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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XXVIII De algunas fiestas que usaron los del Cuzco, y cómo el demonio quiso también imitar el misterio de la Santísima Trinidad Para concluir este libro, que es de lo que toca a la religión, resta decir algo de las fiestas y solemnidades que usaban los indios las cuales porque eran muchas y varias, no se podrán tratar todas. Los Ingas, señores del Pirú, tenían dos géneros de fiestas: unas eran ordinarias, que venían a tiempos determinados por sus meses, y otras extraordinarias, que eran por causas ocurrentes de importancia, como cuando se coronaba algún nuevo rey, y cuando se comenzaba alguna guerra de importancia, y cuando había alguna muy grande necesidad de temporales. De las fiestas ordinarias se ha de entender que en cada uno de los doce meses del año, hacían fiesta y sacrificio diferente; porque aunque cada mes y fiesta de él se ofrecían cien carneros, pero las colores o facciones habían de ser diferentes. En el primero, que llaman rayme y es de diciembre, hacían la primera fiesta y más principal de todas, y por eso la llamaban capacrayme, que es decir fiesta rica o principal. En esta fiesta se ofrecían grande suma de carneros y corderos en sacrificio, y se quemaban con leña labrada y olorosa, y traían carneros, oro y plata, y se ponían las tres estatuas del sol y las tres del trueno, padre, e hijo y hermano, que decían que tenía el sol y el trueno. En estas fiestas se dedicaban los mochachos ingas, y les ponían las guaras o pañetes, y les horadaban las orejas, y les azotaban con hondas los viejos, y untaban con sangre el rostro, todo en señal que habían de ser caballeros leales del Inga.
Ningún extranjero podía estar este mes y fiesta en el Cuzco, y al cabo de las fiestas entraban todos los de fuera, y les daban aquellos de maíz con sangre del sacrificio, que comían en señal de confederación con el Inga, como se dijo arriba. Y cierto es de notar que en su modo, el demonio haya también en la idolatría introducido trinidad, porque las tres estatuas del sol se intitulaban Apointi, Churiinti e Intiquaoqui, que quiere decir el padre y señor sol, el hijo sol, el hermano sol, y de la misma manera nombraban las tres estatuas del Chuquiilla, que es el dios que preside en la región del aire, donde truena, y llueve y nieva. Acuérdome que estando en Chuquisaca, me mostró un sacerdote honrado una información, que yo la tuve harto tiempo en mi poder, en que había averiguado de cierta guaca o adoratorio donde los indios profesaban adorar a Tangatanga, que era un ídolo, que decían que en uno eran tres, y en tres uno. Y admirándose aquel sacerdote de esto, creo le dije que el demonio todo cuanto podía hurtar de la verdad para sus mentiras y engaños, lo hacía con aquella infernal y porfiada soberbia con que siempre apetece ser como Dios. Volviendo a las fiestas, en el segundo mes, que se llamaba camay, demás de los sacrificios, echaban las cenizas por un arroyo abajo, yendo con bordones tras ellas cinco leguas por el arroyo, rogándole las llevase hasta la mar, porque allí había de recibir el Viracocha aquel presente. En el tercero, y cuarto y quinto mes, también ofrecían en cada uno sus cien carneros negros y pintados, pardos, con otras muchas cosas que por no cansar se dejan.
El sexto mes se llama hatuncuzqui aymoray, que responde a mayo; también se sacrificaban otros cien carneros de todos colores. En esta luna y mes, que es cuando se trae el maíz de la era a casa, se hacía la fiesta que hoy día es muy usada entre los indios, que llaman aymoray. Esta fiesta se hace viniendo desde la chacra o heredad, a su casa, diciendo ciertos cantares, en que ruegan que dure mucho el maíz, la cual llaman mamacora, tomando de su chacra cierta parte de maíz más señalado en cuantidad, y poniéndola en una troje pequeña que llaman pirua, con ciertas ceremonias, velando en tres noches, y este maíz meten en las mantas más ricas que tienen, y desde que está tapado y aderezado, adoran esta pirua y la tienen en gran veneración, y dicen que es madre del maíz de su chacra, y que con esto se da y se conserva el maíz. Y por este mes hacen un sacrificio particular, y los hechiceros preguntan a la pirua si tiene fuerza para el año que viene; y si responde que no, lo llevan a quemar a la misma chacra, con la solemnidad que cada uno puede, y hacen otra pirua con las mismas ceremonias, diciendo que la renuevan para que no parezca la simiente del maíz; y si responde que tiene fuerza para durar más, la dejan hasta otro año. Esta impertinencia dura hasta hoy día, y es muy común entre indios tener estas piruas y hacer la fiesta del aymoray. El séptimo mes, que responde a junio, se llama aucaycuzqui intiraymi, y en él se hacía la fiesta llamada intiraymi, en que se sacrificaban cien carneros guanacos, que decían que ésta era la fiesta del sol.
