Combate de Iztacpalapan
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Datos principales
Desarrollo
Combate de Iztacpalapan Ocho días estuvo Cortés sin salir de Tezcuco, fortaleciendo la casa en que habitaba; que toda la ciudad, por ser grandísima, no podía, y abasteciéndose por si le cercasen los enemigos, y después, como no le acometían, tomó quince de a caballo, doscientos españoles, entre los que había diez escopetas y treinta ballestas, y unos cinco mil indios amigos, y se fue orilla adelante de la laguna a Iztacpalapan derecho, que está a cinco leguas de allí. Los de la ciudad fueron avisados por los de la guarnición de Culúa, con humos que hicieron desde las atalayas, de que iban sobre ellos españoles, y metieron su ropa y las mujeres y niños en las casas que están dentro del agua; enviaron gran flota de acalles, y salieron a unas dos leguas de camino muchos, y bien armados a su manera y hechos escuadrones. No pelearon de hecho, sino que se volvieron al pueblo escaramuzando, con el pensamiento de meter y matar allí a los enemigos. Los españoles se metieron a revueltas dentro, que era lo que querían, y pelearon fuertemente hasta echar los vecinos al agua, donde muchos de ellos se ahogaron; mas como son nadadores, y no les llegaba más que al pecho, y tenían muchas barcas que los recogían, no murieron tantos como se pensaba. Todavía mataron los de Tlaxcallan más de seis mil, y si la noche no los dispersara, hubiesen matado muchos más. Los españoles recogieron algún despojo, prendieron fuego a muchas casas y se dispusieron a alojarse; pero Cortés les mandó salir fuera a más andar, aunque era muy de noche, para que no se ahogasen, pues los de la ciudad habían abierto la calzada, y entraba tanta agua que lo cubría todo; y ciertamente, si aquella noche se hubiesen quedado allí, no hubiera escapado hombre alguno de su compañía, y aun con toda la prisa que se dio, eran las nueve de la noche cuando acabaron de salir.
Pasaron el agua a volapié; perdióse todo el despojo, y se ahogaron algunos de Tlaxcallan. Tras este peligro pasaron muy mala noche de frío, porque estaban mojados, y de comida, porque no pudieron sacarla. Los de México, que sabían todo esto, cayeron sobre ellos a la mañana siguiente, y les fue forzoso irse a Tezcuco, peleando con los enemigos que los apretaban mucho por tierra, y con otros que salían del agua; y ni podían dañar a éstos, que se acogían en seguida a sus barquillos, ni se atrevían a meterse entre los otros, que eran muchos. Y así, llegaron a Tezcuco con grandísimo trabajo y hambre. Murieron muchos indios de nuestros amigos y un español, que creo fue el primero que murió peleando en el campo. Cortés estuvo triste aquella noche, pensando que con la jornada pasada dejaba mucho ánimo a los enemigos, y miedo a otros, que no se le diesen; mas luego, a la mañana siguiente, vinieron mensajeros de Otumba, donde fue la renombrada batalla que Cortés venció, según atrás se dijo, y de otras cuatro ciudades, que están a cinco o seis leguas de Tezcuco, a pedir perdón por las guerras pasadas y ofrecerse a su servicio, y a rogarle los protegiese de los de Culúa, que los amenazaban y maltrataban, como hacían a todos los que se le daban. Cortés, aunque les elogió y agradeció aquello, dijo que si no le traían atados los mensajeros de México, ni los perdonaría ni los recibiría. Tras éstos de Otumba, avisaron a Cortés que los de la provincia de Chalco querían ser sus amigos y venir a dársele, pero que no les dejaba la guarnición de Culúa, que estaba allí en su tierra.
