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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XXIV De Tupa Ynga Yupanqui, Inga y Rey Ya dijimos en el capítulo 23 cómo fue Tupa Ynga Yupanqui por voluntad de su padre alzado y reconocido por señor absoluto en estos reinos. Cuando murió su padre, trató de hacer nuevas conquistas y extender y ampliar su señorío, porque fue inga de grande ánimo y fortaleza y muy temido y respetado de todos sus vasallos, de suerte que cualquiera cosa que les mandaba, se cumplía al punto sin dilación donde quiera, con suma presteza y diligencia. Y como tenía ya debajo de su mano tantas provincias y vasallos, lo primero que hizo fue casarse con Mama Ocllo, su hermana, hija de Ynga Yupanqui, su padre, y de Mama Ana Huarque, y en el casamiento hizo solemnísimas fiestas y regocijos, con danzas y bailes a su usanza, juntándose para ello muchos deudos suyos. Concluido con su matrimonio, hizo juntar un innumerable ejército de todas las naciones sujetas a él, y salió del Cuzco a la conquista de los Andes, y llevó consigo por capitanes a Topa Yupanqui, su hermano, y a Otoronco Achache y a Pochalco Yupanqui. Entrando en los Andes fue prosiguiendo en su conquista y llegó hasta la otra parte de la cordillera, donde pasó infinitos trabajos, por ser tierra de montaña y los ríos por allí son muy crecidos y caudalosos, y así fue excesiva la dificultad para pasarlos, que en muchas partes se vio a punto de perderse. Tuvo grandes rencuentros y sucesos famosos en las batallas, donde mostró bien su valor e industria. Conquistó allá dentro, en los Andes, cuatro provincias llamadas o Patari Suyo, indios andes, y otra Manan Suyo, y otra Manari Suyo, y otra de Chunchos.
Y pasó hasta los Chiponahuas y Mano Pampa, que es una gente que tienen las bocas negras y pintadas las caras como negros, todo hecho aposta. Y hubo alarma sorprendiendo en las batallas a los caciques destas provincias, llamados vinchin caina y catahuan cuyiu. En una batalla muy reñida su hermano Tupa Yupanqui prendió por su mano a uno de los caciques, llamado Nutan Huari, de suerte que se extendió su fama y nombre por todas aquellas regiones, que aunque al presente no tenemos dellas entera noticia, bien se entiende y presume ser amplísimas y muy pobladas de diversas gentes, sino que la dificultad de pasar estas montañas y cordilleras, y aun haber pocos en este reino, que, sacados aparte los intereses de riqueza, traten de extender el nombre de Cristo y meter su estandarte entre estas bárbaras naciones. Plega a las entrañas de la misericordia del Señor, que por ellas también murió, que ponga en corazón a quien que puede poner esto en efecto que, menospreciando gastos y atropellando inconvenientes, envíe personas que planten el árbol de la santísima cruz en medio de estas gentes fieras, para que se dé por este medio fruto colmadísimo que se trasplante en los bosques y alamedas del cielo. Estando Tupa Ynga Yupanqui en los Andes y en aquellas provincias en la conquista dicha, se salió de allá huyendo un colla y se fue al Collao diciendo que a Topa Ynga Yupanqui le habían muerto en la guerra y que todo su ejército estaba roto y deshecho, sin quedar en él gente de consideración.
Bastó esta nueva falsa para que los collas, siguiendo el natural suyo y de todas estas gentes, de ser fáciles en creer cualquiera cosa y la mala voluntad con que llevaban la sujeción de los ingas, que poco había los habían conquistado, trataron muy de secreto, de común consentimiento, de rebelarse, negando la obediencia a los gobernadores puestos por el Inga y echar el yugo que tenían de sí, y así lo efectuaron alzándose en toda la provincia del Collao, y previniéndose para la guerra y defensa, que bien sabían había de venir de nuevo sobre ellos. Las nuevas desta rebelión y alzamiento del Collao llegaron con suma presteza al Cuzco, a Amaro Tupa Inga, hermano de Topa Ynga Yupanqui, que había quedado por Gobernador General en su ausencia, para lo que sucediese. Este, sabido lo susodicho, despachó mensajeros y chasques a su hermano, haciéndole saber lo que pasaba, y pidióle que luego acudiese con diligencia al remedio, no se fortaleciesen los enemigos y dificultasen el sujetarlos de nuevo. Esta nueva sintió con grande extremo Tupa Ynga Yupanqui, viendo que mediante este alzamiento se le cortaba el hilo de sus victorias y conquistas, y así acordó de venir a remediar lo del Collao. Dejando nombrado en los Andes por Gobernador a Otorongo Ochache, su hermano, y que con la gente que le señaló, que fue un buen ejército, prosiguiese en la conquista todo cuanto pudiese, y que acabada la guerra saliese y no entrase en el Cuzco con triunfo ninguno, sino le aguardase en Paucartambo y en Pilco, mientras él concluía lo del Collao, volviese, y entonces entrase con todo triunfando en el Cuzco.