En este mes se hacían gran suma de estatuas de leña labrada de quinua, todas vestidas de ropas ricas, y se hacía el baile que llamaban cayo, y en esta fiesta se derramaban muchas flores por el camino, y venían los indios muy embijados, y los señores con unas patenillas de oro puestas en las barbas, y cantando todos. Hase de advertir que esta fiesta cae cuasi al mismo tiempo que los cristianos hacemos la solemnidad del Corpus Christi, y que en algunas cosas tiene alguna apariencia de semejanza, como es en las danzas, o representaciones o cantares. Y por esta causa ha habido y hay hoy día entre los indios, que parecen celebrar nuestra solemne fiesta de Corpus Christi, mucha superstición de celebrar la suya antigua del intiraymi. El octavo mes se llama chahua huarqui, en el cual se quemaban otros cien carneros por el orden dicho, todos pardos, de color de vizcacha, y este mes responde al nuestro de julio. El noveno mes se llama iapaquis, en el cual se quemaban otros cien carneros castaños, y se degollaban y quemaban mil cuíes, para que el hielo, y el aire y el agua, y el sol, no dañasen a las chácaras; éste parece que responde a agosto. El décimo mes se llama coyaraymi, en el cual se quemaban otros cien carneros blancos y lanudos. En este mes, que responde a septiembre, se hacía la fiesta llamada citua, en esta forma, que se juntaban todos antes que saliese la luna el primer día, y en viéndola, daban grandes voces con hachos de fuego en las manos, diciendo: "Vaya el mal fuera", dándose unos a otros con ellos.
Estos se llamaban pancocos, y aquesto hecho, se hacía el lavatorio general en los arroyos y fuentes, cada uno en su acequia o pertenencia, y bebían cuatro días arreo. Este mes sacaban las mamaconas del sol, gran cantidad de bollos hechos con sangre de sacrificios, y a cada uno de los forasteros daban un bocado, y también enviaban a las guacas forasteras de todo el reino, y a diversos curacas, en señal de confederación y lealtad al sol y al Inga, como está ya dicho. Los lavatorios y borracheras, y algún rastro de esta fiesta llamada citua, aun duran todavía en algunas partes con ceremonias algo diferenciadas, y con mucho secreto, aunque lo principal y público haya cesado. El undécimo mes se llamaba homaraimi punchaiquis, en el cual sacrificaban otros cien carneros, y si faltaba agua, para que lloviese ponían un carnero todo negro atado en un llano, derramando mucha chicha alrededor, y no le daban de comer hasta que lloviese; esto se usa también agora en muchas partes por este mismo tiempo, que es por octubre. El último mes se llama ayamara, en el cual sacrificaban otros cien carneros y se hacía la fiesta llamada raymicantará rayquis. En este mes, que responde a noviembre, se aparejaban lo necesario para los muchachos que se habían de hacer orejones el mes siguiente, y los muchachos con los viejos hacía cierto alarde dando algunas vueltas; y esta fiesta se llamaba ituraymi, la cual se hace de ordinario cuando llueve mucho o poco, o hay pestilencia. Fiestas extraordinarias, aunque había muchas, las más famosas era la que llamaban ytu.
La fiesta del ytu no tenía tiempo señalado, más de que en tiempos de necesidad se hacía. Para ella ayunaba toda la gente dos días, en los cuales no llegaban a mujeres ni comían cosa con sal, ni ají, ni bebían chicha, y todos se juntaban en una plaza donde no hubiese forastero ni animales, y para esta fiesta tenían ciertas mantas, y vestidos y aderezos, que sólo servían para ella, y andaban en procesión, cubiertas las cabezas con sus mantas, muy despacio, tocando sus atambores y sin hablar uno con otro. Duraba esto un día y una noche, y el día siguiente comían y bebían, y bailaban dos días con sus noches, diciendo que su oración había sido acepta. Y aunque no se haga hoy día con toda aquella ceremonia, pero es muy general hacer otra fiesta muy semejante que llaman ayma, con vestiduras que tienen depositadas para ello, y como está dicho, esta manera de procesión a vueltas con atambores, y el ayuno que precede y borrachera que se sigue, usan por urgentes necesidades. Y aunque el sacrificar reses y otras cosas, que no pueden esconder de los españoles, las han dejado, a lo menos en lo público, pero conservan todavía muchas ceremonias que tienen origen de estas fiestas y superstición antigua. Por eso es necesario advertir en ellas, especialmente que esta fiesta del ytu la hacen disimuladamente hoy día en las danzas del Corpus Christi, haciendo las danzas del llamallama y de guacón, y otras conforme a su ceremonia antigua, en lo cual se debe mirar mucho. En donde ha sido necesario advertir de estas abusiones y supersticiones que tuvieron en el tiempo de su gentilidad los indios, para que no se consientan por los curas y sacerdotes, allá se ha dado más larga relación de lo que toca a esta materia; al presente basta haber tocado el ejercicio en que el demonio ocupaba a sus devotos, para que a pesar suyo, se vea la diferencia que hay de la luz a las tinieblas, y de la verdad cristiana a la mentira gentílica, por más que haya con artificio procurado remedar las cosas de Dios, el enemigo de los hombres y de su Dios.
