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Datos principales
Rango
Eco-Soc XVI
Desarrollo
Durante muchos años las teorías de Hamilton sobre la revolución de los precios gozó de un gran predicamento en la historiografía sobre los siglos XVI y XVII, sirviendo de modelo de análisis coyuntural. Este prestigio no se ha diluido del todo en nuestros días, pero las críticas formuladas contra ella obligan a una reconsideración del tema desde nuevas perspectivas. En primer lugar, es necesario reflexionar sobre el núcleo de la tesis, que sitúa la causa de la inflación en el impacto de la circulación del metal precioso americano. El ascenso de los precios en la Europa del XVI constituye un hecho probado, y su relación con la dilatación del stock monetario no parece en principio ilógica. Pero es muy posible que el carácter inflacionista de la coyuntura respondiera no sólo a causas exógenas, sino principalmente a causas endógenas. En efecto, la explicación del fenómeno puede encontrarse dentro de la propia Europa. El aumento de la demanda originado por el crecimiento poblacional no vino acompañado de un aumento paralelo de la producción. Esta situación se reflejó necesariamente en el mercado a través de una tensión inflacionista de los precios. Pierre Vilar entiende que "otros factores, además de los metales (...), pudieron hacer subir los precios en Europa sin que sea obligado explicar el aumento por el oro de América", y apunta que la segunda mitad del siglo XV "había conocido profundos cambios demográficos, agrícolas, técnicos, mineros, comerciales, financieros y políticos, sin duda más importantes para el porvenir que las modestas llegadas de oro a Lisboa y a Sevilla hasta 1530-1540".
No desestima este autor, sin embargo, que el tesoro americano y africano provocara un aumento de los precios generales. En segundo lugar, la tesis de Hamilton presenta flancos débiles desde el punto de vista metodológico. La hipótesis de que las cantidades de metal registrado en la Casa de Contratación sevillana se corresponden exactamente con las que realmente entraron en Europa procedentes de América deja a un lado los efectos del fenómeno del fraude, que no hay que despreciar, a pesar de que no alcanzó las proporciones que luego revestiría en el siglo XVII. No todo el oro ni toda la plata que llegaron fueron reglamentariamente declarados, entre otras razones para evitar los impuestos reales a que se hallaban sujetos. Tampoco cabe suponer que todo el metal remitido a la metrópoli se amonedó y circuló. Una parte considerable se tesaurizó o se empleó para usos extraeconómicos, generalmente de carácter suntuario. Gracias a ello aún hoy podemos admirar excelentes piezas de arte -generalmente sacro- labradas en magnífica plata americana. Las series de precios y salarios confeccionadas por Hamilton han sido también objeto de serias críticas. Se trata, normalmente, de precios urbanos y no de precios agrarios. Las variaciones entre unos y otros alcanzaban apreciables proporciones, entre otras razones por la atomización y desintegración de los mercados. Hamilton utilizó para establecer la evolución de los precios sevillanos la contabilidad de un hospital.
Cabe suponer que este tipo de instituciones compraban a precios contratados, diferentes de los precios libres de mercado. Por su lado, la evolución de los salarios se estableció básicamente en función de los jornales de los albañiles de Valencia, única fuente que el autor de "El tesoro americano" pudo allegar para cumplir su propósito. Se ha criticado la parcialidad de esta serie de salarios y, por tanto, su utilización como representativa de la realidad global del país. Pero una de las críticas más severas formuladas contra la tesis de Hamilton radica en la impugnación del sistema de representación gráfica de las variables que utilizó, que puede hacer errar el análisis derivado de su lectura. En efecto, Hamilton utilizó curvas aritméticas, sistema menos refinado que el de representación mediante ordenadas logarítmicas, debido a que encubre los cambios de pequeño rango y a que no permite una correcta lectura de las variaciones proporcionales de los datos representados. De esta forma, pongamos como ejemplo, el trazo que media entre un valor 50 y otro 75 será mucho más destacado que el que media entre un valor 2 y otro 4, a pesar de que el incremento proporcional es mayor en este último supuesto. De hecho, la operación efectuada por J. Nadal de trasladar los propios datos de Hamilton a un gráfico semilogarítmico arroja unos resultados diferentes a los expuestos por este último autor. La curva de los precios así representada evidencia que éstos crecieron proporcionalmente más en la primera que en la segunda mitad de la centuria, es decir, cuando menos metal precioso llegaba a España.
