Compartir
Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XXIII Cómo el demonio ha procurado remedar los sacramentos de la santa Iglesia Lo que más admira de la envidia y competencia de Satanás, es que no sólo en idolatrías y sacrificios, sino también en cierto modo de ceremonias, haya remedado nuestros sacramentos, que Jesucristo Nuestro Señor instituyó y usa su santa Iglesia, especialmente el sacramento de comunión, que es el más alto y divino, pretendió en cierta forma imitar para gran engaño de los infieles, lo cual pasa de esta manera: En el mes primero, que en el Pirú se llamaba rayme, y responde a nuestro diciembre, se hacía una solemnísima fiesta llamada capacrayme, y en ella grandes sacrificios y ceremonias por muchos días, en los cuales ningún forastero podía hallarse en la corte, que era el Cuzco. Al cabo de estos días, se daba licencia para que entrasen todos los forasteros, y los hacían participantes de la fiesta y sacrificios, comulgándolos en esta forma: Las mamaconas del sol, que eran como monjas del sol, hacían unos bollos pequeños de harina de maíz teñida y amasada en sangre sacada de carneros blancos, los cuales aquel día sacrificaban. Luego mandaban entrar los forasteros de todas las provincias, y poníanse en orden, y los sacerdotes, que eran de cierto linaje, descendientes de lluquiyupangui, daban a cada uno un bocado de aquellos bollos, diciéndoles que aquellos bocados les daban para que estuviesen confederados y unidos con el Inga, y que les avisaban que no dijesen ni pensasen mal contra el Inga, sino que tuviesen siempre buena intención con él, porque aquel bocado sería testigo de su intención; y si no hiciesen lo que debían, los había de descubrir y ser contra ellos.
Estos bollos se sacaban en platos grandes de oro y de plata, que estaban diputados para esto, y todos recibían y comían los bocados, agradeciendo mucho al sol tan grande merced, diciendo palabras y haciendo ademanes de mucho contento y devoción, y protestaban que en su vida no harían ni pensarían cosa contra el sol ni contra el Inga, y que con aquella condición recibían aquel manjar del sol, y que aquel manjar estaría en sus cuerpos, para testimonio de la fidelidad que guardaban al sol y al Inga, su rey. Esta manera de comunión diabólica se daba también en el décimo mes llamado coyaraime, que era septiembre, en la fiesta solemne que llaman citua, haciendo la misma ceremonia; y demás de comulgar (si se sufre usar este vocablo en cosa tan diabólica), a todos los que habían venido de fuera, enviaban también de los dichos bollos a todas las guacas o santuarios, o ídolos forasteros de todo el reino, y estaban al mismo tiempo personas de todas partes para recebirlos, y les decían que el sol les enviaba aquello en señal que quería que todos lo venerasen y honrasen; y también se enviaba algo a los caciques, por favor. Alguno por ventura terná esto por fábula o invención; mas en efecto es cosa muy cierta que desde Inga Yupangui, que fue el que más leyes hizo de ritos y ceremonias, como otro Numa en Roma, duró esta manera de comunión hasta que el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo echó todas estas supersticiones, dando el verdadero manjar de vida, y que confedera las almas y las une con Dios. Y quien quisiere satisfacerse enteramente, lea la relación, que el licenciado Polo escribió al Arzobispo, de Los Reyes, D. Jerónimo de Loaiza, y hallará esto y otras muchas cosas, que con grande deligencia y certidumbre averiguó.
Estos bollos se sacaban en platos grandes de oro y de plata, que estaban diputados para esto, y todos recibían y comían los bocados, agradeciendo mucho al sol tan grande merced, diciendo palabras y haciendo ademanes de mucho contento y devoción, y protestaban que en su vida no harían ni pensarían cosa contra el sol ni contra el Inga, y que con aquella condición recibían aquel manjar del sol, y que aquel manjar estaría en sus cuerpos, para testimonio de la fidelidad que guardaban al sol y al Inga, su rey. Esta manera de comunión diabólica se daba también en el décimo mes llamado coyaraime, que era septiembre, en la fiesta solemne que llaman citua, haciendo la misma ceremonia; y demás de comulgar (si se sufre usar este vocablo en cosa tan diabólica), a todos los que habían venido de fuera, enviaban también de los dichos bollos a todas las guacas o santuarios, o ídolos forasteros de todo el reino, y estaban al mismo tiempo personas de todas partes para recebirlos, y les decían que el sol les enviaba aquello en señal que quería que todos lo venerasen y honrasen; y también se enviaba algo a los caciques, por favor. Alguno por ventura terná esto por fábula o invención; mas en efecto es cosa muy cierta que desde Inga Yupangui, que fue el que más leyes hizo de ritos y ceremonias, como otro Numa en Roma, duró esta manera de comunión hasta que el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo echó todas estas supersticiones, dando el verdadero manjar de vida, y que confedera las almas y las une con Dios. Y quien quisiere satisfacerse enteramente, lea la relación, que el licenciado Polo escribió al Arzobispo, de Los Reyes, D. Jerónimo de Loaiza, y hallará esto y otras muchas cosas, que con grande deligencia y certidumbre averiguó.