Desollamiento de hombres
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Datos principales
Desarrollo
Desollamiento de hombres De veinte en veinte días es fiesta festival y de guardar, que llaman tonalli, y siempre cae el último de cada mes. Pero la mayor fiesta del año, y donde más hombres se matan y comen, es de cincuenta y dos en cincuenta y dos años. Los de Tlaxcallan y otras repúblicas celebran estas fiestas, y otras muy solemnes, de cuatro en cuatro años. El último día del mes primero, que llaman tlacaxipeualiztli, matan en sacrificio cien esclavos, la mayoría cautivos de guerra, y se los comen. Se juntaba todo el pueblo en el templo. Los sacerdotes, después de haber hecho muchas ceremonias, ponían los sacrificados uno a uno, de espaldas sobre la piedra, y vivos los abrían por el pecho con un cuchillo de pedernal; arrojaban el corazón al pie del altar como por ofrenda, untaban los rostros al Vitcilopuchtli, o a otro, con la sangre caliente, y luego desollaban quince o veinte de ellos, o menos, según era el pueblo y los sacrificados; se revestían los cueros tantos hombres honrados, así sangrientos como estaban; pues eran abiertos los cueros por las espaldas y hombros; se cosían los que viniesen justos, y después bailaban con todos los que querían. En México se vestía el rey un cuero de éstos, que fuese de cautivo principal, y regocijaba la fiesta bailando con los otros disfrazados. Toda la gente andaba tras él por verle tan fiero, o como ellos dicen, tan devoto. Los dueños de los esclavos se llevaban sus cuerpos sacrificados, con los que hacían plato a todos sus amigos; quedaban las cabezas y corazones para los sacerdotes; embuían los cueros de algodón o paja, y o los colgaban en el templo, o en palacio, como recuerdo; mas esto era habiéndolo prendido el rey, o algún tecuitli; iban al sacrificio los esclavos y cautivos de guerra con los vestidos o divisa del ídolo a quien se ofrecían; y además de esto, llevaban plumajes, guirnaldas y otras rosas, y la mayoría de las veces los pintaban o emplumaban, o cubrían en flores y hierba.
Muchos de ellos, que mueren alegres, andan bailando, y pidiendo limosna para su sacrificio por la ciudad; recogen mucho, y todo es de los sacerdotes. Cuando ya los panes estaban un palmo de altos, iban a un monte que para tal devoción tenían destinado, y sacrificaban un niño y una niña de tres años cada uno, en honor de Tlaloc, dios del agua, suplicándole devotamente por ella si les faltaba, o que no les faltase. Estos niños eran hijos de hombres libres y vecinos del pueblo; no les sacaban los corazones, sino que los degollaban. Los envolvían en mantas nuevas, y los enterraban en una caja de piedra. La fiesta de Tozoztli, cuando ya los maizales estaban crecidos hasta la rodilla, repartían cierto tributo entre los vecinos, con el que compraban cuatro esclavitos, niños de cinco hasta siete años y de otra nación. Los sacrificaban a Tlaloc para que lloviese a menudo; los encerraban en una cueva que para esto tenían hecha, y no la abrían hasta otro año. Tuvo principio el sacrificio de estos cuatro muchachos, de cuando no llovió en cuatro años, ni aun en cinco, según algunos cuentan; en cuyo tiempo se secaron los árboles y las fuentes, y se despobló mucha parte de esa tierra y se fueron a Nicaragua. El mes y fiesta de Hueitozotli, estando ya los panes criados, cogía cada uno un manojo de maíz, e iban todos a los templos a ofrecerlo con mucha bebida, que llaman atulli, y que se hace del mismo maíz; y con mucho copalli para sahumar a los dioses que crían el pan.
