El gran autócrata
Compartir
Datos principales
Rango
Poder Emperador
Desarrollo
La imagen del basileus triunfante, cuyo origen se rastrea hasta las realizaciones del Bajo Imperio , presenta un ejemplo temprano en el plato conservado en el Museo del Ermitage. Un emperador -¿Constancio II ?- ocupa el centro; su caballo avanza solemnemente hacia la derecha y una Victoria que le precede, sosteniendo una palma en la mano derecha, tiende su corona al emperador. Un guardián armado sigue a la montura y el enorme monograma de Cristo, grabado sobre su escudo de parada, recuerda al verdadero inspirador del triunfo imperial. Un escudo simbólico, a los pies del caballo, sustituye al bárbaro vencido. Un planteamiento iconográfico más rico se puede observar en el más conocido marfil Barberini , realizado alrededor del año 500 y que se atribuye al emperador Anastasio , quien derrotó a los godos en varias ocasiones y recibió una embajada de la India el año 496. De las tablillas conservadas, la del medio está ocupada por un emperador a caballo, el gran autócrata, que avanza hacia la derecha; sobre la tablilla de la izquierda, un dignatario, quizá un cónsul vestido de acuerdo con la etiqueta militar, le presenta una pequeña figura de la Victoria; la plaqueta superior acoge la imagen de Cristo de medio cuerpo, imberbe, encerrado en un medallón laureado sostenido por dos genios alados; finalmente, el compartimento inferior muestra a dos pueblos bárbaros vencidos, llevando sus ofrendas al emperador. De todo el conjunto, la imagen central merece una atención particular por la variedad de referencias: el caballo del soberano que se encabrita impetuosamente, la Victoria alada que corona al emperador, el bárbaro suplicante que se sitúa de pie, detrás del caballo, y el movimiento del dominador de los enemigos del Estado, que sostiene con su mano firme un estandarte que flota al viento.
Además, una personificación de la Tierra -alusión al carácter ecuménico de los emperadores bizantinos- que, postrada, aguanta el pie del basileus en un gesto que recuerda el del strator imperial ayudando a su señor a montar a caballo. Tanto por el tema como por la manera de expresarlo, la imagen del díptico Barberini pertenece al ciclo triunfal tradicional, donde no es el campo de batalla lo que se representa sino al triunfador en una ceremonia simbólica, ceremonia que se presta a algunas consideraciones de interés. Por lo que respecta a la ofrenda de los vencidos, observada ya en la basa del obelisco de Teodosio , vemos aquí cómo dos pueblos bárbaros, el uno del norte -las temidas tribus de la orilla izquierda del Danubio-, el otro del Oriente -?-, conducidos por una Victoria, ofrecen al emperador, los unos, monedas y coronas y los otros, fieras y colmillos de elefante. Este marfil nos ofrece así el ejemplo más tardío de las imágenes con ofrendas de los bárbaros y, en consecuencia, el abandono ulterior de este tema tan frecuente desde la Antigüedad. No se menciona en el Libro de las Ceremonias -siglo X-, por lo que cabe pensar que el rito mismo de la ofrenda habría sido sustituido por la proskynesis de los prisioneros ante el basileus. Por otro lado, se produce un avance en la formalización de la idea de que el emperador, aunque ha sido sancionado por el senado y el ejército, que fue quien le proclamó, únicamente ha asumido su responsabilidad por la gracia de Dios, hasta convertirse en su delegado en la Tierra, la cabeza del Estado cristiano, el Emperador en Cristo .
La diadema en la cabeza y su posición bajo la imagen de Cristo y por encima de los bárbaros sojuzgados, lo refleja de manera adecuada. Ahora bien, algunas ideas antiguas todavía prevalecen y el dignatario situado tras el emperador lleva una Victoria, imagen completamente pagana en su concepción. Un paso adelante en esta trayectoria lo representó la estatua ecuestre de Justiniano , que se instaló, sobre una columna, enfrente de Santa Sofía en el año 542-43. Hoy ha desaparecido, pero por las descripciones de Procopio y por un dibujo del siglo XVII, sabemos que el caballo de Justiniano avanzaba con paso rápido, habiendo sido representado por el artista de manera actual. Vestido con el uniforme de parada y girado hacia el este, con su mano izquierda sostenía una esfera y sobre ella una cruz, y con la derecha parecía ordenar a los bárbaros que no sobrepasasen las fronteras del Imperio. Se trataba de los Persas, habiendo sido erigida la estatua para celebrar precisamente su derrota. Para los contemporáneos, no cabía duda que la cruz sobre la esfera había sido el instrumento de la victoria justiniana, la que le había proporcionado la fuerza invisible, la bravura y la habilidad que desplegaría a lo largo de su reinado. Las imágenes analizadas permiten apreciar alguno de los fundamentos sobre los que se asienta el arte imperial bizantino. El siglo IV representa la cima del movimiento ascensional de un arte puesto en marcha en los siglos anteriores -que en el caso de la iconografía triunfal no hace sino prolongar la del Bajo Imperio -, mientras que los siglos V y VI, señalan ya el comienzo de la decadencia o agotamiento de la misma tradición. Ahora se ponen las bases de un nuevo arte mediante la incorporación de temas nuevos -la ofrenda divina de San Vital de Rávena- o la transformación de los temas tradicionales, transformación que se ha podido observar en los ejemplos antedichos. El papel desempeñado por Justiniano en esta tarea será fundamental.
