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Datos principales
Desarrollo
De cómo se hacían grandes fiestas y sacrificios a la grande y solene fiesta llamada Hatun Raimi. Muchas fiestas tenían en el año los Incas, en las cuales hacían grandes sacrificios conforme a la costumbre dellos. Y, ponerlas todas en particular, era menester hacer de sólo ello un volumen; y también hacen poco al caso y antes conviene que no se trate de contar los desvaríos y hechicerías que en ellas se hacían, por algunas causas; y solamente porné la fiesta de Hatun Raimi, porque es muy nombrada. En muchas provincias se guardaba y era la principal de todo el año y en que más los Incas se regocijaban y más sacrificios se hacían; y esta fiesta celebraban Por fin de agosto, cuando ya habían cogido sus maíces, papas, quinua, oca y las demás semillas que siembran. Y llaman a esta fiesta, como he dicho, Hatun Raimi, que en nuestra lengua quiere decir fiesta muy solene, porque en ella se habían de rendir gracias y loores al gran Dios hacedor de los cielos y la tierra, a quien llamaban, como muchas veces he dicho, Ticiviracocha, y al Sol y a la Luna y a los otros dioses suyos, por les haber dado buen año de cosechas para su mantenimiento. Y para celebrar esta fiesta con mayor devoción y solenidad se dice que ayunaban diez o doce días, abstiniéndose de comer demasiado y no dormir con sus mugeres y beber solamente por la mañana, que es cuando ellos comen, chicha y después, en el día, tan solamente agua; y no comer ají ni traer cosa en la boca y otras cirimonias que entre ellos se guardaban en semejantes ayunos.
Lo cual pasado, habían traído al Cuzco mucha suma de corderos y de ovejas y de palomas y cuis y otras aves y animales, los cuales mataban para hacer el sacrificio; y habiendo degollado la multitud del ganado untaban con la sangre dellos las estatuas y figuras de sus dioses o diablos y las puertas de los templos y oráculos a donde colgaban las asaduras; y, después de estar un rato, los agoreros y adivinos miraban en los livianos sus señales, como los gentiles, anunciando lo que se les antojaban, a lo cual daban mucho crédito. Y acabado el sacrificio el grand sacerdote con los demás sacerdotes iban al templo del sol y después de haber dicho sus salmos malditos, mandaban salir a las vírgenes mamaconas arreadas ricamente y con mucha multitud de chicha quellas tenían hecha; y entre todos los que se hallaban en la gran ciudad del Cuzco se comían los ganados y aves que para el sacrificio vano se habían muerto y bebían de aquella chicha, que tenían por sagrada, dándosela a beber en grandes vasos de oro y estando ella en tinajas de plata de las muchas que había en el templo. Y habiendo comido y muchas veces bebido, estando, así el rey como el grand sacerdote, como todos los demás, bien alegres y calientes dello, siendo poco más de mediodía se ponían en orden y comenzaban los hombres a cantar con voz alta los villancicos y romances que para semejantes días por sus mayores fue inventado, que todo era dar gracias a sus dioses, prometiendo de servir los beneficios recebidos.
Y para esto tenían muchos atabales de oro engastonados algunos en pedrería, los cuales les tañían sus mujeres, que juntamente con las mamaconas sagradas les ayudaban a cantar. Y en mitad de la plaza tenían puesto, a lo que dicen, un teatro grande con sus gradas, muy adornado con paños de plumas llenos de chaquira de oro y mantas grandes riquísimas de su tan fina lana, sembrados de argentería de oro y de pedrería. En lo alto de este trono ponían la figura de su Ticiviracocha, grande y rica; al cual, como ellos tenían por Dios soberano hacedor de lo criado, lo ponían en lo más alto y le daban el lugar más eminente y todos los sacerdotes estaban junto a él; y el Inca con los principales y gente común le iban a mochar, tirándose los alpargates, descalzos, con grand humildad; y encogían los hombros y, hinchando los carrillos, soplaban hacia él haciendo la mocha, que es como decir reverencia. Abajo deste trono se tenía la figura del sol, que no oso afirmar de lo que era hecha, y también ponían la de la luna y otros bultos de dioses esculpidos en palos y en piedras; y crean los lectores que tenemos por muy cierto que ni en Jerusalem , Roma ni en Persia ni en ninguna parte del mundo, por ninguna república ni rey dél se juntaba en un lugar tanta riqueza de metales de oro y plata y pedrería como en esta plaza del Cuzco cuando estas fiestas y otras semejantes se hacían; porque eran sacados los bultos de los Incas, reyes suyos, ya muertos, cada uno con su servicio y aparato de oro y plata que tenían, digo los que habiendo sido en vida buenos y valerosos, piadosos con los indios, generosos en les hacer mercedes, perdonadores de injurias; porque a estos tales canonizaba su ceguedad por sanctos y honraban sus huesos, sin entender que las ánimas ardían en los inflemos, y creían questaban en el cielo.
