! Dioses, decid a Quetzalcóatl que los tiene que dejar". Quetzalcóatl repuso: --"Pues no, de una vez me apodero de ellos". Y dijo a su nahual: --"Ve a decirles que vendré a dejarlos". Y éste dijo a voces: --"Vendré a dejarlos". Pero, luego subió, cogió los huesos preciosos. Estaban juntos de un lado los huesos de hombre y juntos de otro lado los de mujer y los tomó e hizo con ellos un ato Quetzalcóatl.
Y una vez más Mictlantecuhtli dijo a sus servidores: --"Dioses, ¿de veras se lleva Quetzacóatl los huesos preciosos? --"Dioses, id a hacer un hoyo". Luego fueron a hacerlo y Quetzalcóatl se cayó en el hoyo, se tropezó y lo espantaron las codornices. Cayó muerto y se esparcieron allí los huesos preciosos, que mordieron y royeron las codornices. Resucita después Quetzalcóatl, se aflige y dice a su nahual: --"¿Qué haré, nahual mío?" Y éste le respondió: --"Puesto que la cosa salió mal, que resulte como sea". Los recoge, los junta, hace un lío con ellos, que luego llevó a Tamoanchan. Y tan pronto llegó, la que se llama Quilaztli, que es Cihuacóatl, los molió y los puso después en un barreño precioso. Quetzalcóatl sobre él se sangró su miembro. Y en seguida hicieron penitencia los dioses que se han nombrado: Apantecuhtli, Huictolinqui, Tepanquizqui, Tlallamánac, Tzontémoc y el sexto de ellos Quetzalcóatl. Y dijeron: --"Han nacido, oh dioses, los macehuales (los merecidos por la penitencia). Porque, por nosotros hicieron penitencia (los dioses)". Así pues de nuevo dijeron (los dioses): --"¿Qué comerán (los hombres), oh dioses?, ¡que descienda el maíz, nuestro sustento!" Pero entonces la hormiga va a coger el maíz desgranado, dentro del Monte de nuestro sustento Quetzalcóatl se encuentra a la hormiga, le dice: --"¿Dónde fuiste a tomar el maíz? dímelo". Mas la hormiga no quiere decírselo. Quetzalcóatl con insistencia le hace preguntas.
Al cabo dice la hormiga: --"En verdad allí". Entonces guía a Quetzalcóatl, éste se transforma en seguida en hormiga negra. La hormiga roja lo guía, lo introduce luego al Monte de nuestro sustento. Entonces ambos sacan y sacan maíz. Dizque la hormiga roja guió a Quetzalcóatl hasta la orilla del monte, donde estuvieron colocando el maíz desgranado. Luego Quetzalcóatl lo llevó a cuestas a Tomoanchan. Allí abundantemente comieron los dioses, después en nuestros labios puso maíz Quetzalcóatl, para que nos hiciéramos fuertes. Y luego dijeron los dioses: --"¿Qué haremos con el Monte de nuestro sustento?" Mas el monte allí quiere quedarse, Quetzalcóatl lo ata, pero no puede jalarlo. Entre tanto echaba suertes Oxomoco, y también echaba suertes Cipactónal, la mujer de Oxomoco, porque era mujer Cipactónal. Luego dijeron Oxomoco y Cipactónal: --"Tan sólo si lanza un rayo Nanáhuatl, quedará abierto el Monte de nuestro sustento". Entonces bajaron los tlaloques (dioses de la lluvia), los tlaloques azules, los tlaloques blancos, los tlaloques amarillos, los tlaloques rojos. Nanáhuatl lanzó enseguida un rayo, entonces tuvo lugar el robo del maíz, nuestro sustento, por parte de los tlaloques. El maíz blanco, el oscuro, el amarillo, el maíz rojo, los frijoles, la chía, los bledos, los bledos de pez, nuestro sustento, fueron robados para nosotros.
Y entretanto, los cuatrocientos Surianos se juntaron para tomar acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su madre, porque ella los había infamado. Estaban muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón se les fuera a salir, Coyolxauhqui mucho los incitaba, avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su madre. Y los cuatrocientos Surianos se aprestaron, se ataviaron para la guerra. Y estos cuatrocientos Surianos eran como capitanes, torcían y enredaban sus cabellos, como guerreros arreglaban su cabellera. Pero uno llamado Cuahuitlícac era falso en sus palabras. Lo que decían los cuatrocientos Surianos, en seguida iba a decírselo, iba a comunicárselo a Huitzilopochtli. Y Huitzilopochtli le respondía: --"Ten cuidado, está vigilante, tío mío, bien sé lo que tengo que hacer". Y cuando finalmente estuvieron de acuerdo, estuvieron resueltos los cuatrocientos Surianos a matar, a acabar con su madre, luego se pusieron en movimiento, los guiaba Coyolxauhqui. Iban bien robustecidos, ataviados, guarnecidos para la guerra, se distribuyeron entre sí sus vestidos de papel, su anecúyotl, sus ortigas, sus colgajos de papel pintado, se ataron campanillas en sus pantorrillas, las campanillas llamadas ayohualli. Sus flechas tenían puntas barbadas. Luego se pusieron en movimiento, iban en orden, en fila, en ordenado escuadrón, los guiaba Coyolxauhqui. Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña, para hablar desde allí a Huitzilopochtli, le dijo: --"Ya vienen".
