Díaz de Guzmán, colonizador
Compartir
Datos principales
Desarrollo
Díaz de Guzmán, colonizador El autor de La Argentina, que sin duda meditaba en su mente, no vivió las ilusiones y las tragedias de la exploración y conquista que le referían los viajes conquistadores; pero fue un, pacificador de los indios y un colonizador de las tierras nuevas. Fue amigo, en los primeros años, del varias veces gobernador Hernando Arias de Saavedra. Hemos estudiado sus ideas políticas y podemos afirmar que su rectitud fue insuperable, pero su severidad a menudo fue excesiva y, por tanto, injusta. Fue así cómo se enemistó con Díaz de Guzmán, culpable de verdaderas insignificancias. Entre tanto, en 1589, Díaz de Guzmán acompañó a Antonio de Añasco en su socorro al capitán Leyton, que venía de Brasil. Estaba cercado por cuarenta mil indios. Esta cifra nos parece exagerada y probablemente fue mucho menor; pero lo indudable es que Díaz de Guzmán, con treinta soldados, logró que Añasco rompiera el cerco de los indios y Leyton y sus hombres se salvaran. En el regreso, los indios desbarataron a Añasco. Díaz de Guzmán rescató a seis soldados y con diez arcabuceros salvó a los heridos. La actividad de Díaz de Guzmán fue en aumento. Era hombre respetado y querido. Torres de Vera y Aragón lo nombró su lugarteniente y justicia mayor. Cinco años desempeñó este cargo y en ellos trató de abrir un camino nuevo que uniese Asunción a la costa atlántica. Por culpa de los indios no pudo avanzar más allá de Villa Rica. También se ocupó de trasladar Ciudad Real, que se hallaba ubicada en un lugar estéril y enfermizo, a otro mejor.
Fue el Cabildo de Ciudad Real que suplicó un cambio de lugar a Díaz de Guzmán. Este la llevó a la boca del río Piquirí. Era el año 1590. En ese mismo año mudó de lugar a Villa Rica. Las cosechas se perdían. No se podía sembrar el algodón. Los indios encomendados no podían llegar a la ciudad, por las distancias, los ríos y los ataques de otros indios. Otra vez el Cabildo de Villa Rica pidió a Díaz de Guzmán que la cambiase de lugar. El futuro historiador la ubicó a orillas del río Ubay: punto fértil y abundante, próximo a las encomiendas, con viñas, algodonales y cañaverales, caza y pesquería. Muy cerca estaba también el río Piquirí. Dos años estuvo ocupado Díaz de Guzmán en estos trabajos. Había que dibujar planos y cuidar los fundamentos de las construcciones. Ciudad Real, en 1592, sufrió una epidemia de viruela. La colonización avanzaba lentamente. Las nuevas ciudades eran pequeños grupos de viejos conquistadores convertidos en colonos. Había muchos hijos que eran generaciones nuevas, de neoamericanos, raíces de largas genealogías. Vivían del trabajo en los campos y de lo que hacían los indios en las encomiendas. La alianza con los indígenas se buscaba como una salvación. Había que atraerlos por medio de la evangelización, del trabajo y del comercio. El visitador general, padre bachiller Rafael, pidió a Díaz de Guzmán que lo ayudase a convertir a los indios. Díaz de Guzmán remontó el río de San Salvador y tomó posesión de la tierra en nombre del rey.
Dominó a los indios alevosos y dio origen a una nueva provincia donde terminaban las tierras de los indios guaraníes. Puso mojones y llamó a la provincia Nueva Andalucía. De inmediato, en los campos de buenos pastos para ganados, a orillas del río San Salvador, fundó la ciudad de Santiago de Jerez. Era el día miércoles, 24 de marzo de 1593. El acta de fundación está redactada por un historiador con sonidos épicos. Decía: Soldados, hijosdalgo, caballeros y hombres buenos: esto hecho en nombre de nuestro rey e señor natural don Felipe de Austria, a quien Nuestro Señor muchos años guarde. Si hay alguno entre todos los que presente estáis que me contradiga esta fundación e población de esta ciudad de Santiago de Jerez, demándemelo luego y ponga la contradicción en forma que yo estoy puesto de alegar de mi justicia e de la responder e convencer enjuicio. En seguida llamó al escribano y le ordenó dar fe y testimonio de todo lo que había hecho y visto. Por último, el general Ruy Díaz de Guzmán convocó a todos los presentes a son de tambor y con la vara de la justicia en la mano se dirigió a la traza designada para la plaza pública. Allí prometió, con sus insignias de capitán, como fundador y caballero hijodalgo, premiar a los pobladores y conquistadores con las tierras y los indios. El escribano Bartolomé García dejó constancia de lo que presenciaba y la fundación quedó terminada. En esta fundación, Díaz de Guzmán gastó de su hacienda doce mil pesos.
