El beaterio de Santa Catalina de Siena
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Datos principales
Desarrollo
Los primeros intentos de fundar un beaterio para terciarias dominicas en Manila tuvieron lugar en 1633 con ocasión de una manda que había dejado Agustina de Morales, pero la posibilidad de perjudicar al convento de Santa Clara o al de San Francisco impidió su realización. En la negativa real pesaba también la preocupación de que los hijos de españoles encontraran dificultades para tomar esposa. El beaterio, por tanto, no se constituyó aunque ya contaba con donaciones y la aprobación del obispo de Cebú, gobernador en sede vacante del Arzobispado de Manila. Fue, sin embargo, el tesón de cuatro mujeres el que conseguiría definitivamente la creación de un beaterio de terciarias dominicas. En principio el beaterio no tenía una finalidad educativa sino simplemente el recogimiento de mujeres que quisieran dedicarse a una vida de oración y penitencia como terciarias dominicas. La iniciativa partió de una mujer mestiza, Francisca de Fuentes, nacida en Manila e hija de padre español y madre mestiza. Viuda desde muy joven, decidió dedicarse a la oración y a cuidar de los pobres y enfermos de la ciudad. En 1662 fue admitida como terciaria dominica, con el nombre de Francisca del Espíritu Santo. Cuatro años más tarde, solicitó con otras tres mujeres vivir juntas en una comunidad de oración, solicitud que fue aprobada por el Maestro General de la Orden de Predicadores en 1668. Sus compañeras de fundación eran Antonia de Esquerra, María Ana de Fuentes -hermana de Francisca- y Sebastiana Salcedo.
Para desarrollar el proyecto tuvieron que hacer frente a algunas dificultades. Una de ellas fue el traslado a Bataan del Director de la Orden Terciaria, Fr. Juan de Santamaría, que apoyaba fervientemente los deseos de estas mujeres. El nuevo Director, Fr. Juan de Santo Domingo no aprobaba la formación del Beaterio y rechazaba las propuestas de las beatas. Ellas seguían insistiendo convencidas de que el Beaterio sería una realidad a pesar de las trabas puestas por los hombres. Fr. Juan de Santo Domingo fue cambiando de actitud ante la perseverancia y hechos de santidad de las beatas y se convirtió en uno de los principales impulsores del Beaterio. Bajo su dirección la Madre Francisca y sus compañeras comenzaron a vivir en la casa de la Madre Antonia Esquerra quien por entonces ya había muerto. La inauguración solemne del beaterio tuvo lugar el 30 de mayo de 1696. Las primeras beatas -Francisca de Fuentes, María y Rosa de Santa María- se comprometieron ante el provincial de Santo Domingo a guardar los votos de pobreza, castidad y obediencia y a observar la Regla que el provincial había formado, conjugando la regla de la Tercera Orden, las constituciones de las monjas y las Ordenaciones Primordiales de la Provincia del Santísimo Rosario. Dos años después el capítulo de la Orden lo recibió como establecimiento propio y sometido a su jurisdicción, bajo la advocación de Santa Catalina de Siena. El beaterio quedó constituido como un recogimiento de quince mujeres "parte españolas, parte reputadas por tales" (quince en honor a los misterios del Rosario), que profesaban votos y vivían en comunidad bajo la dirección espiritual de la Orden de Predicadores.
El beaterio tuvo muchos problemas derivados de irregularidades en su fundación y de conflictos jurisdiccionales entre el arzobispo y los dominicos. Llegaron a ser tan graves que en 1702 el arzobispo, Don Diego Camacho, al no conseguir de los dominicos que el beaterio quedara bajo jurisdicción episcopal, disolvió la comunidad y excomulgó las beatas. Para evitar el escándalo renunciaron a su hábito y consintieron en ser acogidas en el colegio de Santa Potenciana, protegidas por el Gobernador General, hasta que se resolviera el conflicto. El "exilio de Babilonia", como lo llamaron, duró dos años. El conflicto terminó con la refundación canónica del centro en el que se impuso la clausura papal. Solucionado el conflicto, el propio arzobispo se preocupó de garantizar su supervivencia. Solicitó la aprobación real de la fundación, que se había visto además favorecida por la generosidad de un benefactor, el general de caballería Juan de Escaño. Testó a favor del centro en el que entrarían solo quince españolas pobres, con preferencia de hijas de soldados pobres, para que actuaran como maestras de indias y mestizas. Era su voluntad que se observara la clausura, que estuviera bajo la dirección de los dominicos y la protección real. Para ello renunció al Patronato que las leyes le reconocían en su calidad de fundador. La Real Cédula de 1714 autorizaba el recogimiento bajo ciertas condiciones. Sin embargo, la audiencia suspendió la ejecución de la cédula y, por su parte, los dominicos supieron conseguir el cambio de los requisitos exigidos con gran habilidad, hasta acomodar la fundación a sus intereses.