Huitzilopochtli le respondió: --"Mira bien por dónde vienen". Dijo entonces Cuahuitlícac: --"Vienen ya por Tzompantitlan". Y una vez más le dijo Huitzilopochtli: --"¿Por dónde vienen ya? Cuahuitlícac le respondió: --"Vienen ya por Coaxalpan". Y de nuevo Huitzilopochtli preguntó a Cuahuitlícac: --"Mira bien por dónde vienen", En seguida le contestó Cuahuitlícac: --"Vienen ya por la cuesta de la montaña". Y todavía una vez más le dijo Huitzilopochtli: --"Mira bien por dónde vienen". Entonces le dijo Cuahuitlícac: --"Ya están en la cumbre, ya llegan, los viene guiando Coyolxauhqui". En ese momento nació Huitzilopochtli, se vistió sus atavíos, su escudo de plumas de águila, sus dardos, su lanza-dardos azul, el llamado lanza-dardos de turquesa. Se pintó su rostro con franjas diagonales, con el color llamado "pintura de niño". Sobre su cabeza colocó plumas finas, se puso sus orejeras. Y uno de sus pies, el izquierdo era enjuto, llevaba una sandalia cubierta de plumas, y sus dos piernas y sus dos brazos los llevaba pintados de azul. Y el llamado Tochancalqui puso fuego a la serpiente hecha de teas llamada Xiuhcóatl, que obedecía a Huitzilopochtli. Luego con ella hirió a Coyolxauhqui, le cortó la cabeza, la cual vino a quedar abandonada en la ladera de Coatépetl. El cuerpo de Coyolxauhqui fue rodando hacia abajo, cayó hecho pedazos, por diversas partes cayeron sus manos, sus piernas, su cuerpo. Entonces Huitzilopochtli se irguió, persiguió a los cuatrocientos Surianos, los fue acosando, los hizo dispersarse desde la cumbre de Coatépetl, la montaña de la culebra.
Y cuando los había seguido hasta el pie de la montaña, los persiguió, los acosó cual conejos, en torno de la montaña. Cuatro veces los hizo dar vueltas. En vano trataban de hacer algo en contra de él, en vano se revolvían contra él al son de los cascabeles y hacían golpear sus escudos. Nada pudieron hacer, nada pudieron lograr, con nada pudieron defenderse. Huitzilopochtli los acosó, los ahuyentó, los destruyó, los aniquiló, los anonadó. Y ni entonces los dejó, continuaba persiguiéndolos. Pero, ellos mucho le rogaban, le decían: --"¡Basta ya!" Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto, con fuerza se ensañaba contra ellos, los perseguía. Sólo unos cuantos pudieron escapar de su presencia, pudieron librarse de sus manos. Se dirigieron hacia el sur, porque se dirigieron hacia el sur, se llaman Surianos, los pocos que escaparon de las manos de Huitzilopochtli. Y cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira, les quitó sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl, se los puso, se los apropió los incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias insignias. Y este Huitzilopochtli, según se decía, era un portento, porque con sólo una pluma fina, que cayó en el vientre de su madre, Coatlicue, fue concebido. Nadie apareció jamás como su padre. A él lo veneraban los mexicas, le hacían sacrificios, lo honraban y servían. Y Huitzilopochtli recompensaba a quien así obraba. Y su culto fue tomado de allí, de Coatepec, la montaña de la serpiente, como se practicaba desde los tiempos antiguos.
