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Datos principales


Desarrollo


Cómo el Almirante dejó de seguir la costa occidental de Cuba y se volvió por Oriente hacia La Española Oída por el Almirante dicha relación, no queriendo permanecer más tiempo en el río de Mares, mandó que tomasen algún habitante de aquella isla, pues tenía propósito de llevar, de cada parte, uno a Castilla, que diese cuenta de las cosas de su país; y así fueron cogidas doce personas, entre mujeres, niños, y hombres, tan mansamente, sin ruido ni tumulto, que cuando se iban a dar a la vela con aquéllos, fue a la nave, en una canoa, el marido de una de las mujeres cautivadas, padre de dos niños que con la madre se habían llevado a la nave, y por señas rogó con instancia ser llevado también a Castilla, para no separarse de su mujer y de sus hijos, de lo que el Almirante se mostró satisfecho y mandó que todos fuesen bien agasajados y tratados. Muy luego, en el mismo día, que fue 13 de noviembre, se encaminó hacia Oriente para ir a la isla que llamaban de Babeque, o de Bohío; pero, a causa del viento del Norte, que era muy recio, fue obligado a surgir de nuevo en la misma tierra de Cuba, entre algunas altísimas isletas que estaban cerca de un gran puerto que llamó del Príncipe, y a las islas llamó el Mar de Nuestra Señora. Eran éstas tantas y tan vecinas, que de la una a la otra no había un cuarto de legua, y la mayor parte de ellas distaban, a lo sumo, un tiro de arcabuz. Y eran tan profundos los canales y tan adornados de árboles y de hierba fresca, que daba mucho placer ir por ellos, y entre muchos árboles que eran diversos de los nuestros, se veía mucha almástiga, lignaloe, palmas con el tronco verde y liso, y otras plantas de varios géneros.

Aunque estas islas no estaban pobladas, se veían restos de muchos fuegos de pescadores; porque como se ha visto luego por experiencia, los habitantes de la isla de Cuba van en cuadrillas, con sus canoas, a estas islas y a otras innumerables que por allí están deshabitadas; y se alimentan de los peces que cogen, de los pájaros, de los cangrejos y de otras cosas que hallan en la tierra; pues los indios acostumbran comer generalmente muchas inmundicias, como arañas gordas y grandes, gusanos blancos que nacen en maderos podridos y en otros lugares corrompidos, también muchos peces casi crudos, a los que tan pronto como los cogen, antes de asarlos, les sacan los ojos para comérselos; y comen de estas cosas y otras muchas que, a más de dar náuseas, bastarían a matar a cualquiera de nosotros que las comiese. A estas cazas y pescas van, según los tiempos, de una isla en otra, como quien muda de pasto por estar cansado del primero. Pero volviendo a dichas islas del Mar de Nuestra Señora, digo que, en una de ellas, los cristianos mataron con sus espadas un animal que parecía tejón; en el mar hallaron muchas conchas de nácar, y echando las redes, entre otros géneros de peces que cogieron, había uno que tenía la forma de un puerco, todo cubierto de un pellejo muy duro, en el que no había de blando más que la cola. Notaron igualmente en este mar y en las islas, que subía y bajaba el agua mucho más que en los otros lugares donde hasta entonces habían estado; y por consiguiente, las marcas eran al contrario que las nuestras, porque cuando la luna estaba hacia el suroeste, a la cuarta del mediodía, era la baja mar.

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