Compartir
Datos principales
Desarrollo
Cómo el Almirante encontró la primera tierra, que fue una isla en el archipiélago llamado de los Lucayos Viendo entonces nuestro Señor cuán difícilmente luchaba el Almirante con tantos contradictores, quiso que el jueves, a 11 de Octubre, después de mediodía, cobrasen mucho ánimo y alegría, porque tuvieron manifiestos indicios de estar ya próximos a tierra, pues los de la Capitana vieron pasar cerca de la nave un junco verde, y después un gran pez verde, de los que no se alejan mucho de los escollos; luego, los de la carabela Pinta vieron una cana y un palo, y tomaron otro palo labrado con artificio, y una tablilla, y una mata arrancada de la hierba que nace en la costa. Otros semejantes indicios vieron los de la carabela Niña, y un espino cargado de fruto rojo, que parecía recién cortado, por cuyas señales y por lo que dictaba su razonable discurso, teniendo el Almirante por cosa cierta que estaba próxima a tierra, ya de noche, a la hora en que se acababa de decir la Salve Regina que los marineros acostumbran cantar al atardecer, habló a todos en general, refiriendo las mercedes que Nuestro Señor les había hecho en llevarlos tan seguros y con tanta prosperidad de buenos vientos y navegación, y en consolarlos con señales que cada día se veían mucho mayores; y rogóles que aquella noche velasen con atención, recordando que bien sabían, cómo en el primer capítulo de la instrucción dada por él a todos los navíos en Canarias, mandaba a éstos que después que hubiesen navegado setecientas leguas al Poniente, sin haber hallado tierra, no caminasen desde media noche hasta ser de día, a fin de que, si el deseo de tierra no daba resultado, al menos, la buena vigilancia supliese a su buen ánimo.
Y porque tenía certísima esperanza de hallar tierra, mandó que aquella noche, cada uno vigilase por su parte, pues a más de la merced que Sus Altezas habían prometido de diez mil maravedís anuales de por vida al primero que viese tierra, él le daría un jubón de terciopelo. Esto dicho, dos horas antes de media noche, estando el Almirante en el castillo de popa, vio una luz en tierra; pero dice que fue una cosa tan dudosa, que no osó afirmar fuese tierra, aunque llamó a Pedro Gutiérrez, repostero del Rey Católico, y le dijo que mirase si veía dicha luz; aquél respondió que la veía, por lo que muy luego llamaron a Rodrigo Sánchez de Segovia, para que mirase hacia la misma parte; mas no pudo verla, porque no subió pronto donde podía verse, ni después la vieron, sino una o dos veces, por lo cual pensaron que podía ser una candela o antorcha de pescadores, o de caminantes, que alzaban y bajaban dicha luz, o, por ventura, pasaban de una casa a otra, y por ello desaparecía y volvía de repente con tanta presteza que pocos por aquella señal creyeron estar cercanos a tierra. Pero, yendo con mucha vigilancia, siguieron su camino hasta que dos horas después de media noche la carabela Pinta, que por ser gran velera, iba muy delante, dio señal de tierra; la cual vio primeramente un marinero llamado Rodrigo de Triana cuando estaban separados de tierra, dos leguas. Pero, la merced de los 10.000 maravedís no fue concedida por los Reyes Católicos a éste, sino al Almirante, que había visto la luz en medio de las tinieblas, denotando la luz espiritual que por él era introducida en aquellas obscuridades. Estando, pues, entonces, cerca de tierra, todos los navíos se pusieron a la cuerda, o al reparo, pareciéndoles largo el tiempo que quedaba hasta el día, para gozar de una cosa tan deseada.
Y porque tenía certísima esperanza de hallar tierra, mandó que aquella noche, cada uno vigilase por su parte, pues a más de la merced que Sus Altezas habían prometido de diez mil maravedís anuales de por vida al primero que viese tierra, él le daría un jubón de terciopelo. Esto dicho, dos horas antes de media noche, estando el Almirante en el castillo de popa, vio una luz en tierra; pero dice que fue una cosa tan dudosa, que no osó afirmar fuese tierra, aunque llamó a Pedro Gutiérrez, repostero del Rey Católico, y le dijo que mirase si veía dicha luz; aquél respondió que la veía, por lo que muy luego llamaron a Rodrigo Sánchez de Segovia, para que mirase hacia la misma parte; mas no pudo verla, porque no subió pronto donde podía verse, ni después la vieron, sino una o dos veces, por lo cual pensaron que podía ser una candela o antorcha de pescadores, o de caminantes, que alzaban y bajaban dicha luz, o, por ventura, pasaban de una casa a otra, y por ello desaparecía y volvía de repente con tanta presteza que pocos por aquella señal creyeron estar cercanos a tierra. Pero, yendo con mucha vigilancia, siguieron su camino hasta que dos horas después de media noche la carabela Pinta, que por ser gran velera, iba muy delante, dio señal de tierra; la cual vio primeramente un marinero llamado Rodrigo de Triana cuando estaban separados de tierra, dos leguas. Pero, la merced de los 10.000 maravedís no fue concedida por los Reyes Católicos a éste, sino al Almirante, que había visto la luz en medio de las tinieblas, denotando la luz espiritual que por él era introducida en aquellas obscuridades. Estando, pues, entonces, cerca de tierra, todos los navíos se pusieron a la cuerda, o al reparo, pareciéndoles largo el tiempo que quedaba hasta el día, para gozar de una cosa tan deseada.