La cronología de la revolución de los precios defendida por Hamilton (crecimiento moderado en la primera mitad del siglo XVI, fase culminante en su segunda mitad, estancamiento a comienzos del siglo XVII) puede así perder sentido, y ello sin necesidad de poner en duda la veracidad de los datos ofrecidos por el historiador americano. Como puede advertirse no se trata de una simple cuestión cronológica: la crítica afecta al núcleo mismo de la teoría que da sustento a la tesis de Hamilton, al poner en tela de juicio la relación mecánica entre metal precioso circulante y nivel de precios. En todo caso, la crítica de Nadal pierde parte de su contundencia si se acepta que el oro y la plata americanos, a pesar de llegar en menores cantidades, circularon más en España durante la primera que durante la segunda mitad del siglo XVI, habida cuenta que en este último período la participación extranjera en el comercio de Indias creció notablemente y que, paralelamente, también aumentó la transferencia de metal a Europa sin circular dentro de la propia España y, por tanto, sin afectar directamente a su economía. Sin descartar la importancia del hecho monetario en el comportamiento de los precios, las críticas vertidas contra la obra de Hamilton tienen el valor de advertir contra los excesos de la teoría cuantitativa de la moneda y el de abrir nuevas perspectivas de cara a profundizar en el conocimiento de la coyuntura económica europea del siglo XVI.
No desestima este autor, sin embargo, que el tesoro americano y africano provocara un aumento de los precios generales. En segundo lugar, la tesis de Hamilton presenta flancos débiles desde el punto de vista metodológico. La hipótesis de que las cantidades de metal registrado en la Casa de Contratación sevillana se corresponden exactamente con las que realmente entraron en Europa procedentes de América deja a un lado los efectos del fenómeno del fraude, que no hay que despreciar, a pesar de que no alcanzó las proporciones que luego revestiría en el siglo XVII. No todo el oro ni toda la plata que llegaron fueron reglamentariamente declarados, entre otras razones para evitar los impuestos reales a que se hallaban sujetos. Tampoco cabe suponer que todo el metal remitido a la metrópoli se amonedó y circuló. Una parte considerable se tesaurizó o se empleó para usos extraeconómicos, generalmente de carácter suntuario. Gracias a ello aún hoy podemos admirar excelentes piezas de arte -generalmente sacro- labradas en magnífica plata americana. Las series de precios y salarios confeccionadas por Hamilton han sido también objeto de serias críticas. Se trata, normalmente, de precios urbanos y no de precios agrarios. Las variaciones entre unos y otros alcanzaban apreciables proporciones, entre otras razones por la atomización y desintegración de los mercados. Hamilton utilizó para establecer la evolución de los precios sevillanos la contabilidad de un hospital.
Cabe suponer que este tipo de instituciones compraban a precios contratados, diferentes de los precios libres de mercado. Por su lado, la evolución de los salarios se estableció básicamente en función de los jornales de los albañiles de Valencia, única fuente que el autor de "El tesoro americano" pudo allegar para cumplir su propósito. Se ha criticado la parcialidad de esta serie de salarios y, por tanto, su utilización como representativa de la realidad global del país. Pero una de las críticas más severas formuladas contra la tesis de Hamilton radica en la impugnación del sistema de representación gráfica de las variables que utilizó, que puede hacer errar el análisis derivado de su lectura. En efecto, Hamilton utilizó curvas aritméticas, sistema menos refinado que el de representación mediante ordenadas logarítmicas, debido a que encubre los cambios de pequeño rango y a que no permite una correcta lectura de las variaciones proporcionales de los datos representados. De esta forma, pongamos como ejemplo, el trazo que media entre un valor 50 y otro 75 será mucho más destacado que el que media entre un valor 2 y otro 4, a pesar de que el incremento proporcional es mayor en este último supuesto. De hecho, la operación efectuada por J. Nadal de trasladar los propios datos de Hamilton a un gráfico semilogarítmico arroja unos resultados diferentes a los expuestos por este último autor. La curva de los precios así representada evidencia que éstos crecieron proporcionalmente más en la primera que en la segunda mitad de la centuria, es decir, cuando menos metal precioso llegaba a España.
La cronología de la revolución de los precios defendida por Hamilton (crecimiento moderado en la primera mitad del siglo XVI, fase culminante en su segunda mitad, estancamiento a comienzos del siglo XVII) puede así perder sentido, y ello sin necesidad de poner en duda la veracidad de los datos ofrecidos por el historiador americano. Como puede advertirse no se trata de una simple cuestión cronológica: la crítica afecta al núcleo mismo de la teoría que da sustento a la tesis de Hamilton, al poner en tela de juicio la relación mecánica entre metal precioso circulante y nivel de precios. En todo caso, la crítica de Nadal pierde parte de su contundencia si se acepta que el oro y la plata americanos, a pesar de llegar en menores cantidades, circularon más en España durante la primera que durante la segunda mitad del siglo XVI, habida cuenta que en este último período la participación extranjera en el comercio de Indias creció notablemente y que, paralelamente, también aumentó la transferencia de metal a Europa sin circular dentro de la propia España y, por tanto, sin afectar directamente a su economía. Sin descartar la importancia del hecho monetario en el comportamiento de los precios, las críticas vertidas contra la obra de Hamilton tienen el valor de advertir contra los excesos de la teoría cuantitativa de la moneda y el de abrir nuevas perspectivas de cara a profundizar en el conocimiento de la coyuntura económica europea del siglo XVI.