Además, una personificación de la Tierra -alusión al carácter ecuménico de los emperadores bizantinos- que, postrada, aguanta el pie del basileus en un gesto que recuerda el del strator imperial ayudando a su señor a montar a caballo. Tanto por el tema como por la manera de expresarlo, la imagen del díptico Barberini pertenece al ciclo triunfal tradicional, donde no es el campo de batalla lo que se representa sino al triunfador en una ceremonia simbólica, ceremonia que se presta a algunas consideraciones de interés. Por lo que respecta a la ofrenda de los vencidos, observada ya en la basa del obelisco de Teodosio , vemos aquí cómo dos pueblos bárbaros, el uno del norte -las temidas tribus de la orilla izquierda del Danubio-, el otro del Oriente -?-, conducidos por una Victoria, ofrecen al emperador, los unos, monedas y coronas y los otros, fieras y colmillos de elefante. Este marfil nos ofrece así el ejemplo más tardío de las imágenes con ofrendas de los bárbaros y, en consecuencia, el abandono ulterior de este tema tan frecuente desde la Antigüedad. No se menciona en el Libro de las Ceremonias -siglo X-, por lo que cabe pensar que el rito mismo de la ofrenda habría sido sustituido por la proskynesis de los prisioneros ante el basileus. Por otro lado, se produce un avance en la formalización de la idea de que el emperador, aunque ha sido sancionado por el senado y el ejército, que fue quien le proclamó, únicamente ha asumido su responsabilidad por la gracia de Dios, hasta convertirse en su delegado en la Tierra, la cabeza del Estado cristiano, el Emperador en Cristo .
La diadema en la cabeza y su posición bajo la imagen de Cristo y por encima de los bárbaros sojuzgados, lo refleja de manera adecuada. Ahora bien, algunas ideas antiguas todavía prevalecen y el dignatario situado tras el emperador lleva una Victoria, imagen completamente pagana en su concepción. Un paso adelante en esta trayectoria lo representó la estatua ecuestre de Justiniano , que se instaló, sobre una columna, enfrente de Santa Sofía en el año 542-43. Hoy ha desaparecido, pero por las descripciones de Procopio y por un dibujo del siglo XVII, sabemos que el caballo de Justiniano avanzaba con paso rápido, habiendo sido representado por el artista de manera actual. Vestido con el uniforme de parada y girado hacia el este, con su mano izquierda sostenía una esfera y sobre ella una cruz, y con la derecha parecía ordenar a los bárbaros que no sobrepasasen las fronteras del Imperio. Se trataba de los Persas, habiendo sido erigida la estatua para celebrar precisamente su derrota. Para los contemporáneos, no cabía duda que la cruz sobre la esfera había sido el instrumento de la victoria justiniana, la que le había proporcionado la fuerza invisible, la bravura y la habilidad que desplegaría a lo largo de su reinado. Las imágenes analizadas permiten apreciar alguno de los fundamentos sobre los que se asienta el arte imperial bizantino. El siglo IV representa la cima del movimiento ascensional de un arte puesto en marcha en los siglos anteriores -que en el caso de la iconografía triunfal no hace sino prolongar la del Bajo Imperio -, mientras que los siglos V y VI, señalan ya el comienzo de la decadencia o agotamiento de la misma tradición. Ahora se ponen las bases de un nuevo arte mediante la incorporación de temas nuevos -la ofrenda divina de San Vital de Rávena- o la transformación de los temas tradicionales, transformación que se ha podido observar en los ejemplos antedichos. El papel desempeñado por Justiniano en esta tarea será fundamental.