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Datos principales
Rango
Alejandro Magno
Desarrollo
Mantener una flota capaz de garantizar la autonomía político-económica de un Estado resultaba una carga inmensa, aunque necesaria. El caso más destacado fue Atenas , donde sostener la talasocracia llegó a suponer más de la mitad de la recaudación de tributos de sus Estados vasallos. Al no ser autosuficiente y tener que abastecerse mediante la importación de productos de primera necesidad, esta sangría le era inevitable; de hecho, una de las misiones de la flota ateniense era la escolta de convoyes, siendo imprescindibles los provenientes de Macedonia y del Mar Negro; los primeros aportaban a los astilleros las maderas necesarias para la construcción naval (la pescadilla que se muerde la cola); los segundos abastecían de grano a la polis. La armada también era el instrumento para imponer el poder metropolitano entre sus aliados, permitiendo la recaudación de tributos, además de mantener las rutas comerciales limpias de piratas. La construcción de la flota e instalaciones navales, en Atenas se debió a la iniciativa de Temístocles y a la fortuna de haberse hallado unas minas de plata en Laurion , al sureste de Atenas (primer cuarto del siglo V a.C.). El producto de este yacimiento financió la construcción del imperio marítimo ateniense. ¿Cuál podría ser el coste de un trirreme? En moneda de la época se sabe que era unos dos talentos (alrededor del siglo V a.C). Se estima que, actualizado, estaría entre 160 y 240 millones de pesetas.
La reconstrucción que se hizo de un trirreme, el Olympias, costó unos 700.000 dólares de 1986 y se tardó dos años en finalizarla. Los astilleros de EI Pireo llegaron a botar seis trirremes al mes; siendo diez trirremes nuevos al año la cantidad prevista necesaria para mantener la flota. Más importante que el precio del barco nuevo era el coste para hacerlo operativo (repuestos, mantenimiento, salarios, etc.). El solo hecho de sufragar la tripulación de un barco operativo suponía un desembolso de 40.000 a 50.000 dracmas en los ocho meses en que era posible la navegación (unos 600/ 850 millones de pesetas). Es cierto que Atenas era una polis rica. Su política económica, que favorecía la instalación de empresas extranjeras en su territorio, los peajes e impuestos ala actividad comercial de El Pireo y las propias exportaciones de productos de lujo, suponían ingresos elevados. A ellos deben sumarse los ingresos tributarios. Durante el primer año de la Guerra del Peloponeso, éstos fueron de 500 talentos, que se incrementaron a unos 1.000 ó 1.500 durante el cuarto año bélico. En ese mismo período, la flota ateniense constaba de unos 300 navíos, de los cuales un centenar era completamente operativo, lo que suponía unos 800 talentos al año. Teniendo en cuenta que en esta época Atenas, debía contar con 200.000 ó 300.000 habitantes, incluyendo esclavos y extranjeros, la carga de mantener la marina debió ser inmensa; por un lado, económicamente, tal esfuerzo era insostenible a largo plazo, así se explica que recurriesen al sistema del trierarca para costear la armada; por otro, los recursos humanos imprescindibles para equipar los barcos se elevaban, al menos, a un diez por ciento de la población total; pero la exigencia era aún mayor, porque sólo servían los jóvenes y sanos.
Debido al elevado costo de los barcos, era habitual su reciclaje o el de algunas de sus partes, en especial el espolón. Después de una batalla, la recuperación de los restos por parte del vencedor era una labor prioritaria. Las tormentas y continuos combates hacían que la flota se renovase con cierta frecuencia, aunque se sabe de barcos que llegaron a permanecer en activo más de veinte años. Al final de su vida útil, algunos trirremes se modificaban, dejando sólo a los thranites tras eliminar los dos órdenes inferiores. El espacio ganado en la bodega se usaba para el transporte, en especial de caballos. El autor de este artículo -Rafael Rebolo Gómez- no ha encontrado información sobre el coste ecológico de crear y mantener una flota en cuanto a superficie deforestada. Para quien desee realizar algún cálculo, sirvan dos anotaciones: el volumen de madera, en tableros de calidad, necesario para el casco de un trirreme rondaría los 20 m3.; con el sistema de obtención de tablones a partir de árboles usado a lo largo de la Edad Media, el aprovechamiento estaba en torno al 25 ó 30% (ramaje aparte) del volumen talado, y no hay motivo para pensar que en la Antigüedad fuese mejor. Se supone que los remos estaban realizados de una sola pieza, y que cada trirreme poseía unos doscientos (incluyendo repuestos). Cabe pensar que el sobrante de madera se dedicase a otros menesteres, aprovechándose la desechada por los astilleros para el suministro de leña a fundiciones y consumo particular.