En 1715 la Corona volvió a ordenar la conservación del beaterio "como en su primera intentada fundación" y bajo el Real Patronato. En 1732 una nueva cédula autorizaba al beaterio a tener campana e iglesia siempre que la Orden de Predicadores renunciara formalmente a convertir el centro en un convento, a lo que ésta se acomodó. Así pues persistía la prohibición de observar en el beaterio clausura papal. Fue entonces cuando el beaterio compró la iglesia del Colegio de San Juan de Letrán, que estaba contigua a él. Desde la vuelta en 1706 el Beaterio se constituyó como Beaterio-Colegio en el que se admitían a niñas españolas, mestizas e indias. Se les enseñaba doctrina cristiana, leer, escribir, Aritmética, Música, coser y bordar. En 1865 llegó a Santa Catalina el primer grupo de dominicas españolas para hacerse cargo de la formación de las beatas. Siete años después las beatas de Santa Catalina estaban preparadas para marchar a China en auxilio de los misioneros dominicos. En 1872 se hicieron cargo de la Santa Infancia de Fukien y unos años más tarde de las de Aupoa (1889), Emuy y Kamboe (1890). Entre 1890 y 1892 abrieron escuelas de primeras letras y colegios de segunda enseñanza en Lingayén, Dagupán, Vigan y Tuguegarao (todos ellos en Luzón). En 1895 crearon en Manila la Escuela Normal Superior de Magisterio para mujeres.
Para desarrollar el proyecto tuvieron que hacer frente a algunas dificultades. Una de ellas fue el traslado a Bataan del Director de la Orden Terciaria, Fr. Juan de Santamaría, que apoyaba fervientemente los deseos de estas mujeres. El nuevo Director, Fr. Juan de Santo Domingo no aprobaba la formación del Beaterio y rechazaba las propuestas de las beatas. Ellas seguían insistiendo convencidas de que el Beaterio sería una realidad a pesar de las trabas puestas por los hombres. Fr. Juan de Santo Domingo fue cambiando de actitud ante la perseverancia y hechos de santidad de las beatas y se convirtió en uno de los principales impulsores del Beaterio. Bajo su dirección la Madre Francisca y sus compañeras comenzaron a vivir en la casa de la Madre Antonia Esquerra quien por entonces ya había muerto. La inauguración solemne del beaterio tuvo lugar el 30 de mayo de 1696. Las primeras beatas -Francisca de Fuentes, María y Rosa de Santa María- se comprometieron ante el provincial de Santo Domingo a guardar los votos de pobreza, castidad y obediencia y a observar la Regla que el provincial había formado, conjugando la regla de la Tercera Orden, las constituciones de las monjas y las Ordenaciones Primordiales de la Provincia del Santísimo Rosario. Dos años después el capítulo de la Orden lo recibió como establecimiento propio y sometido a su jurisdicción, bajo la advocación de Santa Catalina de Siena. El beaterio quedó constituido como un recogimiento de quince mujeres "parte españolas, parte reputadas por tales" (quince en honor a los misterios del Rosario), que profesaban votos y vivían en comunidad bajo la dirección espiritual de la Orden de Predicadores.
El beaterio tuvo muchos problemas derivados de irregularidades en su fundación y de conflictos jurisdiccionales entre el arzobispo y los dominicos. Llegaron a ser tan graves que en 1702 el arzobispo, Don Diego Camacho, al no conseguir de los dominicos que el beaterio quedara bajo jurisdicción episcopal, disolvió la comunidad y excomulgó las beatas. Para evitar el escándalo renunciaron a su hábito y consintieron en ser acogidas en el colegio de Santa Potenciana, protegidas por el Gobernador General, hasta que se resolviera el conflicto. El "exilio de Babilonia", como lo llamaron, duró dos años. El conflicto terminó con la refundación canónica del centro en el que se impuso la clausura papal. Solucionado el conflicto, el propio arzobispo se preocupó de garantizar su supervivencia. Solicitó la aprobación real de la fundación, que se había visto además favorecida por la generosidad de un benefactor, el general de caballería Juan de Escaño. Testó a favor del centro en el que entrarían solo quince españolas pobres, con preferencia de hijas de soldados pobres, para que actuaran como maestras de indias y mestizas. Era su voluntad que se observara la clausura, que estuviera bajo la dirección de los dominicos y la protección real. Para ello renunció al Patronato que las leyes le reconocían en su calidad de fundador. La Real Cédula de 1714 autorizaba el recogimiento bajo ciertas condiciones. Sin embargo, la audiencia suspendió la ejecución de la cédula y, por su parte, los dominicos supieron conseguir el cambio de los requisitos exigidos con gran habilidad, hasta acomodar la fundación a sus intereses.
En 1715 la Corona volvió a ordenar la conservación del beaterio "como en su primera intentada fundación" y bajo el Real Patronato. En 1732 una nueva cédula autorizaba al beaterio a tener campana e iglesia siempre que la Orden de Predicadores renunciara formalmente a convertir el centro en un convento, a lo que ésta se acomodó. Así pues persistía la prohibición de observar en el beaterio clausura papal. Fue entonces cuando el beaterio compró la iglesia del Colegio de San Juan de Letrán, que estaba contigua a él. Desde la vuelta en 1706 el Beaterio se constituyó como Beaterio-Colegio en el que se admitían a niñas españolas, mestizas e indias. Se les enseñaba doctrina cristiana, leer, escribir, Aritmética, Música, coser y bordar. En 1865 llegó a Santa Catalina el primer grupo de dominicas españolas para hacerse cargo de la formación de las beatas. Siete años después las beatas de Santa Catalina estaban preparadas para marchar a China en auxilio de los misioneros dominicos. En 1872 se hicieron cargo de la Santa Infancia de Fukien y unos años más tarde de las de Aupoa (1889), Emuy y Kamboe (1890). Entre 1890 y 1892 abrieron escuelas de primeras letras y colegios de segunda enseñanza en Lingayén, Dagupán, Vigan y Tuguegarao (todos ellos en Luzón). En 1895 crearon en Manila la Escuela Normal Superior de Magisterio para mujeres.