Salió llevando consigo la mitad del ejército, y sin meterlo en el Cuzco lo dejó en Vicos aguardándole, y él se entró en el Cuzco, donde hizo llamamiento de todas las provincias de gente, que viniesen a la guerra. Visto lo cual todos los mancebos se ofrecieron voluntariamente a la guerra para ir con Tupa Ynga Yupanqui. Así, habiendo ordenado todas las cosas que pertenecían a la gobernación del reino, salió del Cuzco, con infinito número de gente, para el Collao, llevando consigo por capitanes a Hualpaya, hijo del Capac Yupanqui, y a Lavico, sus primos hermanos, y a Cuyuchi y a Chic, su hermano, de padre, y en saliendo del Cuzco se juntó con el ejército que había dejado en Vicos, y se fue muy poco a poco esperando alguna gente de guerra que no había llegado, y desque tuvo todo su ejército junto y descansados y gordos los que habían salido de los Andes de los trabajos que allá habían pasado, entró en el Collao, empezando la guerra a fuego y sangre, la cual duró algunos años y fueron infinitos los rencuentros y trances que le sucedieron, y perdió mucha gente, y destruyó y mató infinita de los enemigos. Esta guerra le fue dificultosa por haberse los del Collao fortalecido en tres o cuatro partes que eran Pucara, Asillo, Arapalallahua, desde donde se mantuvieron y sustentaron con grandísima obstinación, desesperados de perdón y aun de la vida, como conocían cuán ofendido tenían a Tupa Ynga Yupanqui con el alzamiento y rebelión, que habían cometido sin causa y sabiendo el castigo tan áspero que se les aparejaba si venían a sus manos.
Esto les hizo inventar nuevos y exquisitos modos de defensa. Pero al fin, vencidos de la multitud y valor de la gente del Ynga y de los fuertes capitanes que llevaba consigo, fueron sujetados, destruidos y asolados, y fueron presos los caciques principales, llamados Chuca Chuca y Pachacuti Coaquiri. Y venidos a poder de Tupa Ynga Yupanqui, para escarmiento de los demás y atemorizar con este castigo a todo el reino, los mandó desollar, y sus cueros mandó poner en sus atambores que usaba en la guerra, que fue una barbaridad de hombre sin conocimiento de Dios como él era. Allanada toda la provincia del Collao prosiguió en el castigo de los rebelados, haciéndolos grandísimos en los lugares donde se habían fortalecido y defendido dél, para que quedase memoria en ellos y de allí adelante no les pasase por el pensamiento rebelarse de nuevo, sino le fuesen sujetos y obedientes, así en presencia como en ausencia, y en la paz como en la guerra. Acabada tan felizmente esta jornada, habiendo corrido su fama y nombre por muchas provincias, que no le obedecían, ni hasta allí habían sido conquistadas de sus antecesores ni dél, temerosos de su potencia, le vinieron a dar la obediencia de paz y a reconocerle por Señor y Rey. La provincia de los chumpibilcas, y conde suyo de las cuales con ricos presentes se le ofrecieron para seguirle en la guerra, y mucha gente destas provincias fue con él, como en el capítulo siguiente veremos.
Y pasó hasta los Chiponahuas y Mano Pampa, que es una gente que tienen las bocas negras y pintadas las caras como negros, todo hecho aposta. Y hubo alarma sorprendiendo en las batallas a los caciques destas provincias, llamados vinchin caina y catahuan cuyiu. En una batalla muy reñida su hermano Tupa Yupanqui prendió por su mano a uno de los caciques, llamado Nutan Huari, de suerte que se extendió su fama y nombre por todas aquellas regiones, que aunque al presente no tenemos dellas entera noticia, bien se entiende y presume ser amplísimas y muy pobladas de diversas gentes, sino que la dificultad de pasar estas montañas y cordilleras, y aun haber pocos en este reino, que, sacados aparte los intereses de riqueza, traten de extender el nombre de Cristo y meter su estandarte entre estas bárbaras naciones. Plega a las entrañas de la misericordia del Señor, que por ellas también murió, que ponga en corazón a quien que puede poner esto en efecto que, menospreciando gastos y atropellando inconvenientes, envíe personas que planten el árbol de la santísima cruz en medio de estas gentes fieras, para que se dé por este medio fruto colmadísimo que se trasplante en los bosques y alamedas del cielo. Estando Tupa Ynga Yupanqui en los Andes y en aquellas provincias en la conquista dicha, se salió de allá huyendo un colla y se fue al Collao diciendo que a Topa Ynga Yupanqui le habían muerto en la guerra y que todo su ejército estaba roto y deshecho, sin quedar en él gente de consideración.