La reconstrucción que se hizo de un trirreme, el Olympias, costó unos 700.000 dólares de 1986 y se tardó dos años en finalizarla. Los astilleros de EI Pireo llegaron a botar seis trirremes al mes; siendo diez trirremes nuevos al año la cantidad prevista necesaria para mantener la flota. Más importante que el precio del barco nuevo era el coste para hacerlo operativo (repuestos, mantenimiento, salarios, etc.). El solo hecho de sufragar la tripulación de un barco operativo suponía un desembolso de 40.000 a 50.000 dracmas en los ocho meses en que era posible la navegación (unos 600/ 850 millones de pesetas). Es cierto que Atenas era una polis rica. Su política económica, que favorecía la instalación de empresas extranjeras en su territorio, los peajes e impuestos ala actividad comercial de El Pireo y las propias exportaciones de productos de lujo, suponían ingresos elevados. A ellos deben sumarse los ingresos tributarios. Durante el primer año de la Guerra del Peloponeso, éstos fueron de 500 talentos, que se incrementaron a unos 1.000 ó 1.500 durante el cuarto año bélico. En ese mismo período, la flota ateniense constaba de unos 300 navíos, de los cuales un centenar era completamente operativo, lo que suponía unos 800 talentos al año. Teniendo en cuenta que en esta época Atenas, debía contar con 200.000 ó 300.000 habitantes, incluyendo esclavos y extranjeros, la carga de mantener la marina debió ser inmensa; por un lado, económicamente, tal esfuerzo era insostenible a largo plazo, así se explica que recurriesen al sistema del trierarca para costear la armada; por otro, los recursos humanos imprescindibles para equipar los barcos se elevaban, al menos, a un diez por ciento de la población total; pero la exigencia era aún mayor, porque sólo servían los jóvenes y sanos.
Debido al elevado costo de los barcos, era habitual su reciclaje o el de algunas de sus partes, en especial el espolón. Después de una batalla, la recuperación de los restos por parte del vencedor era una labor prioritaria. Las tormentas y continuos combates hacían que la flota se renovase con cierta frecuencia, aunque se sabe de barcos que llegaron a permanecer en activo más de veinte años. Al final de su vida útil, algunos trirremes se modificaban, dejando sólo a los thranites tras eliminar los dos órdenes inferiores. El espacio ganado en la bodega se usaba para el transporte, en especial de caballos. El autor de este artículo -Rafael Rebolo Gómez- no ha encontrado información sobre el coste ecológico de crear y mantener una flota en cuanto a superficie deforestada. Para quien desee realizar algún cálculo, sirvan dos anotaciones: el volumen de madera, en tableros de calidad, necesario para el casco de un trirreme rondaría los 20 m3.; con el sistema de obtención de tablones a partir de árboles usado a lo largo de la Edad Media, el aprovechamiento estaba en torno al 25 ó 30% (ramaje aparte) del volumen talado, y no hay motivo para pensar que en la Antigüedad fuese mejor. Se supone que los remos estaban realizados de una sola pieza, y que cada trirreme poseía unos doscientos (incluyendo repuestos). Cabe pensar que el sobrante de madera se dedicase a otros menesteres, aprovechándose la desechada por los astilleros para el suministro de leña a fundiciones y consumo particular.