El diseño de un Estado indiano
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Datos principales
Desarrollo
El diseño de un Estado indiano Tanto la cuarta como la quinta Carta de Relación constituyen documentos fundamentales --que, naturalmente, habría que completar con otros documentos, ordenanzas, instrucciones cortesianas, cuya consideración se sale del ámbito de referencia de las Cartas mismas-- para el conocimiento del designio cortesiano de dotar a la Nueva España de una estructura perfectamente constituida en el orden político que supusiese un primer atisbo de sistema estatal. El núcleo del problema continúa siendo la serie de enfrentamientos al que había llegado Cortés con los hombres de Velázquez participantes en la primera expedición, así como en la enviada al mando de Pánfilo de Narváez. Este desajuste, no había dejado de incidir en las contradicciones internas del grupo conquistador y para acallar las voces de protesta, Cortés había tenido necesidad de proyectar sobre un futuro triunfalista los conflictos entre sus hombres que, lógicamente, tenían que constituir la élite sobre la cual levantar la nueva situación. Al no ser tan enormes los botines conseguidos, de modo que el reparto satisficiera las demandas conformándolos con resultados inmediatos, a Cortés no le quedó otro recurso que recurrir a las encomiendas, lo que quiere decir, distribuir tierras e indios, de acuerdo al rango que cada cual hubiese tenido en la empresa. Pero, Cortés ya había observado --valoremos, una vez mas, su capacidad de observación y su claridad de juicio-- la diferencia existente entre los indígenas antillanos y los mexicanos y lo dice con claridad meridiana en una carta al Rey: como los naturales destas partes eran de mucha más capacidad que no los de las otras islas, que nos parecían de tanto entendimiento y razón cuanto a uno medianamente basta para ser capaz; y que a esta causa me parecía cosa grave, por entonces, compelerlos a que sirviesen a los españoles de la misma manera que los de las otras islas.
Cuando Cortés expuso sus dudas razonables al Rey, se estaba en la península en trance de revisión de toda la política indigenista española en el Nuevo Mundo y la orden recibida por Cortés fue la de no hacer ninguna asignación de indios. Pero Cortés no estaba en disposición --acosado por la urgencia de los que deseaban obtener ganancias prontas-- de cumplir lo que le ordenaba el Rey, y así lo comunica a los oficiales reales que portaban las Reales Cédulas, a los que hace expresa indicación de que escribiría largamente al Rey, para explicarle pormenorizadamente, las razones en las que se fundaba su desobediencia37. Los argumentos dados por Cortés al monarca fueron seis38: -- los españoles sólo contaban con este medio de mantenimiento y si no podían utilizarlo, tendrían que abandonar México. -- Cortés los había liberado de una esclavitud mayor, que era a la que estaban sometidos por sus antiguos señores mexicas. Bastaba amenazarlos con devolverlos a sus antiguos señores para que sirviesen con mayor devoción a los españoles. -- era ilusorio pensar que los indios pagarían tributo en metálico. -- si el pago se hacía en mercaderías, no llegarían a España. -- si la encomienda fuese abolida, México sólo podría continuar siendo español mediante el establecimiento de una estructura militar férrea, lo cual no supondría un mejoramiento en la relación con los indígenas. -- sostenía que la verdadera razón del aniquilamiento de los indígenas radicaba en quienes debían administrar justicia, que lo hacían de modo deficiente.
Cortés entiende que era necesario establecer en México una estructura de frontera, una estructura señorial, a lo cual no estaba dispuesta la Corona. Pero, paradójicamente, la tradición que proviene de la Reconquista peninsular, se acomodaba perfectamente a la necesaria organización que era preciso dar a una fórmula incipiente de Estado, que debería oscilar y gravitar con un criterio moderno de unidad y centralización. En efecto, la clarividencia de Cortés, consiste en darse cuenta que no podía proyectarse sobre México la tradición de las comunidades --que habían quedado derrotadas en esos mismos años-- sino el criterio peculiar de la monarquía española, que era el de la unidad nacional que imponiéndose por encima de fueros y tradiciones, se pusiese en relación con la exigencia de homogeneización de un mercado unitario, una coincidencia de intereses comunes. Y sobre todo, sobre un fondo de carácter mercantilista, que ya no podía apoyarse en organizaciones estamentales o corporativas de raíz medieval39. En rigor, la política de Hernán Cortés equivalía a una política de hecho consumado que hubo de molestar profundamente a los círculos cortesanos, tanto nobiliarios como burocráticos. Por su parte, los empecinados velazquistas, hicieron llegar continuas denuncias hasta el Consejo real respecto a los propósitos de Hernán Cortés de crear un gran feudo personal. Todo ello condujo a la decisión de organizar una Audiencia, que llegó a México en 1528, con su presidente al frente Nuño de Guzmán.
