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Desde comienzos del siglo XVII, mientras los católicos, especialmente los franceses, vivían una evolución intensa y favorable de su espiritualidad, los protestantes sufrieron un importante retroceso político, al mismo tiempo que conocían un cierto agotamiento doctrinal y pastoral. En concreto, en el seno de la comunidad luterana se produjo una disparidad de opiniones acerca de la Fórmula de Concordia (1580) que había codificado y confirmado los principios doctrinales de Lutero. Los calvinistas, por su parte, aunque apostólicamente más activos, sufrieron graves disensiones en sus comunidades a causa fundamentalmente de la disputa teológica en torno al problema de la predestinación. En efecto, en las Provincias Unidas, Arminius (1560-1641) sostenía en su debate contra Gomar (1565-1641) que Dios no había querido la caída de Adán, a pesar de que Calvino mantenía la tesis contraria. Esa discusión dio lugar a la división de las iglesias calvinistas de las Provincias entre arminianos y gomaristas. La causa arminiana fue acusada de favorecer con su actitud, por su aproximación teológica, las ideas papistas; y por ello, con ocasión de la reanudación de las hostilidades contra España, el estatúder Mauricio de Nassau sometió a persecución a los arminianos. Concretamente, el pensionario de Holanda Oldenbarnevelt fue arrestado y ejecutado en 1618, mientras el sínodo convocado por los calvinistas de todos los países se reunía en Dordrecht ese mismo año para condenar el arminianismo y para volver a ratificar y proclamar la predestinación absoluta.

Idéntico problema doctrinal y teológico fue el motivo de las polémicas en las iglesias calvinistas francesas. El pastor y profesor Moisés Amyraut (1596-1664) fue censurado en varios sínodos por haber defendido un semiarminianismo tanto en sus escritos (Breve tratado de la predestinación, 1634), como en sus lecciones. El resultado de tales polémicas teológicas no fue otro que un debilitamiento de la fe protestante, en retroceso en toda Europa frente al espiritualismo católico, que se tradujo, bien en numerosas conversiones al catolicismo, bien en un progreso del indiferentismo religioso. En cualquier caso, las ideas de Arminius y de Amyraut se difundieron por otras iglesias calvinistas: en Ginebra muchos pastores decidieron seguir sus principios. A diferencia del Continente, en Inglaterra la vida espiritual de los protestantes conoció una clara intensidad, y las doctrinas reformadas experimentaron profundas modificaciones durante el siglo XVII. Junto al anglicanismo y, en ocasiones, por oposición a él, los protestantes ingleses crearon numerosas sectas, unas influidas por las nuevas corrientes continentales como el arminianismo y otras totalmente originarias de las islas. De este modo, fructificaron el baptismo, derivado del anabaptismo, y muchas sectas puritanas, algunas moderadas y otras radicales: independientes, niveladores, congregacionistas, quintamonarquianos, etc. Algunas de ellas, como las últimas, representaron una corriente apocalíptica, mientras que otras nacieron de un quietismo piadoso, semejante al que se practicaba en Francia por las mismas fechas entre ciertas comunidades católicas.

Precisamente, los cuáqueros nacieron con este espíritu. Del puritanismo tomaron, en cambio, la negativa a todo vínculo jerárquico y rechazaron de Calvino el sacerdocio y la fórmula eclesiástica de organización, pues, como quietistas, únicamente aspiraban a la manifestación de la palabra de Dios en el individuo, sin necesidad de intermediarios. Esta tendencia, que ha sido considerada como una versión religiosa del anarquismo, triunfó en Inglaterra gracias a la labor de apostolado de Jorge Fox y al sentido de la organización en el desorden de Jacobo Naylors. El ideal de los cuáqueros se basaba en un espiritualismo individualista, en un deseo constante de santificación, en la práctica del pacifismo y la no resistencia frente a la opresión, en la rigidez de la conducta, en el espíritu de caridad y de apostolado. El éxito del cuaquerismo hizo posible su implantación en las colonias inglesas de América del Norte, donde Guillermo Penn (1644-1718) impulsó la comunidad de Pennsylvania (1682) como un santo experimento protestante.

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