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"Eso mesmo decimos que serie si alguno debuxase, o entallase, para si en piedra, o en madero ageno; ca si lo ficiese por mandato de aquel cuya era la madera, el señorio de lo que fuese asi pintado, o entallado, seria de aquel que lo mandara facer; pero debel dar su prescio, por el trabajo que llevó en pintarlo..." (Partida III, Ley XXXVII, título XXVIII).En estos términos se expresan las "Partidas" de Alfonso X el Sabio con respecto al oficio de pintor. Evidentemente, de su lectura no se extrae que exista distinción alguna entre éste y el escultor. Se desprende la misma conclusión de otros documentos, quizá algo más confusos, pero que es conveniente aportar. En 1304 un artífice llamado Nicolás de Ancona fue elegido maestro mayor de la catedral de Valencia, y quedó obligado con el cabildo: "in faciendis vitreis, imaginibus et picturis". Sin duda, tanto la primera noticia como la segunda, contradicen la idea generalizada del artista medieval especializado en un solo campo artístico. En el primer caso, una ley que está sancionando algo consuetudinario, habla de la labor pictórica y de la escultórica como actividades comunes a un solo artífice. En el segundo, un maestro se compromete a realizar imágenes, pinturas y vidrieras. Nos hallamos ante un claro paralelo del caso anterior, por cuanto la ejecución de vidrieras debe entenderse en el plano decorativo.Aunque los especialistas, en la mayoría de los casos, por no atender a la letra del documento hemos diversificado el trabajo medieval, la situación fue otra.

Si bien avanzado el siglo XIV debió tenderse más a la especialización, este hecho no permite generalizaciones, y hay suficientes casos que lo atestiguan.El francés Jean Pucelle, por ejemplo, parece haber sido además de miniaturista, orfebre; Arnolfo di Cambio dirigió los trabajos de la catedral de Florencia y fue un reputado escultor; también Lorenzo Maitani combina estas dos actividades en Orvieto; a Giotto se debe el diseño del Campanile de Florencia, quizás incluso el de la capilla Scrovegni de Padua, es pintor y probablemente también pinta vidrieras; el catalán Guillem Seguer es arquitecto, y como tal dirige las obras de construcción de la catedral de Lérida, es asimismo escultor y pintor.Aunque esta realidad obliga a presentar una historia del arte integrada, tradicionalmente no se ha hecho así. El discurso es más cómodo y más nítido si se realiza independientemente en cada uno de los campos artísticos, y por este motivo hemos optado a favor de él en las páginas que siguen. Este hecho no excluye, sin embargo, que puntualicemos adecuadamente los límites de la actividad laboral de los artistas medievales. Como tampoco el hecho de que vayamos a tratar exclusivamente las realizaciones artísticas por encargo, excluye que nos detengamos brevemente en el que sin duda fue un importante capítulo dentro de la actividad de ciertos artífices, y regular fuente de ingresos: la producción industrializada.

Recuperando de nuevo el "Blanquerna" de Llull leemos: "pasaba en esta ocasión por una calle de muchos botigueros y plateros, los cuales tenían en sus tiendas muchas copas, fuentes, aguamaniles, platos y escudillas de oro y plata y otras muchas joyas, como son sortijas, cintillos, bolsas, perlas y otras piedras preciosas". El autor nos describe una calle comercial y nos refiere, como lo hace un seguidor de Tadeo Gaddi en la tabla de San Eloy del Museo del Prado, las realizaciones que ejecutaban los orfebres por iniciativa propia y que tenían preparadas para la venta directa en sus tiendas abiertas a los transeúntes. Esta producción no fue patrimonio exclusivo de los plateros. Los inventarios "post mortem" de ciertos artistas confirman la existencia en sus talleres de un género de obras para cuya confección no había mediado contrato alguno, y una ilustración de las "Cantigas" nos ofrece un testimonio gráfico irrefutable. Se trata de la Cantiga n.° IX donde aparece el comercio de un pintor con varias tablas religiosas.A estos ejemplos pueden añadírseles otros nuevos, asimismo significativos. Es el caso de la producción seriada de elementos constructivos, que durante el siglo XIII parece haber sido regular en talleres romanos. El claustro de Sassovino en Foligno (Umbría) es resultado directo de este sistema de trabajo, que consistía en la fabricación íntegra de los elementos que componían, en este caso, el claustro en Roma, y su traslado posterior al lugar de destino donde se procedía al montaje. Un sistema de trabajo similar está en la base de los talleres gerundenses, herederos quizás de la fórmula laboral rosellonesa, que realizan desde mediados del siglo XIII también claustros y ventanas prefabricados que exportan por mar a lugares relativamente alejados, como la ciudad de Valencia.Sin embargo, aun tratándose de casos muy relevantes dentro del sistema de trabajo medieval, lo cierto es que las obras maestras no han surgido jamás de este contexto. Son siempre resultado del acuerdo particular entre el artista y el cliente, y es a estas últimas a las que prestaremos mayor atención.

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