Bailaban toda aquella noche, y ni sacrificaban hombres ni hacían borracheras. Al principio del verano y de las aguas celebraban una fiesta que llaman Tlaxuchimaco, con todas las clases de rosas y flores que pueden; las ofrecen en el templo, enguirnaldando los ídolos con ellas. Gastan todo aquel día bailando. Para celebrar la fiesta de Tecuilhuitlh se juntaban todos los caballeros y principales personas de cada provincia en la ciudad que era la cabeza; la vigilia en la noche vestían a una mujer con la ropa e insignias de la diosa de la sal, y bailaban con ella todos. En la mañana la sacrificaban con las ceremonias y solemnidad acostumbrada, y estaban el día en mucha devoción, echando incienso en los braseros del templo. Ofrecían y, comían grandes comidas en el templo el día de Teutleco, diciendo: "Ya viene nuestro dios, ya viene". Debía de ser que llamaban al diablo a comer con ellos. Los mercaderes, que tenían templo por sí, dedicado al dios de la ganancia, hacían su fiesta en Miccailhuitl, matando muchos esclavos comprados; guardaban fiesta, comían carne sacrificada, y bailaban. Solemnizaban la fiesta de Ezalcoaliztli, que también estaba consagrada a los dioses del agua, con matar una esclava y un esclavo, no de guerra, sino de venta. Treinta días o más antes de la fiesta ponían dos esclavos, hombre y mujer, en una casa, para que comiesen y durmiesen juntos como casados, y llegado el día del festival, vestían a él las ropas y divisa de Tlaloc, y a ella las de Matlalcuie, y les hacían bailar todo el día, hasta la medianoche, que los sacrificaban; no los comían como a otros, sino que los echaban en un hoyo que para esto tenía cada templo.
En la fiesta de Uchpaniztli, sacrificaban una mujer; la desollaban y vestían el cuero a uno; el cual bailaba con todos los del pueblo dos días consecutivos, y ellos se ataviaban muy bien de mantas y plumajes. Para la fiesta de Quecholli salía el señor de cada pueblo con los sacerdotes y caballeros a caza, para ofrecer y matar todo lo que cazasen, en los templos del campo. Llevaban gran repuesto y cosas que dar a los que más fieras cogiesen, o más bravas fuesen, como decir leones, tigres, águilas, víboras y otras grandes sierpes; cogen las culebras a mano, y hablando mejor, a pies; porque se atan los cazadores la hierba picietlh a los pies, con la cual adormecen las culebras; no son tan enconadas ni ponzoñosas como las nuestras, excepto las de Almería. Cogen asimismo las culebras de cascabel, que son grandes, tocándolas con cierto palo. Sacrificaban este día todas las aves que cogían, desde águilas hasta mariposas; toda clase de animales, desde el león al ratón, y de los que andan arrastrándose, desde la culebra hasta gusanos y arañas; bailaban, y se volvían al pueblo. El día de Hatamuztli guardaban la fiesta en México entrando en la laguna con muchas barcas, y anegando un niño y una niña metidos en una acalli, para que nunca más apareciesen, sino que estuviesen en compañía de los dioses de la laguna. Comían en los templos, ofrecían muchos papeles pintados, untaban los carrillos a los ídolos con ulli, y estatua de éstas había que le quedaba una costra de dos dedos de aquella goma. Cuando hacían la fiesta de Tititlh bailaban todos los hombres y mujeres tres días con sus noches, y bebían hasta caer; mataban a muchos cautivos de los apresados en las guerras de lejanas tierras.
Muchos de ellos, que mueren alegres, andan bailando, y pidiendo limosna para su sacrificio por la ciudad; recogen mucho, y todo es de los sacerdotes. Cuando ya los panes estaban un palmo de altos, iban a un monte que para tal devoción tenían destinado, y sacrificaban un niño y una niña de tres años cada uno, en honor de Tlaloc, dios del agua, suplicándole devotamente por ella si les faltaba, o que no les faltase. Estos niños eran hijos de hombres libres y vecinos del pueblo; no les sacaban los corazones, sino que los degollaban. Los envolvían en mantas nuevas, y los enterraban en una caja de piedra. La fiesta de Tozoztli, cuando ya los maizales estaban crecidos hasta la rodilla, repartían cierto tributo entre los vecinos, con el que compraban cuatro esclavitos, niños de cinco hasta siete años y de otra nación. Los sacrificaban a Tlaloc para que lloviese a menudo; los encerraban en una cueva que para esto tenían hecha, y no la abrían hasta otro año. Tuvo principio el sacrificio de estos cuatro muchachos, de cuando no llovió en cuatro años, ni aun en cinco, según algunos cuentan; en cuyo tiempo se secaron los árboles y las fuentes, y se despobló mucha parte de esa tierra y se fueron a Nicaragua. El mes y fiesta de Hueitozotli, estando ya los panes criados, cogía cada uno un manojo de maíz, e iban todos a los templos a ofrecerlo con mucha bebida, que llaman atulli, y que se hace del mismo maíz; y con mucho copalli para sahumar a los dioses que crían el pan.