Él despachó entonces a Gonzalo de Sandoval con veinte caballos y doscientos peones españoles, para que fuesen a tomar a los de Chalco y echar a los de Culúa. Envió también cartas a Veracruz, pues hacía mucho que no sabía de los españoles que allí estaban, por tener los enemigos cortado el camino. Fue, pues, Sandoval con su compañía. Lo primero que hizo fue procurar poner a salvo las cartas y mensajeros de Cortés, y encaminar a muchos tlaxcaltecas para que fuesen seguros a sus casas con la ropa que llevaban ganada, y luego juntarse con los de Chalco; mas cuando de ellos se apartó, los acometieron los enemigos, mataron a algunos, y les robaron buena parte del despojo. Tuvo aviso de ello Sandoval, acudió pronto allí, y remedió mucho daño, desbaratando y siguiendo a los contrarios, y así pudieron ir a Tlaxcallan y a Veracruz. Juntóse luego con los de Chalco, que, sabiendo su llegada, estaban en armas y aguardándole. Dieron todos juntos sobre los de Culúa, que pelearon mucho y bien; mas al cabo fueron vencidos, y muchos de ellos muertos. Les quemaron los ranchos y se los saquearon. Volvióse con tanto Sandoval a Tezcuco; vinieron con él unos hijos del señor de Chalco; trajeron a Cortés unos cuatrocientos pesos de oro en piezas, y llorando se disculparon, y dijeron que su padre, cuando murió, les mandó que se diesen a él. Cortés los consoló, les agradeció su deseo, les confirmó el estado, y les dio al mismo Sandoval para que los acompañase hasta su casa.
Pasaron el agua a volapié; perdióse todo el despojo, y se ahogaron algunos de Tlaxcallan. Tras este peligro pasaron muy mala noche de frío, porque estaban mojados, y de comida, porque no pudieron sacarla. Los de México, que sabían todo esto, cayeron sobre ellos a la mañana siguiente, y les fue forzoso irse a Tezcuco, peleando con los enemigos que los apretaban mucho por tierra, y con otros que salían del agua; y ni podían dañar a éstos, que se acogían en seguida a sus barquillos, ni se atrevían a meterse entre los otros, que eran muchos. Y así, llegaron a Tezcuco con grandísimo trabajo y hambre. Murieron muchos indios de nuestros amigos y un español, que creo fue el primero que murió peleando en el campo. Cortés estuvo triste aquella noche, pensando que con la jornada pasada dejaba mucho ánimo a los enemigos, y miedo a otros, que no se le diesen; mas luego, a la mañana siguiente, vinieron mensajeros de Otumba, donde fue la renombrada batalla que Cortés venció, según atrás se dijo, y de otras cuatro ciudades, que están a cinco o seis leguas de Tezcuco, a pedir perdón por las guerras pasadas y ofrecerse a su servicio, y a rogarle los protegiese de los de Culúa, que los amenazaban y maltrataban, como hacían a todos los que se le daban. Cortés, aunque les elogió y agradeció aquello, dijo que si no le traían atados los mensajeros de México, ni los perdonaría ni los recibiría. Tras éstos de Otumba, avisaron a Cortés que los de la provincia de Chalco querían ser sus amigos y venir a dársele, pero que no les dejaba la guarnición de Culúa, que estaba allí en su tierra.
Él despachó entonces a Gonzalo de Sandoval con veinte caballos y doscientos peones españoles, para que fuesen a tomar a los de Chalco y echar a los de Culúa. Envió también cartas a Veracruz, pues hacía mucho que no sabía de los españoles que allí estaban, por tener los enemigos cortado el camino. Fue, pues, Sandoval con su compañía. Lo primero que hizo fue procurar poner a salvo las cartas y mensajeros de Cortés, y encaminar a muchos tlaxcaltecas para que fuesen seguros a sus casas con la ropa que llevaban ganada, y luego juntarse con los de Chalco; mas cuando de ellos se apartó, los acometieron los enemigos, mataron a algunos, y les robaron buena parte del despojo. Tuvo aviso de ello Sandoval, acudió pronto allí, y remedió mucho daño, desbaratando y siguiendo a los contrarios, y así pudieron ir a Tlaxcallan y a Veracruz. Juntóse luego con los de Chalco, que, sabiendo su llegada, estaban en armas y aguardándole. Dieron todos juntos sobre los de Culúa, que pelearon mucho y bien; mas al cabo fueron vencidos, y muchos de ellos muertos. Les quemaron los ranchos y se los saquearon. Volvióse con tanto Sandoval a Tezcuco; vinieron con él unos hijos del señor de Chalco; trajeron a Cortés unos cuatrocientos pesos de oro en piezas, y llorando se disculparon, y dijeron que su padre, cuando murió, les mandó que se diesen a él. Cortés los consoló, les agradeció su deseo, les confirmó el estado, y les dio al mismo Sandoval para que los acompañase hasta su casa.