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Datos principales
Desarrollo
Cómo el gobernador pidió información de la querella Asimismo se querellaron los indios principales al gobernador de los indios guaycurúes, que les habían desposeído de su propia tierra, y les habían muerto sus padres y hermanos y parientes; y pues ellos eran cristianos y vasallos de Su Majestad , los amparase y restituyese en las tierras que les tenían tomadas y ocupadas los indios, porque en los montes y en las lagunas y ríos de ellas tenían sus cazas y pesquerías, y sacaban miel, con que se mantenían ellos y sus hijos y mujeres, y lo traían a los cristianos porque después que a aquella tierra fue el gobernador se les habían hecho las dichas fuerzas y muertes. Vista por el gobernador la querella de los indios principales, los nombres de los cuales son: Pedro de Mendoza , y Juan de Salazar Cupirati, y Francisco Ruiz Mayraru, y Lorenzo Moquiraci, y Gonzalo Mayraru, y otros cristianos nuevamente convertidos, porque se supiese la verdad de lo contenido en su querella y se hiciese y procediese conforme a derecho, por las lenguas intérpretes el gobernador les dijo que trujesen información de lo que decían, lo cual dieron y presentaron de muchos testigos cristianos españoles, que habían visto y se hallaron presentes en la tierra cuando los indios guaycurúes les habían hecho los daños y les habían echado de la tierra, despoblando un pueblo que tenían muy grande y cercado de fuerte paliada, que se llama Caguazu, y recebida la dicha información, el gobernador mandó llamar y juntar los religiosos y clérigos que allí estaban, conviene a saber: el comisario fray Bernaldo de Armenta y fray Alonso Lebrón, su compañero, y el bachiller Martín de Armenta y Francisco de Andrada, clérigos, para que viesen la información y diesen su parescer si la guerra se les podía hacer a los indios guaycurúes justamente.
Y habiendo dado su parescer, firmado de sus nombres, que con mano armada podía ir contra los dichos indios a les hacer la guerra, pues eran enemigos capitales, el gobernador mandó que dos españoles que entendían la lengua de los indios guaycurúes, con un clérigo llamado Martín de Armenta, acompañados de cincuenta españoles, fuesen a buscar los indios guaycurúes, y a les requerir diesen la obediencia a Su Majestad y se apartasen de la guerra que hacían a los indios guaraníes, y los dejasen andar libres por sus tierras, gozando de las cazas y pesquerías de ellas; y que de esta manera los ternía por amigos y los favorescería; y donde no, lo contrario haciendo, que les haría la guerra como a enemigos capitales. Y así se partieron los susodichos, encargándoles tuviesen especial cuidado de les hacer los apercibimientos una, y dos, y tres veces con toda templaza. E idos, dende a ocho días volvieron, y dijeron y dieron fe que hicieron el dicho apercibimiento a los indios, y que hecho, se pusieron en arma contra ellos, diciendo que no querían dar la obediencia ni ser amigos de los españoles ni de los indios guaraníes, y que se fuesen luego de su tierra; y ansí, les tiraron muchas flechas, y vinieron de ellos heridos; y visto lo susodicho por el gobernador, mandó apercibir hasta doscientos hombres arcabuceros y ballesteros, y doce de caballo, y con ellos partió de la ciudad de la Ascensión, jueves 12 días del mes de julio de 1542 años. Y porque había de pasar de la otra parte del río Paraguay, mandó que fuesen dos bergantines para pasar la gente y caballos, y que aguardasen en un lugar de indios que está en la ribera del dicho río del Paraguay, de la generación de los guaraníes, que se llama Tapua, que su principal se llama Mormocen, un indio muy valiente y temido en aquella tierra, que era ya cristiano, y se llamaba Lorenzo, cuyo era el lugar de Caguazu, que los guaycurúes le habían tomado; y por tierra había de ir toda la gente y caballos hasta allí, y estaba de la ciudad de la Ascensión hasta cuatro leguas, y fueron caminando el dicho día, y por el camino pasaban grandes escuadrones de indios de la generación de los guaraníes, que se habían de juntar en el lugar de Tapua para ir en compañía del gobernador.
Era cosa muy de ver la orden que llevaban, y el aderezo de guerra, de muchas flechas, muy emplumados con plumas de papagayos, y sus arcos pintados de muchas maneras y con instrumentos de guerra, que usan entre ellos, de atabales y trompetas y cornetas, y de otras formas; y el dicho día llegaron con toda la gente de caballo y de a pie al lugar de Tapua, donde hallaron muy gran cantidad de los indios guaraníes, que estaban aposentados, así en el pueblo como fuera, por las arboledas de la ribera del río; y el Mormocem, indio principal, con otros principales indios que allí estaban, parientes suyos, y con todos los demás, los salieron a recebir al camino un tiro de arco de su lugar, y tenían muerta y traída mucha caza de venados y avestruces, que los indios habían muerto aquel día y otro antes; y era tanto, que se dio a toda la gente, con que comieron y lo dejaron de sobra; y luego los indios principales, hecha su junta, dijeron que era necesario enviar indios y cristianos que fuesen a descubrir la tierra por donde habían de ir, y a ver el pueblo y asiento de los enemigos, para saber si habían traído noticia de la ida de los españoles, y si se velaban de noche; luego, paresciéndole al gobernador que convenía tomar los avisos, envió dos españoles con el mismo Mormocen, indio, y con otros indios valientes que sabían la tierra. E idos, volvieron otro día siguiente, viernes en la noche, y dijeron cómo los indios guaycurúes habían andado por los campos y montes cazando, como es costumbre suya, y poniendo fuego por muchas partes; y que a lo que habían podido reconoscer, aquel día mismo habían levantado su pueblo, y se iban cazando y caminando con sus hijos y mujeres, para asentar en otra parte, donde se pudiesen mantener de la caza y pesquerías, y que les parescía que no habían tenido hasta entonces noticia ni sentimiento de su ida, y que dende allí hasta donde los indios podían estar y asentar su pueblo habría cinco o seis leguas, porque se parescían los fuegos por donde andaban cazando.
