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Datos principales


Rango

Tercer Milenio

Desarrollo


En Siria la agricultura aparece a comienzos del VIII Milenio, en yacimientos como Mureybit y Tell Bouqras en el valle medio del Éufrates, Tel Aswad y Ramad cerca de Damasco o en el ligeramente más reciente de Abu Hureyra. A partir del 7000 la ganadería adquiere una súbita importancia y se desarrollan formas de vida típicamente neolíticas. Hacia el 6000 comienza un deterioro ambiental causado por la desecación del clima, lo que obligó a un desplazamiento de los hábitats hacia el Mediterráneo y la frontera con Turquía. Allí la economía de producción comenzó a dar los excedentes suficientes como para inaugurar el proceso descrito con anterioridad para otros lugares, que se entremezcla aquí por la presencia de la cultura halafiense hacia el 5000, con una incipiente estratificación por la especialización laboral. Estas formas de vida se prolongan hasta la repentina aparición en el valle medio del Éufrates de las colonias, como Habuba Kebira y Yebel Aruda, fundadas hacia 3500 por Uruk o alguna otra ciudad sumeria. Su función era jalonar la ruta comercial que remontando el río había de penetrar en Anatolia por Malatya, de forma análoga a lo que ocurría en el este, a través de la futura ruta de Khorasán, que provoca la conexión de Elam con el mundo mesopotámico. A fines del IV Milenio, otros yacimientos situados fuera de la ruta del Éufrates, como Tell Brak o Tell Hamoukar, ponen de manifiesto el desarrollo de una cultura endógena de gran personalidad, pero con influencias de Mesopotamia meridional (algunos autores suponen que no son más que otros ejemplos de colonias).

En cualquier caso, hacia 3200 las colonias han dejado de existir, pero otras formas de vida urbana estaban gestándose y, entre ellas, cabe destacar por la importancia posterior que va a adquirir el caso de Ebla. El yacimiento de Tell Mardikh conoce su asentamiento urbano más antiguo hacia 3500, pero no será hasta el 2900 cuando adquiera una cierta relevancia, cuando el control de las rutas comerciales que unen el Mediterráneo y el Éufrates, para transportar madera, cobre y plata, provocó una aceleración del proceso de concentración del poder que desembocará en un sistema económico palacial diferente al de Egipto o Mesopotamia. Sin duda, su privilegiada situación le permitió convertirse en el centro hegemónico de toda la región sirio palestina durante la segunda mitad del III Milenio, aunque hubiera de coexistir con otros reinos más o menos independientes diseminados por la región. Entre 2400 y 2250 alcanza su apogeo esta ciudad, en la que se ha exhumado un palacio con miles de tablillas de carácter económico, administrativo, jurídico, léxico y, también, literario. Este archivo real corresponde a cinco monarcas: Igrish-Khalam, Irkab-Damu, Arrulum, Ibrium e Ibbi-Zikir, y se calcula que entre los tres últimos reinarían un total de unos cuarenta años. El último de los monarcas sería derrotado tras un ataque quizá de Naram-Sin, rey de Acad, aunque este extremo está sometido a discusión. El elemento demográfico predominante es con claridad semita noroccidental, como en toda la zona de Siria y Mesopotamia septentrional, aunque también se conserva onomástica amorrea, hurrita y acadia.

Por otra parte, se detecta una importante influencia cultural sumeria, como se pone de manifiesto en las tablillas léxicas o en el mero hecho del empleo de escritura cuneiforme. Tal influjo quizá está motivado simplemente por los contactos comerciales o tal vez esté vinculado a un tipo de relación de dependencia más amplia, si en origen el reino hubiera sido una colonia sumeria. Se ha dicho que Ebla parece una ciudad dedicada esencialmente al comercio, pero lo cierto es que al mismo tiempo controla un amplio territorio agrícola del que obtiene los recursos necesarios para el intercambio comercial. Por ello no es exagerado afirmar que la agricultura extensiva fue su principal fuente de riqueza. De ahí se obtendría el excedente necesario que, transformado, servía de base para el modelo de vida del grupo dominante. Por otra parte, no puede ser desdeñado el papel que en la estructura económica desempeñaba la ganadería. Su situación geográfica favorecía el proceso de integración productiva, entre los recursos propios y el control de bienes necesarios para la subsistencia de otros estados, que convierte a Ebla en un importante redistribuidor de bienes comerciales, función que recae en última instancia en el rey. Los datos disponibles parecen indicar que el proceso de conformación del poder unipersonal en Ebla es independiente del sumerio. En efecto, al frente del Estado se encuentra un rey, "malikum", de caracteres diferentes al de los restantes estados contemporáneos, pues la monarquía en Ebla no parece hereditaria; tan sólo Ibbi-Zikir, el último de los cinco reyes de la I dinastía que conocemos, recibe el poder de su padre.

Esta especialísima situación se ha interpretado como expresión del cambio de la monarquía electiva, propia de comunidades sedentarizadas recientemente y con un fuerte recuerdo aún de su época de seminomadismo, a la monarquía hereditaria, propia de sociedades más evolucionadas en las que la jerarquización del poder político está más consolidada. En ayuda de este criterio se puede aducir el relevante papel que se otorga a los jueces, como corporación con funciones ajenas a las del monarca e incluso, en la topografía de la ciudad, el amplio espacio correspondiente al patio de las audiencias parece indicar una actividad política del cuerpo social ajena al mundo mesopotámico. Pero es que, además, una especie de consejo de ancianos, que representa a las principales familias, participa activamente en el ejercicio del poder, lo que en opinión de algunos supone una forma de organización más articulada que en el resto de los estados contemporáneos, pero que podría entenderse mejor como una expresión adicional de la reciente adquisición de la organización estatal; se trataría del peso de la tradición de los grupos gentilicios y tribales en los que se estructuraba la sociedad preestatal. El territorio político de Ebla no era excesivamente extenso, aunque mucho mayor que el de las ciudades-estado sumerias, pues estaba rodeado por otros reinos más o menos independientes, que le impedían el acceso directo al Mediterráneo, al Éufrates, a Anatolia e incluso a Siria central. Sin embargo, sus relaciones comerciales superaban con creces esos ámbitos, como pone de manifiesto la documentación procedente del archivo real, el más rico en información de todo el Próximo Oriente coetáneo. Por lo que respecta a la religión, no es demasiado lo que se sabe, pero los dioses de Ebla corresponden al ámbito sirio, muchos de los cuales perviven hasta el primer milenio, como el dios principal, Dagan. En este sentido, la influencia sumeria apenas se deja sentir, lo que no deja de ser significativo sobre las conexiones e interferencias entre ambos mundos.

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