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Datos principales
Rango
EdadBronce
Desarrollo
Un fenómeno relacionado con las redes de intercambio y las relaciones entre comunidades humanas a larga distancia se ha planteado para los últimos siglos del tercer milenio en Europa central y occidental , en relación con el denominado fenómeno campaniforme. El planteamiento inicial en torno a este tema estuvo determinado por la asunción de una postura teórica basada en la aparición de un tipo cerámico o un conjunto de rasgos que se presentan reiteradamente asociados (un tipo de vasija con forma de campana invertida, con técnicas, motivos y distribución de la decoración homogénea, aunque cambiante en el tiempo, asociado a un característico tipo de enterramiento , siempre individual, con una marcada tendencia en la orientación de los individuos inhumados y compartiendo elementos del ajuar de forma normalizada: puñales de cobre con enmangue de lengüeta, placas de arquero de piedra con perforaciones y botones de hueso con perforación en V), que se interpretaba siempre como evidencia de un cambio cultural provocado por la llegada de un nuevo pueblo. En el caso del campaniforme, este pueblo se ponía en relación con el grupo que desde las etapas orientales había llevado a toda Europa del Este y Norte el complejo de cerámicas cordadas, constituido por tumbas individuales bajo túmulo, con ajuares formados por vasos cerámicos decorados por impresión de cuerdas y acompañados de hachas de piedra con un agujero para su enmangue.
Esta explicación ha sido en parte superada por la toma de conciencia expresada por Renfrew: "cuando los arqueólogos modernos dividen el mapa prehistórico en culturas, están adoptando una serie de decisiones arbitrarias... las culturas arqueológicas supuestamente identificadas son simplemente el resultado de los esfuerzos taxonómicos del arqueólogo: no tiene necesariamente que haber más realidad que ésa. Así que estas culturas probablemente no tuvieron ninguna realidad en la época en cuestión". Esto llevo a considerar que la existencia de una cultura campaniforme, o cordada previa, que en su versión más extrema se había considerado un pueblo, con su etnia y su lengua indoeuropea, debía ser revisado y enfocado de una manera muy diferente. En un apretado resumen, dos posturas fundamentales, con enfoques aparentemente diferentes, se han desarrollado en los dos últimos decenios. La primera, representada por el llamado modelo holandés y sus seguidores, que intentan sobre todo establecer una secuencia evolutiva y una cronología precisa para el fenómeno. Lanting y Van der Waals defienden un origen: el Bajo Rin para el campaniforme, desde donde se difundirían al resto de Europa central y fachada marítima occidental. Según Harrison habría que distinguir dos grupos, uno más antiguo, el marítimo, de origen holandés, y otro centroeuropeo, más tardío, que añade elementos como puñales de cobre, botones de hueso con perforación en V y brazaletes de arquero, que es el que se expande por toda Europa central y occidental.
El segundo enfoque hace referencia al significado del campaniforme en las sociedades donde se documentan, dándole un papel especial como símbolo de estatus. Esta postura, defendida por primera vez por S. Shennan para el campaniforme de Europa central, es aceptada por Harrison, Clarke y Callay. Estos dos últimos, superando el concepto de grupo campaniforme, establecen una nueva orientación hablando ahora de red campaniforme, en la que hay que incluir los problemas relacionados con el papel que juegan estos tipos de cerámicas en los grupos que las poseen, su valor, dada su rareza y calidad, su relación con vías de comunicación y los aspectos sociales, económicos y ambientales de las comunidades indígenas, aunque se continúa admitiendo el centro de origen holandés y un limitado movimiento de población portadora del Campaniforme. Esta orientación se considera como una interpretación funcionalista del Campaniforme y el complejo de objetos asociados, ya que se les otorgan una serie de funciones determinadas, como símbolos de prestigio, poder, estatus y rango, transmitiendo un mensaje de integración cultural de ámbito casi paneuropeo, en palabras de Martínez Navarrete. En definitiva y siguiendo los planteamientos de Martínez Navarrete, la nueva versión de las redes campaniformes en un mismo intento de explicar la extensión tan extraordinaria alcanzada por el complejo campaniforme y su pretendida unidad, ahora desde perspectivas funcionalistas, y sin plantearse la cuestión básica del por qué.
Desde esta óptica, no interesa de manera prioritaria el origen o los mecanismos de distribución del Campaniforme, sino en qué procesos sociales y económicos están involucradas las sociedades europeas de finales del tercer milenio y comienzos del segundo, donde el Campaniforme sólo sería un dato más a tener en cuenta en función de esta problemática. Esta nueva perspectiva podría significar la desaparición del problema Campaniforme como tal. El papel del intercambio es, pues, diferente, dado el carácter del tipo de producto que se intercambie y sobre todo el uso social que esos productos puedan recibir por parte de las sociedades implicadas. Durante este periodo se pueden observar redes de comercio que funcionan a veces a largas distancias, pero que en un principio parecen intercambiar productos y materias primas destinadas a crear una interdependencia entre grupos sociales que, por las condiciones de demografía y de cohesión, necesitan establecer una serie de alianzas que permitan asegurar la subsistencia y la reproducción social. Por ello, no sólo se aportarán los productos que son visibles en el registro y en forma de útiles, objetos de adorno, herramientas o armas, que son los que aseguran esas relaciones y que se amortizan en forma colectiva, sino todos aquellos, visibles o no, que son necesarios para el mantenimiento de sociedades más o menos igualitarias, aún reñidas por las relaciones de parentesco. A lo largo del tercer milenio pueden producirse modificaciones en cuanto al control y sentido de los intercambios, modificaciones que no son fácilmente detectables en los productos que se intercambien, sino en el contexto de las sociedades que los ponen en circulación o los reciben.