Bailaban toda aquella noche, y ni sacrificaban hombres ni hacían borracheras. Al principio del verano y de las aguas celebraban una fiesta que llaman Tlaxuchimaco, con todas las clases de rosas y flores que pueden; las ofrecen en el templo, enguirnaldando los ídolos con ellas. Gastan todo aquel día bailando. Para celebrar la fiesta de Tecuilhuitlh se juntaban todos los caballeros y principales personas de cada provincia en la ciudad que era la cabeza; la vigilia en la noche vestían a una mujer con la ropa e insignias de la diosa de la sal, y bailaban con ella todos. En la mañana la sacrificaban con las ceremonias y solemnidad acostumbrada, y estaban el día en mucha devoción, echando incienso en los braseros del templo. Ofrecían y, comían grandes comidas en el templo el día de Teutleco, diciendo: "Ya viene nuestro dios, ya viene". Debía de ser que llamaban al diablo a comer con ellos. Los mercaderes, que tenían templo por sí, dedicado al dios de la ganancia, hacían su fiesta en Miccailhuitl, matando muchos esclavos comprados; guardaban fiesta, comían carne sacrificada, y bailaban. Solemnizaban la fiesta de Ezalcoaliztli, que también estaba consagrada a los dioses del agua, con matar una esclava y un esclavo, no de guerra, sino de venta. Treinta días o más antes de la fiesta ponían dos esclavos, hombre y mujer, en una casa, para que comiesen y durmiesen juntos como casados, y llegado el día del festival, vestían a él las ropas y divisa de Tlaloc, y a ella las de Matlalcuie, y les hacían bailar todo el día, hasta la medianoche, que los sacrificaban; no los comían como a otros, sino que los echaban en un hoyo que para esto tenía cada templo.
En la fiesta de Uchpaniztli, sacrificaban una mujer; la desollaban y vestían el cuero a uno; el cual bailaba con todos los del pueblo dos días consecutivos, y ellos se ataviaban muy bien de mantas y plumajes. Para la fiesta de Quecholli salía el señor de cada pueblo con los sacerdotes y caballeros a caza, para ofrecer y matar todo lo que cazasen, en los templos del campo. Llevaban gran repuesto y cosas que dar a los que más fieras cogiesen, o más bravas fuesen, como decir leones, tigres, águilas, víboras y otras grandes sierpes; cogen las culebras a mano, y hablando mejor, a pies; porque se atan los cazadores la hierba picietlh a los pies, con la cual adormecen las culebras; no son tan enconadas ni ponzoñosas como las nuestras, excepto las de Almería. Cogen asimismo las culebras de cascabel, que son grandes, tocándolas con cierto palo. Sacrificaban este día todas las aves que cogían, desde águilas hasta mariposas; toda clase de animales, desde el león al ratón, y de los que andan arrastrándose, desde la culebra hasta gusanos y arañas; bailaban, y se volvían al pueblo. El día de Hatamuztli guardaban la fiesta en México entrando en la laguna con muchas barcas, y anegando un niño y una niña metidos en una acalli, para que nunca más apareciesen, sino que estuviesen en compañía de los dioses de la laguna. Comían en los templos, ofrecían muchos papeles pintados, untaban los carrillos a los ídolos con ulli, y estatua de éstas había que le quedaba una costra de dos dedos de aquella goma. Cuando hacían la fiesta de Tititlh bailaban todos los hombres y mujeres tres días con sus noches, y bebían hasta caer; mataban a muchos cautivos de los apresados en las guerras de lejanas tierras.