Más de diez mil indios fueron catequizados. El gobernador don Hernando de Zárate, en 1595, volvió a designar a Díaz de Guzmán su teniente de gobernador en el Guairá. No obstante, Díaz de Guzmán tenía sus enemigos. Cuando llegó a Ciudad Real, el gobernador Diego de Zúñiga lo esperó en la plaza pública con parte del vecindario, lo hirió de una estocada, le arrebató de la mano el estandarte real, le puso dos pares de grillos y lo encerró, en una prisión. Tres meses estuvo encarcelado Díaz de Guzmán. Uno de sus enemigos, Pedro Montañez, procurador general de Villa Rica, juzgó desacertado el traslado de la ciudad y lo acusó de tener mal orden en el proceder en las cosas de justicia y gobierno. Según Montañez, Díaz de Guzmán era obstinado, arrogante, ambicioso y trataba mal a los vecinos y soldados con palabras afrentosas y feas. Una vez había hecho echar preso con cadenas Y collera a un alcalde. No admitía parecer ni consejo, presumiendo saber más que todos... Por haber estado, tiempo antes, en prisión en esa ciudad, trataba a los vecinos con insolencias y agravios. Nadie lo acusó de falta de honradez ni de ningún delito. Era, sin duda, un hombre de mal carácter que no toleraba la ignorancia ni las vanidades de tantos incapaces. El general Bartolomé de Sandoval envió a Ciudad Real al capitán Diego González de Santa Cruz y 20 soldados que sacaron de la cárcel a Díaz de Guzmán. Fue otra vez teniente de gobernador hasta que llegó el nuevo gobernador Juan Ramírez de Velazco. Este lo recibió en Asunción y le encomendó apaciguar, con 80 soldados, a los indios guaycurúes que estaban rebelados. Díaz de Guzmán cumplió con éxito su misión y volvió a Asunción. Ramírez de Velasco le hizo un juicio, de residencia que probó su buena administración y le entregó otra vez la tenencia de la ciudad de Jerez. Díaz de Guzmán hizo muchos trabajos y empadronó a los indios. Muerto Ramírez de Velazco, ocupó su lugar otra vez Hernandarias de Saavedra, que confirmó a Díaz de Guzmán en su puesto durante dos años. El gobernador que sucedió a Henandarias, Rodríguez de Valdéz, ordenó a Díaz de Guzmán dirigirse a Buenos Aires.
Fue el Cabildo de Ciudad Real que suplicó un cambio de lugar a Díaz de Guzmán. Este la llevó a la boca del río Piquirí. Era el año 1590. En ese mismo año mudó de lugar a Villa Rica. Las cosechas se perdían. No se podía sembrar el algodón. Los indios encomendados no podían llegar a la ciudad, por las distancias, los ríos y los ataques de otros indios. Otra vez el Cabildo de Villa Rica pidió a Díaz de Guzmán que la cambiase de lugar. El futuro historiador la ubicó a orillas del río Ubay: punto fértil y abundante, próximo a las encomiendas, con viñas, algodonales y cañaverales, caza y pesquería. Muy cerca estaba también el río Piquirí. Dos años estuvo ocupado Díaz de Guzmán en estos trabajos. Había que dibujar planos y cuidar los fundamentos de las construcciones. Ciudad Real, en 1592, sufrió una epidemia de viruela. La colonización avanzaba lentamente. Las nuevas ciudades eran pequeños grupos de viejos conquistadores convertidos en colonos. Había muchos hijos que eran generaciones nuevas, de neoamericanos, raíces de largas genealogías. Vivían del trabajo en los campos y de lo que hacían los indios en las encomiendas. La alianza con los indígenas se buscaba como una salvación. Había que atraerlos por medio de la evangelización, del trabajo y del comercio. El visitador general, padre bachiller Rafael, pidió a Díaz de Guzmán que lo ayudase a convertir a los indios. Díaz de Guzmán remontó el río de San Salvador y tomó posesión de la tierra en nombre del rey.