De los cuatro oidores, dos murieron durante el viaje y los otros dos --Diego Delgadillo y Juan Ortiz de Matienzo-- serán la plataforma de los velazquistas para lanzarse de lleno a una política claramente anti-cortesiana. A su vez, esta conducta, encontró una ferviente oposición en la venerable figura del nuevo obispo de México, fray Juan de Zumárraga. De este modo se produjeron muy tempranamente --aunque fuera del espacio cronológico abarcado por las Cartas de relación--, los grupos políticos institucionalmente estructurados en torno al hecho político que era México y la configuración del Estado, o, por mejor decir, donde se había aplicado el primer diseño de un Estado indiano. En efecto, este primer diseño --que apenas sí corresponde en este lugar y con relación a la temática que estamos exponiendo referido fundamentalmente al conjunto de ideas reiteradamente expuestas por Hernán Cortés, en orden a la configuración de una agrupación humana, de una comunidad nueva, en la que los lazos de solidaridad fuesen de particular intensidad-- cumplía las condiciones que han sido señaladas modernamente40 como características embrionarias del Estado: -- acentuada división de trabajo entre los gobernadores (legislar, aplicar, resolver). -- un sistema organizado de sanciones. -- la mayor fuerza de prestigio para hacer ejecutar sanciones y disposiciones. Por otra parte, se preocupa intensamente Cortés de que los lazos de solidaridad se extendiesen a todo el territorio integrado, pero sobre todo, particularizó y enfatizó en cuanto se refería al establecimiento de esos lazos de solidaridad con la Corona, no sólo a través de una lealtad sin tacha, sino también creando las condiciones objetivas para la afirmación de una identidad, mediante la comunidad histórica, que se apreció, sobre todo, en la gigantesca labor llevada a cabo por los franciscanos en México.
También es factible seguir --aunque, insisto, no es aquí el momento oportuno para ello-- el diseño del Estado nuevo establecido en México por Hernán Cortés, en el mismo empeño de superioridad de las relaciones entre el Estado, centrado en la Corona, y las otras comunidades indígenas semi-integradas, o todavía no, en la órbita de dicho sistema. Es evidente que el Estado tiende a la absorción de las comunidades más pequeñas y, en este sentido, Cortés debe inscribirse en la tradición más radicalmente española de la idea de unidad centralización. Es también en ello un típico hombre de mentalidad renacentista, pero de formación medieval-reconquistador. En tal sentido, hemos de llamar la atención --desde el punto de vista político-- sobre los planos que se superponen en las actitudes cortesianas: Uno, muy peculiar, que adquiere gradación creciente a lo largo de la secuencia de las Cartas de relación, en la cual destacan tres estructuras éticas, de condicionamiento germinal de Estado: I. La tesis de la transmisión de la soberanía, con la correspondiente afirmación del mantenimiento de la fidelidad al Rey y la lealtad a la Corona. II. La paz como alternativa de afirmación ante la guerra, con extensión del perdón para los indios rebeldes e incorporación al concepto de súbditos de la Corona. III. Exaltación de una misión comunitaria, pero con la afirmación, sin vacilaciones, del privilegio individual del mando. El otro plano, radica en la programación de gobierno que abarca importantes tendencias hasta crear un denso programa de profundo sentido planificador: Preocupación por la defensa de los habitantes de Veracruz, su amparo y derechos a recaudar, acordados por el Regimiento de la Villa.
