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Datos principales
Desarrollo
CAPITULO XXXIV Viaje del V. Padre de San Blas a México, Copia de la Carta que me escribió desde Tepic, y sucesos del camino. Luego que el V. P. Junípero se vio en tierra de Cristianos, dejando su corazón en la de los Gentiles de Monterrey, se puso en camino de San Blas para Tepic, con el Compañero que llevaba, que era un muchacho Neófito de los primeros que bautizó en Monterrey, el cual le sirvió de mucho, pora que se llevó el Indio las atenciones de todos, así por el camino, como en México, y aún del mismo Señor Virrey, que lo miraba como primicia de esta espiritual Conquista. Llegó a Tepic, y habiendo parado en el Hospicio de la Santa Cruz de la Provincia de Xalisco, me escribió la siguiente Carta. "Viva Jesús, María y José =Carísimo Amigo y mi Señor: Si V. R. ha recibido la Carta que encargué a los Padres de S. Diego escribiesen a V. R. por serme imposible el escribir, ya sabrá de mi embarque, el que por la misericordia de Dios fue feliz, pues a los quince días de hecho a la vela, dimos fondo en San Blas, y desembarcamos el día 4 del corriente. Entonces fue cuando tuve la noticia de haber admitido la total renuncia de esas Misiones. Llegado el día 7 a este Hospicio de Tepic (donde hallé a los Padres Martínez e Imaz, pues los demás ya habían salido para México) supe que V. R. me había despachado Correo para San Diego, el que llegaría poco después de mi salida. Díceme el P. Martínez que el R. P. Guardián, de veinte y tantos Ministros que todavía quedan en esas Misiones antiguas, ha destinado cuatro para las nuevas; y que V.
R. quería saber de mí si se necesitaban más. A lo que respondo: que me parece gran lástima que se hayan de ir Religiosos, que están ahora un paso, para volver de tan lejos, multiplicando gastos y trabajo. El Padre Cruzado me tiene pedida licencia, y le es muy debida por lo que ha trabajado, y no puede más. El P. Paterna, a puros ruegos míos puede que continúe, si esto toma mejor aspecto; pero la tiene también pedida. Yo tengo pedido tercero Ministro para Monterrey, para poder yo anclar, porque son allá indispensables dos Misas todos los días festivos, una para la Misión, y otra para el Presidio. Creeré se alegrarán en el Colegio se funden las de San Buenaventura, Santa Clara, y la de N. P. San Francisco, que con las providencias que espero lograr, no ha de ser difícil. Por otra parte, que en unas Misiones de tanta distancia, hubiese uno o otro supernumerario, me parece fuera muy conveniente. De todo lo cual, en resumidas cuentas, mi parecer sería, que de ocho a diez se subiesen arriba hasta mi vuelta, o primera venida de Barco, que supuesto que la tornavuelta es fácil, como de viento en popa, no se perdería mucho. Pero dirán que la comida de tantos puede dificultar mi propuesta; a lo que digo: que ahora hay que comer, y que repartidos no les ha de faltar; y espero en Dios, que en mucho menos de un año, que creo pueda tardar el sucesivo socorro, no han de perecer. También me dice el P. Martínez, que V. R. es uno de los que tienen facultad de ir por el P.
Guardián, aunque lo dejan a su elección. Si V. R. determina que allá vivamos y muramos, me será de mucho consuelo; pero sólo digo, que V. R. obre según Dios le inspirare, que yo me conformo con la Divina voluntad. También digo: que mi propuesta del sobredicho número de Ministros, es mi ánimo que tenga efecto, si el tenor de la Carta del R. P. Guardián está en términos de alguna interpretación con que tenga lugar; pero que si redondamente manda que vayan allá cuatro, y que los demás se vuelvan al Colegio, ya no digo nada, sino que Dios lo remedie; y en el ínterin, hagamos la obediencia. Si hubiese tiempo de escribir lo dicho al Padre Guardián, tener respuesta, y poderla poner en manos de V. R. antes de la salida de los Religiosos, fácilmente se componía todo; pero no considero el caso dable. Yo salgo mañana con el favor de Dios, en seguimiento de mi camino. Me encomiendo a todos mis carísimos Hermanos, conocidos, y no conocidos; y quedo rogando a Dios guarde a V. R. muchos años en su santo amor, y gracia. Hospicio de la Santa Cruz de Tepic, y Noviembre 10 de 1772. =B. L. M. de V. R. afectísimo Hermano, Amigo y Siervo =Fr. Junípero Serra. =R. P. Lector y Presidente Fr. Francisco Palou." Parece que Dios nuestro Señor como dueño de esta su mística Hacienda, atendía a los fervorosos anhelos de su diligente Mayordomo, que con tanta solicitud buscaba operarios para la espiritual labor; pues al mismo tiempo que recibí la copiada Carta, llegó a mis manos otra del R.