Esta explicación ha sido en parte superada por la toma de conciencia expresada por Renfrew: "cuando los arqueólogos modernos dividen el mapa prehistórico en culturas, están adoptando una serie de decisiones arbitrarias... las culturas arqueológicas supuestamente identificadas son simplemente el resultado de los esfuerzos taxonómicos del arqueólogo: no tiene necesariamente que haber más realidad que ésa. Así que estas culturas probablemente no tuvieron ninguna realidad en la época en cuestión". Esto llevo a considerar que la existencia de una cultura campaniforme, o cordada previa, que en su versión más extrema se había considerado un pueblo, con su etnia y su lengua indoeuropea, debía ser revisado y enfocado de una manera muy diferente. En un apretado resumen, dos posturas fundamentales, con enfoques aparentemente diferentes, se han desarrollado en los dos últimos decenios. La primera, representada por el llamado modelo holandés y sus seguidores, que intentan sobre todo establecer una secuencia evolutiva y una cronología precisa para el fenómeno. Lanting y Van der Waals defienden un origen: el Bajo Rin para el campaniforme, desde donde se difundirían al resto de Europa central y fachada marítima occidental. Según Harrison habría que distinguir dos grupos, uno más antiguo, el marítimo, de origen holandés, y otro centroeuropeo, más tardío, que añade elementos como puñales de cobre, botones de hueso con perforación en V y brazaletes de arquero, que es el que se expande por toda Europa central y occidental.
El segundo enfoque hace referencia al significado del campaniforme en las sociedades donde se documentan, dándole un papel especial como símbolo de estatus. Esta postura, defendida por primera vez por S. Shennan para el campaniforme de Europa central, es aceptada por Harrison, Clarke y Callay. Estos dos últimos, superando el concepto de grupo campaniforme, establecen una nueva orientación hablando ahora de red campaniforme, en la que hay que incluir los problemas relacionados con el papel que juegan estos tipos de cerámicas en los grupos que las poseen, su valor, dada su rareza y calidad, su relación con vías de comunicación y los aspectos sociales, económicos y ambientales de las comunidades indígenas, aunque se continúa admitiendo el centro de origen holandés y un limitado movimiento de población portadora del Campaniforme. Esta orientación se considera como una interpretación funcionalista del Campaniforme y el complejo de objetos asociados, ya que se les otorgan una serie de funciones determinadas, como símbolos de prestigio, poder, estatus y rango, transmitiendo un mensaje de integración cultural de ámbito casi paneuropeo, en palabras de Martínez Navarrete. En definitiva y siguiendo los planteamientos de Martínez Navarrete, la nueva versión de las redes campaniformes en un mismo intento de explicar la extensión tan extraordinaria alcanzada por el complejo campaniforme y su pretendida unidad, ahora desde perspectivas funcionalistas, y sin plantearse la cuestión básica del por qué.
Desde esta óptica, no interesa de manera prioritaria el origen o los mecanismos de distribución del Campaniforme, sino en qué procesos sociales y económicos están involucradas las sociedades europeas de finales del tercer milenio y comienzos del segundo, donde el Campaniforme sólo sería un dato más a tener en cuenta en función de esta problemática. Esta nueva perspectiva podría significar la desaparición del problema Campaniforme como tal. El papel del intercambio es, pues, diferente, dado el carácter del tipo de producto que se intercambie y sobre todo el uso social que esos productos puedan recibir por parte de las sociedades implicadas. Durante este periodo se pueden observar redes de comercio que funcionan a veces a largas distancias, pero que en un principio parecen intercambiar productos y materias primas destinadas a crear una interdependencia entre grupos sociales que, por las condiciones de demografía y de cohesión, necesitan establecer una serie de alianzas que permitan asegurar la subsistencia y la reproducción social. Por ello, no sólo se aportarán los productos que son visibles en el registro y en forma de útiles, objetos de adorno, herramientas o armas, que son los que aseguran esas relaciones y que se amortizan en forma colectiva, sino todos aquellos, visibles o no, que son necesarios para el mantenimiento de sociedades más o menos igualitarias, aún reñidas por las relaciones de parentesco. A lo largo del tercer milenio pueden producirse modificaciones en cuanto al control y sentido de los intercambios, modificaciones que no son fácilmente detectables en los productos que se intercambien, sino en el contexto de las sociedades que los ponen en circulación o los reciben.