Ordenanzas militares, dadas en Tlaxcallan. Directrices para la convivencia ciudadana. Ordenanzas para la organización y convivencia de los vecinos y habitantes de la Nueva España. Ordenanzas para el buen tratamiento y régimen de los indios. Normas arancelarias y precios para los venteros de la ruta de Veracruz a México. Donación de tierras a las hijas de Moctezuma. Hospitales y beneficencia. Compensaciones por préstamos. El pensamiento de Cortés --su profundo sentido de servicio a la Corona-- queda de manifiesto en el Memorial de servicios que, por orden del Rey, le presentó en 1528, con motivo de ser recibido en Toledo por S.M. el Rey de las Españas, Carlos I. En esa oportunidad, en lugar de la relación pormenorizada de sus muchos méritos, escribía Cortés: Mandóme V. M. que mi memoria o petición fuese enderezada a dos fines, en uno habiendo V. M. de servirse de mí en aquellas partes, el otro en estos reynos; y porque a cualquiera de estos dos efectos lo que dijere ha de ser pedir, y esto ha de ser según V. M., o según yo, y si según yo, ya he confesado que tengo más obligación de servir que razón de demandar, y si según V. M. ¿qué podré pedir que a esto satisfaga? Lo que hace es una profunda reflexión de lo que le parece conveniente para el mantenimiento y la elevación política de los vasallos de la Nueva España. Mario Hernández Sánchez-Barba Madrid, marzo de 1985
Cuando Cortés expuso sus dudas razonables al Rey, se estaba en la península en trance de revisión de toda la política indigenista española en el Nuevo Mundo y la orden recibida por Cortés fue la de no hacer ninguna asignación de indios. Pero Cortés no estaba en disposición --acosado por la urgencia de los que deseaban obtener ganancias prontas-- de cumplir lo que le ordenaba el Rey, y así lo comunica a los oficiales reales que portaban las Reales Cédulas, a los que hace expresa indicación de que escribiría largamente al Rey, para explicarle pormenorizadamente, las razones en las que se fundaba su desobediencia37. Los argumentos dados por Cortés al monarca fueron seis38: -- los españoles sólo contaban con este medio de mantenimiento y si no podían utilizarlo, tendrían que abandonar México. -- Cortés los había liberado de una esclavitud mayor, que era a la que estaban sometidos por sus antiguos señores mexicas. Bastaba amenazarlos con devolverlos a sus antiguos señores para que sirviesen con mayor devoción a los españoles. -- era ilusorio pensar que los indios pagarían tributo en metálico. -- si el pago se hacía en mercaderías, no llegarían a España. -- si la encomienda fuese abolida, México sólo podría continuar siendo español mediante el establecimiento de una estructura militar férrea, lo cual no supondría un mejoramiento en la relación con los indígenas. -- sostenía que la verdadera razón del aniquilamiento de los indígenas radicaba en quienes debían administrar justicia, que lo hacían de modo deficiente.
Cortés entiende que era necesario establecer en México una estructura de frontera, una estructura señorial, a lo cual no estaba dispuesta la Corona. Pero, paradójicamente, la tradición que proviene de la Reconquista peninsular, se acomodaba perfectamente a la necesaria organización que era preciso dar a una fórmula incipiente de Estado, que debería oscilar y gravitar con un criterio moderno de unidad y centralización. En efecto, la clarividencia de Cortés, consiste en darse cuenta que no podía proyectarse sobre México la tradición de las comunidades --que habían quedado derrotadas en esos mismos años-- sino el criterio peculiar de la monarquía española, que era el de la unidad nacional que imponiéndose por encima de fueros y tradiciones, se pusiese en relación con la exigencia de homogeneización de un mercado unitario, una coincidencia de intereses comunes. Y sobre todo, sobre un fondo de carácter mercantilista, que ya no podía apoyarse en organizaciones estamentales o corporativas de raíz medieval39. En rigor, la política de Hernán Cortés equivalía a una política de hecho consumado que hubo de molestar profundamente a los círculos cortesanos, tanto nobiliarios como burocráticos. Por su parte, los empecinados velazquistas, hicieron llegar continuas denuncias hasta el Consejo real respecto a los propósitos de Hernán Cortés de crear un gran feudo personal. Todo ello condujo a la decisión de organizar una Audiencia, que llegó a México en 1528, con su presidente al frente Nuño de Guzmán.