P. Guardián, con fecha de 11 de Noviembre (un día después de la que tenía la del V. Fr. Junípero) en contestación ala que por Septiembre le había escrito yo, proponiéndole lo mismo ira terminis que por Noviembre me dice el V. Padre, y sólo le añadía, que esperaba chanto antes su respuesta; y en caso de que se verificase la entrega de las Misiones, así lo practicaría, pues no dudaba lo diese S. R. por bien hecho; a lo que me respondió con la citada fecha las siguientes palabras: "Aprecio lo dispuesto de la ida de los Padres a Monterrey; sólo temo si querrán dar sínodo para el del Presidio". Y en vista de esta respuesta subí con otros siete, a más de los dos que había enviado; con lo que vio nuestro V. P. cumplidos sus deseos de no detener fundación alguna por falta de Ministros. Siguió el Siervo de Dios su viaje para México con el Indio Neófito de Monterrey que llevaba de Compañero, y al llegar a la Ciudad de Guadalajara, ochenta leguas distante de San Blas, y ciento y veinte de México, enfermaron ambos de un fuerte tabardillo o maligna fiebre, que obligándolos a recibir el Sagrado Viático, los puso a peligro de muerte. No sentía tanto el V. Padre la suya como la del Indio, por las resultas que podría haber en Monterrey, pues no habían de creer sus Parientes y Compatriotas que había sido natural la muerte y para evitar los atrasos que por esto se seguirían, desde luego pedía con todas veras a Dios (como me lo contó varias ocasiones) por la salud del Neófito, olvidándose de la suya.
Por lo que pudiera sucederle en el camino, había trabajado un Papel de apuntes de todo lo que consideraba oportuno se pidiese a S. ExcaÆ. el cual despachó desde Tepic al R. Padre Guardián de nuestro Colegio, por si moría en el camino; pero quiso Dios ciarle salud a su Siervo Fr. Junípero, y al mismo tiempo al Indio que lo acompañaba, y luego que medio se reforzaron continuaron su derrota. Llegaron a la Ciudad de Querétaro, que dista cuarenta leguas de la de México; y habiendo posado en el Colegio de la Santa Cruz, recayó el V. P. con el mismo accidente. Retiróse luego a la Enfermería, creyendo que entonces era evidente su muerte, como lo dijo al R. P. Guardián del Colegio, y después me lo contó a mí; y a la tercera visita que le hizo uno de los Médicos del Colegio, lo mandó sacramentar. La tarde misma que había de recibir el sagrado Viático fue al Colegio por accidente otro de los Médicos que no estaba entonces de semana; y habiendo sabido por un Religioso, que iban a sacramentar al P. Presidente de Monterrey, queriendo conocerlo entró a visitarlo, más por curiosidad que por ordenarle medicina alguna, pues ni estaba de turno, ni se había llamado. Habló con el Enfermo, y se informó de él; y tomándole el pulso dijo al Enfermero: "¿y a este Padre van a sacramentar? Si así vamos, también me pueden sacramentar a mí. Levántese Padre, que está bueno, y no tiene nada: avisen al Padre Guardián, y no lo sacramenten." Ocurrió el Prelado luego lleno de alegría al ver tan repentina salud, y repitió lo mismo: "Si no fuera tan tarde (era ya hora de Completas, que concluidas se había de administrar al V. P. el Divino Sacramento) lo haría levantar pues está bueno; pero mañana que se levante, y después de reforzado podrá continuar su viaje." Así lo hizo, y llegó a México el día 6 de Febrero de 1773 muy cansado, desfigurado, y flaco.
R. quería saber de mí si se necesitaban más. A lo que respondo: que me parece gran lástima que se hayan de ir Religiosos, que están ahora un paso, para volver de tan lejos, multiplicando gastos y trabajo. El Padre Cruzado me tiene pedida licencia, y le es muy debida por lo que ha trabajado, y no puede más. El P. Paterna, a puros ruegos míos puede que continúe, si esto toma mejor aspecto; pero la tiene también pedida. Yo tengo pedido tercero Ministro para Monterrey, para poder yo anclar, porque son allá indispensables dos Misas todos los días festivos, una para la Misión, y otra para el Presidio. Creeré se alegrarán en el Colegio se funden las de San Buenaventura, Santa Clara, y la de N. P. San Francisco, que con las providencias que espero lograr, no ha de ser difícil. Por otra parte, que en unas Misiones de tanta distancia, hubiese uno o otro supernumerario, me parece fuera muy conveniente. De todo lo cual, en resumidas cuentas, mi parecer sería, que de ocho a diez se subiesen arriba hasta mi vuelta, o primera venida de Barco, que supuesto que la tornavuelta es fácil, como de viento en popa, no se perdería mucho. Pero dirán que la comida de tantos puede dificultar mi propuesta; a lo que digo: que ahora hay que comer, y que repartidos no les ha de faltar; y espero en Dios, que en mucho menos de un año, que creo pueda tardar el sucesivo socorro, no han de perecer. También me dice el P. Martínez, que V. R. es uno de los que tienen facultad de ir por el P.