Dominó a los indios alevosos y dio origen a una nueva provincia donde terminaban las tierras de los indios guaraníes. Puso mojones y llamó a la provincia Nueva Andalucía. De inmediato, en los campos de buenos pastos para ganados, a orillas del río San Salvador, fundó la ciudad de Santiago de Jerez. Era el día miércoles, 24 de marzo de 1593. El acta de fundación está redactada por un historiador con sonidos épicos. Decía: Soldados, hijosdalgo, caballeros y hombres buenos: esto hecho en nombre de nuestro rey e señor natural don Felipe de Austria, a quien Nuestro Señor muchos años guarde. Si hay alguno entre todos los que presente estáis que me contradiga esta fundación e población de esta ciudad de Santiago de Jerez, demándemelo luego y ponga la contradicción en forma que yo estoy puesto de alegar de mi justicia e de la responder e convencer enjuicio. En seguida llamó al escribano y le ordenó dar fe y testimonio de todo lo que había hecho y visto. Por último, el general Ruy Díaz de Guzmán convocó a todos los presentes a son de tambor y con la vara de la justicia en la mano se dirigió a la traza designada para la plaza pública. Allí prometió, con sus insignias de capitán, como fundador y caballero hijodalgo, premiar a los pobladores y conquistadores con las tierras y los indios. El escribano Bartolomé García dejó constancia de lo que presenciaba y la fundación quedó terminada. En esta fundación, Díaz de Guzmán gastó de su hacienda doce mil pesos.
Más de diez mil indios fueron catequizados. El gobernador don Hernando de Zárate, en 1595, volvió a designar a Díaz de Guzmán su teniente de gobernador en el Guairá. No obstante, Díaz de Guzmán tenía sus enemigos. Cuando llegó a Ciudad Real, el gobernador Diego de Zúñiga lo esperó en la plaza pública con parte del vecindario, lo hirió de una estocada, le arrebató de la mano el estandarte real, le puso dos pares de grillos y lo encerró, en una prisión. Tres meses estuvo encarcelado Díaz de Guzmán. Uno de sus enemigos, Pedro Montañez, procurador general de Villa Rica, juzgó desacertado el traslado de la ciudad y lo acusó de tener mal orden en el proceder en las cosas de justicia y gobierno. Según Montañez, Díaz de Guzmán era obstinado, arrogante, ambicioso y trataba mal a los vecinos y soldados con palabras afrentosas y feas. Una vez había hecho echar preso con cadenas Y collera a un alcalde. No admitía parecer ni consejo, presumiendo saber más que todos... Por haber estado, tiempo antes, en prisión en esa ciudad, trataba a los vecinos con insolencias y agravios. Nadie lo acusó de falta de honradez ni de ningún delito. Era, sin duda, un hombre de mal carácter que no toleraba la ignorancia ni las vanidades de tantos incapaces. El general Bartolomé de Sandoval envió a Ciudad Real al capitán Diego González de Santa Cruz y 20 soldados que sacaron de la cárcel a Díaz de Guzmán. Fue otra vez teniente de gobernador hasta que llegó el nuevo gobernador Juan Ramírez de Velazco. Este lo recibió en Asunción y le encomendó apaciguar, con 80 soldados, a los indios guaycurúes que estaban rebelados. Díaz de Guzmán cumplió con éxito su misión y volvió a Asunción. Ramírez de Velasco le hizo un juicio, de residencia que probó su buena administración y le entregó otra vez la tenencia de la ciudad de Jerez. Díaz de Guzmán hizo muchos trabajos y empadronó a los indios. Muerto Ramírez de Velazco, ocupó su lugar otra vez Hernandarias de Saavedra, que confirmó a Díaz de Guzmán en su puesto durante dos años. El gobernador que sucedió a Henandarias, Rodríguez de Valdéz, ordenó a Díaz de Guzmán dirigirse a Buenos Aires.