Bastó esta nueva falsa para que los collas, siguiendo el natural suyo y de todas estas gentes, de ser fáciles en creer cualquiera cosa y la mala voluntad con que llevaban la sujeción de los ingas, que poco había los habían conquistado, trataron muy de secreto, de común consentimiento, de rebelarse, negando la obediencia a los gobernadores puestos por el Inga y echar el yugo que tenían de sí, y así lo efectuaron alzándose en toda la provincia del Collao, y previniéndose para la guerra y defensa, que bien sabían había de venir de nuevo sobre ellos. Las nuevas desta rebelión y alzamiento del Collao llegaron con suma presteza al Cuzco, a Amaro Tupa Inga, hermano de Topa Ynga Yupanqui, que había quedado por Gobernador General en su ausencia, para lo que sucediese. Este, sabido lo susodicho, despachó mensajeros y chasques a su hermano, haciéndole saber lo que pasaba, y pidióle que luego acudiese con diligencia al remedio, no se fortaleciesen los enemigos y dificultasen el sujetarlos de nuevo. Esta nueva sintió con grande extremo Tupa Ynga Yupanqui, viendo que mediante este alzamiento se le cortaba el hilo de sus victorias y conquistas, y así acordó de venir a remediar lo del Collao. Dejando nombrado en los Andes por Gobernador a Otorongo Ochache, su hermano, y que con la gente que le señaló, que fue un buen ejército, prosiguiese en la conquista todo cuanto pudiese, y que acabada la guerra saliese y no entrase en el Cuzco con triunfo ninguno, sino le aguardase en Paucartambo y en Pilco, mientras él concluía lo del Collao, volviese, y entonces entrase con todo triunfando en el Cuzco.
Salió llevando consigo la mitad del ejército, y sin meterlo en el Cuzco lo dejó en Vicos aguardándole, y él se entró en el Cuzco, donde hizo llamamiento de todas las provincias de gente, que viniesen a la guerra. Visto lo cual todos los mancebos se ofrecieron voluntariamente a la guerra para ir con Tupa Ynga Yupanqui. Así, habiendo ordenado todas las cosas que pertenecían a la gobernación del reino, salió del Cuzco, con infinito número de gente, para el Collao, llevando consigo por capitanes a Hualpaya, hijo del Capac Yupanqui, y a Lavico, sus primos hermanos, y a Cuyuchi y a Chic, su hermano, de padre, y en saliendo del Cuzco se juntó con el ejército que había dejado en Vicos, y se fue muy poco a poco esperando alguna gente de guerra que no había llegado, y desque tuvo todo su ejército junto y descansados y gordos los que habían salido de los Andes de los trabajos que allá habían pasado, entró en el Collao, empezando la guerra a fuego y sangre, la cual duró algunos años y fueron infinitos los rencuentros y trances que le sucedieron, y perdió mucha gente, y destruyó y mató infinita de los enemigos. Esta guerra le fue dificultosa por haberse los del Collao fortalecido en tres o cuatro partes que eran Pucara, Asillo, Arapalallahua, desde donde se mantuvieron y sustentaron con grandísima obstinación, desesperados de perdón y aun de la vida, como conocían cuán ofendido tenían a Tupa Ynga Yupanqui con el alzamiento y rebelión, que habían cometido sin causa y sabiendo el castigo tan áspero que se les aparejaba si venían a sus manos.
Esto les hizo inventar nuevos y exquisitos modos de defensa. Pero al fin, vencidos de la multitud y valor de la gente del Ynga y de los fuertes capitanes que llevaba consigo, fueron sujetados, destruidos y asolados, y fueron presos los caciques principales, llamados Chuca Chuca y Pachacuti Coaquiri. Y venidos a poder de Tupa Ynga Yupanqui, para escarmiento de los demás y atemorizar con este castigo a todo el reino, los mandó desollar, y sus cueros mandó poner en sus atambores que usaba en la guerra, que fue una barbaridad de hombre sin conocimiento de Dios como él era. Allanada toda la provincia del Collao prosiguió en el castigo de los rebelados, haciéndolos grandísimos en los lugares donde se habían fortalecido y defendido dél, para que quedase memoria en ellos y de allí adelante no les pasase por el pensamiento rebelarse de nuevo, sino le fuesen sujetos y obedientes, así en presencia como en ausencia, y en la paz como en la guerra. Acabada tan felizmente esta jornada, habiendo corrido su fama y nombre por muchas provincias, que no le obedecían, ni hasta allí habían sido conquistadas de sus antecesores ni dél, temerosos de su potencia, le vinieron a dar la obediencia de paz y a reconocerle por Señor y Rey. La provincia de los chumpibilcas, y conde suyo de las cuales con ricos presentes se le ofrecieron para seguirle en la guerra, y mucha gente destas provincias fue con él, como en el capítulo siguiente veremos.