Guardián, aunque lo dejan a su elección. Si V. R. determina que allá vivamos y muramos, me será de mucho consuelo; pero sólo digo, que V. R. obre según Dios le inspirare, que yo me conformo con la Divina voluntad. También digo: que mi propuesta del sobredicho número de Ministros, es mi ánimo que tenga efecto, si el tenor de la Carta del R. P. Guardián está en términos de alguna interpretación con que tenga lugar; pero que si redondamente manda que vayan allá cuatro, y que los demás se vuelvan al Colegio, ya no digo nada, sino que Dios lo remedie; y en el ínterin, hagamos la obediencia. Si hubiese tiempo de escribir lo dicho al Padre Guardián, tener respuesta, y poderla poner en manos de V. R. antes de la salida de los Religiosos, fácilmente se componía todo; pero no considero el caso dable. Yo salgo mañana con el favor de Dios, en seguimiento de mi camino. Me encomiendo a todos mis carísimos Hermanos, conocidos, y no conocidos; y quedo rogando a Dios guarde a V. R. muchos años en su santo amor, y gracia. Hospicio de la Santa Cruz de Tepic, y Noviembre 10 de 1772. =B. L. M. de V. R. afectísimo Hermano, Amigo y Siervo =Fr. Junípero Serra. =R. P. Lector y Presidente Fr. Francisco Palou." Parece que Dios nuestro Señor como dueño de esta su mística Hacienda, atendía a los fervorosos anhelos de su diligente Mayordomo, que con tanta solicitud buscaba operarios para la espiritual labor; pues al mismo tiempo que recibí la copiada Carta, llegó a mis manos otra del R.
P. Guardián, con fecha de 11 de Noviembre (un día después de la que tenía la del V. Fr. Junípero) en contestación ala que por Septiembre le había escrito yo, proponiéndole lo mismo ira terminis que por Noviembre me dice el V. Padre, y sólo le añadía, que esperaba chanto antes su respuesta; y en caso de que se verificase la entrega de las Misiones, así lo practicaría, pues no dudaba lo diese S. R. por bien hecho; a lo que me respondió con la citada fecha las siguientes palabras: "Aprecio lo dispuesto de la ida de los Padres a Monterrey; sólo temo si querrán dar sínodo para el del Presidio". Y en vista de esta respuesta subí con otros siete, a más de los dos que había enviado; con lo que vio nuestro V. P. cumplidos sus deseos de no detener fundación alguna por falta de Ministros. Siguió el Siervo de Dios su viaje para México con el Indio Neófito de Monterrey que llevaba de Compañero, y al llegar a la Ciudad de Guadalajara, ochenta leguas distante de San Blas, y ciento y veinte de México, enfermaron ambos de un fuerte tabardillo o maligna fiebre, que obligándolos a recibir el Sagrado Viático, los puso a peligro de muerte. No sentía tanto el V. Padre la suya como la del Indio, por las resultas que podría haber en Monterrey, pues no habían de creer sus Parientes y Compatriotas que había sido natural la muerte y para evitar los atrasos que por esto se seguirían, desde luego pedía con todas veras a Dios (como me lo contó varias ocasiones) por la salud del Neófito, olvidándose de la suya.
Por lo que pudiera sucederle en el camino, había trabajado un Papel de apuntes de todo lo que consideraba oportuno se pidiese a S. ExcaÆ. el cual despachó desde Tepic al R. Padre Guardián de nuestro Colegio, por si moría en el camino; pero quiso Dios ciarle salud a su Siervo Fr. Junípero, y al mismo tiempo al Indio que lo acompañaba, y luego que medio se reforzaron continuaron su derrota. Llegaron a la Ciudad de Querétaro, que dista cuarenta leguas de la de México; y habiendo posado en el Colegio de la Santa Cruz, recayó el V. P. con el mismo accidente. Retiróse luego a la Enfermería, creyendo que entonces era evidente su muerte, como lo dijo al R. P. Guardián del Colegio, y después me lo contó a mí; y a la tercera visita que le hizo uno de los Médicos del Colegio, lo mandó sacramentar. La tarde misma que había de recibir el sagrado Viático fue al Colegio por accidente otro de los Médicos que no estaba entonces de semana; y habiendo sabido por un Religioso, que iban a sacramentar al P. Presidente de Monterrey, queriendo conocerlo entró a visitarlo, más por curiosidad que por ordenarle medicina alguna, pues ni estaba de turno, ni se había llamado. Habló con el Enfermo, y se informó de él; y tomándole el pulso dijo al Enfermero: "¿y a este Padre van a sacramentar? Si así vamos, también me pueden sacramentar a mí. Levántese Padre, que está bueno, y no tiene nada: avisen al Padre Guardián, y no lo sacramenten." Ocurrió el Prelado luego lleno de alegría al ver tan repentina salud, y repitió lo mismo: "Si no fuera tan tarde (era ya hora de Completas, que concluidas se había de administrar al V. P. el Divino Sacramento) lo haría levantar pues está bueno; pero mañana que se levante, y después de reforzado podrá continuar su viaje." Así lo hizo, y llegó a México el día 6 de Febrero de 1773 muy cansado, desfigurado, y flaco.