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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XXXV Que trata de cómo estando el general Pedro de Valdivia en la ciudad en estos negocios le vino nueva cómo habían muerto los indios a los cristianos que estaban haciendo el bergantín Como el general Pedro de Valdivia se tardó en la ciudad diez días por ser negocio tan importante, y como la gente estaba sacando el oro y haciendo el bergantín, y sirviéndoles los indios, y mostrándoles color de buenos servidores y amigos, e viendo Michimalongo lugar y coyuntura para poder hacer más a su salvo el daño que pudiese a los cristianos, envió secretamente sus mensajeros a sus indios viniesen. Luego fueron ayuntados y venidos donde el Michimalongo les había mandado. E salido el general de allí, servían los indios mejor finalmente, que cuando el servicio es trasordinario de aquellos cotidianos que ellos suelen hacer, téngase por avisado que les han de dar con el agraz y aun con la sal y salsa. Mas quiero decir que los que se sirven de estos indios han de tener y vivir con cuidado. Viendo Michimalongo que los cristianos que habían quedado allí eran pocos y el aparejo para matallos bueno, luego acometieron a hora de vísperas aunque pelearon hasta la noche, e mataron a todos los españoles que no se escapararon sino dos, que con la oscuridad de la noche huyeron. Sin ser sentidos de los indios vinieron a la ciudad. Vistos por el general y sabida la nueva, mandó en la ciudad prender todos los caciques y poner a buen recaudo, poniendo guarda sobre ellos, y dejándola en la ciudad, partió por la posta.
Cuando el general allegó, hallaron la madera del bergantín quemada y muertos trece cristianos y cuatro esclavos negros y muchos yanaconas e indias del Pirú. Los españoles que habían escapado dijeron que siete días después que de ellos se habían apartado el general, se ajuntaron tan cerca los indios de los cristianos que acometieron a tomarlos a manos. Pelearon con todo ánimo aunque carecían de armas y pugnaron vender bien sus vidas, de suerte que con la oscuridad se habían escapado e ido a la ciudad. Viendo el general que de los pocos españoles que tenía se les apocaban los indios; junto con esto consideraba que no convenía estar allí en el puerto con tan poca gente, principalmente si los indios se rehacían. Por otra parte consideraba que estaba la ciudad en tanto peligro como él por no estar dentro. Y con estas desasosegadas consideraciones se fue a la ciudad. Y éste fue el principal remedio que en semejante tiempo se requería. Y hecho se apellidaron los indios todos a una y alzáronse de nuevo y escondieron los bastimentos y lo demás que tenían. Habían los indios sembrado poco maíz y no como otras veces, con intención que viendo los españoles que había poco sembrado, no aguardarían a coger las sementeras, y viendo poco bastimento perecerían o no permanecerían en la tierra. Y si acaso quisiesen porfiar, que los matarían, por una parte con la hambre y por otra los apocarían con la guerra, la cual comenzaron a hacer muy de veras, acometiendo dentro de la ciudad, matando los yanaconas, no admitiendo en sus requerimientos y amonestaciones que los yanaconas les hacían, dándoles a entender, pues no veníamos a matarlos a ellos, que qué era la causa que mataban a sus españoles, y que si eran venidos a esta tierra era para más bien suyo, porque serían cristianos y debajo de serlo y demás de esto deprenderían de nosotros cosas virtuosas. Y con decirles esto y otras cosas, con todo seguían su mala y perversa opinión.
Cuando el general allegó, hallaron la madera del bergantín quemada y muertos trece cristianos y cuatro esclavos negros y muchos yanaconas e indias del Pirú. Los españoles que habían escapado dijeron que siete días después que de ellos se habían apartado el general, se ajuntaron tan cerca los indios de los cristianos que acometieron a tomarlos a manos. Pelearon con todo ánimo aunque carecían de armas y pugnaron vender bien sus vidas, de suerte que con la oscuridad se habían escapado e ido a la ciudad. Viendo el general que de los pocos españoles que tenía se les apocaban los indios; junto con esto consideraba que no convenía estar allí en el puerto con tan poca gente, principalmente si los indios se rehacían. Por otra parte consideraba que estaba la ciudad en tanto peligro como él por no estar dentro. Y con estas desasosegadas consideraciones se fue a la ciudad. Y éste fue el principal remedio que en semejante tiempo se requería. Y hecho se apellidaron los indios todos a una y alzáronse de nuevo y escondieron los bastimentos y lo demás que tenían. Habían los indios sembrado poco maíz y no como otras veces, con intención que viendo los españoles que había poco sembrado, no aguardarían a coger las sementeras, y viendo poco bastimento perecerían o no permanecerían en la tierra. Y si acaso quisiesen porfiar, que los matarían, por una parte con la hambre y por otra los apocarían con la guerra, la cual comenzaron a hacer muy de veras, acometiendo dentro de la ciudad, matando los yanaconas, no admitiendo en sus requerimientos y amonestaciones que los yanaconas les hacían, dándoles a entender, pues no veníamos a matarlos a ellos, que qué era la causa que mataban a sus españoles, y que si eran venidos a esta tierra era para más bien suyo, porque serían cristianos y debajo de serlo y demás de esto deprenderían de nosotros cosas virtuosas. Y con decirles esto y otras cosas, con todo seguían su mala y perversa opinión.