Y habiendo dado su parescer, firmado de sus nombres, que con mano armada podía ir contra los dichos indios a les hacer la guerra, pues eran enemigos capitales, el gobernador mandó que dos españoles que entendían la lengua de los indios guaycurúes, con un clérigo llamado Martín de Armenta, acompañados de cincuenta españoles, fuesen a buscar los indios guaycurúes, y a les requerir diesen la obediencia a Su Majestad y se apartasen de la guerra que hacían a los indios guaraníes, y los dejasen andar libres por sus tierras, gozando de las cazas y pesquerías de ellas; y que de esta manera los ternía por amigos y los favorescería; y donde no, lo contrario haciendo, que les haría la guerra como a enemigos capitales. Y así se partieron los susodichos, encargándoles tuviesen especial cuidado de les hacer los apercibimientos una, y dos, y tres veces con toda templaza. E idos, dende a ocho días volvieron, y dijeron y dieron fe que hicieron el dicho apercibimiento a los indios, y que hecho, se pusieron en arma contra ellos, diciendo que no querían dar la obediencia ni ser amigos de los españoles ni de los indios guaraníes, y que se fuesen luego de su tierra; y ansí, les tiraron muchas flechas, y vinieron de ellos heridos; y visto lo susodicho por el gobernador, mandó apercibir hasta doscientos hombres arcabuceros y ballesteros, y doce de caballo, y con ellos partió de la ciudad de la Ascensión, jueves 12 días del mes de julio de 1542 años. Y porque había de pasar de la otra parte del río Paraguay, mandó que fuesen dos bergantines para pasar la gente y caballos, y que aguardasen en un lugar de indios que está en la ribera del dicho río del Paraguay, de la generación de los guaraníes, que se llama Tapua, que su principal se llama Mormocen, un indio muy valiente y temido en aquella tierra, que era ya cristiano, y se llamaba Lorenzo, cuyo era el lugar de Caguazu, que los guaycurúes le habían tomado; y por tierra había de ir toda la gente y caballos hasta allí, y estaba de la ciudad de la Ascensión hasta cuatro leguas, y fueron caminando el dicho día, y por el camino pasaban grandes escuadrones de indios de la generación de los guaraníes, que se habían de juntar en el lugar de Tapua para ir en compañía del gobernador.
Era cosa muy de ver la orden que llevaban, y el aderezo de guerra, de muchas flechas, muy emplumados con plumas de papagayos, y sus arcos pintados de muchas maneras y con instrumentos de guerra, que usan entre ellos, de atabales y trompetas y cornetas, y de otras formas; y el dicho día llegaron con toda la gente de caballo y de a pie al lugar de Tapua, donde hallaron muy gran cantidad de los indios guaraníes, que estaban aposentados, así en el pueblo como fuera, por las arboledas de la ribera del río; y el Mormocem, indio principal, con otros principales indios que allí estaban, parientes suyos, y con todos los demás, los salieron a recebir al camino un tiro de arco de su lugar, y tenían muerta y traída mucha caza de venados y avestruces, que los indios habían muerto aquel día y otro antes; y era tanto, que se dio a toda la gente, con que comieron y lo dejaron de sobra; y luego los indios principales, hecha su junta, dijeron que era necesario enviar indios y cristianos que fuesen a descubrir la tierra por donde habían de ir, y a ver el pueblo y asiento de los enemigos, para saber si habían traído noticia de la ida de los españoles, y si se velaban de noche; luego, paresciéndole al gobernador que convenía tomar los avisos, envió dos españoles con el mismo Mormocen, indio, y con otros indios valientes que sabían la tierra. E idos, volvieron otro día siguiente, viernes en la noche, y dijeron cómo los indios guaycurúes habían andado por los campos y montes cazando, como es costumbre suya, y poniendo fuego por muchas partes; y que a lo que habían podido reconoscer, aquel día mismo habían levantado su pueblo, y se iban cazando y caminando con sus hijos y mujeres, para asentar en otra parte, donde se pudiesen mantener de la caza y pesquerías, y que les parescía que no habían tenido hasta entonces noticia ni sentimiento de su ida, y que dende allí hasta donde los indios podían estar y asentar su pueblo habría cinco o seis leguas, porque se parescían los fuegos por donde andaban cazando.