Y lo mesmo era de algunos otros orejones o de otra nación que, por algunas causas que en su gentilidad hallaban, los llamaban también sanctos. Y llaman ellos a esta manera de canonizar ylla, que quiere decir cuerpo del que fue bueno en la vida; y en otro entendimiento yllapa significa trueno o relámpago; y así llaman los indios a los tiros de artillería yllapa, por el estruendo que hace. Pues juntos el Inca y el grand sacerdote con los cortesanos del Cuzco y mucha gente que venía de las comarcas, teniendo sus dioses puestos en el tálamo los mochaban, que es hacerles reverencia, lo que ellos usaban ofreciéndoles muchos dones de ídolos de oro pequeños y ovejas de oro y figuras de mujeres, todo pequeño, y otras muchas joyas. Y estaban en esta fiesta de Hatun Raimi quince o veinte días, en los cuales se hacían grandes taquis y borracheras y otras fiestas a su usanza; lo cual pasado daban fin al sacrificio, metiendo los bultos de los ídolos en los templos y los de los Incas muertos en sus casas. El sacerdote mayor tenía aquella dignidad por su vida y era casado y era tan estimado que competía en razones con el Inca y tenía poder sobre todos los oráculos y templos y quitaba y ponía sacerdotes. El Inca y él jugaban muchas veces a sus juegos; y eran estos tales de grand linaje y de parientes poderosos, y no daban la tal dignidad a hombres bajos ni oscuros, aunque tuviesen mucho crecimiento. --Nobles se llaman todos los que vivían en la parte del Cuzco, que llamaban orencuzcos y anancuzcos y los hijos descendientes dellos, aunque en otras partes residiesen en otras tierras.
Yo me acuerdo, estando en el Cuzco el año pasado de mill quinientos y cincuenta por el mes de agosto, después de haber cogido sus sementeras entrar los indios con sus mugeres por la ciudad con gran ruido, trayendo los arados en las manos y algunas pajas y maíz, hacer fiesta en solamente cantar y decir cuanto en o pasado solían festejar sus cosechas. E porque no consienten los apos y sacerdotes questas fiestas gentílicas se hagan en público, como solían, ni en secreto lo consintirían, si lo supiesen; pero como haya tantos millares de indios sin se haber vuelto chripstianos, de creer es que, en donde no los vean, harán lo que se les antojare. La figura de Ticiviracocha y la del sol y la luna y la maroma grande de oro y otras piezas conocidas no se han hallado, ni hay indio ni chripstiano que sepa ni atine a dónde están; pero, aunque mucho, esto es poco para lo que está enterrado en el Cuzco y en los oráculos y en otras partes deste grand reino.
Lo cual pasado, habían traído al Cuzco mucha suma de corderos y de ovejas y de palomas y cuis y otras aves y animales, los cuales mataban para hacer el sacrificio; y habiendo degollado la multitud del ganado untaban con la sangre dellos las estatuas y figuras de sus dioses o diablos y las puertas de los templos y oráculos a donde colgaban las asaduras; y, después de estar un rato, los agoreros y adivinos miraban en los livianos sus señales, como los gentiles, anunciando lo que se les antojaban, a lo cual daban mucho crédito. Y acabado el sacrificio el grand sacerdote con los demás sacerdotes iban al templo del sol y después de haber dicho sus salmos malditos, mandaban salir a las vírgenes mamaconas arreadas ricamente y con mucha multitud de chicha quellas tenían hecha; y entre todos los que se hallaban en la gran ciudad del Cuzco se comían los ganados y aves que para el sacrificio vano se habían muerto y bebían de aquella chicha, que tenían por sagrada, dándosela a beber en grandes vasos de oro y estando ella en tinajas de plata de las muchas que había en el templo. Y habiendo comido y muchas veces bebido, estando, así el rey como el grand sacerdote, como todos los demás, bien alegres y calientes dello, siendo poco más de mediodía se ponían en orden y comenzaban los hombres a cantar con voz alta los villancicos y romances que para semejantes días por sus mayores fue inventado, que todo era dar gracias a sus dioses, prometiendo de servir los beneficios recebidos.