Ningún extranjero podía estar este mes y fiesta en el Cuzco, y al cabo de las fiestas entraban todos los de fuera, y les daban aquellos de maíz con sangre del sacrificio, que comían en señal de confederación con el Inga, como se dijo arriba. Y cierto es de notar que en su modo, el demonio haya también en la idolatría introducido trinidad, porque las tres estatuas del sol se intitulaban Apointi, Churiinti e Intiquaoqui, que quiere decir el padre y señor sol, el hijo sol, el hermano sol, y de la misma manera nombraban las tres estatuas del Chuquiilla, que es el dios que preside en la región del aire, donde truena, y llueve y nieva. Acuérdome que estando en Chuquisaca, me mostró un sacerdote honrado una información, que yo la tuve harto tiempo en mi poder, en que había averiguado de cierta guaca o adoratorio donde los indios profesaban adorar a Tangatanga, que era un ídolo, que decían que en uno eran tres, y en tres uno. Y admirándose aquel sacerdote de esto, creo le dije que el demonio todo cuanto podía hurtar de la verdad para sus mentiras y engaños, lo hacía con aquella infernal y porfiada soberbia con que siempre apetece ser como Dios. Volviendo a las fiestas, en el segundo mes, que se llamaba camay, demás de los sacrificios, echaban las cenizas por un arroyo abajo, yendo con bordones tras ellas cinco leguas por el arroyo, rogándole las llevase hasta la mar, porque allí había de recibir el Viracocha aquel presente. En el tercero, y cuarto y quinto mes, también ofrecían en cada uno sus cien carneros negros y pintados, pardos, con otras muchas cosas que por no cansar se dejan.
El sexto mes se llama hatuncuzqui aymoray, que responde a mayo; también se sacrificaban otros cien carneros de todos colores. En esta luna y mes, que es cuando se trae el maíz de la era a casa, se hacía la fiesta que hoy día es muy usada entre los indios, que llaman aymoray. Esta fiesta se hace viniendo desde la chacra o heredad, a su casa, diciendo ciertos cantares, en que ruegan que dure mucho el maíz, la cual llaman mamacora, tomando de su chacra cierta parte de maíz más señalado en cuantidad, y poniéndola en una troje pequeña que llaman pirua, con ciertas ceremonias, velando en tres noches, y este maíz meten en las mantas más ricas que tienen, y desde que está tapado y aderezado, adoran esta pirua y la tienen en gran veneración, y dicen que es madre del maíz de su chacra, y que con esto se da y se conserva el maíz. Y por este mes hacen un sacrificio particular, y los hechiceros preguntan a la pirua si tiene fuerza para el año que viene; y si responde que no, lo llevan a quemar a la misma chacra, con la solemnidad que cada uno puede, y hacen otra pirua con las mismas ceremonias, diciendo que la renuevan para que no parezca la simiente del maíz; y si responde que tiene fuerza para durar más, la dejan hasta otro año. Esta impertinencia dura hasta hoy día, y es muy común entre indios tener estas piruas y hacer la fiesta del aymoray. El séptimo mes, que responde a junio, se llama aucaycuzqui intiraymi, y en él se hacía la fiesta llamada intiraymi, en que se sacrificaban cien carneros guanacos, que decían que ésta era la fiesta del sol.
