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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XXI De cómo el capitán mandó a Pedro de Candía que fuese a ver si era verdad lo que Alonso de Molina había dicho que había en la tierra de Túmbez Entre las cosas que Alonso de Molina contó al capitán que había visto fue una fortaleza que dijo le pareció ser muy fuerte, porque tenía seis o siete cercas y que había dentro muchas riquezas. Pizarro, como entendió estas cosas, túvolas por tan grandes, que por entero no las creía, pensó de enviar a Pedro de Candía, que era de buen ingenio, para que viera lo que había dicho Molina y el negro, si era verdad; y para que marcase la tierra y mirase por donde sería bueno entrar cuando, siendo Dios servido, volviesen. Pedro de Candía holgó de lo hacer y partióse luego; y estando, como siempre estaban, indios en la playa, se fueron con él hasta que lo llevaron delante la presencia del señor de Túmbez, que muy acompañado estaba de sus indios, y él y ellos se espantaron de ver a Pedro de Candía tan dispuesto y rogáronle que soltase un arcabuz que llevaba, porque él lo había hecho en el navío otras veces en presencia de algunos indios que fue causa que tuviesen los otros de ello noticia, Por les hacer placer puso la mecha, y acertando en un tablón grueso que allí cerca estaba, a que apuntó, lo pasó como si fuera un melón. Los indios, al tiempo que soltó el arcabuz, muchos de ellos cayeron en tierra y otros dieron un grito; juzgaban por muy valiente al cristiano por su disposición y por soltar aquellos tiros; y algunos dicen que el señor de Túmbez mandó que trajesen un león y un tigre que allí tenían, para ver si se defendía de ellos Candía, o si lo mataban; y que lo trajeron y echaron al Candía, que teniendo cargado el arcabuz lo sontó y cayeron de espanto en el suelo más indios que antes y que llegaron los animales hacia él tan mansos como si fueran corderos; sin los indios, lo contó Candía.
El cacique los mandó volver adonde estaban, y pidiéndole a Candía el arcabuz, echaba por el caño muchos vasos de su vino de maíz, diciendo: "Toma, bebe; pues contigo tan gran ruido se hace, que eres semejante al trueno del cielo". Y mandó sentar a Pedro de Candía. Diéronle de comer cumplidamente, preguntáronle muchas cosas de las que ellos saber deseaban. Respondió lo que podía hacerles entender. Vio la fortaleza. Las mamaconas, que son las vírgenes sagradas, le quisieron ver y enviaron al señor a rogar que lo llevasen allí. Fue así hecho, holgaron en extremo con ver a Candía; entendían en labor de lana, de que hacían fina ropa, y en el servicio del templo; las más eran hermosas y todas muy amorosas. Como Pedro de Candía hubo visto la fortaleza y lo que más el capitán le mandó, pidió licencia al señor para se volver el navío, la cual se le dio mandando que fuesen balsas con mucho maíz, pescado, frutas; y al capitán envió con el mismo Candía un hermoso carnero y un cordero bien gordo. Y como se vio en la nao, Candía contó al capitán tantas cosas que no era nada lo que había dicho Alonso de Molina; porque dijo que vio cántaros de plata y estar labrando a muchos plateros; y que por algunas paredes del templo había planchas de oro y plata; y que las mujeres que llamaban "del Sol", que eran muy hermosas. Locos estaban de placer los españoles en oír tantas cosas; esperaban en Dios de gozar de su parte de ello. De Túmbez supimos cómo con mucha presteza fue mensajero a Quito al rey Guaynacapa a dar razón de todo esto y aviso de la gente que era y la manera de navío, mas dicen que, cuando llegó la nueva, era ya muerto; puesto que también se afirma que no, sino que después, enviando a mandar que le llevasen un cristiano de los que quedarse quisieran entre los indios, murióse.
Lo uno o lo otro, que todo es una cuenta, téngase por cierto que él murió en el propio año y tiempo que Francisco Pizarro llegó a la costa de su tierra; y lo que gastó por los manglares había gastado Guaynacapa en hacer cosas grandes en Quito. Y como todas las cosas se dispongan y ordenen por permisión y ordenación divina, fue Dios servido de que, mientras Guaynacapa reinó y vivió, aunque gentil, que no entrasen en su tierra los españoles; y a ellos que anduviesen junto a Panamá, como anduvieron hasta que quiso y fue servido de los guiar por el modo y manera que se ha contado. Y las escrituras para esto son y para esto han de servir, que los hombres sepan con verdad los acaecimientos, y también que consideren y noten cómo ordena Dios las cosas y se hace lo que ellos no piensan.
El cacique los mandó volver adonde estaban, y pidiéndole a Candía el arcabuz, echaba por el caño muchos vasos de su vino de maíz, diciendo: "Toma, bebe; pues contigo tan gran ruido se hace, que eres semejante al trueno del cielo". Y mandó sentar a Pedro de Candía. Diéronle de comer cumplidamente, preguntáronle muchas cosas de las que ellos saber deseaban. Respondió lo que podía hacerles entender. Vio la fortaleza. Las mamaconas, que son las vírgenes sagradas, le quisieron ver y enviaron al señor a rogar que lo llevasen allí. Fue así hecho, holgaron en extremo con ver a Candía; entendían en labor de lana, de que hacían fina ropa, y en el servicio del templo; las más eran hermosas y todas muy amorosas. Como Pedro de Candía hubo visto la fortaleza y lo que más el capitán le mandó, pidió licencia al señor para se volver el navío, la cual se le dio mandando que fuesen balsas con mucho maíz, pescado, frutas; y al capitán envió con el mismo Candía un hermoso carnero y un cordero bien gordo. Y como se vio en la nao, Candía contó al capitán tantas cosas que no era nada lo que había dicho Alonso de Molina; porque dijo que vio cántaros de plata y estar labrando a muchos plateros; y que por algunas paredes del templo había planchas de oro y plata; y que las mujeres que llamaban "del Sol", que eran muy hermosas. Locos estaban de placer los españoles en oír tantas cosas; esperaban en Dios de gozar de su parte de ello. De Túmbez supimos cómo con mucha presteza fue mensajero a Quito al rey Guaynacapa a dar razón de todo esto y aviso de la gente que era y la manera de navío, mas dicen que, cuando llegó la nueva, era ya muerto; puesto que también se afirma que no, sino que después, enviando a mandar que le llevasen un cristiano de los que quedarse quisieran entre los indios, murióse.
Lo uno o lo otro, que todo es una cuenta, téngase por cierto que él murió en el propio año y tiempo que Francisco Pizarro llegó a la costa de su tierra; y lo que gastó por los manglares había gastado Guaynacapa en hacer cosas grandes en Quito. Y como todas las cosas se dispongan y ordenen por permisión y ordenación divina, fue Dios servido de que, mientras Guaynacapa reinó y vivió, aunque gentil, que no entrasen en su tierra los españoles; y a ellos que anduviesen junto a Panamá, como anduvieron hasta que quiso y fue servido de los guiar por el modo y manera que se ha contado. Y las escrituras para esto son y para esto han de servir, que los hombres sepan con verdad los acaecimientos, y también que consideren y noten cómo ordena Dios las cosas y se hace lo que ellos no piensan.