RESTAURACIÓN DE LOS SERES HUMANOS Y en seguida se convocaron los dioses Dijeron: --"¿Quién vivirá en la tierra? porque ha sido ya cimentado el cielo, y ha sido cimentada la tierra. ¿Quién habitará en la tierra, oh dioses?" Estaban afligidos Citlalinicue, Citlaltónac, Apantecuchtili, Tepanquizqui, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Y luego fue Quetzalcóatl al Mictlan, se acerco a Mictlantecuhtli y a Mictlancíhuatl y en seguida les dijo: --"Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos". Y le dijo Mictlantecuhtli: --"¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl? Y una vez más dijo (Quetzalcóatl): --"Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra". Y respondió Mictlantecuhtli: --"Está bien, haz sonar mi caracol y da vueltas cuatro veces alrededor de mi círculo precioso". Pero su caracol no tiene agujeros; llama entonces (Quetzalcóatl) a los gusanos; estos le hicieron los agujeros y luego entran allí los abejones y las abejas y lo hacen sonar. Al oírlo Mictlantecuhtli, dice de nuevo: --"Está bien, toma los huesos". Pero dice Mictlantecuhtli a sus servidores: --"¡Gente del Mictlan! Dioses, decid a Quetzalcóatl que los tiene que dejar". Quetzalcóatl repuso: --"Pues no, de una vez me apodero de ellos". Y dijo a su nahual: --"Ve a decirles que vendré a dejarlos". Y éste dijo a voces: --"Vendré a dejarlos". Pero, luego subió, cogió los huesos preciosos. Estaban juntos de un lado los huesos de hombre y juntos de otro lado los de mujer y los tomó e hizo con ellos un ato Quetzalcóatl.
Y una vez más Mictlantecuhtli dijo a sus servidores: --"Dioses, ¿de veras se lleva Quetzacóatl los huesos preciosos? --"Dioses, id a hacer un hoyo". Luego fueron a hacerlo y Quetzalcóatl se cayó en el hoyo, se tropezó y lo espantaron las codornices. Cayó muerto y se esparcieron allí los huesos preciosos, que mordieron y royeron las codornices. Resucita después Quetzalcóatl, se aflige y dice a su nahual: --"¿Qué haré, nahual mío?" Y éste le respondió: --"Puesto que la cosa salió mal, que resulte como sea". Los recoge, los junta, hace un lío con ellos, que luego llevó a Tamoanchan. Y tan pronto llegó, la que se llama Quilaztli, que es Cihuacóatl, los molió y los puso después en un barreño precioso. Quetzalcóatl sobre él se sangró su miembro. Y en seguida hicieron penitencia los dioses que se han nombrado: Apantecuhtli, Huictolinqui, Tepanquizqui, Tlallamánac, Tzontémoc y el sexto de ellos Quetzalcóatl. Y dijeron: --"Han nacido, oh dioses, los macehuales (los merecidos por la penitencia). Porque, por nosotros hicieron penitencia (los dioses)". Así pues de nuevo dijeron (los dioses): --"¿Qué comerán (los hombres), oh dioses?, ¡que descienda el maíz, nuestro sustento!" Pero entonces la hormiga va a coger el maíz desgranado, dentro del Monte de nuestro sustento Quetzalcóatl se encuentra a la hormiga, le dice: --"¿Dónde fuiste a tomar el maíz? dímelo". Mas la hormiga no quiere decírselo. Quetzalcóatl con insistencia le hace preguntas.
Al cabo dice la hormiga: --"En verdad allí". Entonces guía a Quetzalcóatl, éste se transforma en seguida en hormiga negra. La hormiga roja lo guía, lo introduce luego al Monte de nuestro sustento. Entonces ambos sacan y sacan maíz. Dizque la hormiga roja guió a Quetzalcóatl hasta la orilla del monte, donde estuvieron colocando el maíz desgranado. Luego Quetzalcóatl lo llevó a cuestas a Tomoanchan. Allí abundantemente comieron los dioses, después en nuestros labios puso maíz Quetzalcóatl, para que nos hiciéramos fuertes. Y luego dijeron los dioses: --"¿Qué haremos con el Monte de nuestro sustento?" Mas el monte allí quiere quedarse, Quetzalcóatl lo ata, pero no puede jalarlo. Entre tanto echaba suertes Oxomoco, y también echaba suertes Cipactónal, la mujer de Oxomoco, porque era mujer Cipactónal. Luego dijeron Oxomoco y Cipactónal: --"Tan sólo si lanza un rayo Nanáhuatl, quedará abierto el Monte de nuestro sustento". Entonces bajaron los tlaloques (dioses de la lluvia), los tlaloques azules, los tlaloques blancos, los tlaloques amarillos, los tlaloques rojos. Nanáhuatl lanzó enseguida un rayo, entonces tuvo lugar el robo del maíz, nuestro sustento, por parte de los tlaloques. El maíz blanco, el oscuro, el amarillo, el maíz rojo, los frijoles, la chía, los bledos, los bledos de pez, nuestro sustento, fueron robados para nosotros.