Y para esto tenían muchos atabales de oro engastonados algunos en pedrería, los cuales les tañían sus mujeres, que juntamente con las mamaconas sagradas les ayudaban a cantar. Y en mitad de la plaza tenían puesto, a lo que dicen, un teatro grande con sus gradas, muy adornado con paños de plumas llenos de chaquira de oro y mantas grandes riquísimas de su tan fina lana, sembrados de argentería de oro y de pedrería. En lo alto de este trono ponían la figura de su Ticiviracocha, grande y rica; al cual, como ellos tenían por Dios soberano hacedor de lo criado, lo ponían en lo más alto y le daban el lugar más eminente y todos los sacerdotes estaban junto a él; y el Inca con los principales y gente común le iban a mochar, tirándose los alpargates, descalzos, con grand humildad; y encogían los hombros y, hinchando los carrillos, soplaban hacia él haciendo la mocha, que es como decir reverencia. Abajo deste trono se tenía la figura del sol, que no oso afirmar de lo que era hecha, y también ponían la de la luna y otros bultos de dioses esculpidos en palos y en piedras; y crean los lectores que tenemos por muy cierto que ni en Jerusalem , Roma ni en Persia ni en ninguna parte del mundo, por ninguna república ni rey dél se juntaba en un lugar tanta riqueza de metales de oro y plata y pedrería como en esta plaza del Cuzco cuando estas fiestas y otras semejantes se hacían; porque eran sacados los bultos de los Incas, reyes suyos, ya muertos, cada uno con su servicio y aparato de oro y plata que tenían, digo los que habiendo sido en vida buenos y valerosos, piadosos con los indios, generosos en les hacer mercedes, perdonadores de injurias; porque a estos tales canonizaba su ceguedad por sanctos y honraban sus huesos, sin entender que las ánimas ardían en los inflemos, y creían questaban en el cielo.
Y lo mesmo era de algunos otros orejones o de otra nación que, por algunas causas que en su gentilidad hallaban, los llamaban también sanctos. Y llaman ellos a esta manera de canonizar ylla, que quiere decir cuerpo del que fue bueno en la vida; y en otro entendimiento yllapa significa trueno o relámpago; y así llaman los indios a los tiros de artillería yllapa, por el estruendo que hace. Pues juntos el Inca y el grand sacerdote con los cortesanos del Cuzco y mucha gente que venía de las comarcas, teniendo sus dioses puestos en el tálamo los mochaban, que es hacerles reverencia, lo que ellos usaban ofreciéndoles muchos dones de ídolos de oro pequeños y ovejas de oro y figuras de mujeres, todo pequeño, y otras muchas joyas. Y estaban en esta fiesta de Hatun Raimi quince o veinte días, en los cuales se hacían grandes taquis y borracheras y otras fiestas a su usanza; lo cual pasado daban fin al sacrificio, metiendo los bultos de los ídolos en los templos y los de los Incas muertos en sus casas. El sacerdote mayor tenía aquella dignidad por su vida y era casado y era tan estimado que competía en razones con el Inca y tenía poder sobre todos los oráculos y templos y quitaba y ponía sacerdotes. El Inca y él jugaban muchas veces a sus juegos; y eran estos tales de grand linaje y de parientes poderosos, y no daban la tal dignidad a hombres bajos ni oscuros, aunque tuviesen mucho crecimiento. --Nobles se llaman todos los que vivían en la parte del Cuzco, que llamaban orencuzcos y anancuzcos y los hijos descendientes dellos, aunque en otras partes residiesen en otras tierras.
Yo me acuerdo, estando en el Cuzco el año pasado de mill quinientos y cincuenta por el mes de agosto, después de haber cogido sus sementeras entrar los indios con sus mugeres por la ciudad con gran ruido, trayendo los arados en las manos y algunas pajas y maíz, hacer fiesta en solamente cantar y decir cuanto en o pasado solían festejar sus cosechas. E porque no consienten los apos y sacerdotes questas fiestas gentílicas se hagan en público, como solían, ni en secreto lo consintirían, si lo supiesen; pero como haya tantos millares de indios sin se haber vuelto chripstianos, de creer es que, en donde no los vean, harán lo que se les antojare. La figura de Ticiviracocha y la del sol y la luna y la maroma grande de oro y otras piezas conocidas no se han hallado, ni hay indio ni chripstiano que sepa ni atine a dónde están; pero, aunque mucho, esto es poco para lo que está enterrado en el Cuzco y en los oráculos y en otras partes deste grand reino.