De los cuatro oidores, dos murieron durante el viaje y los otros dos --Diego Delgadillo y Juan Ortiz de Matienzo-- serán la plataforma de los velazquistas para lanzarse de lleno a una política claramente anti-cortesiana. A su vez, esta conducta, encontró una ferviente oposición en la venerable figura del nuevo obispo de México, fray Juan de Zumárraga. De este modo se produjeron muy tempranamente --aunque fuera del espacio cronológico abarcado por las Cartas de relación--, los grupos políticos institucionalmente estructurados en torno al hecho político que era México y la configuración del Estado, o, por mejor decir, donde se había aplicado el primer diseño de un Estado indiano. En efecto, este primer diseño --que apenas sí corresponde en este lugar y con relación a la temática que estamos exponiendo referido fundamentalmente al conjunto de ideas reiteradamente expuestas por Hernán Cortés, en orden a la configuración de una agrupación humana, de una comunidad nueva, en la que los lazos de solidaridad fuesen de particular intensidad-- cumplía las condiciones que han sido señaladas modernamente40 como características embrionarias del Estado: -- acentuada división de trabajo entre los gobernadores (legislar, aplicar, resolver). -- un sistema organizado de sanciones. -- la mayor fuerza de prestigio para hacer ejecutar sanciones y disposiciones. Por otra parte, se preocupa intensamente Cortés de que los lazos de solidaridad se extendiesen a todo el territorio integrado, pero sobre todo, particularizó y enfatizó en cuanto se refería al establecimiento de esos lazos de solidaridad con la Corona, no sólo a través de una lealtad sin tacha, sino también creando las condiciones objetivas para la afirmación de una identidad, mediante la comunidad histórica, que se apreció, sobre todo, en la gigantesca labor llevada a cabo por los franciscanos en México.
También es factible seguir --aunque, insisto, no es aquí el momento oportuno para ello-- el diseño del Estado nuevo establecido en México por Hernán Cortés, en el mismo empeño de superioridad de las relaciones entre el Estado, centrado en la Corona, y las otras comunidades indígenas semi-integradas, o todavía no, en la órbita de dicho sistema. Es evidente que el Estado tiende a la absorción de las comunidades más pequeñas y, en este sentido, Cortés debe inscribirse en la tradición más radicalmente española de la idea de unidad centralización. Es también en ello un típico hombre de mentalidad renacentista, pero de formación medieval-reconquistador. En tal sentido, hemos de llamar la atención --desde el punto de vista político-- sobre los planos que se superponen en las actitudes cortesianas: Uno, muy peculiar, que adquiere gradación creciente a lo largo de la secuencia de las Cartas de relación, en la cual destacan tres estructuras éticas, de condicionamiento germinal de Estado: I. La tesis de la transmisión de la soberanía, con la correspondiente afirmación del mantenimiento de la fidelidad al Rey y la lealtad a la Corona. II. La paz como alternativa de afirmación ante la guerra, con extensión del perdón para los indios rebeldes e incorporación al concepto de súbditos de la Corona. III. Exaltación de una misión comunitaria, pero con la afirmación, sin vacilaciones, del privilegio individual del mando. El otro plano, radica en la programación de gobierno que abarca importantes tendencias hasta crear un denso programa de profundo sentido planificador: Preocupación por la defensa de los habitantes de Veracruz, su amparo y derechos a recaudar, acordados por el Regimiento de la Villa.
Ordenanzas militares, dadas en Tlaxcallan. Directrices para la convivencia ciudadana. Ordenanzas para la organización y convivencia de los vecinos y habitantes de la Nueva España. Ordenanzas para el buen tratamiento y régimen de los indios. Normas arancelarias y precios para los venteros de la ruta de Veracruz a México. Donación de tierras a las hijas de Moctezuma. Hospitales y beneficencia. Compensaciones por préstamos. El pensamiento de Cortés --su profundo sentido de servicio a la Corona-- queda de manifiesto en el Memorial de servicios que, por orden del Rey, le presentó en 1528, con motivo de ser recibido en Toledo por S.M. el Rey de las Españas, Carlos I. En esa oportunidad, en lugar de la relación pormenorizada de sus muchos méritos, escribía Cortés: Mandóme V. M. que mi memoria o petición fuese enderezada a dos fines, en uno habiendo V. M. de servirse de mí en aquellas partes, el otro en estos reynos; y porque a cualquiera de estos dos efectos lo que dijere ha de ser pedir, y esto ha de ser según V. M., o según yo, y si según yo, ya he confesado que tengo más obligación de servir que razón de demandar, y si según V. M. ¿qué podré pedir que a esto satisfaga? Lo que hace es una profunda reflexión de lo que le parece conveniente para el mantenimiento y la elevación política de los vasallos de la Nueva España. Mario Hernández Sánchez-Barba Madrid, marzo de 1985