En este mes se hacían gran suma de estatuas de leña labrada de quinua, todas vestidas de ropas ricas, y se hacía el baile que llamaban cayo, y en esta fiesta se derramaban muchas flores por el camino, y venían los indios muy embijados, y los señores con unas patenillas de oro puestas en las barbas, y cantando todos. Hase de advertir que esta fiesta cae cuasi al mismo tiempo que los cristianos hacemos la solemnidad del Corpus Christi, y que en algunas cosas tiene alguna apariencia de semejanza, como es en las danzas, o representaciones o cantares. Y por esta causa ha habido y hay hoy día entre los indios, que parecen celebrar nuestra solemne fiesta de Corpus Christi, mucha superstición de celebrar la suya antigua del intiraymi. El octavo mes se llama chahua huarqui, en el cual se quemaban otros cien carneros por el orden dicho, todos pardos, de color de vizcacha, y este mes responde al nuestro de julio. El noveno mes se llama iapaquis, en el cual se quemaban otros cien carneros castaños, y se degollaban y quemaban mil cuíes, para que el hielo, y el aire y el agua, y el sol, no dañasen a las chácaras; éste parece que responde a agosto. El décimo mes se llama coyaraymi, en el cual se quemaban otros cien carneros blancos y lanudos. En este mes, que responde a septiembre, se hacía la fiesta llamada citua, en esta forma, que se juntaban todos antes que saliese la luna el primer día, y en viéndola, daban grandes voces con hachos de fuego en las manos, diciendo: "Vaya el mal fuera", dándose unos a otros con ellos.
Estos se llamaban pancocos, y aquesto hecho, se hacía el lavatorio general en los arroyos y fuentes, cada uno en su acequia o pertenencia, y bebían cuatro días arreo. Este mes sacaban las mamaconas del sol, gran cantidad de bollos hechos con sangre de sacrificios, y a cada uno de los forasteros daban un bocado, y también enviaban a las guacas forasteras de todo el reino, y a diversos curacas, en señal de confederación y lealtad al sol y al Inga, como está ya dicho. Los lavatorios y borracheras, y algún rastro de esta fiesta llamada citua, aun duran todavía en algunas partes con ceremonias algo diferenciadas, y con mucho secreto, aunque lo principal y público haya cesado. El undécimo mes se llamaba homaraimi punchaiquis, en el cual sacrificaban otros cien carneros, y si faltaba agua, para que lloviese ponían un carnero todo negro atado en un llano, derramando mucha chicha alrededor, y no le daban de comer hasta que lloviese; esto se usa también agora en muchas partes por este mismo tiempo, que es por octubre. El último mes se llama ayamara, en el cual sacrificaban otros cien carneros y se hacía la fiesta llamada raymicantará rayquis. En este mes, que responde a noviembre, se aparejaban lo necesario para los muchachos que se habían de hacer orejones el mes siguiente, y los muchachos con los viejos hacía cierto alarde dando algunas vueltas; y esta fiesta se llamaba ituraymi, la cual se hace de ordinario cuando llueve mucho o poco, o hay pestilencia. Fiestas extraordinarias, aunque había muchas, las más famosas era la que llamaban ytu.
La fiesta del ytu no tenía tiempo señalado, más de que en tiempos de necesidad se hacía. Para ella ayunaba toda la gente dos días, en los cuales no llegaban a mujeres ni comían cosa con sal, ni ají, ni bebían chicha, y todos se juntaban en una plaza donde no hubiese forastero ni animales, y para esta fiesta tenían ciertas mantas, y vestidos y aderezos, que sólo servían para ella, y andaban en procesión, cubiertas las cabezas con sus mantas, muy despacio, tocando sus atambores y sin hablar uno con otro. Duraba esto un día y una noche, y el día siguiente comían y bebían, y bailaban dos días con sus noches, diciendo que su oración había sido acepta. Y aunque no se haga hoy día con toda aquella ceremonia, pero es muy general hacer otra fiesta muy semejante que llaman ayma, con vestiduras que tienen depositadas para ello, y como está dicho, esta manera de procesión a vueltas con atambores, y el ayuno que precede y borrachera que se sigue, usan por urgentes necesidades. Y aunque el sacrificar reses y otras cosas, que no pueden esconder de los españoles, las han dejado, a lo menos en lo público, pero conservan todavía muchas ceremonias que tienen origen de estas fiestas y superstición antigua. Por eso es necesario advertir en ellas, especialmente que esta fiesta del ytu la hacen disimuladamente hoy día en las danzas del Corpus Christi, haciendo las danzas del llamallama y de guacón, y otras conforme a su ceremonia antigua, en lo cual se debe mirar mucho. En donde ha sido necesario advertir de estas abusiones y supersticiones que tuvieron en el tiempo de su gentilidad los indios, para que no se consientan por los curas y sacerdotes, allá se ha dado más larga relación de lo que toca a esta materia; al presente basta haber tocado el ejercicio en que el demonio ocupaba a sus devotos, para que a pesar suyo, se vea la diferencia que hay de la luz a las tinieblas, y de la verdad cristiana a la mentira gentílica, por más que haya con artificio procurado remedar las cosas de Dios, el enemigo de los hombres y de su Dios.